Por amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la avenida Eduardo Dato, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 12 de agosto, es el aniversario del nacimiento (12 de agosto de 1856) de Eduardo Dato, de ahí que hoy sea el mejor día para ExplicArte la avenida Eduardo Dato, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La avenida Eduardo Dato es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en los Barrios de La Buhaira, Huerta del Pilar, La Florida, Nervión, y San Bernardo, en el Distrito Nervión; y va de la calle Demetrio de los Ríos, a la plaza Gran Plaza.
La avenida no posee siempre una adscripción precisa. En términos generales corresponde a un gran eje urbano, bien caracterizado desde el punto de vista genético, porque estructura el crecimiento de la ciudad; morfológico, ya que es ancha; y funcional, sobre todo por canalizar el tráfico rodado. Sin embargo, de acuerdo con esta definición, no hay razones, más que las convencionales, para considerar a unas vías como avenida y su prolongación, como calle. En otros casos, las avenidas constituyen el eje principal de un sector determinado o de una barriada, y si bien poseen las características de vía principal en relación a ese sector, no alcanzan dicho valor en el conjunto de la ciudad.
La avenida posee sobre todo un valor simbólico, y prueba de ello es que en Sevilla la avenida por excelencia es la hoy denominada de la Constitución, centro neurálgico de la ciudad, tanto de sus fiestas religiosas como de la actividad bancaria, y así es es reconocida sólo como la avenida. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La vía, en este caso una avenida, está dedicada al jefe de gobierno Eduardo Dato.
En 1859 se le dio el nombre de Monte Rey a un pequeño tramo comprendido entre la calle San Bernardo y la Fundición de Artillería por situarse junto a un promontorio de igual denominación, de cuya existencia hay referencias al menos desde 1727. En 1868 se denomina paseo de las Cañadas al tramo comprendido entre la Puerta de la Carne y San Bernardo, si bien este topónimo apenas tiene vigencia y se consolida el de Monte Rey. En el plano de Poley y Poley (1910) se denomina callejón de Santo Domingo a un camino rural que coincide en parte con la actual avenida y que recibe su nombre del Convento de Santo Domingo de Portacoeli, fundado en terrenos de la Huerta del Rey en 1457. En 1922 a Monte Rey y su prolongación hasta la nueva barriada de Nervión se le dio la denominación que hoy conserva, en memoria de Eduardo Dato Iradier (1856-1921), jefe de gobierno, que murió víctima de un atentado anarquista.
La formación de esta avenida se apoya en tres elementos, en principio desconectados entre ellos: a) una fundición de bronce levantada en el s. XVI, a la que sustituyó a finales del XVIII la Real Fábrica de Fundición de Artillería, que estaban situadas tras el arroyo Tagarete y cuyo aislamiento de la ciudad se vería reforzado más tarde por el trazado de la línea de ferrocarril; en 1832 ya existía un paseo arbolado que conducía desde la Puerta de la Carne hasta la Fundición, aunque en 1855 la prensa hacía referencia a "la que fue alameda", en estado intransitable y convertida en pantano; b) caminos rurales entre las huertas de San Salvador y de las Palmas a la izquierda y la del Rey a la derecha, de trazado sensiblemente rectilíneo; y c) la barriada Nervión, construida sobre terrenos del Cortijo Maestre Escuela en la década de 1910. De principios de siglo datan sendos proyectos de alineación entre Monte Rey y Jiménez Aranda (1901-1906) y San Bernardo (1911-1913); pero en 1929 se ponen de manifiesto las irregularidades del trazado de la vía como consecuencia del distinto origen de sus tramos; su anchura oscilaba entre los 41 m. que tenía delante de la Fundición, los 30 de la barriada Nervión y los 7 m. de un trozo del antiguo callejón de Santo Domingo, y presentaba quiebros muy acusados; se procede entonces a una alineación general, completada en 1942 y 1956 con operaciones de detalle. En la década de 1920 fue dotada con un boulevard central, sacrificado en 1961 a las exigencias del tráfico rodado. A finales de la década de 1970 se inició en Sevilla la construcción de los túneles para la instalación del ferrocarril metropolitano, coincidiendo en parte el trazado de la línea 1 con el de esta avenida, por lo que estuvo cerrada al tráfico rodado mientras duraron las obras; posteriormente se produjeron deformaciones en la calzada, llegándose a temer un hundimiento. La decisión de desistir de la construcción del metro en Sevilla ha significado la paralización de dichas obras.
Monte Rey se adoquinó en 1907 y 1916; y en 1941 la Inmobiliaria Nervión cedió al Ayuntamiento la parte de la vía que hasta entonces era considerada de propiedad particular y también se adoquina. Otras infraestructuras y equipamientos se fueron instalando progresivamente: en 1914 se construyó una cloaca, en 1943 se introdujo una línea de tranvías y en 1951 se instaló el alumbrado eléctrico. Actualmente posee calzada de asfalto con cuatro vías para la circulación de vehículos y amplías aceras con zonas ajardinadas pero no muy cuidadas. Se ilumina mediante farolas de báculo. Cuenta con varias cabinas de teléfono, quioscos de prensa y paradas de autobús a lo largo de su recorrido. Confluyen por la acera de los pares Guadaira, San Bernardo, Portaceli, avenida de San Francisco Javier, Echegaray, Palacio Valdés, Ventura de la Vega, Larra, Ramón de la Cruz, éstas cinco últimas con acceso peatonal únicamente, y San Juan de Dios; por la acera de los impares desembocan a esta avenida Jiménez Aranda, Virgen de Valvanera, Santo Domingo de la Calzada, Luis de Morales, José Luis de Casso y Goya; está cruzada en su parte final por Marqués de Nervión, Cardenal Lluch y Beatriz de Suabia.
Se conservan restos arqueológicos de una villa romana datados en el siglo I d.C. en la denominada Huerta del Rey, y, cercanos a éstos, los de una necrópolis de los siglos V y XI; pero la ocupación permanente de la zona se vincula a la construcción del palacio de La Buhayra -cuyo significado etimológico es el de laguna- por el califa almohade Abu Yaqub Yusuf en 1171; según las descripciones conservadas, estuvo rodeado de magníficos jardines, trasplantándose miles de pies de olivos desde el Aljarafe y distintos tipos de árboles frutales desde Guadix y Granada; un acueducto derivado de los Caños de Carmona garantizaba el abastecimiento de agua de estos jardines. Tras la toma de la ciudad por Fernando III, es posible que el palacio quedara arruinado y los jardines pasaron a ser llamados Huerta del Rey. En 1457 Juan de Monsalves donó unas tierras en la Huerta del Rey al Convento de Santo Domingo de Portacoeli, fundado en 1450 por fray Rodrigo de Valencia de la orden dominica, y antes de finalizar la centuria se había construido el convento y su iglesia; de su ubicación exacta no tenemos más referencia que la antedicha que la sitúa en la Huerta del Rey.
Hacia 1770 tiene lugar la instalación en parte de los terrenos de Monte Rey de la Real Fundición de Artillería, que se levanta sobre otra fundición de bronce, que allí existía con anterioridad, propiedad de Juan Morel. Ello ocasiona la progresiva ocupación de los terrenos circundantes con edificaciones anexas a la Fundición, tales como un almacén de leñas, construido en 1789, o unos almiares para guardar la paja que consumía el ganado empleado en la fundición, en 1794; con todo, la ocupación del sitio de Monte Rey será lenta; todavía a comienzos del s. XIX se sembraba y cuando en 1846 se sacó a subasta, los vecinos de San Bernardo, San Roque y la Calzada manifestaron su disconformidad al ser terrenos de pastos: "Que Sevilla, más agricultora que artista, no tenía más egido ni punto de apoyo que los estrechos de los prados de Santa Justa y San Sebastián, y el corto y miserable a que se ha reducido las dos dehesas de Tablada para el descanso de sus ganados, y siendo notorio que los espresados puntos en las grandes riadas se hallaban cubiertos de agua, no les quedaba otro punto para ocupar estos que el nombrado de Monte Rey, y que en vista de lo espuesto, el Ayuntamiento se sirviera acordar la suspensión de la subasta del indicado terreno." (Sec. 10, 2-IV-1846).
A principios de la presente centuria se edificaron una serie de naves industriales frente a la Fábrica de Fundición y los terrenos de la Huerta del Rey, donde se ubicaron instalaciones fabriles como el tostadero de café de la casa Trueba, o el establecimiento para almacenaje de madera e hierro de la empresa Torras; en 1916 José Lisén obtuvo autorización para construir una plaza de toros, que fue inaugurada en 1918; esta plaza estuvo situada aproximadamente frente al actual colegio de Portaceli, próxima al barrio de San Bernardo y al Matadero, de tanta tradición taurina, contó con el apoyo de Joselito el Gallo, pero tuvo una corta y azarosa vida, siendo clausurada en 1921.
Van a ser las construcciones de carácter residencial la que terminarán marcando la fisonomía de la avenida. Sin tomar en consideración las construcciones más antiguas que se sitúan a comienzos de la avenida, separadas por el puente del ferrocarril, de las que las de la derecha pertenecen al barrio de San Bernardo, el punto de partida será la urbanización de los terrenos del Cortijo Maestre Escuela a cargo del marqués del Nervión a finales de la década de 1910, que dará lugar a la formación del barrio que lleva su nombre; de 1948-49 es un edificio de viviendas de seis plantas, el núm. 37, obra del arquitecto R. Arévalo Carrasco; en la década de 1950 la Diputación Provincial de Sevilla promueve la construcción de varias manzanas de viviendas de seis plantas, situadas entre la avenida de San Francisco Javier y San Juan de Dios, y en la de los sesenta se construirá el denominado Parque de Óscar Carvallo, con bloques de 12 y 14 plantas, rodeados de zonas ajardinadas, y el edificio Huerta del Rey, de diez plantas, obra del arquitecto M. Trillo de Leyva. Desde entonces se ha procedido a la urbanización y edificación de los terrenos aún libres, revalorizados a raíz de las anteriores construcciones. Sin embargo, no toda la avenida está flanqueada por edificios residenciales, pues sus propias dimensiones y el largo periodo de tiempo transcurrido en su ocupación han propiciado la instalación de otros establecimientos.
Al principio de la calle se ha mantenido en funcionamiento la Fábrica de Fundición de Artillería, edificio construido entre 1757 y 1782, según el proyecto del arquitecto V. Sanmartín, al que se le han ido adosando otras edificaciones posteriormente. En la década de 1920 fue construido próximo a Luis de Morales el primer estadio de fútbol del Sevilla, C.F., sustituido a finales de la década de 1950 por el actual; los terrenos sin construir que quedan en su manzana son ocupados temporalmente por cines de verano o instalaciones de feria, pero al haber sido recalificados como urbanizables en el Plan de Ordenación Urbana de 1987 aprobado, en breve se construirá en ellos. En 1943 en un chalet existente en la manzana entre San Juan de Dios y Marqués de Nervión se instaló el Sanatorio Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, de los hermanos de San Juan de Dios, dedicado a la atención de niños enfermos; en 1946 se iniciaron las obras para la construcción del actual edificio, a cargo del arquitecto A. Gómez Millán. A partir de 1946 sobre los terrenos de la Huerta del Rey, donados por la casa de Medinaceli a la Compañía de Jesús en 1928, se construyó el colegio del Inmaculado Corazón de María, más conocido como Colegio Portaceli, rodeado por amplias zonas verdes. Finalmente, un hotel de lujo ha sido construido en los 80, esquina a Santo Domingo de la Calzada. Junto al colegio de Portaceli se conservan los que fueran los antiguos Jardines de la Buhayra, con restos de la villa romana, la necrópolis, una alberca del s. XII, un palacete neomudéjar, parte del acueducto y de las acequias; en 1972 este conjunto, constituido por 18 hectáreas, fue declarado monumento histórico-artístico, sin embargo desde entonces ha continuado deteriorándose y sufriendo nuevas amputaciones, y actualmente su misma existencia está amenazada por el nuevo trazado subterráneo de la línea del ferrocarril.
La avenida de Eduardo Dato se configura como uno de los ejes urbanos más importantes de la ciudad. Por una parte, se constituye en una de su principales arterias en la canalización del tráfico rodado desde la Gran Plaza hasta la "ronda", a través de uno de los puentes que salvaban la vía férrea, el puente de San Bernardo, construido en 1924. Por otra, aglutina una gran diversidad de funciones, desde las industriales, representadas tradicionalmente por la Fundición de Artillería, a las residenciales, educativas, sanitarias y deportivas. Por último, la avenida está cobrando un gran dinamismo económico, sobre todo a partir de la confluencia de Luis de Morales y la nueva avenida de San Francisco Javier, que ha dado lugar a la instalación de múltiples establecimientos comerciales, centros asistenciales y locales de negocios, constituyéndose así en el núcleo de un subcentro comercial y de negocios del sector este de la periferia urbana [Josefina Cruz Villalón, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Eduardo Dato, s/n. FUNDICIÓN DE ARTILLERÍA. El edificio actual se levantó en el solar de otra fundición de bronce, que allí existía desde el siglo XVI, que había pertenecido a Juan Morel. Más tarde, fue adquirido por el Estado y en tiempos de Carlos III se ordena la construcción de un nuevo edificio, cuyos planos se encargaron al arquitecto Vicente de San Martín, y que hoy se conserva, aunque algunas partes han sufrido alteraciones posteriores.
Eduardo Dato, s/n. LA BUHAIRA. En los jardines del Colegio de Portaceli existen los restos de un palacio almohade construido en el siglo XII, rodeado por unos grandes jardines [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Biografía de Eduardo Dato, a quien está dedicada esta vía;
Eduardo Dato Iradier, (La Coruña, 12 de agosto de 1856 – Madrid, 8 de marzo de 1921). Jurista, político, jefe del Gobierno y del Partido Conservador.
Perteneciente a un linaje hidalgo originario del Alto León, pero arraigado en la región de Murcia desde el siglo XIII, nació en La Coruña, donde su padre, el entonces teniente coronel Carlos Dato, se hallaba destinado; pero siempre se sintió más vinculado a Vitoria: su madre, Lorenza Iradier, había nacido en Lanciego (Álava) y en Vitoria nació su futura esposa, Carmen Barrenechea.
Como sus antepasados paternos, quiso seguir la carrera de las armas, pero el destronamiento de Isabel II en 1868 decidió a Carlos Dato a pedir el retiro y a apartar a su hijo de ese camino. Cursó la carrera de Derecho con gran aprovechamiento, licenciándose en 1875; ejerció como abogado, primero en el bufete de Mariano Aguilar, y luego en el de Gamazo, hasta que abrió bufete propio, alcanzando éxitos de gran resonancia, como el que obtuvo en la defensa de la duquesa de Castro-Enríquez, y en el pleito abierto en torno a la herencia del barón de Rotschild (lo que le convertiría en asesor jurídico del titular, en conexión con Bauer, su representante en España).
Su entrada en la política activa la hizo como diputado por el distrito leonés de Murias de Paredes, en el que ejercía un patriarcal cacicato la familia de los Álvarez Carballo, cuyos bienes había administrado con talento y fortuna, y que le respaldaron en todo momento. Figuró por primera vez en las Cortes en 1884, afiliado al Partido Conservador de Cánovas del Castillo, pero en 1885, al producirse la muerte de Alfonso XII, se sumó a la disidencia de Romero Robledo, disconforme con la decisión de Cánovas de ceder el poder a Sagasta —decisión con la que aquél había procurado, acertadamente, afianzar el Régimen en un momento crítico—. Vuelto a la obediencia canovista en 1887, figuró ya como subsecretario de Gobernación en el Gabinete conservador de 1892, y por encargo de Fernández Villaverde, titular de aquella cartera, redactó un informe ejemplar sobre las irregularidades registradas en el Ayuntamiento madrileño.
La resistencia de Cánovas a proceder —en consecuencia— contra el alcalde, Alberto Bosch, dio lugar a una crisis que provocó la nueva disidencia, esta vez iniciada por Silvela y Fernández Villaverde, a la que se sumó Dato.
Tras el asesinato de Cánovas en 1897 y el desastre ultramarino bajo el penúltimo Gobierno Sagasta, Dato entró en el Gobierno regeneracionista presidido por Silvela (1899-1900), en el que asumió la cartera de Gobernación, iniciando entonces una importante política social a través de dos Leyes (la de Accidentes del Trabajo y la que regulaba el trabajo de mujeres y niños en las fábricas), punto de partida de una inédita orientación intervencionista ya preconizada por Cánovas en el Partido Conservador, que enfrentaría a Dato con el empresariado catalán, según se puso de relieve durante su visita al principado en mayo de 1900 (jornadas de las “xiulades”), al paso que le ganaba la adhesión entusiasta del obrerismo no captado por la corriente socialista de la Unión General de Trabajadores (UGT) o por el anarquismo de inspiración italiana, muy activo por entonces en Cataluña. En cambio, sus primeros esbozos de un proyecto de administración descentralizada, preconizado por Silvela, no llegaron a cristalizar, al interponerse la crisis de octubre de 1900, que daría paso a una nueva alternativa liberal y al último Gobierno Sagasta, que presidió la jura de Alfonso XIII al alcanzar éste la mayoría de edad el 17 de mayo de 1902.
Ministro de Gracia y Justicia en el segundo Gobierno presidido por Silvela (1902-1904), puso en vigor la Ley de Descanso Dominical, pero la nueva crisis del partido, esta vez provocada por la disidencia de Villaverde —que presidía las Cortes recién elegidas— abrió paso a un nuevo turno liberal, durante el cual se produjo la retirada de Silvela de la política activa, tras señalar como su heredero al frente del partido a Antonio Maura, que había ingresado en él tras romper con el Partido Liberal juntamente con Gamazo.
Aunque hasta ese momento Dato había sido considerado como el lógico delfín de Silvela, la decisión de éste, seducido por la fuerte personalidad de Maura y la brillantez de su programa regeneracionista identificable con el suyo propio, contó con la leal aceptación de Dato, que se convirtió en uno de los principales apoyos del maurismo en la década inicial del siglo XX. Durante el gobierno largo de Antonio Maura (1907-1909), ocupó primero la alcaldía de Madrid, y, al reunirse las Cortes conservadoras fue elevado a la presidencia de la Cámara Baja, en la que se mantuvo durante toda esta laboriosa etapa, liquidada lamentablemente, tras sus éxitos iniciales, a consecuencia de los graves sucesos de Barcelona, provocados por la desafortunada campaña de Melilla y la imprudente movilización de los reservistas. La represión de la Semana Trágica, dirigida por Cierva, y concretamente el proceso y ejecución del anarquista Ferrer Guardia (ejecución que Dato había desaconsejado) provocaron la clamorosa reacción antimaurista que no se limitó sólo a las izquierdas españolas —incluidas las dinásticas— sino a las europeas en general, decidiendo a Alfonso XIII a despedir a Maura y a dar acceso al Gobierno liberal de Canalejas tras el breve paso de Moret por el poder.
La turbia campaña antimaurista había provocado la ruptura del Pacto de El Pardo y, por su parte, Maura declaró “implacable hostilidad” a los liberales. Aunque Canalejas intentó restaurar el Pacto durante su notable etapa de gobierno, su muerte en el atentado de Pardinas (1912) hizo imposible la reconciliación necesaria de ambos partidos. En 1913, agotada la situación liberal —que un débil Gobierno Romanones había prolongado— Alfonso XIII llamó a Maura al Poder, pero éste negó su colaboración al Rey, mostrándose incompatible con el liberalismo responsable de la crisis de 1909. Ante tal situación, la mayoría del Partido Conservador, entendiendo que no podía dejar sin asistencia al Monarca, se mostró favorable a que Dato asumiese la presidencia del Gobierno en lugar de Maura. Aunque la solución era perfectamente correcta bajo el punto de vista constitucional, desde entonces apareció el Partido Conservador dividido en dos facciones; la de los seguidores de Dato y Sánchez Guerra y la de los mauristas, que motejaron a aquéllos de idóneos; y aunque Dato rechazó, por lo pronto, la jefatura del Partido, al cabo hubo de aceptarla, respaldado por las Cortes (1914); por entonces, dejó de representar el distrito de Murias, que cambió por el de Vitoria, ciudad que le ha conservado una agradecida memoria.
Este primer gobierno de Dato coincidió con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en la que la acertada y firme decisión de aquél de mantener la estricta neutralidad de España —de acuerdo con el Rey— abrió a nuestro país una coyuntura económica sumamente favorable, al paso que las gestiones de don Alfonso para aliviar la situación de las retaguardias en los países combatientes restauró la buena imagen de España, comprometida gravemente por la “ferrerada” de 1909. En cuanto al Pacto de El Pardo quedó en cierto modo restaurado: en 1915, Romanones encabezó un turno liberal, y en 1917 Dato volvió al poder al frente de los conservadores, en situación muy grave, pues hubo de hacer frente al movimiento militar de las Juntas de Defensa, al reto del regionalismo catalán (la “asamblea de Parlamentarios”, convocada por Cambó en Barcelona estando cerradas las Cortes) y, finalmente, a la huelga revolucionaria de agosto de ese mismo año, promovida por republicanos y socialistas, y estimulada por los inicios de la revolución bolchevique en Rusia. Dato aparcó el problema de las Juntas, disolvió la asamblea de parlamentarios, y logró superar la llamada “revolución de agosto” —que tuvo especial incidencia en la zona asturiana— contando con el Ejército, pero evitando derramamientos de sangre. Sin embargo, tras asegurar la pacificación del país hubo de dar paso a un nuevo turno liberal.
En el Gobierno Nacional de 1918, nueva modalidad política que pretendía superar la fragmentación de los partidos dinásticos frente a la crecida de las fuerzas adversas al régimen, y que el Rey consiguió que presidiera Maura, Dato asumió la cartera de Estado, en la que hubo de hacer frente al riesgo de ruptura con Alemania, provocada por la guerra submarina desencadenada por ésta, y que afectó a buques españoles.
Pero en octubre se produjo la crisis del Gobierno, dada la toma de posiciones de los partidos ante el final de la guerra y la construcción del nuevo orden mundial.
En la etapa que siguió, Dato se esforzó por lograr que Maura fuese restaurado en la jefatura del Partido, empeño en que no coincidían, en absoluto, todos los llamados idóneos. En 1920, y aunque se resistió a ello, Eduardo Dato hubo de volver a presidir un Gobierno, en momentos difíciles, condicionados por la crisis de la posguerra. Especialmente grave era la situación de Cataluña, en que la guerra social (sindicato único, cenetista, frente a sindicato libre, apoyado por la patronal) había obligado a los regionalistas a aparcar sus propias reivindicaciones, pero reclamando a Dato el nombramiento de un hombre fuerte que al frente del gobierno del Principado fuese capaz de frenar el pistolerismo convertido en ley. Dato, que se había esforzado por paliar la situación con medios estrictamente constitucionales, al paso que culminaba su programa social con la creación del Ministerio del Trabajo, hubo de ceder a las presiones de las llamadas fuerzas vivas de Cataluña, que le señalaron al general Martínez Anido como el “hombre fuerte” que venían exigiendo. Aunque a disgusto, Dato designó al general dándole carta blanca para que actuase según su criterio; pero la dureza de aquél en su gestión (que tuvo su expresión más significativa en la aplicación de la tristemente célebre ley de fugas) se volvió, no contra el general, que sabía protegerse muy bien, sino contra el jefe del Gobierno que le había situado en Barcelona. La consecuencia fue el crimen —programado por la Confederación Nacional de Trabajadores— que puso fin a la vida de Dato en la plaza de la Independencia madrileña, el 8 de marzo de 1921, por obra de cinco sindicalistas catalanes que ametrallaron el coche oficial del ministro cuando éste se dirigía a su domicilio en la calle de Lagasca. Como ya había sucedido en el caso de Canalejas, el sindicalismo revolucionario eliminaba así a quien había sido máximo promotor de la justicia social en España.
Dato se había casado, muy joven, con Carmen Barrenechea, natural de Vitoria, de la que tuvo un hijo —que murió niño— y tres hijas, Isabel, Carmen y Concha. El Rey otorgó al presidente el título ducal, que recibió su viuda y ésta transmitió a su hija Isabel.
Dato perteneció a las Academias de Ciencias Morales y Políticas y a la de Jurisprudencia y Legislación, que llegó a presidir y en la que publicó notables estudios jurídicos (Carlos Seco Serrano, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre el Callejero de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.
La avenida Eduardo Dato, al detalle:
Delegación de Defensa
restos de la antigua Plaza de Toros Monumental
Colegio del Inmaculado Corazón de María - Colegio Portaceli
Hotel Portaceli
Edificio Eduardo Dato, 37
Edificio Huerta del Rey
Estadio Ramón Sánchez Pizjuán
Hospital de San Juan de Dios
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