Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Cortijo Reverte, en Alcalá del Río (Sevilla).
Hoy, 28 de abril, es el aniversario del nacimiento (28 de abril de 1868) de Antonio Reverte, torero, que da nombre a la obra reseñada, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Cortijo Reverte, en Alcalá del Río (Sevilla).
El Cortijo Reverte, se encuentra entre el núcleo urbano de la localidad de Esquivel y el cauce del Río Guadalquivir; en Alcalá del Río (Sevilla).
El Cortijo Reverte, o Don Gastón, es la típica hacienda andaluza dedicada a la agricultura.
Conozcamos mejor la Biografía de Antonio Reverte, quien da nombre a la obra reseñada;
Antonio Reverte Jiménez, (Alcalá del Río, Sevilla, 28 de abril de 1868 – Madrid, 13 de septiembre de 1903). Torero.
Su primer trabajo fue el de mozo de labor, aunque pronto sintió la llamada de la afición a los toros. Dio sus primeros pasos como incipiente torero en las capeas y tentaderos, especialmente en la ganadería de la viuda de Concha y Sierra. Añade Cossío que actuó por primera vez en público en la inauguración de la plaza de toros de su pueblo. Toreó varios festejos más por los pueblos sevillanos, hasta lograr debutar en la Maestranza en 1890. Llamó entonces la atención por su personal forma de ejecutar la suerte suprema, citando de largo pero entrando “tan por derecho y con tanto arrojo, que generalmente hundía hasta la cruz el estoque en todo lo alto de las péndolas, rodando los toros como electrizados y él saliendo del embroque un poco dificultosamente”, dice Cossío.
Ya entonces realizaba una suerte que está asociada a su persona: el recorte capote al brazo. Así lo cuentan, en cita recogida por Cossío, Juan Guillén Sotelo El Bachiller González de Ribera y Enrique Feria Triquitraque: “Pero lo que más se le daba no eran ciertamente sus tremendas estocadas arrancado, ni su toreo, que condiciones físicas ingénitas hacían ceñidísimo y aplomado, sino una cosa nueva, un algo especial, con sello propio, que importó en el redondel. Ya fuera antes de comenzar los picadores su tarea, ya en la terminación de algún quite en la suerte de varas, cuando venían los toros sobrados, bravucones y enteros, Antonio Reverte clavaba los pies en la arena, adelantaba el brazo derecho con el capote plegado en él, aguantaba el empuje del bruto y se lo vaciaba, recortándolo con vuelo airoso de la tela al plegar con rápido movimiento el brazo al tórax. Salían los toros rebotando del lance, y si eran bravos se revolvían, y entonces la suerte sucedíase una, dos, tres, hasta siete u ocho veces en ocasiones, destroncando a la res, que cada vez hacía más corto viaje y se aplomaba más”. Añade El Bachiller que la suerte era corriente como defensa de los vaqueros en las ganaderías, pero que era totalmente nueva en las plazas. Afirma Peña y Goñi que Frascuelo la hizo alguna vez como remate unitario de algún quite, pero parece demostrado que nadie la había realizado enlazando una tras otra, integrada como recorte hasta formar un quite propiamente dicho.
Se presentó en Madrid el 19 de julio de 1891, alternando con Juan Gómez de Lesaca y Miguel Báez Litri.
Gustaron a la afición de la capital sus estocadas y sus recortes, por lo que fue repetido el siguiente día 26, mano a mano con Francisco Bonar Bonarillo, y cinco reses de Vicente Martínez y una de Gregorio Medrano.
El 13 de agosto se repitió el mismo cartel, en esa ocasión con novillos de Faustino Udaeta. La reseña que Pérez López hace de la actuación de Reverte es un resumen perfecto de las característica de ese torero en ese momento de su carrera, tanto en la suerte suprema como en la suerte que aportó al toreo: “Estuvo muy valiente, fue cogido sin consecuencias al entrar a matar al segundo y cuarto, siendo ovacionado en ambos.
En el sexto cumplió. Superior en banderillas y fue muy aplaudido con sus recortes capote al brazo”. Mariano del Todo Herrero dejó constancia en la revista La Lidia, además de la ausencia de “elegancia, alegría y aspecto decorativo” de su toreo, de “un estoicismo y aplomo impropios de sus años. Reverte salta al anillo y parece que lleva un quintal de peso en cada pie; no toma la barrera y apenas corre; es decir, que para hasta lo inverosímil. Sus recortes y quiebros de vaquero son asombrosos por lo frecuentes y ceñidos”.
Cuenta Cossío que su popularidad era entonces inmensa: se pusieron a la venta sombreros y bastones con el nombre de Reverte inscrito, se puso de moda su peinado y hasta se hicieron músicas y letras sobre su persona, e incluso Sánchez de Neira, que nunca se ocupaba de los novilleros, publicó en La Lidia un estudio crítico sobre su competencia con Bonarillo. Esos festejos del 26 de julio y del 13 de agosto lanzaron a los dos novilleros: Bonarillo tomó la alternativa el 27 de agosto (de manos de Luis Mazzantini, con toros de Benjumea) y Reverte hizo lo propio el 16 de septiembre, a manos de Rafael Guerra Guerrita, que le cedió el toro Toledano, de Rafael de Rueda y Osborne, marqués del Saltillo. Según Pérez López, a esa corrida llegó mermado de facultades debido a una cogida anterior (señala Cossío que los días 15 de agosto y 3 de septiembre resultó herido en Jerez de la Frontera y Palencia, respectivamente). Regresó a la plaza de Madrid los días 20 y 24 de septiembre, en ambas corridas con Bonarillo y José Rodríguez Pepete, sufriendo en la última una cornada entre el omoplato y la axila derecha.
En 1892 no toreó en Madrid, aunque sumó cuarenta festejos en otras plazas. Reapareció en la capital el 6 de abril de 1893, alternando con Mazzantini y Guerrita, y sufriendo en el cuello un nuevo percance grave. El toro que le hirió se llamaba Canito y era de la vacada de Benjumea. Añade Cossío: “Curado al cabo de algún tiempo, hizo una intensa campaña en los circos de Madrid [Pérez López confirma que toreó otras diez corridas más] y provincias”. El 16 de octubre alcanzó un gran triunfo en la plaza de la capital con el toro Cerrojo, de Palha [...] “El papel de Reverte —escribe González de Ribera— subió a las nubes, apresurose la empresa a contratarle para la temporada de 1894, [...] y el público madrileño quedó entusiasmado, esperando para ella la lucha del diestro alcalareño con la declinante valentía del Espartero y la maestría inigualable de Guerrita”. En esa época, Reverte comenzaba muchas de sus faenas de muleta con el pase cambiado [un quiebro con la muleta plegada], creado por Antonio Carmona Luque Gordito y que, tras pasar por el Papa Negro [Bienvenida padre] y Rafael El Gallo, en el siglo XX daría gran fama a Antonio Bienvenida. Según Don Ventura, “fueron no pocos los que creyeron ver en él a un rival de dicho Guerrita, pero los aficionados de buen sentido nunca dieron pábulo a tal especie. Cierto es que Reverte se mantuvo siempre en la primera fila; pero su arte careció de dominio y, además, los empresarios siempre estaban en vilo con él, porque los percances eran frecuentes y no había temporada en la que pudiera cumplir todos sus ajustes”. Una de las cornadas más graves, de las muchísimas que sufrió a la largo de su carrera, se la provocó el toro Grillito, de Ibarra, el 3 de septiembre de 1899 en Bayona (Francia). Tras una gran estocada, el diestro sevillano se arrodilló para adornarse, alargando el toro el cuello e infiriéndole una cornada gravísima.
Una vez curado, siguió toreando Reverte en las diferentes plazas de España y América, aunque cada vez más resentido debido a los percances, en especial el de Bayona que a punto estuvo de costarle la pierna.
En 1903 fue operado de un tumor en el hígado, enfermedad de la que falleció el día 13 de septiembre de ese mismo año. En Alcalá de Río fue enterrado un torero valiente y muy popular, un diestro que pagó muchas veces con su sangre aquel toreo “ceñidísimo y aplomado”, quizá aún no apto para el toro que entonces se lidiaba, un toreo que el crítico Juan Guillén Sotelo, El Bachiller González de Ribera, ya supo ver en el comienzo una carrera corta, intensa y muy accidentada (José Luis Ramón Carrión, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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