Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Roque, en Arahal (Sevilla).
Hoy, 16 de agosto, en Lombardía, en Italia, Memoria de San Roque, que, nacido en Montpellier, en la región francesa del Languedoc, adquirió fama de santidad con su piadosa peregrinación por toda Italia curando a los afectados por la peste (c. 1379) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de San Roque, en Arahal (Sevilla).
La Iglesia de San Roque se encuentra en la calle Fuente de la Salud, 2; en Arahal (Sevilla).
Originalmente fue la iglesia de un convento franciscano fundado en 1624. Del convento se conservan importantes restos, en especial una de las naves del claustro, cubierta con bóvedas de aristas y con arcos de medio punto sobre columnas de mármol. La iglesia es de una sola nave con cuatro tramos, crucero y capillas laterales. El cuerpo de la nave se cubre con una bóveda de medio cañón con arcos fajones y lunetos y el crucero con bóveda semiesférica. El coro se sitúa en alto, a los pies de la nave, ocupando los tres primeros tramos. La portada es de mediados del XVII y se articula en dos cuerpos. El primero es adintelado y está enmarcado por pilastras, sobre las que se sitúa un frontón recto y roto que da paso al segundo cuerpo, similar al anterior, pero con arco de medio punto. Entre la portada de la iglesia y del convento se encuentra un azulejo de San Francisco de Asís fechado en 1757.
El retablo mayor está compartimentado por estípites y corresponde a la primera mitad del siglo XVIII. En él figuran las esculturas de San Antonio de Padua, San Francisco de Asís y un relieve de la Epifanía, todos del momento del retablo. En el ático aparece una imagen de San Roque de hacia 1500.
En el crucero del lado izquierdo se sitúan un retablo-hornacina de estípites con una escultura de San Roque de la primera mitad del XVIII y otro retablo-hornacina con doselete de tela encolada, de mediados del XVIII, en el que figura una imagen de candelero de principios de ese siglo. En el muro, se halla un retablo-hornacina del XVIII con escultura de la Inmaculada del mismo siglo y en la capilla siguiente otro retablo con escultura de San Pascual Bailón, del último tercio del XVIII. En el crucero del lado contrario se sitúa un retablo con hornacina entre estípites de la primera mitad del XVIII en el que aparece una imagen de vestir de San Antonio de Padua de la misma época. En la nave, se encuentra un retablo-hornacina con escultura del Niño Jesús, ambos del tercer cuarto del XVIII. A los pies de la nave derecha hay un interesante retablo del último tercio del XVII con esculturas de San Cristóbal y San Francisco de Asís y un relieve en el ático, todos del mismo momento. En los muros de la nave aparecen grandes lienzos con temas franciscanos de la primera mitad del XVIII.
Entre el claustro y la iglesia se encuentra la antigua capilla doméstica del convento. Se trata de una construcción de planta rectangular cubierta por una bóveda de cañón con arcos fajones y falsos lunetos. La bóveda está decorada con pinturas murales del primer cuarto del siglo XVII, que fingen yeserías. En el testero de la capilla se halla un gran lienzo fechado en 1723 que representa una alegoría del Árbol de la Vida. De su misma época son los seis medios puntos con santos dominicos y franciscanos situados en los lunetos (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004). ´
Perteneciente al desaparecido convento de franciscanos, la iglesia, de ladrillo y mampostería, con planta de cruz latina de una sola nave, se cubre con bóveda de cañón con lunetos y cúpula sobre pechinas en el crucero. El coro, a los pies, se sitúa en el entresuelo.
Tiene dos portadas, la principal, a los pies, es adintelada y se apoya en pilastras con frontón partido y remate de hornacina con la imagen de San Roque. La de la Epístola, formada por una molduración del siglo XVIII (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Templo barroco edificado por la Orden franciscano e inaugurado el 3 de Mayor de 1624. El retablo mayor, también de estilo barroco es atribuido a Tomás Guiado el Viejo. En la hornacina central se encuentra la imagen den la Virgen de los Dolores, de finales del s. XVII, de autor desconocido y de singular belleza y expresión.
En el interior del Templo existen varias esculturas de Santos de buena factura y de autores desconocidos.
Dentro de lo que era el antiguo convento se conserva la Capilla Domestica donde aparece una interesante pintura alegórica del árbol de la vida, de autor desconocido y fechada en 1723.
En este Templo tiene su sede canónica la Hermanad del Santo Entierro (Ayuntamiento de Arahal).
Templo barroco edificado por la Orden Franciscana Alcantarina consagrado el 3 de mayo de 1624. Tras la desamortización de Mendizábal, los religiosos abandonaron el convento en 1837, llevando consigo cuanto arte habían logrado reunir en él durante su estancia. Una parte del antiguo convento pasó a formar parte del Estado convirtiéndose en un cuartel de la Guardia Civil, donde actualmente está el Colegio de Educación Infantil y Primaria San Roque.
Este singular edificio presenta una humilde fábrica, sobria y con sabor a lo antiguo. Su portada principal sigue los modelos del barroco clasicista, adintelada y rematada con una hornacina con la efigie de San Roque con su fiel perro.
El templo se compone de una única nave cubierta con bóveda de cañón, crucero y capillas laterales. Estas capillas laterales destacan por unos pequeños altares sencillos y austeros, en los que se alzan algunos religiosos de la Orden Franciscana como San Pascual Bailón o San Francisco de Asís.
El retablo mayor de estilo barroco es atribuido a Tomás Guiado el Viejo. Destaca la imagen de San Roque que presidía la antigua ermita, tratándose de la obra de imaginería más antigua del municipio, de finales del siglo XV o principios del XVI. En el camarín central del retablo mayor se halla la talla de la Virgen de los Dolores, de autor desconocido, pero de gran valor patrimonial y extraordinaria belleza.
Dentro de lo que era el antiguo convento se conserva la capilla doméstica donde aparece una interesante pintura alegórica del árbol de la vida, fechada en 1723. Actualmente, esta capilla doméstica es la sala capitular de la Hermandad del Santo Entierro (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Roque;
Santo antipestoso del siglo XIV cuyas biografías, francesas o italianas, de carácter legendario, se remontan a finales del siglo XV. Puede decirse que "era más conocido por la devoción popular que por la historia de su vida". Algunos historiadores han llegado a sostener que su existencia era tan mítica como la de san Fuerte de Burdeos.
LEYENDA
Nació en Montpellier hacia 1350 y habría venido al mundo con una pequeña cruz roja sobre el pecho. Quedó huérfano a muy temprana edad. Cuando murieron sus padres repartió la fortuna familiar entre los pobres y los hospitales, vistió hábito de peregrino y en 1367 se dirigió a Roma donde estuvo tres años, hasta 1371.
Al llegar a Acquapendente, en los Apeninos, encontró la ciudad devastada por la peste: asistió y animó a los enfermos a quienes curó haciendo la señal de la cruz sobre ellos.
Al regresar de su peregrinación, en Plasencia sintió los primeros síntomas de la enfermedad. Una noche un ángel le advirtió que le había llegado la hora de sufrir. Aunque se sintió atravesado por el dolor, en vez de quejarse, dio gracias a Dios y se retiró en un bosque impenetrable para morir en soledad y no contagiar a nadie.
Dios le envió un ángel consolador y curador para que lo asistiese en su soledad, el cual aplicó un bálsamo sobre su herida, y también hizo brotar una fuente para que Roque pudiera aplacar su sed febril. Además, lo aprovisionó de alimentos: cada día, el perro de un señor de la región le llevaba un pan robado de la mesa de su amo. El perro proveedor tiene en esta leyenda la misma función que el cuervo que alimentó al profeta Elías y a san Pablo ermitaño.
Restablecido, partió hacia Montpellier donde nadie pudo reconocerle, ni siquiera su tío. Fue denunciado como espía y lo encarcelaron. Un día, su carcelero lo encontró muerto, irradiando una luz sobrenatural.
En verdad habría muerto en Lombardía (Angeria), hacia 1379.
Esta leyenda parece copiada en parte de la de san Alejo, quien regresó de los Santos Lugares para morir en Roma como mendigo anónimo, bajo la escalera de la casa paterna.
CULTO
El culto de «monseñor san Roque, verdadero preservador de pestilencia", se desarrolló tarde, incluso en Montpellier, cuya universidad en 1410 todavía se encomendaba a san Sebastián para hacer que cesara una epidemia de peste. Evidentemente, fue la competencia de un santo universal como, San Sebastián, invocado desde mucho tiempo antes contra las flechas de la peste, quien postergó el progreso de la devoción a san Roque, aunque éste haya tenido sobre aquélla ventaja de haber curado apestados y de haber contraído él mismo esa terrible enfermedad.
Hay dos hechos que explican la difusión del culto de san Roque en el siglo XV: la decisión del concilio de Ferrara, que amenazado por una epidemia de peste habría prescrito plegarias públicas para pedir la intercesión del santo de Montpellier, y el traslado de una parte de sus reliquias a Venecia, en 1485.
A partir de entonces, las cofradías de san Roque se multiplicaron en Francia, y también en Italia, donde llevan el título de Confraternita o Scuola di San Rocco. El teatro de los autos sacramentales también contribuyó a la popularidad de san Roque. En 1493 se puso en escena un Mystere de Monseigneur saint Roche (Misterio de monseñor san Roque). Una cofradía de san Roque tiene una capilla en la iglesia de los carmelitas de París.
Este culto popular precedió a su canonización oficial. Fue recién en el siglo XV cuando el papa Gregorio XIII inscribió su nombre en el Martirologio, en el XVII cuando fue canonizado por el papa Urbano VIII.
Lugares de Culto
En el sur de Francia se dedicaron numerosas capillas al "gentilhombre de Montpellier", al «glorioso san Roque», sobre todo en ocasión de las epidemias de peste de 1630 y de 1720. En París, Luis XIV colocó en 1653 la primera piedra de la iglesia de la calle Saint Honoré, destinada a reemplazar una capilla que se había vuelto demasiado pequeña. En Pontcarré en Brie, los peregrinos pasaban bajo el relicario de san Roque para preservarse del cólera.
En Italia, Venecia adoptó a san Roque, cuyas reliquias se había procurado en 1485 porque estaba particularmente expuesta a la peste a causa de sus relaciones comerciales con Oriente, cuna de las epidemias. Se glorificaba al santo por haber salvado de la terrible enfemedad, mediante la señal de la cruz, a numerosas ciudades de Italia (multas Italiae urbes a morbo epidemiae signo crucis liberavit).
El culto de san Roque está probado no sólo en Venecia sino en Portugal (Lisboa), en Alemania (Bingen), donde se realiza una peregrinación en su memoria a Rochusberg, y en Bélgica (Amberes y Huy). No obstante, la extensión del culto de san Roque permaneció limitada a Europa occidental, el Oriente cristiano nunca lo ha reconocido.
Patronazgos
Algunas corporaciones lo habían adoptado como patrón: los marineros del Loira, los canteros y los empedradores, porque empleaban en su trabajo trozos de roca (roche).
También se lo consideraba protector de los animales. El 16 de agosto, día de su fiesta, el sacerdote bendecía hierbas: jaramago (fr.: roquette), menta y poleo, que los campesinos mezclaban con el pienso del ganado para preservarlo de las enfermedades contagiosas.
El culto de san Roque, vinculado con las epidemias de peste, no ha tenido una duración muy larga. Cuando la plaga se volvió más infrecuente y menos mortífera, la devoción al santo declinó. «Passato el pericolo, gabbato il Santo» Tanto más por cuanto san Roque no fue el último de los santos «antipestorosos», tuvo un temible competidor en san Carlos Borromeo, quien diera pruebas de una heroica devoción durante la Peste de Milán: la gloria del arzobispo de Milán, exaltado por el papado y la orden jesuita, eclipsó a la del humilde peregrino de Montpellier.
San Roque conoció una provisional reanimación de su popularidad en el siglo XIX, con las epidemias de cólera de 1835 y 1854. Es la ley hagiográfica de la transferencia de especialidad lo que explica este fenómeno.
El culto popular del santo amenazaba extenderse junto con la peste y el cólera, enfermedades de las que era el «preservador». Si sobrevivió en el campo fue porque pasó, por deslizamiento, desde las personas a los animales, a quienes protege contra las epizootias, y a la vid, que inmuniza contra la filoxera.
Un indicio impresionante de esta decadencia, es que el nombre de pila Roch, que posiblemente haya sido en su origen un apellido: Roq, muy difundido en Montpellier, cayó completamente en desuso, a nadie volvió a ocurrírsele bautizar Roch a su hijo.
San Roque es uno de los santos más fácilmente reconocibles de la iconografía cristiana. Su atuendo de peregrino, llamado sarrocchino, con sus accesorios tradicionales: bordón, cantimplora y zurrón, podrían hacer que se lo confunda con el apóstol Santiago o san Sebaldo, pero es el único peregrino que muestra en el muslo un bubón pestilente, que a veces venda un ángel, y además es alimentado por un perro que le lleva un pan en las fauces. El bubón, el ángel y el perro nutricio, tales son los atributos distintivos del santo patrón de Montpellier y de Venecia.
A veces, aunque es infrecuente, lleva en la mano unas tarreñas o tablillas de leproso, atributo que comparte con el pobre Lázaro.
En las imágenes más antiguas, san Roque está simplemente representado con el atavío tradicional de los peregrinos, el sombrero de ala ancha sobre el cual está aplicada la insignia de las llaves cruzadas que identifica al «romero» en camino hacia la Ciudad Eterna, mientras que la Santa Faz y las conchas recuerdan a otras dos peregrinaciones, a Jerusalén y a Santiago de Compostela. Además, lleva el bordón, la cantimplora y el zurrón.
Con la mano descubre una úlcera (Pestbeule) que sus biógrafos sitúan en la ingle (peste inguinale), pero que por decencia los artistas trasladan más abajo, al centro del muslo.
El ángel enfermero y el gozque aprovisionador se sumaron a su iconografía a partir del siglo XVI.
El ángel que Dios habría enviado a san Roque en el bosque de Plasencia, para curarlo y confortarlo, aparece por primera vez hacia 1550, en un grabado que adorna la portada de su biografía.
El santo se arrodilla para aplicar sobre la herida del apestado un bálsamo destinado a cicatrizarla mediante un pincel, o bien la desinfecta con el líquldo contenido en un pequeño frasco. A veces, oprime el bubón con los dedos para extraer el pus.
El perro de san Roque, tan popular como el cerdo de san Antonio, llamado gozque, aunque la palabra no tenga parentesco etimológico alguno con el nombre del santo, sólo se convierte en compañero inseparable de éste en la imaginería y las banderas de peregrinación del siglo XVI. A causa de una contaminación con la iconografía del pobre Lázaro, patrón de los «leprosos», a veces el perro lame la úlcera del leproso; pero en la mayoría de los casos, está acuclillado junto a él, y en sus colmillos sostiene el pan cotidiano robado a su amo. Así se diferencia del perro de santo Domingo (Domini canis) que tiene manchas blancas y negras, y que en las fauces lleva una antorcha encendida. En una xilografía alemana del siglo XV se yergue en dos patas. Con frecuencia, San Roque ha sido representado aisladamente, pero en los exvotos y retablos, al igual que en la imaginería popular, suele aparecer asociado con sus colegas «antipestosos» san Antonio, san Adrián, y sobre todo San Sebastián (tríptico de Jean Bellegambe en la catedral de Arras; estatua en la iglesia de Saint Riquier (Somme); boceles de la portada de Caudebec; tríptico de Cario Crivelli en la iglesia de San Giacomo dell' Orto, Venecia; postigo de grisalla del tríptico del Tránsito de la Virgen, de Joos van Cleve, Pinacoteca Munich; políptico de los antonitas de Issenheim, Museo de Colmar).
La mayoría de las pinturas que lo representan son cuadros votivos dedicados, que se encuentran en las capillas corporativas u hospitales (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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