Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la localidad de Torre de la Reina (Guillena), en la provincia de Sevilla.
Hoy, 22 de agosto, Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Reina, que engendró al Hijo de Dios, Príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y que es saludada por el pueblo cristiano como Reina del cielo y Madre de misericordia [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la localidad de Torre de la Reina (Guillena), en la provincia de Sevilla, cuya iglesia parroquial tiene por titular a la Virgen María Reina, "Regina Mundi".
Textos y fotografías recogidos de Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020.
A mediados del siglo XX el INC construyó, en la Zona Regable del Viar situada entre los municipios de Alcalá del Río y La Rinconada, cuatro pueblos de colonización Torre la Reina, Esquivel, San Ignacio del Viar y El Viar. Estos pueblos tan distintos han sido estudiados por el profesor Manuel Calzada Pérez, como ejemplos de la arquitectura española de los años cincuenta que se debaten entre la modernidad y la tradición.
Torre de la Reina es una pedanía de Guillena de la que dista 7 km. Está situada en la comarca de la Sierra Norte a tan sólo 16 km de Sevilla. Fue el primer poblado proyectado en la Zona Regable del Viar, después de la construcción de las viviendas diseminadas de la finca Las Torres de 1948. El proyecto del año 1952 1 de Torre de la Reina es del arquitecto José Tamés Alarcón, jefe del Servicio de Arquitectura del INC. Su intención era crear un pueblo de colonización que reuniera todos los requisitos y logros alcanzados por el Instituto hasta ese momento, que representara la verdadera imagen de "pueblo español". Debía servir de modelo y arquetipo a los nuevos proyectos que realizaran otros arquitectos para el Instituto.
Tamés se inspiró en la arquitectura popular de Écija . El trazado urbanístico se estructura mediante dos ejes principales perpendiculares no rectilíneos, quebrados o con casas retranqueadas, que se cruzan estableciendo en ese lugar la plaza, el centro cívico. Un modelo tradicional, al que el arquitecto introduce la adaptación y reinterpretación al medio rural de la manzana Radburn, dándole un toque de modernidad e innovación. Las calles no eran totalmente rectas para evitar las perspectivas infinitas, se estableció la separación del tráfico de las personas de la de carros y bestias, los cruces en turbina, el ensanche de calles para crear plazoletas que faciliten la convivencia vecinal y la combinación de diversos tipos de viviendas para evitar la monotonía y dar autenticidad al pueblo. Tamés cuidó los detalles, el mobiliario y la vegetación del pueblo. Se conserva el bosque, convertido hoy día en parque, y los naranjos y limoneros de sus calles.
Se construyeron 100 viviendas de las 380 previstas a realizar en tres fases. Las viviendas asentadas sobre una parcela rectangular, sincretizan a la perfección la arquitectura popular andaluza de Écija con el racionalismo de la vivienda mínima y el peso de la falta de presupuesto y materiales. Siguiendo las pautas de la arquitectura popular andaluza sus paredes son blancas, vanos irregulares, rejas verdes y cubierta de tejas moriscas. Tamés consiguió hasta quince tipos de viviendas de una o dos alturas, de tres y cuatro dormitorios. Las viviendas de colonos poseen una parcela de servicio para las tareas agrícolas-ganaderas con entrada independiente, situando las estancias de los animales alejadas de la zona de los dormitorios.
Como señala Manuel Calzada en su estudio de la zona del Viar "El espacio de entrada era objeto de especial atención, así como los elementos decorativos del portalón y rejas. Tamés recogió de este tipo residencial no sólo los elementos decorativos y estilísticos, sino el espacio intermedio entre casa y corral, en ocasiones convertido en un patio propiamente dicho y en ocasiones en una terraza con pérgola". En este sentido es curioso el proyecto que realiza para el colono Juan Rodríguez Martín en la calle del Puente nº 7.
La Plaza Mayor ubicada en el centro es el corazón del pueblo, donde se sitúan el Ayuntamiento, el dispensario médico, las viviendas de los artesanos, obreros, maestros y sacerdote y la Iglesia. Es una plaza típica de los pueblos de colonización, porticada con bellos arcos rebajados, que apean sobre pilares troncocónicos invertidos y centro ajardinado con una fuente. El Ayuntamiento, situado en una de las esquinas, continúa las arcuaciones y balcones de la plaza. Destaca el reloj, que marca las horas de actividad de los vecinos y una típica torre de colonización rematada por cubierta piramidal decorada con cerámica en azul y blanco en zigzag.
La Calle Mayor, la principal de acceso al pueblo, nos lleva directamente a la iglesia de Regina Mundi, situada en la otra esquina de la Plaza. Su magnífica fachada retablo nos sorprende y nos maravilla. Se trata de un gran mural cerámico con siete cuadros en los que se narran escenas de la vida de la Virgen y Santa Isabel, patrona del pueblo. Se estructura mediante tres calles, tres pisos y ático con la imagen del Dios Padre en el tímpano. Nos llama la atención el color azul celeste eléctrico del fondo y el esquematismo de las figuras. Se representan las escenas de la Anunciación, Visitación, Adoración de los Magos, Dormición de la Virgen, y en el último cuerpo la Coronación de la Virgen, que aparece rodeada de un coro celestial.
La estructura de la fachada nos recuerda la iglesia de La Moheda, Cáceres, donde los paños cerámicos han sido realizados por Antonio Hernández Carpe. En el caso de Torre de la Reina es una pena desconocer el autor de esta preciosa obra.
La torre-campanario, adosada a la cabecera, está situada en el lado del evangelio cerrando la pequeña plaza de la escuela. El cuerpo de escalera es un paralelepípedo blanco y esbelto de planta cuadrada, y el cuerpo de campanas una especie de templete con remate piramidal de cerámica blanca y azul. Si le damos la vuelta al templo son bellos los juegos de volúmenes y de luces y sombras que crean las diferencias de altura de la nave con las capillas y el presbiterio, así como la diversidad de vanos, los cierres de las dependencias parroquiales y la tribuna, el rosetón y las celosías del presbiterio. Curioso es el paño cerámico de tipo naif de la Virgen del Rocío situado en la cabecera.
El interior del templo blanco y luminoso se encuentra perfectamente conservado. Su planta es basilical de una sola nave con capillas laterales, estructurada en cinco tramos, coro alto y presbiterio. Una bella tribuna recorre todo el templo aligerando la pesadez y cerramiento de los altos muros. Se cubre con bóveda vaída con lunetas. Aportan luz natural al interior el colorista rosetón de la cabecera, un ventanal a los pies y el claristorio.
El presbiterio está presidido por el retablo de la Inmaculada, de gran belleza y espiritualidad. Podemos observar el altorrelieve de una Inmaculada gigante, muy estilizada, rodeada de ángeles orantes. La Virgen se nos muestra de pie en actitud piadosa sobre la media luna, viste un amplio manto de gran abstracción, muy geométrico y anguloso de color dorado, que contrasta vivamente con las formas más naturalistas de rostro y manos.
El autor de esta obra, realizada en madera es el artista José Luis Sánchez, que creó otras Inmaculadas similares en chapa metálica. Los ángeles orantes revestidos de cerámica de colores resaltan vivamente la imagen de la Virgen. Las formas geométricas facetadas de las alas contrastan con unos rostros infantiles de formas suaves muy naif. Son obras colaborativas de José Luis Sánchez y Arcadio Blasco. Años más tarde, 1961-67, José Luis Sánchez repitió estos ángeles en la fachada de hormigón de la Iglesia de la Virgen de los Remedios de Sevilla.
En la primera capilla del lado de la epístola se sitúa el baptisterio, desplazado de su ubicación de los pies del templo, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II. Se compone del relieve del Bautismo y una sencilla pila bautismal, realizada en caliza blanca con la inscripción "In nomine patris et filii et spiritus sancti. Amen" y tapa de bronce rematada por un orbe, idéntica a la de El Viar. El relieve del Bautismo de Cristo está realizado en madera sin policromar, es una creación de la artista Teresa Eguibar que trabajó para los Talleres de Arte Granda, estando este trabajo muy alejado de su producción de carácter abstracto.
Es una obra de composición piramidal en cuyo vértice aparece la paloma del Espíritu Santo, que derrama sus dones sobre la figura de Cristo arrodillado en las aguas del Jordán, y San Juan Bautista, que aparece vestido con la piel de camello, mientras bautiza a Cristo.
En otra capilla podemos ver la imagen de San Isidro Labrador, atribuida al escultor Lorenzo Frechilla, que trabajó para los Talleres de Arte Granda. La iconografía de este santo es la más repetida en todos los poblados de colonización por ser un ejemplo a seguir para los campesinos. Es una talla sin policromar, que presenta a un santo robusto y fuerte que da gracias a Dios por la cosecha mientras sostiene una gavilla de trigo. Contrasta vivamente la suavidad de las formas del rostro con el geometrismo de los ropajes. En la provincia de Sevilla se repite en los poblados de El Viar, Esquivel y Guadalema de los Quintero.
La imagen de Santa Isabel es una talla policromada de inspiración gótica de gran elegancia, dulzura y belleza. Representada de cuerpo completo, el canon es alargado y sinuoso.
Un marcado contraposto acentúa las líneas curvas de la cadera, vientre y manto que lleva recogido de forma envolvente en el lado derecho. El brazo izquierdo flexionado a la altura del pecho contrapone la verticalidad de la imagen. Es una obra de la escultora Teresa Eguibar, que podemos verla repetida en iglesias de Extremadura y la provincia de Cádiz con la advocación de Virgen de la Esperanza.
Muy venerada es la imagen del Cristo, una talla de formato más pequeño que el natural, realizado por el artista valenciano José Capuz para los Talleres de Arte Granda.
Es una obra seriada que podemos encontrar en Extremadura y Andalucía, pero de buena factura y magnífico estudio anatómico. Es una talla procesional y devocional, concebida en el momento de la expiración. La imagen muy estilizada y clasicista es de una gran serenidad, aunque no carece de poder dramático, inclina la cabeza hacia su derecha posibilitando la comunicación directa con el fiel arrodillado a sus pies. El paño de pureza, expresionista y escultórico de pliegues angulosos, cae en vuelo a su izquierda para equilibrar la composición. El artista evidentemente se ha inspirado en el modelo barroco de Cristo de la Expiración, pero ha sabido darle un toque de modernidad. En la provincia existen otros similares en Sacramento, El Priorato y El Trobal.
Se ha conservado de la dotación original entregada por el INC el mobiliario de madera, los bancos simples y funcionales, la silla del oficiante y acólitos, el confesionario de cuarterones y rejillas, el altar de mármol, el incensario, la cruz de altar y parroquial, los candelabros, las bellas lámparas y apliques de hierro, el austero viacrucis, y el sagrario de bronce. Un tabernáculo de gran perfección y belleza de forma cúbica, cuya puerta, decorada con relieves de panes y peces, es idéntica al de Barca de La Florida, Cádiz. Lo que no sabemos es, si como afirma Ángel Cordero, las vidrieras, hoy inexistentes, eran del artista Rafael Arévalo.
Torre de la Reina es un pueblo simbiosis entre la tradición y la modernidad, que debemos conservar y preservar por representar el arquetipo de pueblo de colonización, realizado por el propio jefe del Servicio de Arquitectura José Tamés. Su magnífica iglesia encierra obras de artistas jóvenes que pasaron a formar parte de la vanguardia artística española de la segunda mitad del siglo XX (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
Conozcamos mejor la Biografía de José Tamés Alarcón, arquitecto y autor de las trazas de Torre de la Reina;
José Tamés Alarcón (1905-2002)
José Tamés Alarcón estudió en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, se tituló en 1932. Trabajó para la Dirección General de Regiones Devastadas en el proyecto de la Colonia Tercio Terol en el barrio de Carabanchel, Madrid, 1940. José Tamés es un gran teórico de ideas claras, realistas y concisas, en este sentido ese mismo año publicó "Disposición de la vivienda en los nuevos regadíos" y "Proceso urbanístico de nuestra colonización interior", estudios que serán básicos para el proceso colonizador.
Fue Arquitecto-jefe del Servicio de Arquitectura del INC de 1943 a 1975, para el que proyectó el poblado de Láchar, Granada, 1944. En la provincia de Cádiz realizó, junto con el arquitecto Manuel Rosado, el proyecto de Castellar de la Frontera en 1967, último poblado de colonización construido en España ya por el IRYDA.
Su obra más importante es la sede central del Instituto Nacional de Colonización en el Paseo de la Castellana 112, hoy Ministerio de la Vivienda, Madrid, realizada en 1948.
En la provincia de Sevilla diseñó el pueblo de colonización de Torre de la Reina en el año 1952, el primer poblado proyectado en la zona regable del Viar, después de la experiencia colonizadora de viviendas diseminadas en la finca Las Torres, cuyo objetivo era servir de modelo para los futuros pueblos planificados por el INC (Ricarda López González, y Rosa M. Toribio Ruiz, Los pueblos de colonización de la provincia de Sevilla. Arquitectura y Arte. Diputación de Sevilla y Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 2020).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Coronación de la Virgen;
La Coronación de la Virgen
Este motivo tan popular del arte cristiano es, al contrario de lo que podría creerse, completamente extraño a las Escrituras. Su fuente es un relato apócrifo atribuido a Méliton, obispo de Sardes, que fue popularizado en el siglo VI por Gregorio de Tours, y en el siglo XII por Santiago de Vorágine en la Leyenda Dorada.
Antes de estudiar el origen y la evolución de este tema iconográfico, no resultará superfluo prevenir una confusión cometida con frecuencia, entre la Coronación y la Glorificación de la Virgen.
En un mosaico bizantino del siglo VI, que se encuentra en la basílica de Parenzo en Istria, se ve la Mano de Dios sosteniendo una corona encima de la cabeza de la Virgen, que reina con el Niño Jesús sobre las rodillas. Por otra parte, un cuadro muy conocido del Museo de Colonia, pintado hacia 1460 por un maestro anónimo, llamado Maestro de la Glorificación de la Virgen (Meister der Verherrlichung Maria), presenta a la Virgen sentada sobre un trono, coronada por dos ángeles, entre Dios Padre y la paloma del Espíritu Santo, mientras que encima de ella, aparece Cristo simbolizado por el Cordero que vierte su sangre en un cáliz.
A pesar de las apariencias, estas representaciones no forman parte de la iconografía de la Coronación; porque la Virgen tiene al Niño Jesús sobre las rodillas, lo cual nunca hace en la escena de la Coronación, donde Cristo, que es quien la entroniza en el cielo, siempre está representado adulto.
Este punto merecía ser esclarecido, puesto que es justamente el mosaico de Parenzo lo que ciertos iconógrafos alegaron como prueba del origen bizantino de la Coronación. No comprendieron que se trataba de una glorificación simbólica, intemporal, de la Madre de Dios, representada como Virgen de Majestad, y no de la escena de la Coronación, que es un acontecimiento de la vida celestial de la Virgen, que sigue inmediatamente a su Asunción.
En realidad, si la Dormición lleva la marca de Bizancio, y la Asunción la impronta italiana, la Coronación de la Virgen parece una creación del arte francés del siglo XII, y tal vez, más precisamente, una creación de Suger, como lo conjeturara Émile Mâle. Sea como fuere, este es un motivo propio del arte de Occidente que no debe nada a los modelos bizantinos: se trata de un caso bastante excepcional, que por ello merece señalarse. Y sin ninguna duda fue en la escultura francesa de la Edad Media, en los tímpanos de Senlis y de Notre Dame de París, más tarde en la puerta del castillo de La Ferté Milon, donde alcanzó su completo desarrollo.
El simbolismo prefigurativo asocia la Coronación de la Virgen con dos prefiguraciones del Antiguo Testamento:
1. Betsabé invitada por su hijo Salomón a sentarse sobre un trono a su derecha.
2. Ester elevada a la dignidad de reina por Asuero.
Pero la mujer coronada de estrellas del Apocalipsis también ha servido de prototipo de la reina de los cielos.
Evolución del tema
La muy interesante evolución de este tema iconográfico puede resumirse o esquematizarse de la siguiente manera:
l. La Virgen, ya coronada, está sentada a la derecha de Cristo que la bendice.
Es la fórmula empleada en el arte del siglo XII (Senlis).
2. La Virgen es coronada por un ángel.
El ejemplo más conocido de este segundo tipo adoptado en el primer tercio del siglo XIII, es el tímpano de Notre Dame de París.
3. La Virgen es coronada por Cristo.
Aquí es necesario diferenciar tres variantes. En los siglos XIII y XIV, la Virgen está sentada (Reims); a principios del siglo XV está arrodillada ante su Hijo (La Ferté Milon). Por una singularidad iconográfica única en la escultura de la Edad Media, está representada de pie en el tímpano de la portada pintada de la catedral de Lausana.
Esta fórmula se ve especialmente en la pintura italiana del siglo XV (Filippo Lippi, Botticelli).
5. La Virgen es coronada por la Trinidad.
Este tipo, que aparece en España, Italia y Francia desde principios del siglo XV (Pedro Nicolau, 1410; Antonio Vivarini, 1444; Enguerrand Quarton, 1453), predominó en todo el arte europeo hasta el siglo XVII.
La Santísima Trinidad está representada mediante tres personas semejantes o diferentes. El Espíritu Santo generalmente tiene forma de paloma.
A veces Cristo está solo, pero designado como representante de la Santísima Trinidad por las tres coronas que los querubines de alas doradas mantienen encima de su cabeza.
Así, en cada etapa, asciende la dignidad de la Virgen: en principio es coronada por un ángel, luego por Cristo, por Dios Padre y finalmente por la Santísima Trinidad completa, que se moviliza para admitirla en su seno. Este crescendo iconográfico es una confirmación impresionante del progreso de la mariolatría.
A los personajes esenciales e indispensables se suman, para destacar aún más la solemnidad de la Coronación, asistentes que forman parte de la corte celestial, ángeles, serafines y querubines, y hasta santos, introducidos a pesar del anacronismo que ello comporta, a causa de su devoción por la Virgen particularmente ardiente. Son, casi siempre, San Bernardo, San Francisco de Asís y San Antonio de Padua. Fra Angélico les agrega los apóstoles y los evangelistas, y, naturalmente, los santos de su orden: Santo Domingo, San Pedro Mártir y Santo Tomás de Aquino.
La Asunción y la Coronación con frecuencia están superpuestas y hasta fundidas en el mismo retablo o en la misma tela: los dos temas están estrechamente conectados. En el grabado de Durero se confunden en uno solo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Solemnidad de la Realeza de la Virgen María;
Aunque ya en los congresos marianos de Lyon de 1900, de Friburgo en 1902 y de Einsiedeln de 1906 se había solicitado la instauración de una fiesta de la realeza universal de María como colofón del mes de mayo mariano, su creación fue paralela a la de Cristo Rey, instaurada por Pío XI Ratti en 1925. En 1933 María Desideri fundó en Roma el movimiento internacional Pro regalitate Mariae con ese fin, y se recogieron innumerables peticiones, entre ellas de obispos y personalidades católicas, que se presentaron en doce volúmenes al Venerable Pío XII Pacelli. Finalmente este papa, tras publicar la Encíclica Ad coeli Reginam del once de octubre de 1954, instituyó la fiesta el uno de noviembre de dicho año, con motivo del I centenario de la definición dogmática de la Inmaculada, para el treinta y uno de mayo, como culminación del Mes de María. En la reforma del calendario de 1969 fue transferida del treinta y uno de mayo a la Octava de la Asunción.
El Papa Pablo VI Montini justifica perfectamente el cambio de fecha: “la solemnidad de la Asunción se prolonga jubilosamente en la celebración de la fiesta de la Realeza de María, que tiene lugar ocho días después, y en la que se contempla a aquélla que sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre" (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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