Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, en La Algaba (Sevilla).
Hoy, 5 de agosto, Dedicación de la basílica de Santa María, en Roma, construida en el monte Esquilino y ofrecida por el papa Sixto III al pueblo de Dios como recuerdo del Concilio de Éfeso, en el que la Virgen María fue proclamada Madre de Dios (c. 434) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para Explicarte la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, en La Algaba (Sevilla).
La Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, se encuentra en la plaza de España, 11; en La Algaba (Sevilla).
Tiene planta de cruz latina, con tres naves sostenidas por pilares. Corresponde a dos etapas diferentes. La primitiva iglesia fue de estilo mudéjar comenzándose a construir probablemente a fines del XIV y terminándose en la primera mitad del XVI; de este período se conserva toda la cabecera, con bellas bóvedas de crucería, especialmente la del crucero, que es de terceletes con prolongación estrellada hacia el ábside. Las puertas laterales corresponden al gótico de comienzos del siglo XVI, aunque desgraciadamente se hallan casi embutidas en el muro por obras de épocas posteriores. El resto de la iglesia fue destruido por el terremoto de Lisboa en 1755, siendo reconstruido por los arquitectos Pedro de San Martín, Tomás Zambrano y Pedro de Silva. De las naves reconstruidas, la central se cubre con techumbre de madera lisa y las laterales con bóvedas de aristas, separándose las naves entre sí por arcos rebajados. De fines del siglo XVIII deben de ser las capillas del lado derecho. Una última adición fue la que hizo en 1925 el conocido arquitecto Juan Talavera, quien construyó, a los pies del lado izquierdo, una capilla neogótica de planta cuadrada y cubierta de alfarje, que se comunica con la nave por una decorada puerta del mismo estilo.
El retablo mayor, de grandes dimensiones, tiene tres calles con sus correspondientes remates, articulándose con estípites. Lo realizó Bartolomé García de Santiago entre 1725 y 1734. En 1763 lo doró Francisco López, y en 1792 fue restaurado por Francisco de Acosta, quien probablemente es el autor de la hornacina del remate. En la principal está colocada la Virgen de las Nieves, obra contemporánea del retablo que responde a un modelo iconográfico del siglo XVI. En las restantes hornacinas se aprecian esculturas de San Bartolomé, San Pedro, San Fernando, San Sebastián y San Juan Bautista, de diversos estilos y procedencias, siendo las más antiguas, datadas en el siglo XVI, las que llegaron de un desaparecido convento de San Francisco. Delante del retablo hay un Crucificado de buena talla que corresponde al escultor Blas Hernández Bello, y que fue contratado por la cofradía de la Vera-Cruz, del convento de San Francisco, en 1626. En el presbiterio hay pinturas del siglo XVIII que representan escenas de la Vida de la Virgen.
En la nave izquierda existen pinturas de magnífica calidad como la de Santa Marta, San Pablo y San Nicolás Tolentino, todas de la segunda mitad del siglo XVII, así como una copia de una Inmaculada de Murillo, con marco rococó. En cuanto a los retablos hay que destacar el dedicado a Santa Marta, de gusto neoclásico con tres calles, columnas de fuste liso y capiteles corintios que imitan mármoles jaspeados. Las esculturas son de gran calidad, especialmente la titular, de fines del siglo XVI o comienzos del XVII, adornada con un interesante acetre de plata labrada que cuelga de su mano derecha. Otras imágenes del retablo son San Antonio de Padua, Santo Domingo, la Virgen del Carmen y San Sebastián, todas de fecha posterior. Otro retablo, más sencillo y también del siglo XIX, contiene las imágenes de San Antonio y Santa Rita. En un retablo moderno de una capilla lateral se hallan las esculturas de San Andrés y San Benito, obras del siglo XVIII, así como los cuatro Evangelistas de pequeño tamaño realizados en cera policromada. En el lado derecho destacan varios retablos. El que se halla en la cabecera de la nave es fechable a finales del siglo XVII. De estilo barroco, está compuesto por una gran hornacina donde se alojan esculturas del Crucificado, la Dolorosa y San Juan, todas de la época del retablo. En los laterales figuran imágenes de San Francisco de Asís y San Isidro labrador, apareciendo en el remate San Miguel. Algo posterior es el retablo dedicado a San José que se articula mediante estípites. En el muro de la nave se encuentra una lápida de 1694 referente a la antigua capilla de San Bartolomé, probablemente desaparecida durante el terremoto. Obra de escultura importante es un busto del Ecce Homo de fines del siglo XVII colocado en un retablo neoclásico. Las pinturas de esta nave son también de interés, destacando la Imposición de la casulla a San Ildefonso, San Francisco de Paula, Santa Teresa y San Juan Bautista, todas ellas del siglo XVIII. Pueden también citarse la Cena de Emaús, San Miguel, la Piedad y un lienzo de Ánimas, este último en la capilla bautismal.
A los pies de la iglesia hay una sillería de coro de madera tallada, de fines del siglo XVIII, y sobre ella, en alto, está el órgano, cuya caja fue hecha en 1779 por el conocido retablista Francisco de Acosta, mientras que el instrumento musical fue encomendado a Francisco de Molino. También a los pies de la iglesia se encuentra la capilla neogótica de Juan Talavera, que contiene un retablito renacentista fechado en 1599 y traído de Igualada, según testimonios bibliográficos. Se compone de tres calles, banco y remate, conteniendo pinturas sobre tabla, salvo en la hornacina central que alberga una escultura sedente de la Virgen con el Niño bastante anterior al retablo. Las pinturas representan la Coronación de la Virgen, San Antonio y San Jerónimo en el desierto, San Miguel, San José con el Niño, dos santos obispos, Santa Lucía y Santa Apolonia, los Santos Juanes y Jesús en el pozo con la Samaritana. En la misma capilla hay un Resucitado del siglo XVII de escuela montañesina, mal restaurado, así como una pintura del Bautismo de Cristo del siglo XVIII.
La orfebrería es rica y abundante, con la particularidad de tener varias piezas firmadas. La obra más antigua es una crismera gótica, realizada en el primer cuarto del siglo XVI. Fue restaurada a fines del siglo XVIII. De finísimo labrado es un copón en forma de cajita hexagonal y rematada por una cruz de época posterior que es obra del tercer cuarto del siglo XVI. De la misma época es un copón ostensorio de plata dorada, con peana lobulada y caja también hexagonal sobre la que se levanta un ostensorio algo posterior. La decoración es de guirnaldas de frutas y ángeles alados, apareciendo además en los lóbulos del pie los cuatro evangelistas, la cruz del Santo Sepulcro y el escudo del arzobispo Fernando de Valdés, lo que fecha la obra entre 1546 y 1568. En el revés de la base aparece el punzón de Alfaro, que se refiere a Diego de Alfaro, platero cordobés padre de Francisco de Alfaro.
De 1581 es una crismera o vaso de óleos de claro estilo manierista, decorada con costillas y grabados muy planos. Documentalmente se sabe que fue realizada por Francisco de Alfaro en la mencionada fecha. Se acompaña de otros dos vasos algo menores, del mismo estilo, pero levemente diferentes en la decoración, que podrían corresponder a una obra contratada en 1610. Del período barroco es una cruz de altar y la corona de la Virgen de las Nieves. La corona fue hecha en Sevilla por Félix Gregorio en 1712. Barroca es también una pequeña arqueta de filigrana y la diadema de San Antonio. En la segunda mitad del siglo XVIII se hicieron el acetre de Santa Marta, una cruz procesional y un cáliz, y se trajo de México un hermoso cáliz que ostenta el punzón de la mencionada ciudad y el del contraste González. Finalmente hay que destacar un templete de estilo neoclásico, cubierto con cúpula y sostenido por columnas, destinado a la procesión del Santísimo, hecho a mediados del siglo XIX (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
Edificio gótico mudéjar de principios del siglo XVI, de tres naves divididas por pilares, la central cubierta por armadura de madera y las laterales por bóvedas de aristas mientras que la cabecera se cubre con bóvedas de crucería, siendo de terceletes la del presbiterio.
La iglesia debió terminarse a comienzos del siglo XVI, época de la que datan las portadas laterales realizadas en estilo gótico tardío y hoy casi invisible por las reformas realizadas posteriormente. Destruido parte del templo por el terremoto de 1755 fue reedificado por los arquitectos San Martín, Zambrano y Silva. En 1925 el arquitecto Juan Talavera levantó una capilla neogótica de planta cuadrada en el lado izquierdo a los pies del templo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Edificio gótico-mudéjar de tipo parroquial, con las particularidades dentro de las normas generales en las iglesias hispalenses de tener el ábside central rectangular y dos capillas a modo de absidiolas en las cabeceras de las naves laterales.
En 1304 fue adjudicada La Algaba a D. Alonso de la Cerda y en la segunda mitad de esta centuria, podemos asignar el abovedamiento de la capilla Sacramental, sita en la cabecera de la nave de la Epístola, cuya forma estrellada y aún las piñas de mocárabes que decoran las uniones de los nervios, delatan los caracteres arquitectónicos de dicha época.
Las cabezas de clavo que arquivoltean los arcos formeros, la bóveda de crucería sencilla de la capilla situada en la nave del Evangelio, e incluso las almenas empotradas de los coronamientos, que pudieran abonar por un momento histórico anterior al citado, los estimamos como muestras evidentes de arcaísmo en pleno gótico medio.
En cambio el abovedamiento de la capilla mayor, como claramente se aprecia en la planta, evoca la siguiente centuria.
Las relaciones evidentes entre esta cabecera y la de la iglesia de San Martín de Sevilla, situada en el primer cuarto del siglo XV, nos inducen a situarla en este período.
Con motivo del terremoto de 1755, la iglesia quedó gravemente afectada en su organización y estructura arquitectónica y levantada de nuevo sus naves.
La imagen principal del retablo y que da nombre al mismo y a la parroquia es la imagen de Ntra. Sra. de las Nieves. Se trata de una imagen mariana en actitud sedente que sostiene sobre sus rodillas la imagen del Niño Jesús (Ayuntamiento de La Algaba).
La iglesia de Santa María de las Nieves se comenzó a construir en el siglo XIV pero tuvo que ser reedificada tras el terremoto de Lisboa en 1755 que produjo el hundimiento de sus naves, época también en la que se edificaron las capillas laterales de la nave de la epístola, el coro y el cuerpo de campanas de la torre. Su reconstrucción se llevó a cabo por los arquitectos Pedro de San Martín, Tomás Zambrano y Pedro de Silva. De las naves reconstruidas, la central se cubre con techumbre de madera lisa y las laterales con bóvedas de arista, separándolas arcos rebajados. Las capillas anexas en el lado derecho deben ser de finales del siglo XVIII.
Se trata de una iglesia mudéjar con planta de cruz latina y tres naves sostenidas por pilares con presbiterio de bóveda nervada. Tiene coro en alto a los pies, además de las capillas de la nave de la epístola antes mencionadas.
El retablo mayor es barroco, de tres calles, ejecutado entre 1725 y 1734 por Francisco de Acosta y Bartolomé García de Santiago, siendo el maestro dorador Francisco López, vecino de la villa de La Algaba. La principal imagen es la Virgen de las Nieves que preside el altar mayor, obra del siglo XVI. La acompañan en el retablo las imágenes de San Bartolomé (que tuvo mucha devoción por estas tierras aunque hoy está casi olvidado), San Pedro, San Fernando, San Juan Bautista y San Sebastián.
La iglesia en general alberga tallas de escaso mérito, exceptuando la del Cristo de la Estrella, procedente del convento que poseyeron los padres franciscanos en esta villa, un Ecce Homo en busto del siglo XVII y la de Santa Marta, patrona de La Algaba, tallada hacia 1590. Interesante también es el órgano, cuya caja fue realizada en 1779 por Francisco de Acosta. Su orfebrería es bastante rica y numerosa, siendo algunos elementos labrados por Francisco de Alfaro (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad
Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nombre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques.
Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres.
Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.
El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien acaricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Fiesta conocida popularmente por Santa María de las Nieves o la Blanca por la leyenda de la fundación de la basílica de Santa María la Mayor de Roma: el patricio romano Juan tuvo una visión de la Virgen en el 358 que le ordenaba edificar una iglesia en un solar que encontraría cubierto de nieve, lo que comunicó al Papa Liberio, que trazó el plano del nuevo templo en la cumbre del Esquilino, nevada prodigiosamente, por lo que se la conoce como Basílica Liberiana. Se la encuentra ya registrada en el calendario jeronimiano, pero por ser una celebración local romana, no aparece en los sacramentarios. Hasta el siglo XIV fue una fiesta exclusiva de la basílica, en que se extendió a todas las iglesias de Roma y a otras diócesis. Fue extendida definitivamente a la Iglesia Latina en 1570 por San Pío V Ghislieri, que determinó incluso sepultarse allí, y Clemente VIII Aldobrandini (+1605) la elevó a doble mayor. En el calendario de 1969 fue incluida memoria libre. Aparte de la historicidad de la leyenda, el conmemorar la dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma nos invita a reflexionar que María es imagen y tipo de la Iglesia, su origen como la primera creyente del nuevo orden salvífico y su representación en el Calvario y ante el sepulcro, así como la esperanza escatológica eclesial de la futura glorificación consumada en su Asunción. El templo material de María, que alberga a Jesús Eucaristía es signo del cristiano, templo vivo del Espíritu Santo (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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