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viernes, 19 de agosto de 2022

El Convento de San Luis del Monte, en Peñaflor (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Convento de San Luis del Monte, en Peñaflor (Sevilla).  
     Hoy, 19 de agosto, en Brignoles, en Provenza, región de Francia, muerte de San Luis, obispo, el cual, sobrino del rey San Luis, prefirió la pobreza evangélica a las alabanzas y honores del mundo y, aún joven en años pero maduro en virtud, fue elevado a la sede de Tolosa, mas debido a su delicada salud, descansó prontamente en la paz del Señor (1297) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Convento de San Luis del Monte, en Peñaflor (Sevilla)
     El Convento de San Luis del Monte, se encuentra en la calle Juan Carlos I, 72-86; en Peñaflor (Sevilla).
     Antiguo convento franciscano, su construcción puede fecharse en la segunda mitad del siglo XVIII. Se trata de un templo de planta de cruz latina con una sola nave, compartimentada por pilastras toscanas, y con cabecera plana. La nave se cubre con una bóveda de cañón con arcos fajones y el crucero con una bóveda semiesférica sobre pechinas, decorada con yeserías que reproducen alegorías marianas y de la orden franciscana. La portada de los pies, clausurada en la actualidad, está formada por un arco de medio punto flanqueado por pilastras toscanas que dan paso a un entablamento liso sobre el que aparece un frontón recto y roto que alberga una hornacina. El primer cuerpo de la portada del muro izquierdo lo formaba, en principio, un arco de medio punto, habiéndose adintelado con posterioridad. Flanquean este primer cuerpo pilastras festoneadas sobre las que aparece un entablamento, en cuyo centro se sitúa una hornacina entre remates en forma de farolas. Adosado a la iglesia se encuentra el antiguo con­vento, cuya portada, muy sencilla, la forma un arco carpanel flanqueado por pilastras sobre las que se sitúa un frontón curvilíneo con pináculos. Sobre la fachada del convento se halla una espadaña de dos cuerpos.
     El retablo mayor consta de banco, un cuerpo de tres calles compartimentadas por estípites y ático, fechándose hacia 1760, aunque tiene reformas del siglo XIX. En la hornacina central aparece una imagen de candelero del Nazareno de fines del XVIII, muy retocada modernamente, y en las calles laterales se sitúan una escultura de San Francisco, de mediados del XVII, y otra de Santa Clara, del momento del retablo. Coronan el conjunto las esculturas de San Buenaventura y San Agustín, las dos de la época del retablo. A ambos lados del presbiterio se sitúan dos lienzos de finales del XVII que representan la Adoración de los Reyes Magos y la Presentación del Niño Jesús en el Templo. En los machones del crucero se hallan dos retablos esquineros, de la segunda mitad del siglo XVIII, en los que figuran esculturas de ese mismo momento, de San José con el Niño y San Antonio de Padua. En el lado izquierdo del crucero aparecen un lienzo de finales del siglo XVII, que reproduce la Coronación de Espinas pintada por el holandés Gerard Honsthort, y un retablo del tercer cuarto del siglo XVIII en el que figura un lienzo de esa misma fecha de San Francisco de Paula. Una vez en el muro, sólo hay que reseñar un retablo de finales del siglo XVIII, en el que se halla un grupo de Santa Ana y la Virgen, de esa misma fecha.
     En el lado derecho del crucero se sitúa un retablo de estructura y antigüedad similar al frontero, en el que aparece una escultura moderna del Sagrado Corazón. A continuación, y en el muro de la  nave, se encuentra un retablo neoclásico que alberga las imágenes de  candelero de San Juan, la Dolorosa y la Magdalena; la primera fechada en 1796 y las otras dos del siglo XIX. En el muro de los pies se halla una hornacina de mediados del XVIII, en la que aparece un busto del Ecce Homo de esa misma fecha (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     Iglesia de planta de cruz latina, cubierta con bóveda de cañón y otra semiesférica sobre pechinas en el crucero. Edificio realizado en ladrillo revocado y decorada con yeserías con alegorías franciscanas la bóveda del crucero.
     Portada de los pies con frontón partido y pilastras toscanas flanqueando un arco de medio punto. En la portada lateral las pilastras son festoneadas.
     En su interior retablos y esculturas de fines del XVII y principios del XVIII (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     La Iglesia Conventual de San Luis del Monte forma parte de un antiguo monasterio franciscano, perteneciente a la Provincia de los Ángeles, cuya sede se encontraba en el Monasterio de Sta Maria de los Ángeles de Hornachuelos. Dicha Provincia Angélica se creó a finales del siglo XV, cuando Fray Juan de la Puebla fundó este primer Monasterio de los Ángeles imitando al de “La Porciúncula” de Asís, tras un viaje a Italia. Debido a la fama de santidad y el cariño que se le profesaba en toda la comarca fue fundando monasterios por todos los pueblos de los alrededores, así el primero en construirse tras el de Hornachuelos será el de Peñaflor en 1492, al que le seguirán otro en Palma del Río, La Campana, Lora del Río, Constantina, Cazalla, etc.. para así paulatinamente y con el paso de los siglos llegará al siglo XVII siendo una provincia importante, con monasterios en casi todas las regiones de España, y participando activamente en la colonización y evangelización de las nuevas tierras conquistadas en América.
   La Orden se asentó a 6 Km. de la villa de Peñaflor, en un edificio que fue construido por los Marqueses de Palma, don Luis Portocarrero y doña Francisca Manrique, en pro­mesa hecha a Fray Juan de la Puebla a quien acudieron para mediar por la salvación de su hijo, contagia­do por la epidemia de la peste que hubo en Palma en 1491. Tras su curación el monasterio fue edificado para la Orden de San Francisco, a la devoción de San Luis, Obispo de Tolosa, cuyo nombre llevaba su hijo (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-1, D-1-4).
   Esta Iglesia-Convento se edificó en un monte, terreno propiedad de los marqueses en la proximidad al Cortijo del Turruñuelo y próximo a las orillas del río Retortillo, en los terrenos conocidos actualmente como “Huerta de san Luis”. Por el sitio en que se encontraba edificado, empezó a llamársele San Luis del Monte en vez de San Luis Obispo de Tolosa, su nombre verdadero. De dicho edificio sólo quedan algunas paredes y cimientos.
   Por motivos de distancia y por la devo­ción y cariño que sentían los Marqueses de Peñaflor(que se convirtieron en sus protectores) y los mismos vecinos de la villa, en el siglo XVIII pensa­ron su traslado al pueblo. El día 4 de noviembre de 1731, en el capítulo de la Orden de San Diego de Cazalla de la Sierra, se dio la licencia por parte de la Orden para el traslado (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-1, D-1-4).
   El actual edificio se terminó de construir alrededor de 1766, pues en dicho año se pagó por el Marqués de Peñaflor el retablo mayor, que había sido contratado un año antes, siendo el coste de éste 8.252 reales (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-1, D-49).
   Dicho Convento se construyó, en el lugar que ocupaba la Ermita de Jesús de Nazareno, terminada de construir a finales del siglo XVII por la Hermandad de Jesús Nazareno sobre el lugar que anteriormente se asentaba una antigua Ermita mudéjar dedicada a San Sebastián en las afueras del pueblo (Archivo Hdad Ntro Padre Jesús Nazareno. Libro de Cabildos Nº!).
   En 1732, por la villa de Peñaflor se pide al Sr. Arzobispo de Sevilla, don Luis de Salcedo, que permitiese el traslado del Convento primitivo a Peñaflor. Para la construcción del nuevo Convento, la Parroquia cedió la Ermita de Nuestro Padre Jesús; la villa, el hospicio para transeúntes que estaba junto a la ermita; y el Sr. Marqués, unas propiedades colindantes a éstas (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-8, D-36).
   El 8 de octubre del mismo año, el Sr, Arzobispo por medio de un documento da permiso para el traslado de dicho Convento, efec­tuándose un mes más tarde. El 8 de noviembre, a las diez de la mañana, llegó un cortejo eclesiástico y demás personas, muy numerosas, a la Igle­sia Parroquial; después de unas ora­ciones al Santísimo partieron en pro­cesión para dicha Ermita. Llegando a ella, el Sr. Cura dio pública pose­sión a los religiosos, entregándoles las llaves al Síndico, el cual abrió y cerró con ellas las puertas, tocando la campana y haciendo todas las ceremonias propias de estos casos. Tomó también posesión del patio, claustro, huerto, casa inmediata, casa hospicio y de un cortinal que la villa había comprado. Finalmente, el Síndico tomó posesión de unas casas contiguas que el Marqués de Peñaftor había comprado a un tal Diego López para esta fundación y de todas las cercanías que el mismo Marqués cedía, incluyendo la Isla de la Morera. Esta breve descripción nos da idea de las dimensiones del conjunto (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-8, D-36-37).
   En 1750, se le pide permiso al Sr. Arzobis­po para vender algunas propiedades para la cons­trucción de un nuevo edificio, siendo concedido dicho permiso (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-8, D-41-42-43).
   Con fecha 24 de marzo de 1759, data la fundación de una Cátedra de Gramática en este Convento (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-10, D-47).
   En 1813, se le devuelven a los religiosos, el Convento y bienes que le había sido arrebatado por el gobierno francés durante la Guerra de la Independencia (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-15, D-57). En acta notarial de dicho año, se detallan las distintas dependencias y de las grandes dimensiones del conjunto (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-15, D-60). Posteriormente, la Leyes de Desamortización promulgadas por los gobiernos liberales en el siglo XIX, y especialmente la de Mendizábal afectaron notablemente al monasterio, hasta el punto que supusieron la exclaustración de los monjes y la venta de la mayor parte de las dependencias a particulares, entre ellas hacia el Este las casas aledañas al patio de entrada y el Cine Bello hasta el callejón constituían terrenos del monasterio, conservándose bastantes estructuras de almacenes y depósitos en los cines de invierno y verano; y hacia el Sur las casa de la calle Ruedos Vías constituían también estructuras monacales, siendo de especial relevancia la bodega que se conserva en la casa de Dº José Bello. Las únicas estructuras que se conservan actualmente dependientes de la Iglesia de San Luis son las actuales Casa Hdad de Ntro Padre Jesús Nazareno y el Centro de día de Mayores (reflejadas en el plano realizado por Dº Juan Antonio Fernández Naranjo), y en este último se conserva, aunque reformado, uno de los claustros.
   Hacia 1911, se hace cargo del Convento la congregación de las Hermanas de la Cruz, que permanecen en él hasta el año 1972, en el que se trasladan a una casa particular por no poder man­tener el edificio. Con fecha de 1913 data un inven­tario de todo lo entregado a las Hermanas de la Cruz (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-13, D-57).
   En cuanto a su situación reciente, podemos decir que gracias por el interés puesto por el Párroco, don Eugenio Hernández Martínez, ya que el edificio se encontraba en muy mal estado, en l983 se le hicieron obras de pinturas de fachadas y pintado su interior, con lo que ha quedado un edificio con la presencia que se merece.
   En la restauración de la Parroquia de San Pedro, los cultos propios de ésta se llevaron a cabo en este Convento.
DESCRIPCIÓN DEL CONJUNTO ARTÍSTICO Y MONUMENTAL.
   Se trata de un edificio barroco, según el estilo imperante en los años de su construcción, realizado por del Arzobispado de Sevilla, según las directrices de los maestros arquitectos y alarifes que trabajaban bajo su mandato. Es llamativa la analogía constructiva de esta Iglesia con la de San Francisco de La Campana; ambas se construyen con breve espacio de tiempo de diferencia.
   La planta del Templo es de cruz latina, tiene una sola nave que está compartimentada con pilastras toscanas, y la cabecera es plana. La nave está cubierta con bóveda de cañón y arcos fajones. El crucero está cubierto con una bóveda semiesférica, sostenidas por pechinas. La decoración de dicha bóveda está realizada en yeserías reproduciendo alegorías marianas y de la orden franciscana. También se puede destacar la labor de cornisas, frisos y demás ornamentación. La cornisa que bordea la nave del templo tiene la característica de ser excesivamente gruesa para la bóveda que soporta; en la nave de La Campana que se construyó unos años después esto fue modificado, y las cornisas de la nave presentan menor espesor. El edificio cuen­ta con dos puertas, una a los pies que en la actualidad no se comunica con la capilla, formada por un arco de medio punto que está flanqueada por pilastras toscanas, teniendo un entablamento liso sobre el cual hay un frontón recto y roto conteniendo una hornacina. Esta puerta debió ser la principal puerta de entrada originariamente y a continuación de ella se encontraba el coro bajo, de gran tamaño, estaba compuesto por sillones de madera labrada y un gran facistol en medio. En una reforma posterior la nave principal del templo se vio disminuida hasta su mitad con un tabique de separación a nivel del coro alto (que subsiste actualmente) y que hizo desaparecer el coro bajo y creó un nuevo espacio o habitación cuyo acceso es la puerta descrita. Los sillones y facistol del coro bajo fueron vendidos y actualmente ha sido imposible su localización para describirlo).
   La actual puer­ta principal está en el muro izquierdo y da paso al templo desde la calle Juan Carlos I, está formada también por un arco de medio punto en su primer cuerpo, pero que posteriormente se ha adintelado. Este primer cuerpo está flanqueado por pilastras festoneadas y sobre éstas un entablamento, encontrándose una hornacina en el centro de éste, con remates en forma de farolas.
   Al lado de la puerta de los pies se encuentra adosada una de las entradas a las dependencias del antiguo Convento, formada por una puerta muy sencilla sobre un muro que soporta la espadaña de dos cuerpos del edificio, con un arco carpanel flanqueado por pilastras sobre las que tiene un frontón curvilíneo rematado con pináculos.
   El retablo mayor se puede fechar en la segunda mitad del siglo XVIII. En la actualidad se encuentra en un estado de deterioro avanzado y urge una pronta restauración pues se trata de una joya arquitectónica del estilo “barroco ecijano”. Se compone de banco, con un cuerpo de tres calles que están compartimentadas por estípites y rematado por un ático.
   La imagen del Nazareno, que es de candelero, se encuentra en la hornacina central y data del siglo XVII, atribuida por sus características a Juan de Mesa “el Mozo”, escultor imaginero que trabajó a finales del siglo XVI y principios del XVII en Córdoba, Écija, Cabra, Montilla y la Rambla. Este nazareno de Peñaflor presenta similitudes con el de Cabra y el Ecce Homo de San Juan de Ávila de Montilla, obras del citado autor. Encima de ésta está San Buenaventura, y en el ático San Agustín. En las calles latera­les y a la altura de la hornacina central se encuentran San Fran­cisco y Santa Clara, estas cuatro últimas imágenes son de época del retablo.
   En las paredes laterales del Presbiterio hay dos lienzos: uno representa la Adoración de los Reyes Magos, y el otro la Presen­tación del Niño Jesús en el Tem­plo, ambos de finales del siglo XVII.
   Hay dos retablos esquineros de la segunda mitad del siglo XVIII en los manchones del crucero, en los que se encuen­tran las esculturas de San José con el Niño y San Antonio de Padua, ambos del mismo siglo que los retablos.
   En el crucero, en la parte izquierda, se encuentra un retablo del tercer cuarto del siglo XVIII con una imagen de Virgen moderna. También hay un lienzo de finales del XVII, pintado por el holandés Gerard Honsthot que representa la Coronación de Espinas.
   En el mismo crucero, pero en la parte derecha, hay otro retablo de las mismas características que el anterior en el que se encuentra un Sagrado Corazón.
   En un retablo neoclásico en el muro de la derecha se encuentran las imágenes procesionales de la Hdad. de Jesús Nazareno de San Juan, fechada en su peana en 1796, la Dolorosa, imagen de candelero que por sus características, especialmente por la técnica y color de su encarnadura, se podría fechar en el siglo XVII, y la de María Magdalena, obra de Juan de Astorga de principios del siglo XIX, también de candelero.
   En el muro de la izquierda está Santa Ana y la Virgen, obra de indudable valor artístico fechable en el siglo XVII, proveniente del primitivo convento de la Huerta de San Luis, poseía una hermandad en el mencionado siglo XVII. Esta escultura está acogida en un retablo de finales del siglo XVIII.
   De mediados del siglo XVIII es el busto del Ecce Homo y su hornacina que se encuentra en el muro de los pies, obra de gran realismo y bellísima factura, constituye una de las más importantes entre el conjunto de esculturas.
   Diversos cuadros de mediana importancia adornan las paredes del Templo, y entre ellos hay que destacar una copia de San Fernando, conquistador de Sevilla, y un gran lienzo que se sitúa en el coro alto con el borde superior semicircular y en pésimo estado de conservación, que parece representar la Asunción de María o algún tema alegórico mariano.
INFLUENCIA SOCIO-CULTURAL SOBRE LA POBLACIÓN.
   Desde la fundación del monasterio en 1492 hasta la salida de los frailes en 1836 tras la desamortización, la influencia que este cenobio religioso ha ejercido sobre la población es patente e innegable, como se demuestra en los documentos de los tres archivos más importantes que se conservan en Peñaflor de esa época: el Archivo Municipal, el Archivo Parroquial, y el Archivo de la Hdad. de Jesús Nazareno. En ellos vemos como los síndicos del convento de San Luis están presentes y participan activamente en cada uno de los actos civiles y religiosos que se celebran en el pueblo. Y no podría ser de otra manera si tenemos en cuenta que nos encontramos en una sociedad rural que hasta el siglo XIX está impregnada de altas dosis de religiosidad, que unido al bagaje cultural de la preparación de los monjes y su consideración social los convierten en personas importantes e influyentes de la sociedad de esta época.
   No es extraño pues encontrarlos en las actas de toma de posesión de los alcaldes y alguaciles en el ayuntamiento, en las juntas de reunión de las hermandades y asociaciones existentes, o asistiendo en las comitivas de procesiones, rogativas o cualquier acto público que se celebrase. Con una media de unos 25 monjes que existían en el monasterio, supone un porcentaje importante en la población de estos siglos que no llegaba a superar los 2.000 habitantes. A la vez que el mantenimiento del monasterio suponía un acicate económico para la población, ya que daría puestos de trabajo y aumentaba la venta de los productos agrícolas y ganaderos necesarios para alimentar a los monjes.
   No obstante la principal influencia hay que buscarla sobre la espiritualidad ejercida sobre los vecinos. La llegada de los monjes puso en contacto con ellos a unos hombres que venían precedidos por una fama de santidad admirada en la comarca, y una forma de entender la religión basada en la pobreza y el amor al prójimo instaurada por San Francisco. Esto caló hondo en la religiosidad popular y pronto vemos como los franciscanos comienzan a aportar su sentido de la religión en la creación de hermandades y cofradías como la de la Vera Cruz, la de Jesús Nazareno, la de Santa Ana, con un sentido corporativo y de ayuda humanitaria hacia la población desasistida. Posteriormente en los siglos XVII y XVIII cuando el boato hace acto de presencia en la vida religiosa española como consecuencia de la Contrarreforma, los vemos asistiendo y participando en las festividades del Corpus descritas con un lujo y colorismo en los documentos del archivo parroquial, que hoy sería imposible imaginarlo.
   La creación de una cátedra de gramática documentada a partir de la segunda mitad del siglo XVIII nos habla de otra vertiente de influencia en la población, la de la instrucción y formación cultural. Faceta que seguirá en vigor en el edificio incluso después de la partida de los monjes, ya que sus siguientes moradores, las Hermanas de la Cruz, también ejercieron durante largo tiempo la docencia entre sus muros.
   Antropológicamente la importancia de la existencia del monasterio hay que situarla en la aportación religiosa y cultural que ha ejercido sobre la población durante la estancia de los monjes, y una vez expulsados éstos el referente simbólico que supone el edificio en sí mismo, constituyendo el segundo edificio religioso en importancia de la población, así como uno de los mas llamativos arquitectónicamente en un conjunto urbano donde el barroco impera por encima de los demás estilos. A la vez que se trata de un edificio religioso en uso, donde se celebran determinados cultos a lo largo del año. Sin olvidar el referente de gran raigambre popular que supone el hecho de estar instalada en el edificio la Hdad. de Jesús Nazareno, y realizar sus desfiles procesionales desde este edificio, ya que esta imagen es una de las que más fervor y devoción ha despertado a lo largo de los siglos en la población. Teniendo en cuenta que el culmen de la Semana Santa de Peñaflor lo constituye sin duda la salida y entrada de la imagen del Nazareno por el arco de la puerta de los pies del convento, en la noche del Jueves Santo, considerada como una de las más difíciles y atractivas de toda la provincia de Sevilla, donde el esfuerzo de los costaleros tumbados en el suelo y zigzagueantes consiguen con gran esfuerzo el “imposible” de la salida de la imagen sin rozar el arco, en medio de la expectación y fervor de la multitud concentrada ante la puerta (José Francisco López Muñoz, en Turismo y Cultura Peñaflor).
     El análisis del conjunto patrimonial del antiguo monasterio de San Luis obispo de Tolosa de Peñaflor, también conocido como San Luis del Monte, adolece actualmente de un estudio de conjunto en profundidad, habiéndose realizado varias aportaciones interesantes publicadas en diversos artículos, centrados fundamentalmente y de forma más o menos general, en el patrimonio de la iglesia conventual, constituyendo un inicio importante para su desarrollo y conocimiento. La extensa documentación existente acerca del monasterio el Archivo parroquial de Peñaflor, constata el escaso interés prestado hasta ahora por los investigadores locales, regionales o nacionales, dada su importancia histórica y patrimonial dentro de la provincia franciscana Angélica a la que pertenecía.
   La importante significación histórica, cultural, social y patrimonial que el citado monasterio ha constituido a nivel local y regional bien merece un encarecido estudio global sobre todas las partes patrimoniales que ha generado en su conjunto. Por ello con esta investigación me he marcado el objetivo de aunar los distintos aspectos patrimoniales relativos al monasterio, y sentar las principales bases argumentales que desarrollen posteriores trabajos en profundidad sobre su historia, arquitectura, escultura, pintura, así como su influencia social, económica, religiosa y cultural sobre la población. Con aspectos tan relevante e inéditos como su desamortización y las repercusiones locales. Paralelamente se ha desarrollado un importante estudio histórico para comprender mejor la envergadura y repercusión de su patrimonio.
   Dada la ausencia de documentos y de contratos de compra-venta que atestigüen fechas fehacientes para la datación de muchos objetos patrimoniales, se pretende corregir algunos errores de forma que los catalogan como barrocos o dieciochescos guiados por un análisis más superficial, que pretenden englobar todo en la época de construcción del actual edificio sin tener muy en cuenta la existencia del monasterio en la “Huerta de san Luis” antes de su traslado a la población a mediados del siglo XVIII, que atestigua la posesión de un patrimonio anterior a la nueva construcción, intuyéndose que gran parte de él seria trasladado a Peñaflor. Además hay que tener en cuenta el patrimonio aportado por la hermandad de Jesús Nazareno sobre cuya ermita se edificó la iglesia del nuevo convento, asimilando como sede residencial la nueva construcción.
EVOLUCIÓN DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO DEL MONASTERIO DE SAN LUIS DEL MONTE.
   El extenso y rico patrimonio perteneciente al antiguo convento franciscano de San Luis del Monte, ha sufrido importantes transformaciones y pérdidas en los dos últimos siglos, especialmente en su vertiente arquitectónica.
   De las importantes dimensiones originales del monasterio nos da una idea muy aproximada el acta notarial de 1813 donde se le devuelven a los religiosos, el convento y bienes que le habían sido desamortizados por las leyes del gobierno francés durante la Guerra de la Independencia; aquí se detallan las distintas dependencias y las dimensiones del conjunto. Hacia el Este de la iglesia constituían terrenos del monasterio las casas aledañas al patio de entrada y el antiguo “Cine Bello” hasta el callejón, conservándose bastantes estructuras de almacenes y depósitos en los cines de invierno y verano; en la casa aledaña al actual patio de entrada se conservó hasta los años 2002-3 parte del antiguo refectorio y dependencias de la cocina. Hacia el Oeste al menos el actual Centro de día de Mayores. Hacia el Sur se extendía hasta la orilla del río Guadalquivir, por lo que parte de las casa de la calle Ruedos Vías constituían también estructuras monacales, siendo de especial relevancia la bodega, aljibe, noria y estructuras hidráulicas que se conserva en la casa de Dº José Bello.
   Las Leyes de Desamortización promulgadas por los gobiernos liberales en el siglo XIX, y especialmente la de Mendizábal afectaron notablemente al monasterio, hasta el punto que supusieron la exclaustración de los monjes y la venta de la mayor parte de las dependencias a particulares, quedando apenas la iglesia y algunas dependencias del convento que no eran suficientes para las necesidades litúrgicas, ya que la iglesia conventual continuó su actividad funcional, especialmente las relativas al desarrollo de las eucarísticas y festividades cuaresmales propias de la hermandad de Jesús Nazareno ubicada en el templo. Cuando se hizo el deslinde o señalamiento de las piezas del monasterio que fueron vendidas se incluyeron dos piezas que eran necesarias para el uso de la Iglesia: una contigua a la sacristía y otra el “portalito de Jesús”; la primera era necesaria para la entrada a la Sacristía, y la segunda por ser el lugar donde se guardaban los enseres de la Hermandad. Ante esta situación Pedro Ruiz Rodríguez, hermano mayor de la hermandad de Jesús Nazareno, compró las dos citadas piezas del Convento por 30 duros de plata, con el fin de que estas habitaciones quedasen en posesión de la Iglesia y no suyo. Como la Iglesia no podía ser titular de bienes, y emprender una apelación en los tribunales resultaría largo y más caro que el precio de los inmuebles, Pedro Ruiz optó por comprarlos y devolverlos a la Iglesia cuando fuese posible. El precio de las dependencias (30 duros de plata) llevó a exclamar a Pedro Ruiz la siguiente frase: “por treinta monedas de plata se vendió a Jesús, y yo por otras treinta le compro casa, frase que identifica a la hermandad y que la hace sentirse vinculada sentimentalmente al convento de San Luis del Monte.
   En la segunda mitad del siglo XIX se producen las más importantes transformaciones arquitectónicas en la zona Sur. La implantación de la línea férrea Córdoba-Sevilla en la década de los años 50 afectará directamente algunas partes del edificio que fueron derribadas, ya que su trazado discurre atravesándolo muy próximo a la iglesia conventual. Es el momento en que desaparece el claustro situado junto a la puerta de entrada del monasterio, quedando como vestigio actual un pequeño patio alargado que corresponde al lado norte del claustro. Se adosan diversas casas sobre la divisoria del convento, unas reutilizando estructuras del propio convento y otras de nuevas construcción, creándose la calle “Ruedos Vías”. La segunda intervención de importancia fue la creación de la fábrica de harinas hacia 1870 que afectó fundamentalmente a la zona de huerto y estructuras situadas en la orilla del río Guadalquivir.
   Hacia 1911, se hace cargo del Convento la congregación de las Hermanas de la Cruz, que permanecen en él hasta el año 1972, en el que se trasladan a una casa particular por no poder man­tener el edificio. Con fecha de 1913 data un inven­tario de todo lo entregado a las Hermanas de la Cruz, que incluye el centro de día de Mayores como dependencias del nuevo convento, readaptándose éstas para el uso comunitario de la congregación, y las del antiguo “portalito de Jesús” se adaptan para las necesidades pedagógicas que impartían sobre la población infantil femenina, surgiendo las conocidas “clase grande y clase chica” junto al patio de entrada.
   A partir de 1972, con la salida de la congregación de las Hermanas de la Cruz del conjunto arquitectónico, la hermandad de Jesús Nazareno recupera el uso de la denominada “clase grande” como casa hermandad a la vez que la “clase chica” es destinada al uso de reuniones y exposiciones organizadas desde la parroquia y diversas instituciones. El resto del edificio adquiere un carácter de asistencia social con la creación del “Club de ancianos San Luis del Monte” regentado por la comunidad de Hermanas de San Vicente de Paúl, que organizan un comedor y lugar de estancia diurna para las personas mayores más necesitadas de la población. Su éxito y favorable evolución favorecen su absorción por parte de la Junta de Andalucía tras el traslado de la comunidad a Puebla de los Infantes, constituyéndose como Centro de día de mayores hasta la actualidad.
   Las únicas estructuras que se conservan actualmente dependientes de la Iglesia de San Luis son las actuales Casa Hdad. de Ntro. Padre Jesús Nazareno y el Centro de día de Mayores (reflejadas en un plano realizado por Dº Juan Antonio Fernández Naranjo), en este último se conserva, aunque reformado, uno de los claustros.
   Por estas dependencias y por las estructuras conservadas en el antiguo “cine Bello” y casa de familiares Bello-Aguilera, sabemos que la estructura arquitectónica del monasterio fue construida fundamentalmente en ladrillo revocado, con utilización de bóvedas de medio cañón, arcos fajones y lunetos en las partes más nobles e importantes del edificio (refectorio, cocina, celdas, claustros, etc.) muy próxima por sus características al edificio de las antiguas casas consistoriales (hoy biblioteca pública), mientras que en las destinados a graneros almacenes y otras dependencias menores se utilizó una arquitectura más popular. En la ornamentación exterior de las dependencias conservadas en el Centro de día y del antiguo cine Bello se observa el uso de elementos neoclásicos que apuntan hacia reformas efectuadas a finales del siglo XVIII o principios del XIX.
CARACTERÍSTICAS ARQUITECTÓNICAS Y ESTILÍSTICAS DE LA IGLESIA EXCONVENTUAL DE SAN LUIS DEL MONTE.
   Se trata de una iglesia conventual típicamente barroca, según el estilo imperante en los años de su construcción; en el año 1731 se conceden los permisos de construcción, en 1750 comienzan las obras y en 1766 se termina el retablo mayor. El edificio fue realizado por el Arzobispado de Sevilla según las directrices de los maestros arquitectos y alarifes que trabajaban bajo su mandato, y bajo el patronato de los marqueses de Peñaflor. Esta iglesia forma parte de un antiguo monasterio franciscano, perteneciente a la Provincia de los Ángeles cuya sede se encontraba en el Monasterio de Sta. María de los Ángeles de Hornachuelos.
   Presenta analogía constructiva con la de San Francisco de La Campana; pues ambas se construyen con breve espacio de tiempo de diferencia.
   La planta del Templo es de cruz latina, tiene una sola nave que está compartimentada con pilastras toscanas en cinco espacios, y la cabecera es plana. La nave está cubierta con bóveda de cañón y arcos fajones. El crucero está cubierto con una bóveda semiesférica, sostenidas por pechinas. La decoración de dicha bóveda está realizada en yeserías reproduciendo alegorías marianas y de la orden franciscana. Se puede destacar la labor de cornisas, frisos y demás ornamentación. La cornisa que bordea la nave del templo tiene la característica de ser excesivamente gruesa para la bóveda que soporta; en la nave de La Campana que se construyó unos años después esto fue modificado, y las cornisas de la nave presentan menor espesor. El edificio cuenta con dos puertas, una a los pies que en la actualidad no se comunica con la capilla, formada por un arco de medio punto que está flanqueada por 4 pilastras toscanas rematadas en pináculo, teniendo un entablamento liso sobre el cual hay un frontón recto y roto conteniendo una hornacina con arco de medio punto flanqueado también por dos columnas toscanas; encima en orden decreciente dos hornacinas cuadrangulares rematando el conjunto un pináculo con cruz labrada. Esta puerta, construida en ladrillo visto, era la principal de entrada originariamente, presentando características similares a la de la ermita de Jesús en Lora del Río y al de la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción en Palma del Río, y a continuación de ella se encontraba el coro bajo, de gran tamaño compuesto por sillones de madera labrada y un gran facistol en medio. En una reforma posterior la nave principal del templo se vio disminuida hasta su mitad con un tabique de separación a nivel del coro alto (que subsiste actualmente) y que hizo desaparecer el coro bajo y creó un nuevo espacio o habitación cuyo acceso es la puerta descrita. Los sillones y facistol del coro bajo fueron vendidos en la primera mitad del siglo XIX y actualmente se encuentran en paradero desconocido.
   La actual puerta principal está en el muro izquierdo y da paso al templo desde la calle Juan Carlos I, está formada también por un arco de medio punto en su primer cuerpo, pero que posteriormente se ha adintelado. Este primer cuerpo está flanqueado por pilastras festoneadas y sobre éstas un entablamento, encontrándose una hornacina en el centro de éste, con remates en forma de farolas.
   Al lado de la puerta de los pies se encuentra adosada una de las entradas a las dependencias del antiguo Convento, formada por una puerta muy sencilla sobre un muro que soporta la espadaña de dos cuerpos del edificio, con un arco carpanel flanqueado por pilastras sobre las que tiene un frontón curvilíneo rematado con pináculos.
   Debido a que el edificio se encontraba en muy mal estado, en l983 se le hicieron obras de limpieza del tejado y pinturas de fachadas e interior, por el interés puesto por el Párroco Dº Eugenio Hernández Martínez. Recientemente, tras un llamamiento y concienciación por parte de la Hermandad de Jesús Nazareno a la población dada la amenaza de ruina de parte del edificio, entre los años 2006 y 2009 se han llevado a cabo importantes obras de remodelación de estructuras y tejado (especialmente en el crucero izquierdo que amenazaba ruina con desprendimiento de yeserías interiores) y rehabilitación de los espacios interiores anejos a la iglesia, así como pintura exterior e interior, con la participación activa de las administraciones locales, provinciales y autonómicas (políticas y religiosas) y de la población que a través de donativos, festejos y diversas actividades consiguieron los fondos necesarios para su rehabilitación.
RETABLÍSTICA Y ESCULTURAS.
   Junto a la arquitectura de la iglesia constituye el principal y más importante patrimonio conservado por la calidad y singularidad de muchas de sus piezas componentes.
- Retablo Mayor.
   Interesante retablo en madera tallada y policromada imitando mármoles de distinta policromía, con un fondo oscuro (ocre-anaranjado) que hace resaltar los colores claros (blanco-azul) de estípites y electos decorativos, con toques de dorado con pan de oro en remates y terminaciones que dan suntuosidad al conjunto, jugando con la escenografía propia dentro de las características del estilo barroco. Se terminó de construir en 1766, pues en dicho año pagó el Marqués de Peñaflor 8.252 reales por la ejecución del retablo, que había sido contratado un año antes a los artesanos tallistas y carpinteros ecijanos José Barragán y Santiago Cresi por la comunidad franciscana del convento de San Luis y el marqués de Peñaflor. El retablo está firmado por ambos artesanos en el estípite izquierdo. Fue entregado a finales de mayo de 1766 y el precio total con algunas nuevas imágenes fue de 16000 reales de vellón. En la actualidad se encuentra en un estado de deterioro avanzado y urge una pronta restauración pues se trata de una joya arquitectónica del estilo “barroco ecijano”, y que tras el retablo mayor de la iglesia parroquial (éste de estilo transición barroco-neoclásico) constituyen las dos piezas retablísticas más importantes de la población.
   Se compone de banco, con un cuerpo de tres calles que están compartimentadas por estípites muy elaborados y originales, compuestos por seis figuras pentagonales ensambladas de forma creciente-decreciente culminadas por un capitel corintio cuadrangular dorado con cimacio; sobre el que apoya una amplia y estética cornisa, también adaptada a la arquitectura del edificio (como ocurre en el retablo mayor parroquial), lo que no deja lugar a dudas fue construido concienzudamente para este lugar una vez terminadas las obras constructivas de la iglesia. Rematado el conjunto por un ático semicircular adaptado a la bóveda de medio cañón.
   La calle central es la más elaborada, donde se sitúan los elementos más importantes del retablo siguiendo el orden creciente-decreciente a través de pilastras de los estípites, centrándonos la mirada en la hornacina central. Sobre el banco y a la altura del espectador se sitúa un interesante sagrario barroco en madera tallada dorada con alegoría eucarística, hasta hace poco tiempo velado por un “tul” que remarcaba su carácter sagrado. Sobre él la hornacina central con pilastras y arco de medio punto, que actualmente alberga la imagen de Jesús Nazareno” pero hasta las primeras décadas del siglo XX albergó una talla barroca de la “Inmaculada Concepción” hoy en paradero desconocido, sustituida por su lamentable estado de deterioro, muy al gusto de la época desde la Contrarreforma religiosa. Aunque hay constancia documental que con anterioridad, en 1876, era Ntro. Padre Jesús Nazareno quien ocupaba esta hornacina central. Inmediatamente superior otra hornacina menor con arco de medio punto también sobre pilastras con la imagen de San Luis obispo de Tolosa, titular de la iglesia conventual.
   Las calles laterales presentan a la altura de la hornacina central dos seudohornacinas de tallado en madera dorado con pan de oro, sobre original soporte en madera tallada policromada en imitación de mármol blanco veteado en azul con los escudos del circulo compartimentado claroscuro y de las cinco llagas, característicos de las ordenes dominica y franciscana que también se repiten en la interesante puerta barroca de acceso al templo y que ha dado pie a controversias sobre la utilización de la orden franciscana del símbolo dominico en el cenobio. Sobre el arco de medio punto se desarrolla una amplia y artística metopa, encima de la cual se hallan dos escudos de los V marqueses de Peñaflor: Dª María Francisca Fernández de Hinestrosa y Córdoba, y Dº Antonio de Barradas y Portocarrero (marqués consorte), patronos y protectores de la comunidad en ese tiempo. En la hornacina de la izquierda se encuentra una imagen de San Francisco de Asís y en la de la derecha otra de Santa Clara. Sobre la hornacina del ático se encuentra la imagen de San Agustín. Estas tres últimas son interesantes esculturas de estilo barroco que por sus características estilísticas podrían provenir del primitivo monasterio, aunque hay teorías que apuntan pertenecen al mismo periodo que el retablo. Dada la falta de documentación sobre contratos de esculturas y su comparativa con otras de la misma iglesia, caso de Santa Ana, donde la técnica del estofado inicial y el policromado posterior (también observable en la imagen de Ntra. Sra. de la Encarnación) nos hacen inclinarnos más hacia finales del siglo XVII y una procedencia anterior a la construcción del retablo, especialmente la talla de Santa Clara.
   Sabemos documentalmente que las imágenes originales del retablo eran las siguientes: 16 serafines, 14 ángeles de cuerpo entero, Sta. Inés, Sal Luis Obispo de Tolosa, San Pascual Bailón, San Francisco de Padua (¿San Francisco de Asís?) y Santa Teresa de Jesús (¿Santa Clara?), bustos de la Virgen dolorosa y San Juan. El retablo estaba rematado por un crucifijo donado por el marqués. El sagrario estaba en una capilla aparte y estaba dedicado a Ntra. Sra. de la Encarnación. La iconografía difiere mucho de la actual.
- Imagen de Jesús Nazareno.
   Escultura de bulto redondo, anónima, realizada a tamaño natural en madera tallada y policromada en mate para vestir, pues en un principio el terminado de la talla y policromía se reducía a la cabeza, cuello, manos, piernas y pies de la imagen, las partes visibles tras ser vestido con la túnica; el resto presentaba talla tosca y los brazos articulados para sujetar la cruz y la posibilidad de exponerlo con las manos atadas. Actualmente la imagen se presenta tallada y policromada entera a excepción de los brazos que siguen articulados con talla en bruto, fruto de una intervención del escultor Dº José Paz Vélez en el año 1953.
   La imagen del Nazareno, es de candelero y se encuentra en la hornacina central del retablo mayor. Data del siglo XVII, atribuida por sus características a Juan de Mesa “el Mozo”, escultor imaginero que trabajó a finales del siglo XVI y principios del XVII en Córdoba, Écija, Cabra, Montilla y la Rambla. Este nazareno de Peñaflor presenta similitudes con el de Cabra y el Ecce Homo de San Juan de Ávila de Montilla, obras del citado autor.
   Representa el momento de la Pasión en que Jesús va camino del Calvario, según la narración de los evangelistas que es el origen del tema iconográfico que nos ocupa, y la postura es la usual de una persona andando, avanzando con la pierna izquierda y el torso erguido pero ligeramente inclinado por el peso de la cruz, y la cabeza inclinada, con corona de espinas y potencias de plata independientes de la talla.
   Sorprende ante la primera impresión por su serena belleza y la majestuosidad de su porte, que no refleja la dramática y fatigosa ascensión al Gólgota, ya que el escultor ha puesto más empeño en dejar constancia de la naturaleza divina de Jesús que en su condición humana.
   Del estudio del rostro se destaca los ojos acusadamente almendrados, coronados por cejas casi rectas, que se elevan ligeramente en el entrecejo; la nariz recta, pómulos salientes y descarnados; la boca exhalante de labios finos y nítidamente dibujados, cuya discreta separación permite ver los dientes; la barba pequeña y bífida con el mentón despejado; el bigote abierto en los extremos y apenas insinuado por la talla; el pelo cortado a la mitad con el flequillo recogido de la frente y los bucles que se recogen tras la oreja, siendo más largo el lado derecho respecto al izquierdo; un mechón de cabello cayendo por delante del hombro.
   De posición erguida, inclina el cuello levemente hacia delante. Presenta un marcado frontalismo, con ensimismamiento de la mirada y una expresión distante, muy frecuente de la imaginería tardomanierista de finales del siglo XVI y principios de XVII, estilo artístico al que pertenece la talla. Algunos autores fechan la talla a finales del siglo XVII o principios del XVIII, catalogándola como plenamente barroca, pero sus características artísticas la definen más como tardomanierista.
   Sobre la cabeza se observan tres potencias de plata repujada con motivos de rocallas y rayos rectos, así como corona de plata del siglo XVIII.
   El primer informe documental que menciona directamente a la talla data del 22 de noviembre de 1675, en que Francisco López de Jerez pide licencia para que la Cofradía de Jesús Nazareno se agregue y se una con el Hospital de la Caridad. En dicho informe aclara que en el año 1670 fundó una Cofradía de Jesús Nazareno en la iglesia Parroquial, a la cual se agregaron la imagen de Jesús Nazareno, Ntra. Sra. de la Soledad y San Juan. En el Libro de Cabildos de la Hermandad, en el cabildo de 1699 se menciona que la Imagen de Jesús Nazareno se encuentra en la Iglesia Parroquial y no en su Ermita por haberse efectuado una procesión general de rogativa ante la situación de sequía del año.
- Retablos esquineros del crucero.
   Hay dos retablos esquineros de la segunda mitad del siglo XVII en los manchones del crucero, típicos de las iglesias conventuales barrocas. Sobre ellos dos lámparas de plata, originariamente para soportar velas y actualmente adaptadas a la luz eléctrica.
   Sobre pequeño estilóbato se levanta un cuerpo de altar en madera tallada dorada y policromada con decoración vegetal, grutescos y caras de ángeles; constituido por nicho con arco de medio punto y puerta de cristal, sobre el intradós se desarrolla una artística metopa muy elaborada. En el retablo de la izquierda se encuentra las escultura de San José con el Niño y en el derecho la de San Antonio de Padua, ambos del mismo siglo que los retablos. Por sus características estilísticas y cronológicas deben proceder del primitivo monasterio en la Huerta de San Luis. Se encuentran en un lamentable estado de conservación, con desprendimiento de algunas partes de talla.
- Retablo crucero izquierdo.
   Retablo del tercer cuarto del siglo XVIII en madera tallada policromada en verde con terminaciones en dorado. Consta de banco forrado de placa de mármol (inicialmente madera policromada imitando mármol sustituida en 2009), cuerpo de una calle y ático circular. En la calle una hornacina sobrealzada apoyada en estípites con una imagen de Virgen Milagrosa moderna; en las laterales sobre seudohornacinas dos ángeles adorando modernos; sobre el ático un lienzo con pintura del siglo XVIII representando a San Pedro y una imagen de la Inmaculada sobre la hornacina central.
   En 1913 es denominado en el inventario entregado a las Hermanas de la Cruz como “altar de la Purísima”, aunque en su hornacina central se encontraba la imagen de la Verónica, imagen perteneciente a la hermandad de Jesús Nazareno y que por su mal estado fue retirada del culto, almacenándola en la casa contigua a la de Dº Vicente Fernández Fernández (antiguo Bar Macario), a disposición de la congregación en ese momento, a partir de ese momento se le pierde el rastro estando hoy en paradero desconocido.
- Retablo crucero derecho.
   Retablo del tercer cuarto del siglo XVIII en madera tallada policromada en verde con terminaciones en dorado. Consta de banco forrado de placa de mármol (inicialmente madera policromada imitando mármol sustituida en 2009), cuerpo de tres calles y ático circular. En la calle central hornacina sobrealzada apoyada en estípites con una imagen del Sagrado Corazón; en las laterales sobre seudohornacinas imágenes de San Fernando y San Andrés; en el ático imagen barroca del arcángel San Miguel.
   En este retablo se encontraba la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno en el inventario de 1913 de cesión a las Hermanas de la Cruz. Posteriormente tras la sustitución de la imagen de la Purísima, pasaría a ocupar la hornacina central del retablo mayor donde hoy se encuentra.
- Retablo de Ntra. Sra. de los Dolores.
   Retablo de estilo neoclásico, realizado por la Hermandad de Jesús Nazareno a finales del siglo XVIII en madera policromada dorada e imitación de mármoles veteados, en el muro derecho de la nave.
   Consta de un banco realizado en ladrillo y forrado primitivamente en madera policromada imitando mármol, que fue sustituida por placa marmórea del color original en la rehabilitación del 2009, debido a su pésimo estado de conservación. Sobre el banco tres hornacinas con arco de medio punto que albergan las esculturas de San Juan, Ntra. Sra. de los Dolores y María Magdalena (de izquierda a derecha). El retablo es rematado por frontón triangular completo.
- Imagen de Ntra. Sra. de los Dolores.
   Obra escultórica del siglo XVII, de autor anónimo. Estilísticamente se puede encuadrar dentro del tardomanierismo, coetánea a la escultura de Jesús Nazareno y probablemente se trate de la imagen original desde la fundación de la cofradía. 
   La Virgen inclina suavemente la cabeza hacia abajo y al frente, y dirige la mirada hacia el suelo, como muestra de aflicción y pesadumbre. Los ojos son de cristal, con el iris de color castaño, y las pestañas, de pelo natural en la parte superior y pintadas las inferiores. El entrecejo se frunce en forma de “uve” suave como señal de dolor y queda enmarcado por las rectas cejas, que el anónimo autor ha pincelado sutilmente, omitiendo cualquier toque de gubia en su trazado. La nariz es de perfil recto. La boca, entreabierta para expresar con un gemido o una palabra su sufrimiento. El mentón se encuentra limpiamente trabajado, prescindiendo del grácil hoyuelo. El cuello muestra una leve tensión muscular como consecuencia del llanto en que está sumida la Señora. En líneas generales, posee un rostro de sufrimiento sereno y contenido, de gran belleza, alejado del rictus dramático posterior del barroco, que no llega a deformar las delicadas facciones de la imagen. El cabello ha sido tallado en madera. Las carnaciones han sido aplicadas a pulimento mediante tonos lechosos y mates. 
   En la factura y ejecución de la talla se encuentra bastante similitud con la imagen de Ntra. Sra. de la Esperanza de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús del Prendimiento de Baena, también del siglo XVII y de autor anónimo. Los detalles estilísticos del rostro son muy semejantes entre ellas, hasta el punto de que podrían ser obra del mismo escultor. 
   Sobre la cabeza corona de plata del siglo XVIII. Presenta las manos levemente extendidas hacia adelante, portando en la derecha, más alzada que la izquierda, un pañuelo bordado. Sobre el corazón, un puñal de plata ondulado simboliza el desgarro emocional de una madre acompañando a su hijo hasta la muerte. 
   Intitulada desde su bendición inicial como Ntra. Sra. de la Soledad, cambió su nombre por Ntra. Sra. de los Dolores tras la reorganización de la Hermandad en el año 1980. A principios del siglo XX se le practicó una restauración que modificó parte del tronco y le cambió el armazón de madera o bastidor para darle más altura. En el año 2004 fue restaurada por el escultor de Palma del Río Dº Francisco Quero, que a excepción de la cabeza y manos rehizo todo el candelero.
- Imagen de San Juan Evangelista.
   Imagen de talla de bulto redondo, realizada en madera tallada y policromada, de autor desconocido de finales del S. XVIII. Fue donada en el año 1796, según consta en la peana que lleva a sus pies, donde dice: “Se hizo este señor San Juan Evangelista a devoción y costa de Dº Alonso Ruiz y su señora Dª Juana García. Año de 1796”. Dándose el caso de que Alonso Ruiz había ejercido el cargo de hermano mayor entre los años 1770-72, 1793-95 y 1798.
   Como obra de finales del siglo XVIII, manifiesta el ideal estético que tan amplia repercusión tuvo en la producción escultórica sevillana y granadina: combinar en la obra las pervivencias clasicistas con los nuevos postulados barrocos.
   San Juan es una talla de suave expresividad y finura de facciones. El rostro es hermoso, de ojos grandes, cejas arqueadas, nariz recta y boca turgente. Presenta melena ondulada que dejan ver las orejas; el bigote partido en dos y la barba recortada con abundante perilla. Es de destacar el delicado tratamiento de los finos dedos y sus articulaciones. Sobre su cabeza un resplandor plateado del siglo XVIII. 
   San Juan se representa de pie con aspecto juvenil, con una actitud contemplativa donde la mirada la dirige hacia el frente, haciendo un leve giro con la cabeza hacia la derecha, en actitud de diálogo con la Virgen. Muestra una gran movilidad en los brazos y manos ya que están despegados del cuerpo, señalando el derecho hacia el frente en una actitud de compasión y tristeza. Está vestido con una túnica larga de terciopelo en color verde, y que es sujetada en la cintura por un cíngulo. Sobre la túnica lleva una capa que le cae de los dos hombros, recogida sobre ambos brazos con amplios pliegues, en terciopelo color rojo.
- Imagen de Santa María Magdalena.
   Obra escultórica de escuela sevillana de 1861, su autor Gabriel Astorga Miranda la realizó en el estilo neoclásico de la corriente academicista sevillana de la época.
   Presenta las pautas clasicistas típicas de la escultura sevillana, el dinamismo y movimiento del barroco pero dentro de una gran serenidad. Lo más característico de la escultura es la expresión afligida que presenta el rostro, pero sin dramatismos, con la mirada ensimismada y melancólica.
   La cabeza se inclina hacia la derecha, con la mirada alta, fija, ensimismada. Los ojos son de cristal, almendrados y muy abiertos, las pestañas pintadas en la parte superior e inferior. El entrecejo se frunce de forma suave como señal de amargura y queda enmarcado por las cejas arqueadas; la nariz es de perfil recto. Los labios entreabiertos, muy arqueado el superior, dibujan un rictus de dolor. El mentón se encuentra limpiamente trabajado. El cuello muestra la tensión muscular como consecuencia de la posición de la cabeza. Los largos cabellos de la melena rubia, caen en rizos a los lados de la cara, dejando ver parte del lóbulo de la oreja izquierda. 
   El óvalo formado por la cara y la frente se ve reforzado por las líneas circulares invertidas que conforman las cejas, los ojos y la boca, así como por el ovalo inferior del mentón; ello le confiere una extremada redondez a la cara, sólo rota por las líneas rectas de la nariz.
   Sobre la cabeza presenta un artístico resplandor dorado en estilo neoclásico. Y en la mano izquierda un cáliz de plata, aunque originariamente portaba un frasco de colonia.
   Pertenece al tipo de imágenes denominadas de “candelero” o “bastidor”. Presenta totalmente talladas la cabeza, el tronco y las manos hasta las muñecas, ensambladas sobre brazos articulares de madera en bruto sin policromar. El tronco se hallaba unido a un armazón cuadrangular, que une el busto a una base también cuadrangular sobre la que apoya la efigie; en su origen este armazón debió ser cónico, y sustituido por el actual en alguna restauración durante la primera mitad del siglo XX. La cabeza aparece inclinada hacia arriba y girada a la derecha, con una larga cabellera rubia y ondulada, tallada en la madera. Las manos extendidas hacia delante; la derecha abierta, más alta que la izquierda, la extiende hacia Cristo en señal de proximidad; la izquierda sostiene un cáliz de plata, aunque originariamente sostenía un bote de perfumes, sustituido en 1982 por el cáliz debido al mal estado de conservación. De la mano izquierda falta el dedo anular. 
   Su última salida procesional la realizó en la Semana Santa de 1974, ya que la hermandad consideró que el paso no presentaba la estética ni cualidades requeridas para el desfile procesional.
- Retablo de Santa Ana.
   Interesante retablo barroco en madera tallada policromada imitando mármol con aplicaciones doradas, de la segunda mitad del siglo XVIII, probablemente datable con la construcción del nuevo monasterio. Consta de banco sobre el que se encuentra una hornacina central con un dosel o baldaquino circular que cobija la imagen de Santa Ana, y dos pequeñas hornacinas laterales. Sobre el dosel se desarrolla una interesante y artística metopa. El conjunto es rematado por un ático circular que se adapta sobre el arco de medio punto en que esta incrustado.
   Originariamente se encontraba ubicado en una capilla propia situada en la actual sacristía del convento, cuyo acceso lo constituía el arco sobre pilares en el que actualmente se encuentra adaptado el retablo. Dicha capilla fue transformada en sacristía en la transformación que sufrió el templo tras la desamortización de Mendizábal a mediados del siglo XIX, con objeto de adaptar su espacio a las necesidades litúrgicas tras la venta del monasterio a particulares a excepción del la iglesia. La única documentación certera data de 1913 en que se constata la existencia de la sacristía y la ubicación del retablo en su lugar actual, tras la entrega de las dependencias a la congregación de las Hermanas de la Cruz.
- Escultura sedente de Santa Ana y la Virgen María.
   Escultura barroca de principios del siglo XVII de la imagen de Santa Ana, sedente, representada como una mujer de edad madura que enseña de leer a la Virgen niña, que se halla de pie a su derecha, formando un mismo bloque sobre peana rectangular. El conjunto manifiesta equilibrio, serenidad y armonía dentro de una forma casi triangular; ambas imágenes aparecen frontales, Santa Ana con la cabeza ligeramente inclinada hacia la Virgen, y la Virgen Niña hacia un libro apoyado en la rodilla derecha de la Santa Ana libro. Santa Ana, de facciones elegantes y sobrias, protege a la Virgen bajo su brazo derecho mientras con el izquierdo dirige su mano hacia el espectador. La Virgen, con facciones infantiles rollizas, apoya el libro con su mano izquierda sobre la rodilla de Santa Ana, mientras que con su mano derecha señala el contenido de las páginas; el libro está abierto por el capítulo 9, núm. 1 de Isaías, la profecía del nacimiento de Jesús, que trae la buena nueva. Representa el momento en que Santa Ana hace ver a la Virgen niña, a través de las Antiguas Escrituras, la trascendencia de su misión como madre del Salvador. 
   Sus características técnicas la sitúan en un barroco inicial entre el manierismo y la afectación del barroco pleno; sobre todo en el tratamiento de la iconografía que recuerda la forma triangular observada en la escultura de Ntra. Sra. de la Encarnación, y del ropaje con pervivencia del estofado en el tratamiento de las vestimentas de ambas, circunstancias que hacen datarla entre mediados y la segunda mitad del siglo XVII, por lo que hay que considerarla como una escultura procedente de la iglesia del antiguo monasterio ubicado en la “huerta de San Luis” antes de su traslado en 1756 a su emplazamiento actual dentro de la población. 
   En 1625 se tiene constancia de la fundación por los franciscanos de San Luis del Monte de la Hermandad de Santa Ana con 72 hermanos institución que procedería para la celebración de sus ritos y cultos a la elaboración de la imagen. Desgraciadamente no disponemos de más documentación relativa a la citada hermandad que nos pueda aclarar datos sobre la contratación y autoría de la ejecución de la imagen. A la vez que nos pone en relación a la citada congregación con la fundación de importantes cofradías y hermandades de gloria y Semana Santa en nuestro pueblo. 
   Presenta bastante similitud con la imagen de Santa Ana en la parroquia de Santa Cruz de Sevilla (antiguo convento de clérigos menores como el de Peñaflor), obra de Pedro Roldan en 1672,que trae de Granada la soltura técnica y el sentimiento de su maestro Mena, digno antecedente de su homónimo Alonso Cano, y en Sevilla completa su formación bajo las influencias de Martínez Montañés, Alonso Cano y José de Arce. Las escasas diferencias estilísticas e iconográficas nos hacen suponer que la escultura de Peñaflor es escasamente anterior a la de santa Cruz en Sevilla, menos sobria en el tratamiento de detalles en cuanto a la ornamentación de detalles del ropaje y en el movimiento de un más acusado barroquismo ésta de Sevilla.
- Hornacina e imagen del “Ecce Homo”.
   Hornacina de madera tallada y policromada en verde, con aplicaciones en dorado que reproducen elementos vegetales, con dos cabezas de querubines al inicio del arco de la hornacina y el escudo de los tres clavos de Cristo sobre el intradós rematando el conjunto. De mediados del siglo XVIII, presenta bastante similitud ejecutiva con los retablos del crucero.
   La imagen de “Ecce Homo” es una obra barroca de bulto redondo, posiblemente de mediados del siglo XVIII, de bellísima factura que a pesar del dramatismo y gran realismo con los que se ha representado la coronación de espinas, la imagen transmite una gran serenidad y mansedumbre, una actitud de mayor resignación que la de dolor y sufrimiento. Presenta las características de la escuela barroca andaluza sevillana, aunque se aprecian influencias de la granadina. Es de destacar la labor de talla realizada sobre la anatomía, y sobre todo los precisos detalles realizados sobre el pelo y la corona de espinas. Sobrepuesta una capa roja con ribetes sobre bordados en oro y seis estrellas bordadas en oro en la delantera, posiblemente del siglo XVIII. 
   Este tipo de imágenes del “Ecce Homo”, Cristo con la caña, corona de espinas y una capa burdeos que la cubre los hombros, es muy usual encontrarlas en todos los conventos franciscanos.
PINTURAS.
   El conjunto pictórico del templo es de mediana factura, típica de las iglesias conventuales de la época, aunque presenta elementos de gran importancia artística. Su característica principal es que no hay realizado un estudio en profundidad de esta interesante colección, presentando un mediocre estado de conservación, salvo el gran cuadro semicircular del coro alto que se halla en un progresivo y avanzado estado de degradación. Sería necesaria una intervención de limpieza, restauración, y catalogación del conjunto.
- Cuadros.
   En las paredes laterales del Presbiterio hay dos grandes lienzos: uno representa la Adoración de los Reyes Magos, y el otro la Presen­tación del Niño Jesús en el Tem­plo, ambos de finales del siglo XVII, de muy buena factura y ejecución dentro del estilo barroco y la técnica del claroscuro. Se encuentran obscurecidos por la absorción de polvo en el barniz durante los últimos siglos. 
   Sobre la puerta derecha del crucero hay un interesante lienzo de finales del XVII, pintado por el holandés Gerard Honsthot que representa la Coronación de Espinas, posiblemente el de mayor interés de todos. 
   Diversos cuadros de mediana importancia adornan las paredes del templo, y entre ellos hay que destacar una copia de San Fernando, conquistador de Sevilla, y un gran lienzo que se sitúa en el coro alto con el borde superior semicircular, en pésimo estado de conservación, que parece representar la Asunción de María o algún tema alegórico mariano. 
   De los cuadros documentados en el antiguo monasterio de la Huerta de san Luis y que no se encuentran hoy en el edificio actual, hay que mencionar doce cuadros con los doce apóstoles que probablemente se corresponde con el apostolado existente hoy en el presbiterio de la iglesia parroquial y que desgraciadamente sólo se conservan diez. Asimismo tenemos constancia de dos cuadros de San Francisco de vara y media que tampoco están en esta iglesia, y que podrían corresponder con los dos cuadros existentes hoy en la iglesia parroquial sobre ambas puertas de entrada. 
- Pinturas murales.
   Al igual que la iglesia parroquial presentaba esgrafiado imitando sillería de piedra al menos conserva parte en sus fachadas norte y este, conservándose además imitación de tapia con ladrillos en rojo y llagas en blanco sobre la espadaña. 
     Pero el aspecto más llamativo referente a pinturas se encuentra en su interior. En el año 2006, mientras se preparaba la iglesia para la restauración de su techumbre fueron descubiertas una serie de pinturas sobre un arco lateral a la derecha de la nave, sobre el que se situó posteriormente a su construcción el actual altar de la Hdad. de Ntro. Padre Jesús Nazareno. El interior del arco se encuentra totalmente pintado con la típica iconografía barroca con orlas de motivos vegetales y rocallas, con cartelas interiores donde se ilustran pinturas alusivas a la pasión de Cristo, como la corona de espinas y los clavos. El arco fue cegado con un grosero muro de ladrillos y material reutilizado, sin enfoscar ni rastro de pinturas, por lo que es muy posible que se tratase del acceso de entrada a una capilla lateral donde se encontraba la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno hasta la exclaustración del edificio, tiempo en que tras diversas obras de adaptación a las nuevas funciones perdidas las conventuales desaparecen las capillas laterales originales como la de Santa Ana para convertirse la actual sacristía de esta iglesia. Esta capilla de Santa Ana se encontraba enfrentada a la de Jesús Nazareno y probablemente también debe contener restos de pintura en el intradós del arco sobre el que se sitúa actualmente el altar de Santa Ana y tras los actuales enfoscados de la sacristía. 
   De la misma manera las partes restantes de la nave central y el crucero debieron estar pintadas como ocurre en otras iglesias conventuales de características análogas (caso del convento de de Santo Domingo de Escalacoeli en Córdoba).
OTROS PATRIMONIOS.
   Dada la importancia social y religiosa de la que gozó este convento en Peñaflor durante los siglos de su existencia hasta la exclaustración de la comunidad en la primera mitad del siglo XIX, puesta de manifiesto por su participación en los principales actos religiosos de la población y la solicitud de misas cantadas y rezadas en la iglesia del convento a nivel individual o de cofradías de la población como se observa en el antiguo libro de cabildos de la hermandad de las benditas Ánimas del Purgatorio. Esto conlleva la necesidad de la existencia de un importante ajuar litúrgico, hoy prácticamente desaparecido pues en la actualidad solo dispone de un sencillo ajuar necesario para cumplir con las necesidades religiosas del templo. No obstante a través de la documentación existente podemos conocer parte de este importante ajuar litúrgico.
   De 1653 consta la escritura de compra de un Incensario, naveta y cuchara en plata, de estilo barroco, que probablemente se corresponda con las existentes en la iglesia parroquial como procedentes del convento. 
   De 1656 tenemos constancia documental de la donación a la comunidad, por parte del I marqués de Peñaflor, Dº Juan Fernández de Hinestrosa, de un paño para el púlpito, un frontal para el altar mayor, 2 almáticas, 2 paños, 2 estolas y un paño para el cáliz. Dada la procedencia y la época hemos de imaginar nos encontramos ante una rica donación de buenos tejidos bordados en oro y plata. 
   En 1664 de nuevo Dº Juan Fernández de Hinestrosa, marqués de Peñaflor dona un rico terno de damasco blanco con franjas carmesí y oro, muy al gusto de la época, para el culto de la iglesia. 
   Otra propiedad patrimonial del convento era la Huerta de San Luis, donada por los señores de Palma Dº Luis Portocarrero y Dª Francisca Manrique a fray Juan de la Puebla en 1492 para la fundación del primigenio monasterio de San Luis Obispo de Tolosa en dicho lugar. La propiedad fue vendida por la comunidad en 1754 durante las obras de construcción del nuevo monasterio, según consta en la documentación relativa al monasterio en el Archivo parroquial. Aunque no se especifica el motivo de la venta fue la necesidad de dinero de la comunidad para afrontar los gastos del traslado a Peñaflor (José Francisco López Muñoz, en Turismo y Cultura Peñaflor).
     Convento franciscano de estilo barroco construido en el siglo XVIII. Su fundación data de 1492. El primitivo convento estuvo en las estribaciones de Sierra Morena, a 6 km de Peñaflor, donde todavía se conservan una fuente y algunas ruinas. En 1731 se decide el traslado del convento desde la sierra al pueblo de Peñaflor. Las obras del nuevo edificio, que es el actual, comienzan en 1750 y finalizan en 1766.
     La planta del templo es de una sola nave de cruz latina. En su interior destacan la bóveda de cañón con arcos fajones y el crucero, que se cubre con una bóveda semiesférica sobre pechinas decorada con yeserías. Es igualmente una obra notable su retablo mayor, en el que curiosamente aparece representado un escudo de la orden dominica en un convento franciscano. Al construirse el nuevo edificio sobre una ermita de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno, desde entonces acoge a la hermandad penitencial de dicho nombre.
     En 1835 le afectó la desamortización de Mendizábal, por lo que los frailes tuvieron que abandonar el convento; sus propiedades fueron expropiadas por el Estado y subastadas. En 1911 se establecen en el convento las Hermanas de la Cruz, donde permanecieron hasta mediados de la década de 1970. (Turismo de la provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Historia, Culto e Iconografía de San Luis, obispo;
HISTORIA
     Nacido en 1274, era el primogénito de Carlos II de Anjou, rey de Nápoles, y sobrino de san Luis Rey. Por su madre, María de Hungría, descendía de Santa Isabel. Por lo tanto, tenía a quien salir.
     Conducido a Barcelona como rehén, fue criado por los franciscanos. Renunció a la corona de Nápoles en favor de su hermano Roberto de Anjou, para entrar en la orden de san Francisco en 1296.
     Su carrera episcopal fue tan breve como la del cardenal Pedro de Luxemburgo. Consagrado arzobispo de Toulouse contra su voluntad, por orden del papa Bonifacio VIII, murió de consunción seis meses después, a la edad de veintitrés años, el 19 de agosto de 1297, y fue inhumado en la iglesia de los franciscanos de Marsella.
CULTO
     Canonizado veinte años después de su muerte, en 1317, de inmediato se volvió muy popular en el sur de Francia y en Italia. Su culto, introducido en Italia meridional por su hermano Roberto de Anjou, que le debía la corona, y por la dinastía de los angevinos de Nápoles, se difundió hasta en Toscana y Umbría.
     También se lo honra en Cataluña, a causa de su cautiverio en Barcelona. En 1433, el rey Alfonso V de Aragón hizo trasladar las reliquias del santo a la catedral de Valencia. Es patrón de la orden franciscana y de las ciudades de Toulouse, Marsella, Nápoles y Valencia.
ICONOGRAFÍA 
     Está representado con los rasgos de un joven  obispo. Encima de su sayal franciscano, ajustado con el cordón de la orden, lleva una capa constelada de flores de lis doradas, que recuerdan su parentesco con la Casa real de Francia.
     Está tocado con la mitra que dos ángeles a  veces colocan sobre su cabeza.
     La corona tirada a sus pies recuerda que renunció al trono de Nápoles en favor de su hermano.
     A veces lleva un tonelillo, como san Otmaro y san Wilibrordo, sin que epi­sodio alguno de su vida parezca justificar dicho atributo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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