Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Santa María de la Asunción, en Alcalá del Río (Sevilla).
Hoy, 15 de agosto, Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII (1950) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de Santa María de la Asunción, en Alcalá del Río (Sevilla).
La Iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, se encuentra en la calle Reyes Católicos, 6; en Alcalá del Río (Sevilla).
Edificio de tipo mudéjar con tres naves y cabecera poligonal adosado a una primitiva construcción romana que sirve de asiento a la torre. La construcción se inició en la primera mitad del siglo XIV y las obras continuaron durante el XV. Del primer momento es la capilla mayor, de dos tramos cubiertos con bóvedas de crucería, y los cuatro primeros tramos de las naves, correspondiendo al segundo la capilla colateral derecha y los dos pórticos, hoy cegados, que flanquean la iglesia. A principios del siglo XVIII se añaden dos tramos más a las naves y tras el terremoto de 1755 se coloca una nueva techumbre en la nave central. Entre 1782 y 1785 se levanta la sacristía, derribándose con tal motivo el pórtico de la cabecera.
El retablo mayor, compartimentado por columnas salomónicas, lo contrató Antonio José de Carvajal, ejecutándose entre 1700 y 1725, y estando el dorado a cargo de Juan Antonio del Bosque. Al primer maestro deben corresponder el San José y el San Antonio del primer cuerpo y, probablemente, la Trinidad del ático y los santos Pedro y Pablo del banco. La Asunción del camarín se vincula a Duque Cornejo, quien consta que trabajó en el retablo. A ambos lados del retablo mayor se sitúan dos lámparas de plata fechadas en 1769 y 1792 que presentan los punzones de Sevilla y de los plateros Cárdenas y Méndez.
En la cabecera de la nave de la izquierda existe un retablo neoclásico de hacia 1800 con esculturas de San Benito y Santo Domingo de Guzmán, de la misma fecha, y la Virgen del Rosario, imagen de candelero de la segunda mitad del XVIII. En el banco van un pequeño Crucifijo de marfil del XVIII y dos esculturas del Niño Jesús, una del XVII y otra del XVIII. En el mismo muro hay un lienzo de la Virgen del Carmen fechado en 1765 y un retablo recompuesto por elementos del XVII y del XVIII, con esculturas de este último siglo. En la capilla Bautismal hay un retablo neoclásico de hacia 1800, en el que aparecen las esculturas de Cristo abrazado a la Cruz, de esa época, y de San Sebastián y San Antón, de hacia 1500 la primera, y del primer tercio del XVI la segunda. A los pies de la nave se dispone un retablo neoclásico de hacia 1800 con esculturas de Cristo en la Cruz, la Virgen y San Juan, del segundo tercio del XVI.
En la cabecera de la nave derecha se encuentra un retablo compartimentado por estípites ejecutado en 1740 por José Cano. En los latera les se sitúan las imágenes de San Francisco y Santa Verania, del momento del retablo, y en el camarín, una Inmaculada de la segunda mitad del XVIII. Sobre la puerta que comunica con la sacristía, se halla un lienzo con San Roque y San Sebastián adorando a la Eucaristía, firmado y fechado en 1618 por Juan Martínez Gradilla. En el muro de la nave se localiza el retablo de Santa Ana con grupo escultórico compuesto por Santa Ana, la Virgen y en Niño, ejecutado entre 1557 y 1558 por Roque Balduque. Las pinturas representan a San Bartolomé, San Andrés, Santa Catalina, la Virgen, San Gabriel y el donante, y debieron de realizarse hacia 1575. A continuación, aparecen un retablo-marco de la primera mitad del XVIII con un lienzo de las Ánimas del Purgatorio de la misma fecha, y un retablo de la primera mitad del XIX que alberga una escultura de Cristo ejecutada en 1672 por Francisco Antonio Gijón y que fue profundamente transformada en el siglo XIX. Por último, se halla un retablo de la Virgen de Rocamador presidido por una pintura de la Virgen con el Niño y completado con representaciones de San Pedro, San Juan Bautista, la Virgen, el arcángel San Gabriel y el Padre Eterno, todas ellas realizadas en 1547 por Hernando de Esturmio.
En los pilares de la nave central, cuelgan un lienzo de Santa Justa y Rufina, fechado en 1757, y seis tablas con pinturas de parejas de Apóstoles, del segundo tercio del XVI, que, al parecer, formaron parte junto con el Calvario situado en el retablo de los pies de la nave izquierda, de una viga. A los pies de la iglesia, se encuentra una sillería de coro y un facistol ejecutados en 1636 por Miguel Cano y Matías Fernández Cardoso y un órgano de 1757, reformado en el siglo XIX.
Entre los objetos de orfebrería hay que destacar un interesante relicario gótico de San Gregorio Osetano, realizado en plata a finales del siglo XV, con marcas en letra gótica muy borradas, entre las que se ve la de la ciudad de Sevilla, que es una de las más antiguas conocidas; una crismera de plata de mediados del XVI; un cáliz de plata repujada de la segunda mitad del XVIII con los punzones de los plateros Martín y Ruiz; dos cálices de la primera mitad del XIX, uno con los punzones de Córdoba y de los plateros Ruiz y Vega, y otro con los de Sevilla y los plateros Flores y Espiau; y dos demandas de metal, fechadas respectivamente en 1792 y 1826 (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
Hasta la llegada de los Reyes Católicos los cristianos celebraban sus cultos en la ermita de San Gregorio o en la mezquita árabe que se encontraba donde se levanta la iglesia Mayor. A raíz del poblamiento de la villa por los Reyes se comenzó la edificación de una iglesia sobre la mezquita árabe existente, aprovechando parte de la edificación y del torreón o minarete.
La iglesia parroquial de Santa María de la Asunción es uno de los edificios mudéjares más interesantes de toda la provincia, edificado a principios del siglo XIV y en el XV.
La iglesia, de tres naves, tuvo en origen cuatro tramos, ampliándose a seis en el siglo XVIII. En sus fachadas poseyó pórticos mudéjares realizados en ladrillo, con arcos apuntados y de medio punto enmarcados por alfices. Los pórticos de las fachadas laterales fueron macizados, creándose diversas dependencias, y el pórtico de los pies se destruiría en la ampliación antes apuntada.
La nave central de la iglesia se cubre con armadura de par y nudillo, rehecha tras el terremoto de 1755. La sección de sus pilares es cruciforme y los arcos apuntados, con sencillos cavetos como impostas. El presbiterio es posiblemente la parte más antigua del edificio, de altura inferior a la nave central, y se adosa a la construcción romana que sirve de asiento a la torre. Posee cabecera poligonal cubriéndose con dos tramos de bóveda de crucería cuyos nervios se apean en ménsulas, decoradas con cabezas humanas, que por su diseño ponen de manifiesto la antigüedad de esta construcción, que podría datarse incluso a finales del siglo XIII.
En la cabecera de la nave de este mismo lado abre una capilla cubierta con bóveda estrellada, construida en el siglo XV, desde la que se accede a la sacristía, construida en el siglo XVIII.
En su interior destacan las esculturas de la titular de la parroquia, Nuestra Señora de la Asunción, tallada por Duque Cornejo a principios del siglo XVIII y el Cristo del Buen Fin, de Roque Balduque, de mediados del siglo XVI, del mismo autor y fecha es el altar de Santa Ana. El retablo de la Concepción fue ejecutado por Hernando de Esturmio y la imagen de Jesús Nazareno por Francisco Antonio Gijón, en el año 1672. En los pies de la nave central se encuentra el coro, de mediados del siglo XVII, y junto a él un órgano barroco del siglo XVIII.
La torre, que se asienta sobre una construcción defensiva romana, está construida en ladrillo, es de planta cuadrada y tiene cuatro pisos que se marcan al exterior con listeles, el primero se cubre con bóveda de crucería y los superiores con bóvedas vaídas. Los vanos del campanario poseen arcos peraltados con alfiz y está rematado por merlones escalonados de perfil curvo, adquiriendo una fuerte impronta mudejárica (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La iglesia parroquial de Santa María de la Asunción de Alcalá del Río es uno de los edificios mudéjares más interesantes de toda la provincia, edificado a principios del siglo XIV y en el XV.
La iglesia, de tres naves, tuvo en origen cuatro tramos, ampliándose a seis en el siglo XVIII. En sus fachadas poseyó pórticos mudéjares realizados en ladrillo, con arcos apuntados y de medio punto enmarcados por alfices. Los pórticos de las fachadas laterales fueron macizados, creándose diversas dependencias, y el pórtico de los pies se destruiría en la ampliación antes apuntada.
La torre, que se asienta sobre una construcción defensiva romana, está construida en ladrillo, es de planta cuadrada y tiene cuatro pisos que se marcan al exterior con listeles, el primero se cubre con bóveda de crucería y los superiores con bóvedas vaídas. Los vanos del campanario poseen arcos peraltados con alfiz y está rematado por merlones escalonados de perfil curvo, adquiriendo una fuerte impronta mudejárica.
La nave central de la iglesia se cubre con armadura de par y nudillo, rehecha tras el terremoto de 1755. La sección de sus pilares es cruciforme y los arcos apuntados, con sencillos cavetos como impostas. El presbiterio es posiblemente la parte más antigua del edificio, de altura inferior a la nave central, y se adosa a la construcción romana que sirve de asiento a la torre. Posee cabecera poligonal cubriéndose con dos tramos de bóveda de crucería cuyos nervios se apean en ménsulas, decoradas con cabezas humanas, que por su diseño ponen de manifiesto la antigüedad de esta construcción, que podría datarse incluso a finales del siglo XIII.
En la cabecera de la nave de este mismo lado abre una capilla cubierta con bóveda estrellada, construida en el siglo XV, desde la que se accede a la sacristía, construida en el siglo XVIII.
En su interior destacan las esculturas de la titular de la parroquia, Nuestra Señora de la Asunción, tallada por Duque Cornejo a principios del siglo XVIII y el Cristo del Buen Fin, de Roque Balduque, de mediados del siglo XVI, del mismo autor y fecha es el altar de Santa Ana. El retablo de la Concepción fue ejecutado por Hernando de Esturmio y la imagen de Jesús Nazareno por Francisco Antonio Gijón, en el año 1672. En los pies de la nave central se encuentra el coro, de mediados del siglo XVII, y junto a él un órgano barroco del siglo XVIII (Ayuntamiento de Alcalá del Río).
La iglesia parroquial de Santa María de la Asunción es uno de los edificios mudéjares más interesantes de toda la provincia. Fue edificado a principios del siglo XIV y en el XV.
La iglesia, de tres naves, tuvo en origen cuatro tramos, ampliándose a seis en el siglo XVIII. En sus fachadas destacan pórticos mudéjares realizados en ladrillo, con arcos apuntados y de medio punto enmarcados por alfices. Los pórticos de las fachadas laterales fueron macizados, creándose diversas dependencias. El pórtico de los pies se destruiría en la ampliación antes apuntada.
La torre, que se asienta sobre una construcción defensiva romana, está construida en ladrillo, es de planta cuadrada y tiene cuatro pisos que se marcan al exterior con listeles. Los vanos del campanario poseen arcos peraltados con alfiz y está rematado por merlones escalonados de perfil curvo, adquiriendo una fuerte impronta mudéjar.
La nave central de la iglesia se cubre con armadura de par y nudillo, rehecha tras el terremoto de Lisboa de 1755. La sección de sus pilares es cruciforme y los arcos apuntados, con sencillos cavetos como impostas.
El presbiterio es posiblemente la parte más antigua del edificio y se adosa a la construcción romana que sirve de asiento a la torre. Posee cabecera poligonal cubriéndose con dos tramos de bóveda de crucería cuyos nervios se apean en ménsulas, decoradas con cabezas humanas, que por su diseño ponen de manifiesto la antigüedad de esta construcción, que podría datarse incluso a finales del siglo XIII.
En su interior destacan las esculturas de la titular de la parroquia, Ntra. Sra. de la Asunción, tallada por Duque Cornejo a principios del siglo XVIII y el Cristo del Buen Fin, de Roque Balduque, de mediados del siglo XVI. D el mismo autor y fecha es el altar de Santa Ana. El retablo de la Concepción fue ejecutado por Hernando de Esturmio y la imagen de Jesús Nazareno por Francisco Antonio Gijón, en el año 1672. En los pies de la nave central se encuentra el coro, de mediados del siglo XVII y junto a él un órgano barroco del siglo XVIII (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María;
La creencia y el dogma
Hacia finales del siglo XIII desapareció el tema de la Resurrección de la Virgen, que fue reemplazado por la Asunción.
En el Evangelio no se habla de la Asunción de la Virgen. Se trata de una leyenda tardía, copiada en el siglo VI del Arrebatamiento del profeta Elías y de la Ascensión de Cristo. En el siglo VIII, la Iglesia de Roma todavía consideraba la Asunción corporal de la Virgen una opinión piadosa y no un dogma. Los bizantinos se niegan a admitirlo y prefieren atenerse a la Dormición (Koimesis).
Fue en ocasión del Año santo de 1950, cuando el papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción.
La evolución del tema
La expresión Asunción es significativa: se opone a la Ascensión, como lo pasivo a lo activo. Es decir, la Virgen no asciende al cielo por sus propios medios, como Cristo, sino que es elevada al Paraíso sobre las alas de los ángeles.
1. Desde la Asunción del alma a la del cuerpo
El arte bizantino representa la Asunción del alma de la Virgen, recogida por Cristo en su lecho de muerte; y el arte de Occidente, su Asunción corporal fuera de la tumba donde los apóstoles la habían sepultado.
Por lo tanto debe distinguirse en iconografía la Asunción del alma de la Virgen en forma de niña y la Asunción de su cuerpo glorioso. Es lo que se denomina Assumptio animae (Seelenaufnahme) y Assumptio corporis (Himmelfahrt des wiederbeseelten Leibes).
Cristo regresó trayendo su alma que se unió nuevamente con su cuerpo. La Virgen, en actitud de orante, eleva las manos unidas, en una mandorla llevada por ángeles, encima de la tumba abierta alrededor de la cual están reunidos los apóstoles. La tumba está, ya vacía, ya llena, como un macetero fúnebre, de lirios y rosas blancas que, según San Juan Damasceno, exhalaban un delicioso perfume.
Ciertas fórmulas usuales en el siglo XII son particularmente originales. En una miniatura de un manuscrito de Glasgow, se ve a la Virgen subir al cielo en forma de momia envuelta en fajas, como un vapor blanco asciende por una chimenea cuyas paredes fuesen ángeles.
Un bajorrelieve de Autun representa a la Virgen agujereando la bóveda del arca fúnebre igual que Cristo atraviesa la puerta del sepulcro sellado sin romper los sellos.
Para estar protegida de eventuales ataques de demonios durante el trayecto, a veces la Virgen resucitada está escoltada por los arcángeles Miguel y Gabriel, que la protegen contra los poderes del Infierno.
De manera excepcional, María está sentada en un bajorrelieve esculpido por Donatello para la tumba del cardenal Brancacci, en Nápoles.
Aunque la Asunción representa la Subida de la Virgen al cielo y la Inmaculada Concepción su Descenso hacia la tierra, era inevitable que se produjese una contaminación entre ambos temas. Por la influencia de las Letanías de Loreto, la Virgen de la Asunción generalmente está representada de pie, sobre un creciente de la luna, con la frente ceñida por doce estrellas, como la mujer del Apocalipsis. De esa manera la Assunta tiende a confundirse con la Immaculata.
El Speculum Humanae Salvationis explica detalladamente esta representación de la Virgen copiada de la mujer del Apocalipsis, con los pies sobre un creciente de la luna y la cabeza coronada de estrellas.
La Mujer apocalíptica que escapa al dragón es la imagen de la Virgen elevada al cielo. La luna que ella pisa es el símbolo de las cosas cambiantes del bajo mundo terrenal. Las doce estrellas que iluminan su cabeza recuerdan a los doce apóstoles reunidos en torno a su lecho, en el momento de su muerte.
2. Transformación de la Asunción en Ascensión
A causa de otra confusión iconográfica, la Asunción pierde su carácter original para convertirse en Ascensión. En vez de ser elevada al cielo por ángeles, la Virgen vuela sola, con los brazos extendidos, ante el asombro de los apóstoles; los ángeles que la rodean se limitan a formarle cortejo.
A veces hasta aparece provista de grandes alas de águila, como las que el Apocalipsis atribuye a la mujer perseguida por el dragón.
Esta transformación se consumó en el arte italiano del siglo XVI. El ejemplo más célebre de esta Ascensión de la Virgen, que ya no justifica el nombre de Asunción, es el gran cuadro de altar pintado por Tiziano en 1518 para la iglesia de los Frari de Venecia.
Sin embargo, esta nueva fórmula no eliminó completamente a la antigua. En el siglo XVII, Guido Reni y Poussin hacen elevar a la Virgen mediante grandes ángeles.
El milagro de las flores en la tumba vacía
Los apóstoles comprueban que el sarcófago que usaron para sepultar a la Virgen está vacío y lleno de flores.
Este episodio se inventó para formar pareja con la visita de las Santas Mujeres al Sepulcro, que encuentran vacía la tumba de Cristo, y sobre la tapa volcada del sarcófago, un ángel que les anuncia que Cristo ha resucitado.
El sacro cinturón
Otra innovación del arte italiano es la añadidura al tema de la Asunción de la leyenda que cuenta que Tomás, el apóstol incrédulo, habría recibido el cinturón de la Virgen, que ésta dejó caer para convencerle de la realización del milagro. Pero al tiempo que la transformación de la Asunción en Ascensión se difundió en todo el arte cristiano, la iconografía de El Sacro Cinturón de la Virgen se mantuvo casi exclusivamente toscana.
Esta devoción estaba localizada en Prato, cerca de Florencia, donde se veneraba la Sacra Cintola desde el siglo XII. Eso explica que se trate de un motivo tan frecuente en la escuela florentina: es por ese signo que se reconocen las Asunciones toscanas.
La fuente de esta leyenda, inventada para formar pareja con la Aparición de Cristo resucitado al apóstol Tomás, es el Arrebatamiento del profeta Elías, quien, desde lo alto de su carro de fuego, lanza su manto mágico a su discípulo Eliseo. Se ha supuesto, ingeniosamente, que el estrecho cinturón con forma de cordón cogido por Tomás, materializado por la imaginación popular, era el vínculo místico que unía a la Virgen con los apóstoles; pero el origen bíblico es más verosímil que un despropósito iconográfico.
Según la versión más difundida, el apóstol Tomás, que se encontraba solo en el monte de los Olivos, vio ángeles que elevaban al cielo el cuerpo de la Virgen. Suplicó a ésta que le dejase una señal, y la Virgen dejó caer su cinturón. Después, se reunió con los apóstoles y les aseguró que el cadáver de la Virgen ya no estaba en su tumba. La abrieron, y así era: estaba vacía. Tomás contó entonces que vio a la Virgen elevarse al cielo, y mostró como prueba el cinturón que tenía en las manos.
De acuerdo con otra tradición, Santo Tomás llegó retrasado una vez más, aunque regresaba de La India, lo cual constituye una circunstancia atenuante. Para contemplar de nuevo el rostro de la Madre del Redentor, hizo abrir la tumba. El cuerpo había desaparecido, y en el sarcófago sólo quedaba la mortaja que exhalaba un perfume celestial. Los apóstoles concluyeron que la Virgen había resucitado; pero Tomás permanecía escéptico. Fue entonces cuando la Virgen, para convencerlo, dejó caer su cinturón desde lo alto del cielo.
De manera que en el primer caso, Tomás recibe el cinturón sin testigos, y en el segundo, en presencia de los apóstoles.
La Madonna della Cintola se diferencia de la Assunta porque la primera mira hacia abajo donde se encuentra Santo Tomás, en vez de dirigir la mirada al cielo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Nuestro Dios y Señor Jesucristo;
En Oriente, donde surge, se la denomina Dormición o Tránsito de María. Se la cree fiesta de origen jerosolimitano, surgida como memoria de la dedicación de la iglesia que hizo construir la Emperatriz Eudoxia (+404) en el lugar de la Tumba de la Virgen en Getsemaní3, que se debió extender progresivamente, dedicada, con el apoyo de los apócrifos asuncionistas, a la glorificación de María. No olvidemos que esta fiesta corresponde al dies natalis de otro santo pero con una completa glorificación por la radicalidad de su redención, pues es inmaculada, y su íntima unión a su Hijo en la Obra de la Redención, por su maternidad divina y su corredención. Se celebraba ya en el siglo V en Palestina, en Siria y en sus áreas de influencia. Hacia la mitad del siglo VI estaba difundida con la dedicación a este misterio de la Asunción por todo Oriente, al asumir tal carácter la fiesta mariana del siglo IV, hasta convertirse en una fiesta muy popular y de precepto. El Emperador Mauricio (+602) la extendió a todo el Imperio Bizantino en la fecha del quince de agosto. Juan de Tesalónica, a principios del siglo VII, en su sermón sobre la dormición de la Virgen, afirma que se celebraba en casi todas las Iglesias orientales. Fue introducida en Occidente en el siglo VII, seguramente por la influencia de los monjes orientales, pero en enero. El día uno en Roma y el dieciocho en otras partes, como consta en el Martirologio Jeronimiano, en el Calendario de Luca, en el de Corbia y en otros. De la Galia conservamos la más antigua mención a esta fecha, quizá importada de Antioquía, donde se celebraba la Memoria de la Santa Madre de Dios, por obra de Casiano y los monjes lirinenses, como lo atestigua ya San Gregorio de Tours (+594). Fue ratificada por el Papa Sergio I (687-701), de origen sirio, que, como ya hemos comentado, prescribió en esta fiesta una procesión como en las de la Anunciación, la Purificación y la Natividad de la Virgen, que se estuvo celebrando hasta 1566, y fue quien la dotó seguro de solemne vigilia con ayuno. Inglaterra la adoptó de manera oficial en el Concilio de Cloverhoe del 747, presidido por Cutberto, Arzobispo de Canterbury, y en Francia, en el Concilio de Maguncia del 813, en su canon 36, la declara de precepto. Hacia fines del siglo VIII se cambió en Occidente el título de Dormición por el de Asunción, como consta en el sacramentario que el Papa Adriano I (+795) envió a Carlomagno. León IV en el 847 revigorizó su solemne vigilia y le añadió octava. En Francia, aunque se adoptó la fiesta, hubo cierta oposición a la entonces creencia de la asunción corporal de María, que no fue suficientemente fuerte para rechazar el término Asunción. De su introducción en la Península Ibérica no hay nada seguro antes del siglo VII, en que dan testimonio de ella San Isidoro de Sevilla y, más claramente, San Ildefonso de Toledo. Durante el periodo carolingio la fiesta sufre un cierto eclipse en Occidente por la difusión de un tratado en contra de la creencia asuncionista escrito por Pascasio Radberto bajo el pseudónimo de San Jerónimo. Un segundo tratado anónimo de finales del siglo IX, atribuido a San Agustín, que aceptaba las críticas de los apócrifos y se basaba en bases teológicas sólidas, relanza de nuevo el tema. Consumada la separación de las Iglesias orientales, la fiesta siguió tomando auge en ellas. El Emperador Manuel Commeno prescribió para ella el descanso festivo en 1166. Más tarde, en el siglo XIV, el Emperador Andrónico II emitió un decreto por el que consagraba a la Asunción el mes de agosto. En la Baja Edad Media se fue perfilando con precisión el contenido de fe de la fiesta y se fue popularizando. En el Breviario de San Pío V Ghislieri se suprimieron las dudas o imprecisiones de los textos de la fiesta.
Finalmente, en 1950, con motivo de la proclamación dogmática de este misterio, se redactaron unos nuevos formularios en que se exponía más claramente la verdad dogmática, recogidos en la Misa Signum magnum publicada al año siguiente. En el Misal actual del uso ordinario se han enriquecido de nuevo los textos y se le añadido una misa de vigilia. En el área alemana se practica en esta fiesta la bendición de hierbas, que no está originariamente vinculada a ella. Se remonta a orígenes paganos, y se ubica en esta fecha por ser verano avanzado, en que aquéllas esparcen su más fuerte aroma. Las hierbas que se bendicen varían según las comarcas, para la que encontramos un Ordo en el siglo X. Se guardan estas plantas como protección contra el fuego y contra el rayo. Posteriormente estas plantas se vinculan simbólicamente a María, flor de las flores.
En la Iglesia Bizantina es la fiesta mariana por excelencia y se prolonga por todo el mes de agosto, que es en Oriente, por eso, el mes de María: catorce días de preparación (cuaresma de la Virgen) y octava. Así el año litúrgico oriental adquiere un marcado carácter mariano, pues desarrollándose entre el uno de septiembre y el treinta y uno de agosto, comienza con la fiesta de la Natividad de María y termina con la de su Asunción (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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