Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el busto de los dos Pinzones, en la enjuta, entre los arcos de las provincias de Cáceres y de Cádiz, en la Plaza de España, de Sevilla.
Hoy, 3 de agosto, es el aniversario de la partida del puerto de Palos de la Frontera (3 de agosto de 1492) del viaje descubridor del Nuevo Mundo, en el que los hermanos Pinzón tuvieron un papel protagonista, así que hoy es el mejor día para Explicarte el busto de los Hermanos Pinzón, en la enjuta, entre los arcos de las provincias de Cáceres y de Cádiz, en la Plaza de España, de Sevilla.
La Plaza de España [nº 62 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; nº 31 en el plano oficial de la Junta de Andalucía; nº 1 en el plano oficial del Parque de María Luisa; y nº 11 al 21 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encuentra en el Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla]; en el Barrio de El Prado - Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
La Plaza de España consta de cuatro tramos de catorce arcos cada uno, en cuya parte inferior se sitúan bancos de cerámica dedicados a cada provincia española. Flanquean el conjunto dos torres, denominadas Norte y Sur, intercalándose tres pabellones intermedios, que corresponden a la Puerta de Aragón, la Puerta de Castilla y la Puerta de Navarra. El central o Puerta de Castilla es de mayor envergadura y alberga la Capitanía General Militar.
En las enjutas de los arcos que componen la gran arcada que circunda toda la plaza, dentro de unos tondos de profundo sabor renacentista italiano, modelados en alto relieve y esmaltados en blanco sobre fondo azul cobalto, aparecen los bustos de personajes de especial relevancia en la historia de España. Su ejecución original corrió a cargo de las Fábricas de Mensaque Rodríguez y Cía. y de Pedro Navia.
En orden cronológico, figuran tanto aquellos destacados en las ciencias, en las humanidades, en las artes o en las armas, como reyes o santos.
Son un total de cincuenta y dos, distribuidos en cuatro series de trece personajes, dispuestos entre los catorce arcos de cada tramo de la plaza.
Es sorprendente el repertorio de estos personajes ilustres que desde sus privilegiados balcones en la arcada, disfrutan del ancho espacio de la hermosa plaza. Simultáneamente, ellos son vistos por los paseantes como muestra de la gloria de España y como ejemplo a seguir (La Cerámica en la Plaza de España de Sevilla, 2014).
Conozcamos mejor la Biografía de los Hermanos Pinzón, capitanes de La Pinta y de La Niña;
Martín Alonso Pinzón, (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1440 – Monasterio de la Rábida (Huelva), marzo de 1493). Marino y descubridor.
Martín era hijo de Martín Alonso Pinzón y de Mayor Vicente, y tenía otros dos hermanos, más jóvenes que él, Francisco Martín Pinzón y Vicente Yáñez Pinzón.
Los orígenes de esta familia, escribe Alice Gould, podrían situarse en Aragón o en la montaña castellana. Lo cierto es que, en los momentos del Descubrimiento del Nuevo Mundo, estaba perfectamente asentada en la villa de Palos. La tradición familiar era larga y siempre dedicada al mar, por lo que Martín desde niño navegó en las carabelas de su padre como grumete primero y como marino después, aprendiendo el oficio de su progenitor con mucho aprovechamiento.
El mayor de los Pinzón contrajo matrimonio con una vecina de la localidad de Palos llamada María Álvarez, matrimonio del que nacerían cinco hijos, los niños Arias Pérez Pinzón y Juan Martín Pinzón, y las niñas Mayor, Catalina y Leonor. Dos de estas hijas casaron con prestigiosos caballeros, como Diego Fernández Colmenero y Juan Caballero, mientras que la tercera, Leonor, permaneció soltera, pues adolecía de una enfermedad crónica conocida como la “gota coral” o epilepsia.
No se conoce la fecha exacta de la muerte de la esposa de Martín Alonso Pinzón, pero este hecho dejó viudo al descubridor y con cinco hijos: lo que le llevó a casarse en segundas nupcias con Catalina Alonso, señora principal de Palos, que le acogió en su casa y con la que vivió hasta el día de su muerte, a finales de marzo de 1493, según consta en la reclamación de la herencia paterna de los hijos del primer matrimonio de Martín Alonso Pinzón.
La vida de Martín Alonso se desarrolla en el comercio marítimo siguiendo la saga familiar. Pronto destaca como capitán de barco y genera gran confianza entre los hombres que se enrolan en sus navíos. Sobre esta actitud y proceder de Pinzón se tienen muchas pruebas documentales procedentes de las declaraciones de los hombres que le conocieron y que declararon en los pleitos larguísimos referentes a la problemática colombina. Al ser tan numerosos los testimonios se nombrará a algunos testigos y luego se seguirá la breve biografía que hizo su primo y piloto Hernán Pérez Mateos.
Sobre los años anteriores a 1492 y las andanzas de Pinzón declaraba un vecino de Palos llamado Antón Romero diciendo que Martín eran un gran conocedor del arte de navegar, lo que le había proporcionado una posición económica saneada y un estatus social que le relacionaba con las familias más destacadas de Palos. Opiniones similares daban Ferrán Pérez Camacho, Francisco Mendel y Ferrand Yáñez de Montiel.
La vida diaria de Pinzón era gobernar un barco de su propiedad transportando mercancías por todo el Mediterráneo y la fachada Oeste de África en la costa frente a Canarias, llegando incluso a la Mina de Portugal y al Golfo de Guinea. En estas andanzas vivió episodios que se han calificado como piráticos, es el caso del viaje que realizó en 1478 con su hermano Vicente en la carabela La Condesa al centro del Mediterráneo español, donde apresaron un navío, denominado Vallener, cargado de trigo y otras mercancías de mercado, que estaba fletado por unos vecinos de Ibiza. Por tanto, era una presa perteneciente al reino de Aragón y el hecho se puede contemplar desde distintos ángulos de la legalidad vigente.
Conocido es, asimismo, el viaje que Martín Alonso Pinzón realizó a Italia en 1492, en concreto al puerto de Ostia de la ciudad de Roma. En este viaje le acompañó su hijo Arias Pérez y parece que navegaron con un barco de su propiedad cargado de sardinas. Esta mercancía, que debía ser también fruto de su actividad pesquera, la trasportó a Roma para su venta. En esta visita a la Ciudad Eterna se piensa que Martín Alonso trató de hacerse con cartografía de la época para sus viajes, y se cree que visitaría los fondos documentales en la librería del papa Inocencio VIII, para tener acceso a las noticias sobre tierras al oeste de la Península Ibérica.
A la vuelta de este viaje a Italia Martín Alonso va a conocer a Cristóbal Colón. La fecha de mediados de junio de 1492 parece la más probable para situar el momento en que Cristóbal Colón y Martín Alonso se vieron por primera vez. Sobre este encuentro dice el testigo Rodrigo Prieto el Viejo, en respuesta a la tercera pregunta de los pleitos: “Cristóbal Colón vino a esta villa [Palos] para yr a las Indias con una provisión de sus altezas de los Reyes Católicos e questuvo en el monasterio de la Rábida muchos días y que trabajaba de hazer su armada y no hallaba gente y que se concerto con el dicho Martín Alonso Pinçon y ficieron sus convenençias, y si no se juntara el dicho Cristóbal Colón con el dicho Martín Alonso, ubiera harto que hazer en hazer el armada, porque no hallaba gente, y como el dicho Martín Alonso era ombre emparentado y sabio tenía munchos parientes onbres de la mar, como vieron que yva el dicho Martín Alonso en la armada, su hermano Viçeynte Añes e Francisco Pinçon, sus hermanos y otros muchos debdos y parientes por amor del fueron en la dicha armada porque era hombre de hecho”. Se da por válida esta declaración en lo fundamental, sobre el momento del conocimiento de Colón a Pinzón y de cuando ambos trataron una ayuda mutua. Esta idea es comúnmente aceptada incluso por Las Casas, que transcribe parte de esta conversación: “hicieron sus conveniençias”.
Fray Bartolomé de las Casas aporta aún más datos sobre esta primera relación y escribe de Pinzón: “El uno se llamaba Martín Alonso Pinzón y éste era el principal y más rico y honrado [...] con el principal Martín Alonso Pinzón comenzó Cristóbal Colón su plática, rogándole que fuese con él aquel viaje y llevase sus hermanos y parientes y amigos, y sin duda es de creer que debía prometer algo, porque nadie se mueve sino por su interese y utilidad”. Siguiendo la lectura de este capítulo 34, las Casas dice: “Martín Alonso Pinzón prestó a Cristóbal Colón el medio cuento o él y sus hermanos”.
Se considera suficientes las citas para concluir que ambos personajes se conocieron en junio de 1492. Parece ser que a Colón y Martín Alonso les presentó el fraile de la Rábida Juan Pérez, sirviendo de eslabón de unión entre ambos. Esta gestión hizo posible una conversación de negocios en que ambas partes acordaron realizar una sociedad verbal para realizar una expedición Atlántica, cuyos beneficios serían “a la parte”, según costumbre de la gente de mar.
En esta sociedad, Martín Alonso pondría el dinero que le faltaba a Colón, aproximadamente medio cuento de maravedíes y, lo más importante, las tripulaciones y apresto de las dos carabelas requisadas. El genovés, por su parte, ofrecía el plan y las ayudas y permisos reales ineludibles para llevarlo a efecto.
La solución adoptada parece, desde la lejanía del tiempo, una simbiosis perfecta en que cada socio necesitaría del otro para realizar su misión. Este período de tratos y de acercamiento de posiciones entre ambos socios se debió producir desde el momento de la llegada de Martín Alonso a Palos de su viaje a Italia, momento en que Juan Pérez, fraile de la Rábida, le presentaría a Colón.
La sociedad entre Martín Alonso Pinzón y Cristóbal Colón facilitó el contrato de marineros para el viaje. Se abrió, como era costumbre, un rol de enganche y en él se inscribieron todos los hombres necesarios, confiados en la pericia de Pinzón y porque era “gran marinero e hombre de buen consejo para la mar”. La mayoría de los hombres pertenecían al círculo de los Pinzón de Palos y los Niño de Moguer, a los que se debe unir los partidarios de Colón que van en la Santa María, los oficiales reales y cuatro palermos sacados de prisión para este menester.
Los hombres navegaban a sueldo de la Corona y recibían un salario según su categoría profesional. Así, Martín Alonso Pinzón recibía 4.000 maravedíes al mes; el grumete, percibía 666 maravedíes; los pilotos a razón de 1.750 maravedíes, caso de Sancho Ruiz de Gama; los maestres percibían 2.000 maravedíes al mes, como Francisco Martín Pinzón; los marineros tenían de sueldo al mes 1.000 maravedíes; el calafate lo mismo y los carpinteros cobraban según su habilidad, desde 833 de Juan Rodríguez a 4.000 de Gaspar Fernández; los alguaciles salían a razón de 2.000 maravedíes al mes, como Diego de Arana.
En la carabela Pinta, donde se piensa que se enrolaron unas treinta y cinco personas, se encontraba como capitán, Martín Alonso Pinzón, como maestre, su hermano Francisco, los pilotos Cristóbal García Sarmiento, Juan de Umbría y Juan de Jerez, el contramaestre Juan Quintero de Algruta, el calafate era Juan Pérez, el despensero García Hernández y el primero que vio tierra, que también iba en esta carabela, se llamaba Juan Rodríguez Bermejo (conocido como Rodrigo de Triana), y, por supuesto, sus dueños, Gómez Rascón y Cristóbal Quintero.
Al fin había llegado el día de la salida. Hernando Colón cuenta el momento: “Estando las tres [naves] provistas de todas las cosas necesarias, con noventa hombres, el 3 de agosto, al amanecer, dieron vela con rumbo a las Canarias.”
Durante los primeros días, el tres, el cuatro y el cinco de agosto, las tres naves de la expedición, la nao Santa María, Pinta y Niña, navegaron con normalidad. El día 6 se soltó el timón de la carabela Pinta, capitaneada por Martín Alonso Pinzón, lo que supuso una molestia considerable para proseguir el viaje. Algún cronista, como fray Bartolomé de las Casas, insinúa que ese hecho no fue un accidente, sino que los dueños de la carabela, Gómez Rascón y Cristóbal Quintero, que navegaban en ella, dañaron intencionadamente el navío. La Pinta arribó a la isla de Gran Canaria para reparar los daños observados en el timón.
Reparados los navíos y terminadas las “vivencias”, el sábado 8 de septiembre a las tres de la mañana, en plena noche, se levantó un suave viento del Nordeste que permitió salir del puerto a las tres naves e iniciar su camino rumbo al Oeste. Los primeros días de navegación el viento sopló ligero, y el 25 de septiembre Martín Alonso Pinzón comentaba a Colón que en la carta que el día 22 le había dejado aparecían unas islas situadas en la región en que en este momento se encontraban, y se preguntaba por qué no daban con ellas. El almirante, ante pregunta tan directa y hecha por un marino del prestigio del que tenía delante, no pudo sino comentar que: “así le parecía a él pero puesto que no hubiesen dado con ellas, lo debía haber causado las corrientes, que siempre habían hechado los navíos al Nordeste, y que no habían andado tanto como los pilotos decían”.
El día no terminó con este cambio de impresiones, sino que Pinzón siguió oteando el horizonte, y a eso de la puesta del sol, cuando es fácil confundir el cielo, el mar, la tierra y las nubes, los de la Pinta vieron tierra y así lo comunicaron al genovés. La escena puede imaginarse: al fin se lograba el propósito y el miedo de la gente desaparecía. Los hombres se subían a los mástiles y a la jarcia para poder observar mejor el lugar señalado como tierra y todos estaban convencidos de que así era. Incluso el propio Colón calculaba que habría unas 25 leguas, y de rodillas daba gracias a Dios. Mientras, los de la Pinta de Pinzón entonaban el “Gloria in excelsis Deo”, a los que se sumaron los de la carabela Niña y la nao capitana. Ante tal unanimidad, Colón decidió cambiar el rumbo y poner proa hacia la tierra situada al Suroeste, dirección en la que navegaron 17 leguas durante la noche. Pero el día deshizo la ilusión y la realidad se imponía.
Los muchos días en alta mar generaron malestar y posturas enfrentadas entre los hombres surgiendo actuaciones agresivas que se conocen como los motines de abordo. Estas sublevaciones fueron varias y se iniciaron cuando los tripulantes comprobaron que lo prometido por Colón no se cumplía. Surgieron al terminar la primera semana. Se trataba de un fenómeno producido por el miedo y la desconfianza de navegar hacia lo desconocido, y se producen de forma cíclica. El alboroto coincide con hallarse en un lugar donde debía haber islas, según las cartas náuticas de Colon, y no aparecían, lo que produce desconfianza en Colón e incluso en Pinzón, que habla con el descubridor y le comenta el estado de tensión de los hombres, “los cuales todos a una voz estaban determinados de se volver y alzarse contra él haciendo protestaciones”. La solución a la discordia llega con el grito de tierra lanzado este día, a última, por los hombres de la Pinta.
Pero la comprobación de la falsedad del descubrimiento reinicia el proceso. El 27 de septiembre, jueves, la gente estaba aplanada y navegaban por inercia, mientras la rebelión renacía y se fortalecía las jornadas 29 y 30, explotando el día 2 y 3 de octubre, esta vez con gran virulencia y duración, llegando hasta el día 6 en que Martín Alonso Pinzón propone a Colón cambiar de rumbo.
El genovés se mostró remiso a aceptar el consejo al verse fortalecido por el hecho de que desde la Niña se grita de nuevo tierra, resurgiendo la esperanza. Así, logra un margen en la ansiedad de los hombres. Pero esta vez ya desconfiaban de los gritos y el ciclo no se cerraba tan fácilmente. El motín continuaba y los hombres pedían directamente que destituyeran a Colón. El motín, si así se puede denominar, había triunfado, pero de manera civilizada, sin linchamientos.
El cambio de rumbo de la flota propuesto por Pinzón se efectuó el 7 por la noche, al día siguiente se mantuvo mientras se discutía la vuelta. Así llegó el jueves 11 de octubre, último día del plazo otorgado al genovés, en que se decidiría en uno u otro sentido la conclusión del viaje. Los sucesos que se desarrollaron este día entre las siete de la tarde y las dos de la mañana, momento en que se avistó tierra, merecen ser descritos: la carabela Pinta navegaba delante, porque era más velera. En ella iba por capitán Martín Alonso Pinzón cuando a eso de las dos horas del nuevo día, 12 de octubre viernes, uno de sus hombres, Juan Rodríguez Bermejo, gritó tierra, localizándola a dos leguas. De inmediato se hicieron las señales previstas, que eran un tiro de lombarda y alzar las banderas. De inmediato se puso la flotilla al pairo, esperando la amanecida para desembarcar.
Otra versión menos conocida es la de García Fernández, despensero de la carabela Pinta quien cuenta, en la declaración de los pleitos, en términos actualizados lo siguiente: “el dicho Martín Alonso se acercó al almirante y le dijo: ‘señor corramos cuarta en el Suoreste’ y Colón le respondió que de acuerdo. Comenta que el almirante siempre les animaba a todos y que no vieran tierra sino cambiaran de rumbo al Suroste donde encontraron la isla de Guanahani. La primera persona que la vió fue la gente que iba en la carabela Pinta, donde iba este testigo, y que Martín Alonso Pinzón mandó disparar las lombardas en señal de alegría, según estaba mandado, hacia el almirante, que venía detrás. Como descubrieron tierra, Martín Alonso esperó al almirante que llegase y una vez juntos Colón dijo: ‘señor Martín Alonso que habeis hallado tierra’, y entonces contestó Martín Alonso: ‘Señor mis albricias no se pierdan’ le respondió Colón ‘yo os mando cinco mil maravedís de aguinaldo’”.
La madrugada del viernes, día doce, los tres navíos de la flota anclaban frente a la costa Sur de la isla, preparándose para desembarcar en una playa en que se veían ya algunos nativos desnudos. Se trataba de los pobladores de una pequeña isla de las Lucayas, de unas 15 leguas de larga, con una laguna en medio, sin especiales promontorios que destacar y con abundancia de árboles, cuyo nombre, Guanahani, supieron más tarde los españoles por boca de los nativos, y a la que Colón bautizó como San Salvador.
El almirante arribó a la isla en el batel armado de la Santa María. Los otros dos capitanes, los Pinzón, actuaron de igual forma, y ya todos en tierra, Colón organizó la ceremonia de toma de posesión. Él llevaba la bandera real y los otros capitanes sendas banderas con una cruz verde cada una, y encima de la señal cristiana una F y una Y coronadas, como gallardetes reales. A continuación se siguió con la ceremonia de toma de posesión de la isla en nombre de los reyes de Castilla ante los dos Pinzón, el escribano Rodrigo de Escobedo, que anotando daba fe del acto, el veedor Rodrigo Sánchez de Segovia y el resto de las tripulaciones, bautizando en el acto a la isla con el nombre de San Salvador.
Colón ordena la exploración de las islas comarcanas y Pinzón, al igual que el resto de sus hombres, muestra una actitud obediente. Ejemplar fue la actuación del día 19 en que el almirante ordenó que cada navío tomase un rumbo distinto a modo de descubierta. Así la Pinta lo hizo al Este-Sureste, la Niña al Sur-Sureste, y la Santa María al Sureste.
Al final de la jornada los Pinzón vuelven temprano a la isla Isabela (Samoete). Colón en cambio arribó también a la Isabela, pero en el cabo que denominó Hermoso, al Suroeste, de forma que esta noche duermen separados los navíos. Colón escribe en este momento en la mar “que yo no se donde me vaya primero” dentro de un tono de desorientación. Este proceder dubitativo lo mantiene Colón durante el resto de octubre y en noviembre mientras visita Cuba, lo que provoca pérdida de confianza en los hombres. A ello se suma la forma de actuar en los rescates, que Colón prohíbe y que Martín Alonso tolera.
Al fin, el domingo 28 de octubre de 1492 llegaron a Cuba, isla que Colón bautizó con el nombre de Juana. El sábado 3 de noviembre la flotilla queda a la espera y Colón aprovecha para pasear por los alrededores disfrutando de la floresta. El domingo de mañana salió de caza y a la vuelta habló con Martín Alonso sobre unos palos que éste traía parecidos a la canela y comentaban cómo un marinero suyo portugués le habló de un indio que llevaba unos frutos rojos como nueces. Es más, el contramaestre de la Pinta dijo haber encontrado canelos, lo que hizo que Colón se trasladase al lugar del hallazgo donde pudo comprobar que era una confusión.
En este momento surgen las conversaciones de Martín Alonso con Colón sobre la localización y destino del viaje, aludiendo a la carta del físico florentino Paolo Toscanelli, que está utilizando para localizar el sitio donde se encuentra la armadilla sin conseguirlo. Martín Alonso Pinzón estaba al tanto de todas estas dudas, además de tener noticias de los nativos de la existencia de oro en otra isla y el deseo de volver. Es en este preciso momento cuando surge con fuerza la idea de la isla Babeque unida al oro. Será el viaje a esta isla situada al Este, coincidente con la ruta de vuelta, lo que proporcionará a Pinzón una disculpa para separarse.
Al amanecer del día 21 de noviembre, Colón tomó por primera vez en la mar la altura y se halló de nuevo a 42 grados latitud Norte. El genovés anota que tiene el cuadrante estropeado. Las Casas en el diario escribe: “Este día se separó Martín Alonso Pinzón con la carabela la Pinta, sin obediencia y voluntad del Almirante, por cudicia, diz que pensando que un indio que el almirante había mandado poner en aquella carabela le había de dar mucho oro, y asi, se fue sin esperar, sin causa de mal tiempo, sino porque quiso”. Este comentario lo complementa con unas palabras sacadas del diario de Colón que entrecomilla “...otras muchas me tiene hecho y dicho”.
Las Casas no comprende que los hombres de Martín Alonso ni el mismo Pinzón estaban dispuestos a seguir perdidos y volver a recorrer el camino hacia Cuba, sin ningún rumbo ni destino, por lo que Alonso Pinzón simplemente decidió seguir el rumbo marcado de ir a Babeque.
El miércoles 21 de noviembre por la noche, Martín Alonso navegó, según lo previsto, al Este, a Babeque, isla de la que le separaban 16 millas, mientras Colón decidió volver a Cuba. Debió ser por la tarde del día 21 cuando los navíos se separaron al realizar alguna maniobra con el viento, pero después no se volvieron a reunir. Pinzón con rumbo Este y poco viento navegó hacia Babeque (Great Inagua), isla a la que debió arribar el 23 por la mañana. A partir de este momento, desaparece todo el rastro y referencias escritas o bibliográficas sobre el proceder de Martín Alonso. Las jornadas de este viaje de cuarenta y cinco días de duración podrían reconstruirse y se hará seguidamente.
El recorrido empezó en Babeque, donde, tras unos días en tierra en que Martín Alonso comprobó que no había especial presencia de oro, trató de reunirse con el resto de la flotilla. Es probable que con rumbo Sureste se acercasen al final de Cuba y, ante el canal del viento, dudase qué camino tomar al no ver a Colón. Finalmente Pinzón optó por entrar en el canal que separa Cuba de la Española.
Ya en el canal no era fácil cambiar el rumbo, por lo que Martín Alonso decidió bordear la isla. A la salida de este canal las corrientes le debieron poner a la vista de Jamaica, isla que tocó en su costa noreste y comprobó que tampoco había riquezas especiales. Al no encontrar a Colón, Pinzón trató de volver a la derrota alternativa desde el punto de separación, pero las condiciones de navegación, corrientes y vientos no lo permitían, por lo que debió bordear la isla de la Española y navegando a su resguardo rodearla para salir al norte de la misma por el canal entre ella y Puerto Rico. Es posible que pudieran divisar esta isla de Boriquen desde la borda de la carabela. El 6 de enero estaban en un lugar que coincidía con la ruta que debía haber tomado Colón. Así ocurrió; ambas carabelas se encontraron. Sobre este recorrido quedan en la documentación algunos comentarios o frases que lo delatan.
Mientras Martín Alonso realizaba este viaje, su hermano Vicente con la carabela Niña tuvo que recoger a Colón cuya nao zozobró la noche de Navidad. Los planes de esta parte de la flotilla eran los de volver. El 1 de enero de 1493 seguían los preparativos para partir. Colón había enviado temprano la barca a recoger ruibarbo para traerlo a Castilla. Entre tanto el cacique Guacanagari le comentaba que había enviado a sus hombres por más oro y, en la espera, volvió la canoa despachada el día pasado con el indio y el español en busca de la Pinta, cuando se produjo la noticia del avistamiento de Martín Alonso. Estos emisarios comunicaron a Colón y Guacanagari que no habían encontrado nada, pero informaron a Colón de la abundancia de oro en aquellas zonas.
El miércoles de mañana, cuando parecía que la Niña iba a zarpar rumbo a España, el mal tiempo lo impidió. El domingo 6, a mediodía, Colón oteaba el horizonte desde la borda y mandó a un marinero que subiese al topo del mástil para vigilar los bajos. Cuando este hombre llegó a su lugar divisó a la carabela Pinta de Pinzón que navegaba rumbo Oeste con buen viento. La llegada de Martín Alonso y sus hombres fue rápida, favorecida por la brisa, lo que permitió que ambos personajes y sus tripulaciones se reunieran con claras muestras de sorpresa y agrado según cada uno. Pasados los momentos del saludo debían seguir navegando y, siguiendo los consejos del mayor de los Pinzón, decidieron desandar diez leguas en busca de un puerto seguro. Martín Alonso parece que pasó a la Niña “a sé excusar, diciendo que se había perdido contra su voluntad”.
Colón anota su versión del recorrido de Martín Alonso Pinzón desde el 22 de noviembre. Dice que el palermo fue a Baneque donde no halló oro y se vino a la costa de la Española (de Bohío) siguiendo la indicación de los indios que llevaba, quienes afirmaban que en esta isla había mucho oro. Con este propósito los hombres de la Pinta habrían arribado a la Española, cerca de la Navidad, hacía unos veinte días. Colón sigue escribiendo y afirma que esta carabela Pinta había rescatado mucho oro y que la mitad de todo ello se lo había quedado Martín Alonso Pinzón y el resto su gente. Así finalizaba el suceso de la separación de la carabela Pinta iniciado en noviembre de 1492.
El 7 de enero, primer lunes del año 1493, los marineros de ambas carabelas amanecieron alegres por el reencuentro y porque veían próxima su vuelta. De buena mañana los entendidos en carpintería y calafateado comenzaron las labores de aderezo de la Pinta, mientras el resto se afanaba en recoger leña, alimentos y aquellas materias necesarias para el largo retorno a España. Distinto era el ambiente entre los capitanes, donde se apreciaba la tensión entre los Pinzón y el almirante.
Sufría Colón mal el trato de los Pinzón y sus tripulaciones; se sentía desplazado y deseaba volver. El miércoles 9, a media noche, sopló viento Sudeste y zarpó con deseo de iniciar la vuelta. Navegó al Este- Nordeste hasta la Punta Roja. Al llegar la noche, se quedó a pernoctar al abrigo de este cabo. Con el reposo nocturno el almirante se afirmaba más en volver, incluso ya sin ver más cosas, porque ya había encontrado lo que buscaba, y además no quería reñir más con Martín Alonso Pinzón, al menos, hasta que los Reyes no conociesen las noticias de los descubrimientos. “Después no sufriré, dice él, [Colón] hechos de malas personas y de poca virtud, las cuales contra quien les dio aquella honra presumen hacer su voluntad con poco acatamiento”. Comentario que plasma la situación de olvido que sufría en las carabelas, donde iba como invitado al haber perdido su nao, la Santa María, y a buena parte de sus hombres que dejó en el fuerte de la Navidad.
Las carabelas la Pinta y la Niña al fin zarpan juntas tres horas antes de la salida del sol del día 16 de enero, miércoles, del golfo de las Flechas. Soplaba el vientecillo habitual de las mañanas en esta zona, viento terral del Suroeste, que roló al Oeste, con lo que las tripulaciones pudieron poner rumbo Este cuarta del Nordeste.
El jueves 17 ambas carabelas amanecen ya en la inmensidad del mar sin tierra a la vista. Sus ocupantes sólo tenían una preocupación y era encontrar el viento Oeste que les llevase a su hogar. Al amanecer del viernes 18 el viento estaba muy encalmado, tanto que el almirante calcula que habrían navegado sólo 15 leguas con rumbos propios de bordas en el intento de navegar contra el viento. La situación era tensa en las carabelas por lo poco que avanzaban.
El día 4 de febrero, los descubridores habían contactado con la corriente de vuelta, con los vientos del Oeste que les traerán a España. Con estas condiciones de navegación el ánimo de los hombres subió y ya se veían en la región de las Azores. Siguen navegando ambas carabelas unidas hasta el día 14 en que se separaron por culpa de una tormenta.
Se sigue el viaje de Martín Alonso y su carabela Pinta desde el último punto conocido al Oeste, cerca de la isla de Santa María a 36º latitud y 20º de longitud Oeste, hasta Bayona de Galicia a 42º latitud y 3º de longitud. El día 15 de febrero era viernes y el primero que la carabela Pinta de Martín Alonso navegaba en solitario, con el temor de que la Niña y con ella su hermano y el resto de la tripulación hubiesen perecido en la gran tormenta que les separó. Al final del día la Pinta habría recorrido sobre treinta leguas y se habría colado entre la isla San Miguel y Santa María con rumbo Noreste.
Navegaron toda la noche con buen viento y en la mañana del 16 estaban en mar abierto, habiendo dejado atrás las Azores. Posiblemente Martín Alonso estaba a 36º 30’ latitud Norte, a veinte leguas al Este de la isla de San Miguel. Este día el viento continuó rolando hacia del Noroeste al Noreste, lo que impuso un rumbo muy hacia el Norte tratando de ganar el Este todo lo posible. Pero se sabe que la Pinta navegaba mal de bolina, lo que la haría nortear bastante. Desde el domingo 17, que no aparece en el diario, hasta el 28 en que los marineros de la Pinta avistaron Galicia, su carabela recorrió de 18º de longitud hasta los 3º en que se encuentra Bayona. Lo que nos da unos 15º o unas 333 leguas, que divididas entre los once días que tardaron en llegar a la población gallega nos aporta una velocidad de treinta leguas diarias, que es la misma que recorrieron el día del que se tienen datos.
Todo lo expuesto lleva a afirmar que Martín Alonso, con sus hombres y la Pinta, siguieron el plan previsto de navegación, sin acceder al archipiélago por ser innecesario y tenerlo prohibido, y llegaron a tierra, lejos de su meta en Palos por causa de los vientos, pero lo hicieron en territorio español, como lo tenían ordenado. Así, seguramente en la mañana del último día de febrero, los habitantes de Bayona vieron arribar a la carabela Pinta, que traía la nueva del descubrimiento.
Se sabe que Martín Alonso llegó a tierra muy enfermo y que en Bayona trataría de cuidarse en los días que permaneció allí, desde el 28 al 12 de marzo que probablemente zarpó rumbo a Palos. ¿Pero qué hicieron tanto Martín Alonso como sus hombres en estas casi dos semanas de estancia en Galicia? La respuesta está dificultada por la poca difusión de la noticia y por razones políticas.
Martín Alonso y sus hombres descansaron y contaron lo que habían visto, y repetían en sus comentarios ideas que podían aclarar la realidad de lo sucedido en Indias. Así, Juan de Moguer dice que, “si no fuera por el dicho Martín Alonso Pinzón, que el dicho Almirante se volviera del camino e no descubriera la tierra, e que por su yndustria e saber del dicho Martín Alonso se descubrió la tierra, e quel dicho Martín Alonso descubrió la isla Española e el oro della desde el rio que dicen de Martín Alonso, donde primero llegó e surgió que otra persona alguna e puso su nombre al dicho puerto e rio”.
Apenas arribó a tierra Martín Alonso Pinzón envió un correo a los monarcas comunicándoles el descubrimiento de unas islas, tal y como nos confirman las palabras del cronista aragonés Jerónimo Zurita: “que había llegado nueva por una carabela de las que fueron con Colón, que aportó a Galicia”.
Desde la localidad gallega, Martín Alonso Pinzón decidió poner rumbo a su tierra el lunes 11 por la tarde o el 12 de marzo. La velera carabela Pinta con viento Noroeste pero al abrigo de tierra, pudo navegar rumbo Sur, si bien con cierta dificultad por lo que tardó cuatro jornadas y media en avistar la ría del Saltés, y a media tarde navegaba aguas arriba hasta el fondeadero de Palos, donde vio anclada a la carabela Niña. Según cuenta su primo Hernán Pérez Mateos, que lo vio, Martín Alonso llegó “a la villa de Palos, no entrando dentro se fue a una heredad suya que está en término de Moguer e alli adoleció, e estando doliente lo truxeron çiertos debdos suyos a un monasterio de franciscanos que se dize la Rávida en términos de palos a donde el dicho Martín Alonso falleció desta presente vida.”
La llamada de la reina llegó demasiado tarde, según cuenta Colmenero “vido que la reyna doña Ysabel mandó un mensajero que fuese Martín Alonso Pinçón ante ella, para se informar e gratificar e remunerar sus serviçios; y quando el mensajero vino [a Palos], hera fallesçido; el dicho Martín Alonso no fue [...]” (Jesús Varela Marcos, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Vicente Yáñez Pinzón, (Palos de la Frontera (Huelva), c. 1461-1462 – Sevilla, septiembre de 1514). Marino, descubridor.
Vicente Yáñez Pinzón era hijo de Martín Alonso Pinzón y de Mayor Vicente. Tenía otros dos hermanos, uno menor que él, Francisco Martín Pinzón y otro mayor, Martín Alonso Pinzón. Sobre los orígenes de esta familia, escribe Alice Gould, que podía tener sus raíces en Aragón o en la montaña castellana. Lo cierto es que, en los momentos del Descubrimiento del Nuevo Mundo, estaba perfectamente asentada en la villa de Palos. La tradición familiar era larga y siempre dedicada al mar por lo que Vicente desde niño navegó en las carabelas de la familia, y si con su padre trabajó poco por su muerte temprana, sí lo hizo con su hermano, como grumete primero y como marino después, aprendiendo el oficio del mar de Martín Alonso.
Pinzón se casó en primeras nupcias con Teresa Rodríguez, con quien engendró dos hijas: Ana Rodríguez y Juana González, conocidas vulgarmente como “las Pinzonas”. La Historia registra que Ana, la mayor, se casó con García Álvarez y vivía en el barrio de Triana, en Sevilla; y Juana se casó con Alfonso Núñez Tenorio y vivía en San Juan del Puerto. Al regreso de su viaje con Solís al fondo del Caribe en 1509, Vicente Yáñez se casó de nuevo, esta vez con Ana Núñez de Trujillo, con quien vivió en Sevilla hasta el final de sus días.
La vida de Vicente Yáñez se desarrolló en el comercio marítimo siguiendo la costumbre familiar. Pronto se enroló en un navío a las órdenes de su hermano Martín Alonso y su nombre aparece mencionado, por primera vez, en un documento sobre la piratería en 1477, donde se dice “Vicens Anes Pinsón, de la vila de Pals”, relacionándole con unos desmanes y robos en las costas catalanas hechos por tres carabelas castellanas al mando de Diego de Mora de Sevilla.
En estas andanzas vivió otros episodios que se han calificado como piráticos, es el caso del viaje que realizó en 1478 con su hermano Martín en la carabela La Condesa al centro del Mediterráneo español, donde apresaron un navío, denominado Vallener, cargado de trigo y otras mercancías de mercado, que estaba fletado por unos vecinos de Ibiza.
De nuevo aparece la figura de Vicente Yáñez relacionado con el viaje del descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492, evento en que, si bien la mayor importancia la tuvo su hermano Martín, sin embargo él participará de forma activa capitaneando una de las carabelas, la Niña.
Para seguir la actuación de este Pinzón en el viaje de 1492 o viaje descubridor, hay que remitirse a la actuación de su hermano Martín Alonso, bajo cuya autoridad y dirección actuó siempre. Si acaso, hay que destacar los momentos en que Vicente Yáñez estuvo separado de su hermano, y por tanto tuvo que tomar las decisiones, principalmente náuticas, que creyó necesarias.
Recuérdese que Vicente Yáñez zarpó en su carabela Niña del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 junto con la Santa María de Colón y la Pinta que capitaneaba su hermano mayor Martín. Realizó con la flotilla el viaje hasta las islas Canarias donde arribaron el día 9, permaneciendo en el archipiélago hasta el 9 de septiembre fecha en que la flotilla navegaba en mar abierto rumbo Oeste.
Vicente fue testigo directo de todos los avatares de la travesía y ayudó a su hermano Martín Alonso a sofocar los motines contra Cristóbal Colón, a los que la larga permanencia en alta mar había conducido a los marineros. Pinzón estuvo presente el 12 de octubre en la ceremonia de toma de posesión de la isla de San Salvador. Tanto él como sus hermanos, llevaban en la mano una bandera con una cruz verde, y encima de la señal cristiana una F y una Y coronadas, como gallardetes reales, siguiendo el protocolo del acto. En los días que siguieron al descubrimiento, Yáñez siguió las órdenes que Colón dio para descubrir la región.
La vida de los componentes de la armadilla discurría de asombro en asombro por la belleza de los lugares, pero iban apareciendo algunos problemas derivados de la desorientación que producía la actuación colombina. Este proceder generó desazón entre las personas, si bien en la Niña el sentimiento no era tan fuerte, pues las costumbres de abordo se conservaban similares a las de España, y se permitía a los hombres rescatar y cambiar mercancías con los nativos.
A esta altura de la misión, dos hechos van a sobresaltar la vida de Vicente Yáñez: uno fue la separación de la carabela Pinta, capitaneada por su hermano, que implicó una actitud hosca por parte de Colón, resultando difícil la convivencia; y el segundo, la pérdida de la nao Santa María la noche de Navidad en la isla La Española. Esta desgracia supuso para Yáñez tener que compartir el espacio de su pequeña carabela con los náufragos y dar el mando a Colón. Este último extremo necesitaría un estudio, pero acuérdese que debió resultar embarazoso para Vicente que tuvo que soportar la presencia continuada del genovés, y sus continuas quejas sobre la actuación de su hermano Martín.
Este período de tensión terminó el 6 de enero de 1493 con la vuelta de Martín Alonso y con la elaboración del plan de vuelta. Sin embargo, se repetirá la situación de nuevo en alta mar, en concreto el 14 de febrero, día en que ambas carabelas se separaron por los efectos de una gran tormenta. A partir de este momento, Yáñez Pinzón observa cómo la tensión sube mucho entre los tripulantes ante el miedo cierto de zozobrar, y por no tener noticias de la carabela Pinta que podía haber naufragado con sus dos hermanos.
Al fin el día 18 de febrero avistaron la isla de Santa María, del archipiélago de las Azores, y con ello retorna la esperanza en la marinería. Sucedieron los conocidos acontecimientos desagradables con los portugueses, y al fin Colón y Vicente Yáñez pusieron rumbo a la Península, teniendo que afrontar duras tormentas de nuevo. Extenuados por la insistencia de tormentas, el 4 de marzo avistaron tierra firme, frente a la roca de Çintra y, costeando, llegaron al puerto de Lisboa. Estaban salvados, si bien Vicente Yáñez tendría el temor de lo que le habría ocurrido a la carabela Pinta de su hermano. Esta última etapa del viaje la pasó Pinzón en Portugal y no se conoce cuál fue su papel en las conversaciones de Colón con Juan II. Sólo consta que el día 13 de marzo zarpó de Lisboa rumbo al puerto español de Palos, como lo tenían ordenado. De este último recorrido no hay noticias, sólo se sabe que la carabela entraba en puerto el 15 de marzo, el mismo día que lo hacía la carabela Pinta de su hermano Martín Alonso Pinzón. La zozobra había terminado y ahora venía el momento de las cuentas. Sin embargo, el esperando enfrentamiento de los Pinzón con Colón no se produjo por la pronta muerte de su hermano en la Rábida, y porque Vicente Yáñez desaparece del horizonte de la organización del segundo viaje.
No se conoce el motivo de esta aparente separación del joven Pinzón de la carrera del Nuevo Mundo, sólo consta que se trasladó a Barcelona a mediados de 1493. Allí recibió de los Reyes Católicos 34.000 maravedís en cuatro pagas abonadas en la Ciudad Condal, hecho que recuerda los salarios a Colón antes del descubrimiento, cuando estaba en la Corte. Se puede considerar esta actuación real como paga de mantenimiento, que se entregaba a los pilotos en reserva. Es probable que los Reyes se quedasen con Pinzón como un seguro de conocimiento de la ruta de los descubrimientos, por si Colón tenía dificultades.
Entre tanto, en 1494, los Reyes Católicos encomendaron a Vicente Yáñez una interesante misión particular y privada “al levante” mediterráneo, relacionada con la actividad española en Nápoles y Sicilia. Pinzón capitaneaba una flotilla de dos carabelas: el navío Vicente Yáñez, de 47 toneles, y la Frayla de 50 toneles. Se asignó al palermo un sueldo anual de 20.000 maravedís, como capitán único. En cada navío irían unos cuarenta hombres, de diversas profesiones, pero aguerridos. El servicio era personal a la causa de los Reyes, en concreto a don Fernando, y por el espacio de dos años. El inicio de esta misión fue a primeros de enero de 1496. El itinerario de la misión a realizar lo trazó Fonseca, y mandó que Pinzón y sus barcos se presentasen en Tortosa con los barcos y la gente para servir a los Reyes donde le mandasen. De allí, como buen piloto del Mediterráneo, Pinzón navegó por el cabo Creus, por el golfo de León a Marsella o islas Hyers, luego por el mar de Liguria hasta Génova, y por el Tirreno a Roma, Nápoles y Sicilia. En esta isla Pinzón y sus hombres intervendrían en la guerra de Nápoles a lado de los soldados del Rey Católico.
Dentro de la nueva política de descubrimientos, dirigida por Juan Rodríguez de Fonseca, Vicente Yáñez Pinzón y su familia firmaron una capitulación en Sevilla el día 6 de junio de 1499 para viajar al Oeste y conseguir llegar al Maluco. Los Pinzón querían aprovechar la oportunidad que les daba la situación política de tensión entre ambas coronas ibéricas, y por ello aportaron capital familiar para acelerar todos los trámites burocráticos y facilitar la salida. La flotilla zarpó del río Saltés, desde donde se dirigió a Sevilla para ultimar gestiones con Juan Rodríguez de Fonseca y, una vez logrado su propósito de favorecerse con descuentos fiscales en su cargazón, la armadilla se dirigió por el río Guadalquivir hacia la costa andaluza.
Vicente Yáñez Pinzón zarpaba del puerto de Sanlúcar de Barrameda en los primeros días de diciembre de 1499, adelantándose a Diego de Lepe, que tenía idéntico propósito, con la misión de ir al Catay y Cipango. El jefe de la familia de los Pinzón realizaba esta arriesgada misión conocedor ya de los resultados positivos de los portugueses, pues Vasco de Gama había regresado en el verano del 1498 con buenos resultados comerciales, y además disponía de las anotaciones cartográficas del viaje de Alonso de Ojeda-Cosa- Vespucio, que le había proporcionado en Sevilla Juan Rodríguez de Fonseca, confirmándoselo con estas palabras: “vos Vicente Yañez Pinzón e los otros que con vos se juntaren que fueren para el viaje susodicho ayays de armar a vuestra costa e misión e para ello Sus Altezas vos dan e nos en su nombre [Fonseca] vos damos y daremos todo favor e ayuda que menester fuere para faser el dicho viaje, como viaje fecho por mandado de Sus Altezas en su servicio”.
Con Pinzón viajaban, como capitanes, su hermano Diego Martín, su sobrino Arias Pérez, hijo de Martín Alonso, y Diego Fernández Colmenero. Dispuso además de un magnífico equipo de hombres de mar, encabezado por los pilotos Juan de Xerez, Juan de Umbría y Juan de Quintero, que mandarán un grupo de marineros como: Pedro Mendel, Cristóbal de Vega, Diego de Alfaro, Pedro Ledesma, Bartolomé Martín, Manuel de Valdovinos, Pero Ramírez, Juan de Palencia, García Fernández, Antón Fernández Colmenero, Diego Prieto Juan Calvo, García Ferrando (Hernando) físico de Palos, Juan Martín, Francisco Martín y otros desconocidos hasta un total aproximado de sesenta y cinco hombres. Todos, o la mayor parte de estas tripulaciones, eran expertos conocedores de las nuevas rutas por haber participado ya antes en estos viajes.
Este buen equipo humano muy unido por lazos familiares, se completaba con cuatro carabelas de poco calado, muy aptas para la labor de descubrimiento. Asimismo, el dinero suficiente como para un alto viaje, reuniéndolo en su totalidad de la familia Pinzón. Pues parece que la intención de estos palermos era llevar a término la idea que Colón no había logrado en el primer y tercer viajes.
Terminaba el año 1499 y todo el pueblo de Sevilla contemplaba las cuatro carabelas que estaban ya prestas a zarpar, junto con los hombres. A la salida a mar abierto en el pueblo de Sanlúcar, Vicente Yáñez Pinzón, capitán principal de toda la flotilla, ordenó rumbo Suroeste camino de Canarias. En unos días avistaron las islas, que según el testigo, Pedro Ramírez, pasaron de largo con prisa. En esta ocasión la flota no toma la ruta de los Alisios, sino que Pinzón ordenó rumbo Sur, hasta el archipiélago portugués de Cabo Verde, en concreto a la isla de Santiago, donde pasaría las fiestas navideñas. Esta determinación es significativa, pues suponía navegar por aguas reservadas a Portugal desde el Tratado de Tordesillas. Ello implicaba un alto grado de secreto, al menos en la ruta y los objetivos de la flota.
El capitán general de la flota, Vicente Yáñez, ordenó zarpar de la isla de Santiago el 13 de enero de 1500. Su intención y plan secreto del viaje era una larga travesía del océano Atlántico con destino a la China. El rumbo que eligió para su flotilla fue Suroeste con el que se desplazó unas 300 leguas mar adentro. Navegaban con comodidad hasta que se desató una tempestad tropical, que les arrastra situándoles en una latitud en que ya no divisaban la estrella Polar. Según Max Justo Güedes, a unos 5.º de latitud Norte, y 33.º de longitud Oeste. Una vez que finalizó la tormenta, la flota se encontró que estaba en el área de las calmas. En esta región el régimen de vientos dificulta el desplazamiento y navegaron hasta situarse sobre 1.º Norte de latitud. A partir de este momento encabalgaron los bordes de la corriente del Alisio del Sudeste, que les llevó a navegar 240 leguas más y a avistar una punta de tierra a 540 leguas de Cabo Verde, el día 24 de enero de 1500. El nombre que pusieron a este cabo fue el de Consolación. Si bien, algunos declararon que se denominó Rostro Hermoso, y Pinzón nombró a esta punta como cabo de Santa María. Estas denominaciones señalan un único lugar que investigadores de prestigio, caso Capistrano de Abreu, Güedes, han identificado como la Punta Macuripe.
Mientras Pinzón navegaba, capitanes y pilotos iban carteando, dibujando estos lugares y escribiendo los nombres con que les iban llamando, a modo de bautizo. Se conocen por estar recogidos en la carta de Juan de la Cosa, como cabo Santa María, río Fermoso, playa de arena, isla de baciabarriles, o rio do se halló una cruz, Bahía San Marcos etc., hasta el Ecuador, donde encontraron un fenómeno extraordinario como era la presencia de agua dulce a 30 leguas mar adentro. Este hecho está provocado por la desembocadura de un río fantástico que denominaron río Grande. Se trataba de la bahía de San Marcos. Por la desembocadura de este río se introdujo toda la flota y navegaron remontándole. En él pescaron un atún o marrajo, y mientras estaban anclados una gran ola les elevó cuatro brazas.
Pinzón y sus hombres zarparon de la actual bahía San Marcos, y siguieron costeando, navegando por delante de otro gran río de agua dulce, el actual Pará, que pasaron de largo al comprobar la presencia de Diego de Lepe. Sin embargo, entraron y reconocieron el archipiélago de la desembocadura del río Amazonas. Resulta así que la costa brasileña, al Noroeste del actual Amazonas, también fue descubierta por Pinzón, siendo, por tanto, ambos paleños codescubridores del Brasil en tiempo y lugar.
Ya fuera del litoral del actual Brasil, navegaban ambas flotillas una en pos de otra. Encabezaban la ruta las naves de Vicente Yáñez Pinzón, al haber pasado a Lepe en el río Pará, y serán las primeras en llegar a los territorios descubiertos por Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa y Américo Vespucio meses antes.
Pinzón, al llegar al Orinoco, se introdujo en sus aguas por la boca Sur, para cargar tres mil libras de palo brasil. Días después llegó Diego de Lepe, que hizo lo propio y posibilitó así el encuentro de ambos capitanes en este majestuoso río, con lo que se conformaba una armada de seis carabelas de hombres de Palos en su mayoría.
A principios de mayo del año 1500 y, ya en mar abierto, siguieron por la isla de Trinidad, isla de Mayo, por las islas de Barlovento a la de Guadalupe, y ambas armadas unidas llegaron hasta la isla de San Juan de Puerto Rico. La flotilla de cuatro carabelas de Vicente Yáñez Pinzón no estaba dispuesta a regresar a España con la poca carga que tenía, pues suponía la ruina para una empresa familiar como ésta, por lo que Pinzón decidió navegar desde San Juan hacia regiones caribeñas, ya conocidas por él desde el primer viaje que hizo con Colón en 1492, y tratar de rescatar, comerciar y cargar todo lo posible para evitar la quiebra. Con tal intención zarparon de la isla de Puerto Rico, y se dirigieron hacia la isla Española desembarcando en su región Nororiental.
Hay pocos datos concretos del recorrido de Pinzón y sus cuatro carabelas por estas regiones descubiertas en el primer viaje de Colón, tan sólo las que proporciona Anglería y las declaraciones de un testigo en los pleitos. Se trata de un tal Pedro Ramírez, compañero de Pinzón, que cuenta el viaje, y dice que desde la isla de Mayo “fueron su viaje a dar a la isla de Guadalupe, que es a las once mil vírgenes, e de allí se partieron a San Juan, e de San Juan fueron a la Isabela, e de allí fueron a otra isla que dizen Samana e a otra someto e a otra Maguana”.
Mártir de Anglería completa esta información cuando escribe que, ya en julio, les sobrevino una gran tormenta que hizo zozobrar dos carabelas y apunto estuvo de anegar otra, causando muchos desperfectos a la cuarta. El cronista italiano hace ver que la situación fue tan desesperada que los supervivientes del cuarto navío, que estaban en tierra sufriendo el embate de la tempestad, pensaron en construir alojamientos para vivir como náufragos y enfrentarse a los peligros de la región. Nada aclara dónde estaban en el momento de la tempestad en qué isla, ni el sentido del recorrido.
En otra fuente, en este caso cartográfica, y correspondiente al mapa de Juan de la Cosa, aparece reflejado el recorrido por este área del Caribe señalizado por banderolas. Estas noticias de los avatares de Pinzón en el Caribe las tuvo que dar obligadamente el propio Vicente Yáñez después de septiembre de 1500, pues Lepe ya no estaba con ellos, sino que había regresado a Castilla. Este dato resulta fundamental para situar a Vicente Yáñez en España antes de 1501, y antes de la conclusión de la pintura de la carta o planisferio de Juan de la Cosa.
Una vez repuestos de la pérdida de dos carabelas y reconstruyendo, como pudieron, las dos que se salvaron, decidieron regresar de inmediato a Castilla arribando al puerto de Palos el 30 de septiembre de 1500, hambrientos y en muy mal estado físico.
De vuelta a casa, Vicente va ha ser honrado por el rey Católico que, para compensar el valor y los esfuerzos de este palermo valiente, le va a armar caballero. El acto de introducirle en la hidalguía castellana tuvo lugar el 8 de agosto de 1501 en la Alhambra de Granada en la Torre de Comares. Pinzón comentó al rey “que bien sabia cómo le abia muy bien servido en las guerras pasadas, especialmente en el descubrir de las Indias”.
El acto resultó muy brillante golpeando el Rey los hombros de Pinzón con una espada que éste llevaba en su vaina. El nombramiento llevaba aparejado una serie de beneficios, como era la exención de impuestos, igualándole a los demás caballeros del Rey, además este privilegio era para sí y sus descendientes; el consiguiente ascenso social y la posibilidad de llegar a los más altos cargos de la Marina.
La siguiente etapa importante en la vida de Pinzón corresponde a su presencia en Burgos, donde se celebró la junta general de pilotos en marzo de este 1508. Como consecuencia de esta junta, se determina viajar a la Especiería. El documento para la realización del viaje se fechó en Burgos el 23 de marzo de 1508 y se otorgó a Pinzón y Solís conjuntamente. La capitulación firmada y tomada contenía el encargo de encontrar el paso a Oriente por Occidente.
A la expedición se les unió el afamado piloto Pedro de Ledesma, que había viajado con Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje y por tanto debía tener conocimientos de las tierras descubiertas en la costa centroamericana.
El costo de esta expedición ascendió, según el profesor Ramón Ezquerra, a 1.780.863 maravedís. Los navíos fueron el San Benito, que capitaneaba Vicente Yáñez, y la nao Magdalena, que dirigía Díaz de Solís. La fecha de partida se desconoce, pero Navarrete aventura el 29 de junio de 1508.
Del itinerario en aguas americanas se dispone de pocos datos y contradictorios. La cartografía debe ayudar; se piensa que el recorrido de este viaje fue el que nos describe el piloto de este viaje, Pedro de Ledesma, quien en los pleitos colombinos declaró que: “descubrieron delante de la tierra de Veragua a una parte de la vía del Norte todo lo que hasta hoy (1513) esta ganado desde la isla de Guanaja hasta el Norte y que estas tierras se llaman Chavañin y Pintigua e allegaron por la vía del Norte fasta veintitrés grados e medio...”. Se cree que llegados de España, los expedicionarios visitarían a frey Nicolás de Ovando, gobernador de La Española, y de allí zarparían rumbo a las islas Guanajas. Era el inicio del proyecto de ir al Catay. La flotilla de Pinzón-Solís recorrió la fachada del Sureste de la península de Yucatán, y entró en el golfo mexicano navegando hasta los 23º,30’.
Vicente Pinzón en las probanzas de 1513, dice que descubrió: “desde la isla de guanaxa fasta la provincia de Camarona; yendo la costa de luengo fasya el oriente está otra provincia que se llama Chabañin e Pintigua, que descubriola este testigo e Juan Solis, e que asi mismo descubrieron yendo la costa de luengo, una gran baya que le pusieron la Gran baya de la Navidad, e que de allí descubrió este testigo las syerras de Carya e otras tierras demas adelante, e que a estas provincias nunca el dicho don Cristóbal colón ni otro por él llegó”.
Se piensa que la región recorrida en este viaje está en el primer mapa impreso de América, y que lo publicó Anglería en sus Décadas, siendo su autor Fonseca y su fecha 1514, y de él se tratará de extraer un contorno para reconstruir este viaje.
Solís-Pinzón, de regreso, tocaron en Santo Domingo en mayo de 1509 y allí tuvieron unos problemillas con el gobernador frey Nicolás de Ovando que les registró la armadilla y les quitó unos indios que declaraban habían tomado como lenguas. Unas jornadas más tarde, ambos capitanes zarpaban rumbo a España donde arribaron el 29 de agosto de 1509, según reza en la nómina de Vicente Yáñez, a quien se le pagó el servicio a la Corona hasta dicha fecha.
El resultado de la expedición fue considerado en la Corte como negativo y se les abrirá proceso a Solís y Pinzón. El pleito pretendía determinar si habían cumplido con la capitulación, pues se tenían fundadas sospechas de que habían hecho negocios particulares en una expedición patrocinada por la Corona. En un primer momento llegó a encarcelárseles, pero tras el envío de unos guanines por Ledesma a Valladolid, donde estaba el Rey, se resolvió favorablemente el pleito, y don Fernando ordenó a la Casa de la Contratación que empleara a Pinzón, mientras que nombraron a Ledesma piloto de la Casa de la Contratación.
La vuelta del viaje al Caribe y la Real Orden del rey Fernando de 8 abril de 1510 agradeciendo a Pinzón sus trabajos marcan la última etapa de su vida. En ella destaca su segundo matrimonio con Ana Núñez que celebró en Sevilla en el verano de 1509, pasando a vivir a la colación de San Salvador. Vivió en Sevilla en torno a la Casa de la Contratación, asistiendo al crecimiento del comercio indiano. En 1510, Pinzón sirvió a la institución sevillana realizando viajes por asuntos económicos a Madrid.
Al año siguiente Vicente Yáñez participó en el problema de espionaje del portugués Alonso Álvares, y en 1512 se ocupó de sus asuntos económicos relacionados con las propiedades en Sevilla. En la reanudación de los pleitos colombinos se le llamó a declarar en la probanza de 1513, donde respondió a las preguntas relacionadas con el tercer viaje de Cristóbal Colón.
En 1514 parece que va realizar un viaje organizado por la Corona y dirigido por Pedrarias Dávila. El rey Fernando el Católico le pidió personalmente que ayudase a esta armada con sus conocimientos y Pinzón se avino a ello. Por tal motivo, participó en el apresto del viaje y preparó la carabela Santi Spiritus de la que era capitán, pero ya en la costa, y antes de la salida definitiva, se sintió enfermo y escribió al Rey al respecto, quien le pidió que no embarcase por carta de 14 de marzo de 1514. Le sustituyó Rodrigo Yáñez, y Pinzón se trasladó a Sevilla donde murió en su casa de la calle Sola del Marino, en el barrio de Triana, en septiembre de 1514 (Jesús Varela Marcos, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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