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martes, 18 de abril de 2023

Los principales monumentos (Ermitas de la Concepción, de Nuestro Padre Jesús, y de la Virgen de los Dolores; e Iglesia parroquial de Santa Ana) de la localidad de Algodonales, en la provincia de Cádiz

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Ermitas de la Concepción, de Nuestro Padre Jesús, y de la Virgen de los Dolores; e Iglesia parroquial de Santa Ana) de la localidad de Algodonales, en la provincia de Cádiz.
           Aunque en el solar de Algodonales se han encontrado restos visigodos y musulmanes, el desarrollo del asentamiento no se produce hasta la reconquista cristiana del territorio, a pesar de la obstaculización que durante mucho tiempo ejerció la cercana Zahara. Sin embargo, ante la evidencia del poblamiento, el duque de Arcos autoriza la erección de la parroquia en 1619. Presenta una configuración urbana alargada, al adaptar su trama a una estrecha meseta bajo un roquedal imponente. Conserva restos de la arquitectura tradicional, destacando la Casa Consistorial, de principios del S. XX y dos ermitas, la de Nuestra Señora de la Concepción, construida en s. XVIII, y la de Jesús Nazareno de la centuria siguiente (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).    
      El núcleo se asienta sobre la falda Sur de la Sierra de Líjar. Próximo a él se extiende la rica vega del río Guadalete, que se dirige hacia el Norte para cambiar de rumbo más adelante, describiendo una amplia curva por Puerto Serrano, orientándose hacia el Suroeste y pasando por Arcos de la Frontera. Su territorio es de suaves pendientes. Forma parte de la Ruta de los Pueblos Blancos, su término municipal limita al norte con Villamartín, Puerto Serrano y Morón de la Frontera (Sevilla); al sur, con El Gastor; al este, con Olvera; y al oeste, con Zahara. Sus altitudes más significativas son: la Plaza frente a la Iglesia, 370,0 m.; el acceso suroeste, 358,0 m.; y la parte alta del Casco Antiguo, 400-420 m.
     El trazado de sus calles no responde a una trama regular presentando gran libertad en su traza. Posee grandes manzanas con espacios vacíos en su interior, conteniendo algunas penetraciones transversales, de pequeña dimensión, trazado sinuoso y en fondos de saco. Sus parcelas son alargadas con más fondo que fachada. En la parte más alta las manzanas son lineales y de gran longitud, siguiendo las líneas de mínima pendiente. En los caminos de acceso las manzanas son también alargadas y con una sola fachada. Se pueden distinguir cinco áreas diferenciadas con estructuras homogénea que responden a su desarrollo histórico.
     El pueblo se compone de las típicas casas de la serranía gaditana con fachadas revocadas de cal. Sus cubiertas son inclinadas de teja morisca. Las viviendas mantienen una altura uniforme destacando en el centro la monumental parroquia de Santa Ana. La tipología predominante responde a la tradicional vivienda unifamiliar entre medianeras, con una o dos plantas, o una y "soberao".
     Los primeros desarrollos urbanos se realizan hacia Norte y Noroeste, mientras en las últimas décadas se han ocupado zonas más llanas al Sur (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Algodonales, población emplazada a los pies de la sierra de Líjar y desarrollada tras la conquista cristiana del territorio.
     En la plaza de la Constitución se encuentra la iglesia parroquial de Santa Ana, uno de los templos más bellos de la serra­nía gaditana, su principal monumento. Se trata de un templo construido en 1784 en el solar de otro anterior del siglo XVI, cuyas espléndidas fachada y torre sevillana colorean el marco ajardinado de la plaza (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).  
     Esta ciudad de la Ruta de los Pueblos Blancos se levanta en una llanura que atraviesa el Guadalete, a los pies de la sierra de Líjar.
Historia
     Poblada desde muy antiguo, se sabe que durante la dominación árabe dependía de la próxima Zahara, permaneciendo en esta situación aun después de la conquista cris­tiana en 1483, concretamente hasta finales del siglo XVI. A partir de la independencia como municipio adquiere plenamente su personalidad. En 1817, gracias a la resistencia que había opuesto unos años antes a las tropas francesas del general Maranci, recibe el título de ciudad. Con este título obtuvo también 22.000 ha de terreno, en el que se incluyó la sierra de Líjar.
Gastronomía
     La cocina de Algodonales sigue estrictamente las pautas de la de toda la sierra gaditana. Sopas, guisos y sobre todo la abundante carne, tanto de animales domésticos como de caza, nutren su mesa. Como peculiaridades propias del lugar hay que tener en cuenta su gazpacho y sus espárragos silvestres.
Artesanía
     Se fabrican guitarras flamencas y se practica aún de forma artesanal la talabartería, la cestería y la confitería.
Fiestas
     La más típica es la del Corpus, variable entre finales de mayo y junio. La ciudad se engalana con flores y mantones para el paso de la custodia con la Hostia consagrada. El 25 de julio se celebra la festividad de los patronos Santiago y Santa Ana, con desfiles de gigantes y cabezudos, carreras de sacos, de cintas, etc.
Visita
      El conjunto urbano y el paisaje que la rodea constituyen los principales atractivos de la ciudad. En el casco urbano, de estrechas callecitas inmaculadas, sobresale el edificio de la iglesia parroquial de Santa Ana, cuya construcción data de 1784 y es obra de José Álvarez y de Matías Figueroa. Se trata de uno de los templos más bellos de la serranía gaditana, es de estilo barroco y en él destacan los rasgos del estilo colonial que llegaría hasta las posesiones americanas durante el reinado de Carlos III.
     La extraordinaria puerta del Perdón se debe al arquitecto Pedro de Silva. Tiene una torre de más de 40 m, de base cuadrada, con un bello remate octogonal. Posee además una buena colección de libros antiguos y otra de objetos religiosos entre los que sobresale una custodia de estilo rococó.
Alrededores
     Independientemente de las pequeñas huertas próximas, el paisaje que rodea a la ciudad está constituido por los picos y cortados de la sierra de Líjar. Es un paisaje abrupto que favorece la práctica de excursiones y de deportes de riesgo, como el ala delta o el parapente (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).

Ermita de la Concepción
     Ermita. A la iglesia se accede a través de un pequeño patio situado en su parte delantera. Tras pasar la puerta nos encontramos con una pequeña nave dividida en tres partes: nave central y laterales, con pilares que sostienen la estructura. Al fondo están situados los altares: el altar de la Virgen de la Concepción en la nave principal y otros dos a derecha e izquierda. A través de un pequeña puerta situada al lado del altar derecho, se llega a la sacristía, en la actualidad utilizada como trastero. La fachada se compone de puerta de acceso y el campanario. Las cubiertas son a dos aguas. Los muros son de piedra y barro, encalados. Las techumbres son de madera, caña y cal, y las cubiertas de teja. Los suelos son de ladrillos de barro cuadrados, pintados en color rojo. Los vanos son la puerta principal de madera, y dos ventanas en el lateral derecho e izquierdo de la nave. Las paredes están encaladas. Los Altares están compuestos por hornacinas horadas en el muro, y en torno a ésta el altar en madera policromada. Esta ermita, que es denominada popularmente como la Ermita Alta, constituye, en el barrio donde está situada (Barrio Alto), un elemento de identificación; es una de las dos ermitas que tiene la localidad, en las que a pesar de no ser utilizadas para realizar cultos, son sede de reuniones semanales de grupos de mujeres que se encargan de su mantenimiento. Durante la feria del barrio, en el mes de Agosto, la ermita es uno de los centros ceremoniales claves de ésta, a donde a diario se llevan ofrendas florales (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de Nuestro Padre Jesús
     Ermita. Existen un total de tres altares, el principal donde están situado Ntro. Padre Jesús, a la izquierda de éste, la Virgen del Rosario, y a la izquierda otro altar con San Juan. Según se entra, en la línea de pilares a la izquierda, hay una pila en el primer pilar y un pequeño púlpito adosado al tercero. La fachada de la iglesia está compuesta por una puerta de doble hoja de madera, en torno a la cual existen unas molduras y dos farolillos: uno a la izquierda y otro a la derecha. Encima está situado el campanario, de una sola campana. Los muros son de piedra y barro, encalados, con un total de ocho columnas. Las techumbres son originalmente de madera, caña y barro, sin embargo a raíz de recientes obras algunas zonas, las partes cercanas al altar del lateral derecho, tienen techumbres de viguetas con bovedillas. Los suelos son de loza pintados en rojo; en las naves laterales, las antiguas lozas se han cubierto de cemento pintado de rojo. En cuanto a los vanos, hay tres: puerta principal de acceso; apertura a modo de ventana en la cubierta; ventana en el lateral derecho que da a la sacristía. La fachada está encalada, con molduras en la puerta principal pintadas de color amarillo, incluyendo el campanario. Las paredes interiores están encaladas, incluyendo la sacristía. Es de destacar el perfecto estado de conservación tras la reciente reforma que se ha realizado atendiendo a la estructura y materiales originales (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía). 

Ermita de la Virgen de los Dolores
     La ermita está constituida por una pequeña habitación cuadrada, con una puerta de acceso de hierro, cerrada con cristales. Un pequeño frontón en la parte superior del inmueble, coronada por una pequeña cruz. A la capillita se accede bien a través de una larga escalera que lleva directamente a la puerta, o a través de una escalera lateral. A derecha e izquierda existen unos bancos para sentarse. Los muros son de ladrillo y cemento, encalados. Las techumbres son de viguetas y bovadillas, cubiertos de cemento. El suelo es de mármol. Las paredes están encaladas, con un zócalo de mármol a media pared. El lugar donde está la virgen, está rodeada de un marquito dorado realizado en escayola. La virgen está ubicada en un altar situado en la pared trasera, delante de un cristo crucificado. Esta pequeña ermita de la Virgen de los Dolores conocida como "La Virgencita ", ha desplazado en devoción popular a la Virgen de los Dolores de la Iglesia Mayor. Es un centro de encuentro cotidiano además de ser un centro ceremonial clave el día de su romería (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Iglesia parroquial de Santa Ana
     En el mismo solar ya existía en el siglo XVI un templo, ampliado por Diego López Bueno hacia 1620. La primera piedra del actual fue colocada en 1777, inaugurándose el 6 de noviembre de 1784. La iglesia fue construida por el alarife José Durán, de acuerdo con las trazas del arquitecto José Álvarez. Otro maestro sevillano, Antonio Matías de Figueroa, cambió la orientación de la planta y diseñó las portadas y la torre, ésta sería rehecha por José Echamorro entre 1790 y 1798. El templo repite en lo esencial el modelo de Álvarez, consagrado en la parroquia sevillana de San Bernardo, donde también utiliza la pintura y los fingimientos murales para decorar exteriormente el edificio. Es de planta de salón, con el coro a los pies, de tres naves cubiertas por bóvedas de cañón con lunetos y aristas y semiesférica ante la capilla mayor. Presenta un acabado exterior notablemente colorista, con sillería imitada y un friso con motivos geométri­cos. Contrastando con este acabado de gran cromatismo, la portada principal, de mármol blanco, que se proyecta escenográficamente hacia el atrio y la plaza principal de la localidad.
     En el interior destaca la unidad decorativa, fruto de un proceso continuado efectuado por los mismos artífices. Esta armonía creativa otorga un enorme interés al conjunto, en el que caben trabajos de académi­cos y de diestros artesanos, arquitecturas basadas en la geometría y tallas elabora­das con un habilidoso manejo de la gubia.
     El retablo mayor posee banco, dos cuerpos y tres calles, separados por columnas de orden corintio, y ático. Es de madera, aunque la policromía imita jaspes y mármoles de colores. Fue diseñado en 1786 por el académico sevillano Francisco Jiménez, aunque materializado por Diego Meléndez. En la hornacina central está alojada la imagen titular de Santa Ana, talla que procede de la antigua iglesia, atribuida a Pablo Legot, de principios del XVII, y cuya policromía fue renovada por las mismas fechas en que se hizo el altar, con algún retoque en la madera que hace de ella una imagen moderna. Encima se si­túa un pequeño Santiago a caballo, mientras que en las calles laterales se ubican San Pedro, San Pablo, Santa Teresa y un santo dominico. En las pechinas de la cúpula aparecen los cuatro evangelistas, obras de calidad pintadas por el académico sevillano José Suárez, con gran acierto expresivo y diestro manejo de composición y color. Adosados a los pilares del arco toral inmediato al presbiterio se disponen dos pequeños altares de laboriosa ejecución, que reproducen a escala la estructura de las grandes máquinas. Albergan sendas tallas y se rematan de igual modo con un cuadro coronado. En el de la derecha se encuen­tran la Virgen de la Merced, talla afín a las de Cristóbal Ramos, y una versión de la Inmaculada de Murillo, que podría ser de Suárez. El otro pilar está revestido por un altar con una Dolorosa al estilo de Cayetano de Acosta y una copia dieciochesca, o acaso del pintor académico citado, del episodio de Adoración de los Pastores, de Murillo. Notable obra de la artesanía rococó es el púlpito al que se accede por una escalera de ebanistería con motivos de rocalla, presentando el ambón de forja y un tornavoz de talla remata­do con la Fe.
     En la capilla Sacramental, cabecera de la nave de la izquierda, se encuentra el altar del Calvario, de parecida estructura que los demás y pre­sidido por el Cristo de la Buena Muerte, según la documentación realizado por Cristóbal Ramos. A los flancos lleva dos pequeñas esculturas de santas religiosas, y en el ático presenta el relieve de la Oración en el Huerto.
     En dirección a los pies encontramos el retablo de la Virgen del Rosario, versión simplificada del retablo mayor, probablemente diseñado y ejecutado por los mismos maestros. La imagen principal, con el Niño en brazos y ropa muy agitada, es del sevillano Cristóbal Ramos. En el ático una talla de Santo Domingo y en los laterales otras dos figuras de pequeño tamaño.
     Sigue el retablo de San Antonio, diseñado por académico sevillano Fernando Rosales y realizado por Meléndez. Se compone de banco, un cuerpo estructurado en tres calles, separadas por columnas corintias, y un ático. La imagen titular se aloja en una hornacina de buscada perspectiva a través de una bóveda de casetones. Fue tallada por Cristóbal Ramos, el mismo que hizo la escul­tura de San Nicolás de Bari del ático. Un santo obispo y otro mártir, de minúsculas dimensiones, se sitúan en las calles laterales.
     En el tramo siguiente hay un gran lienzo de San Cristóbal, con un sencillo marco jaspeado. Fue pintado en  1786 por José Suárez, a devoción de Cristóbal de Balle, como recuerda una inscripción que figura al pie y confirma la documentación.
     A los pies de la nave está la capilla bautismal, con una bella pila de jaspe rojo con un pie de sección cuadrada y un recipiente de costillas. El cuadro del Bautismo de Cristo es de fines del siglo XVIII.
     A la entrada de la iglesia nos encontramos con el trascoro, de animadas líneas curvas y rectas. La sillería es conceptualmente más clásica, al igual que el órgano.
     A los pies de la nave de la derecha hay dos retablos gemelos, ambos coronados y con telas encoladas, con sendas esculturas en sus nichos y sendos cuadros encima, posiblemente de Suárez. El del testero alberga un Cristo yacente en su urna y sobre él cuelga un lienzo muy murillesco representando a San Pedro de Alcántara. El otro altar custodia la talla de Santa Ana con la Virgen y el correspondiente cuadro también es una co­pia neoclásica del Santo Tomás de Villanueva de Murillo.
     En el siguiente tramo llama la atención el pe­queño crucifijo bajo un dosel de exuberante talla rococó. A continuación el altar del Sagrado Corazón, de un solo cuerpo que presenta en el ático al arcángel San Rafael. El altar contiguo está dedicado a las Ánimas del Purgatorio y es gemelo del de la Virgen del Rosario, aunque sólo está dorado, posiblemente en una intervención reciente. En el relieve central, ejecutado por Cristóbal Ramos, aparece la Virgen del Carmen con la Trinidad intercediendo por las Ánimas del Purgatorio.
     El retablo de San José también es de Melén­dez, aunque el diseño puede pertenecer al arquitecto académico Jiménez. La escultura reproduce los esquemas barrocos sevillanos y podría ser de Cristóbal Ramos. En la cabecera de la nave está el altar de San Francisco, con una peculiar disposición arquitectónica, en la que se resalta la calle central, articulada por dos órdenes de columnas, y a cada lado tres medallones y una pequeña escultura sobre repisa. En los medallones aparecen escenas, pintadas por Suárez, de las visiones de San Francisco, en las que se reproducen los mo­delos de Murillo. En la calle central se disponen, de abajo arriba, una talla moderna de la Inmaculada, el santo titular, que podría ser de Ramos, y San Rafael.
     En la espaciosa Sacristía hay más  obras de arte, aparte de la gran mesa calicera de mármol rojo sostenida por gruesos estípites manieristas, la cajonera y las puertas de elaborada peinacería y ricos marcos, hay que reseñar las esculturas del Niño Jesús, sevillano del siglo XVII, y de Santa Ana con la Virgen,  quizás de Ramos. En el pasillo que conduce a la iglesia hay un estandarte con la Pastora, que sigue muy de cerca la versión pintada por Domingo Martínez para los Capuchinos de Sevilla.
     Caben resaltar asimismo como joyas artísticas la custodia rococó, bandejas de plata, una bandeja del siglo XVI y varios cálices y copones de los siglos XVIII y XIX, en los que se advierte la marca de Guzmán y Gargallo. Y además otras mexicanas (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).    
      Se trata de un templo con planta en forma de cruz latina, con tres naves, crucero y cabecera plana. La nave mayor consta de cuatro tramos, ocupando el primero el coro en alto. Se articula mediante pilastras toscanas entre las que se abren vanos de medio punto.
     Las naves se cubren mediante bóveda de medio cañón con lunetos en la nave mayor, brazos del crucero y cabecera, y de bóvedas vaídas en las naves laterales. La cúpula es semiesférica sobre pechinas, decorada con fajas.
     La fachada principal se resuelve mediante un gran arco de medio punto flanqueado por fajas almohadilladas y rematado por frontón triangular, en este espacio se enmarca la portada compuesta de dos cuerpos, el primero enmarcado por columnas toscanas y el segundo por fajas, rematado en frontón triangular. Ambos cuerpos presentan abundante decoración.
     La torre se sitúa en un extremo la fachada, es de planta cuadrada en los dos primeros cuerpos y octogonal en el tercero, rematándose por chapitel bulboso recubierto de cerámica.
     La portada lateral se enmarca por pilastras toscanas rematadas por un frontón triangular. Enmarcándose el vano de medio punto por un baquetón mixtilíneo.
     El exterior presenta en la totalidad de sus paramentos una abundante decoración pintada a base de almagra roja figurando sillares y perfilando molduras con motivos geométricos.
     Todo el conjunto fue levantado en el último cuarto del siglo XVIII, respondiendo su estilo al Barroco tardío de Escuela (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     
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