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viernes, 21 de abril de 2023

Los principales monumentos de la localidad de Arcos de la Frontera (I), en la provincia de Cádiz

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos de la localidad de Arcos de la Frontera (I), en la provincia de Cádiz.
           La ciudad de Arcos se levanta sobre una alargada cresta rocosa bordeada en su zona oriental por el quiebro que el río Guadalete describe para salvarla. Tal ubicación le confiere un espectacular perfil a la vez que permitió a sus habitantes controlar una estratégica posición que dominaba la campiña y acceso a la sierra de Cádiz. La arqueología ha proporcionado numerosos testimonios de época prehistórica, aunque durante el periodo romano parece que se eligieron como lugar de habitación las zonas llanas del entorno inmediato y así lo demuestran, entre otros testimonios, las ruinas de la villa del Lentiscal. Pero Arcos vivirá su primer momento de esplendor en época islámica. En su término municipal se localizan los restos de la ciudad de Calsena, que fue capital durante un tiempo de la cora Sidonia, distrito al que perteneció Arkos, de la que se tienen noticias desde la época del emirato y se vio envuelta en las sublevaciones contra los Omeyas. La progresiva crisis de Calsena, que llevó a su desaparición, trajo consigo el crecimiento de Arcos, que tras la caída del califato fue sede de una de las taifas, anexionada por el reino de Sevilla en el 1068.
     Las tropas de Alfonso X tomaron la ciudad en 1255, pero hubo de ser reconquistada en 1264, tras la sublevación de la población musulmana, que fue expulsada en la última fecha, repoblándose Arcos con gentes cristianas venidas del norte. Desde entonces se convierte en ciudad fronteriza, como indica su propio topónimo, y se vio directamente implicada en la Batalla del Estrecho. Este carácter trajo consigo la concesión de numerosos privilegios a sus habitantes por los reyes castellanos. Desde inicios del siglo XV se convierte en ciudad señorial y tras numerosos avatares en los que pasó de manos de los Enríquez de Ribera a la Corona de nuevo, fue entregada en 1440 a los Ponce de León que fundaron el condado de Arcos y obtuvieron de Enrique IV el título de ciudad en 1472, tras la toma de Cardela. Esta familia había obtenido también el marquesado de Cádiz, al que renunciaron en 1493, quedando desde entonces instituido el ducado de Arcos.
     El descubrimiento de América trajo consigo un desplazamiento de la actividad económica hacia la bahía de Cádiz, pero Arcos mantuvo su importancia a la sombra de las grandes familias nobiliarias y tras el estancamiento del siglo XVII, generalizado en todo el reino, vivirá durante el XVIII una etapa de gran esplendor. Su posicionamiento con la causa de los barbones trajo consigo la concesión de títulos y privilegios otorgados por Felipe V. El resurgimiento de la agricultura andaluza y la actividad de la ruta de la Sierra que unía Ronda con Cádiz, trajeron consigo un fuerte desarrollo urbano, consoli­dándose por entonces los barrios de extramuros. Tras los duros momentos vividos durante la invasión napoleónica, la caída del Antiguo Régimen trajo consigo el final del señorío y un agitado siglo XIX que refleja los acontecimientos nacionales (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
      La ciudad de Arcos ocupa las cumbres y laderas de una serie de "Peñas" en la margen derecha del Río Guadalete, y en el interior de un amplio meandro que este río realiza en su curso medio. Las altitudes oscilan entre los 50 m. de la orilla del río y los 195 m. de la base del Castillo, es decir un desnivel superior a los 140 m., con importantes escarpados casi verticales, sobre todo al Suroeste y Norte.
     El núcleo urbano, y en especial el casco antiguo, tienen una clara forma alargada, en el sentido Noroeste- Sureste, extendiéndose unos 2,7 km. Las calles son tortuosas, estrechas e irregulares en su sección, teniendo fuertes desniveles.
     Únicamente algunas calles superan los 8 metros de ancho situándose fuera del Conjunto Histórico y coincidiendo con los principales accesos a éste. El tráfico rodado a través del interior del Casco Histórico sólo puede hacerse por una serie de vías -básicamente dos, una en cada sentido- que confluyen en el Arco de Matrera como único punto de paso en el extremo Sureste desde y hacia el Barrio Bajo.
     Las manzanas son irregulares, tanto en forma como en tamaño, y están separadas por calles estrechas, de ancho variable a lo largo de su trazado y con fuertes pendientes en algunos tramos. A lo largo de las calles más anchas se desarrollan manzanas algo más regulares, de forma rectangular alargada, en ambos extremos, tanto en la zona Noroeste, como en el Barrio Bajo.
     La estructura parcelaria es también bastante complicada en cuanto a formas y a la diversidad de tamaño. Unido a ello la existencia de propiedades superpuestas dan lugar a casas cuevas que se aprovechan de la diferencia de nivel y que hacen el parcelario aún más complejo. Las parcelas más representativas están entre 100 y 200 m2, salvo en San Agustín Cómpeta. Son bastante abundantes las parcelas de menos de 100 m2, entre un 30 y 45% del total, y casi no existen las mayores de 500 m2.
     Los barrios centrales del Conjunto, Santa María y San Pedro son los que tienen parcelas medias mayores, localizándose en ellos los principales edificios residenciales. El núcleo urbano se compone de tres zonas colindantes entre sí que se desarrollan linealmente de Oeste a Este. El extremo Oeste se puede a su vez subdividir en dos áreas claramente diferenciadas: Barrio Alto (al Norte) y la zona Retiro-Feria (acceso oeste).
     En el extremo Este el Barrio Bajo, extendiéndose hasta el Sureste en casi un fondo de saco, aparece como un espacio residual y dividido, siendo el último que se ha desarrollado.
     El tramo central, el más prominente, sobre las Peñas de Arcos, está compuesto del recinto musulmán y su crecimiento hasta el XIX, y sirve de puente y a la vez constituye una barrera entre los dos extremos que se extienden por las laderas de la Peña y colinas aledañas.
     En cuanto a la tipología residencial más característica se puede señalar dos grandes grupos: la vivienda unifamiliar tradicional, que responde a la casa palacio -en general modesta- y que suele conservarse en buen estado; y la vivienda colectiva o casa de vecinos, que por el contrario sufre un progresivo estado de deterioro. En general la altura de este caserío suele ser de una o dos plantas, aunque los desniveles entre calles hacen difícil la determinación de éstas, pues hay hasta tres niveles de diferencia entre calles paralelas, sin contar con los desarrollos tipo cueva.
     Durante el siglo XVIII la ciudad se desarrolla definitivamente fuera del recinto amurallado, surgiendo tres nuevos barrios: el barrio de la Corredera y el de San Francisco hacia el oeste, y el barrio Bajo hacia el este.
     Durante el siglo XIX la ciudad no parece experimentar ningún desarrollo importante, fuera de lo consolidado en el siglo XVIII, siendo lo más probable que se consolidaran con más caserío las barriadas ya existentes fuera del recinto amurallado. Se puede decir que ya a principios del XX el casco se ha consolidado.
     En el período 1950-1970 se produce el mayor crecimiento de la ciudad con la creación de nuevas barriadas que se desarrollan de forma desordenada por el Norte y el Este: La barriada de la Obra Sindical del Hogar y los barrios del Portichuelo, Barrio Bajo y Retiro-Feria. Las transformaciones de la trama urbana del recinto amurallado desde el siglo XVI han respondido básicamente a pérdidas de calles por construcción, incorporación al espacio libre de espacios privados o de espacios originados por desprendimientos de la roca. También se han realizado aperturas de nuevas calles o la configuración de plazas y espacios libres, aunque todas ellas han sido de relativa importancia en cuanto a la modificación de la trama existente (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
       Esta ciudad, cabeza y entrada de la Ruta de los Pueblos Blancos, se levanta, remota y laberíntica, sobre el arco de una elevada cumbre, La Peña, a cuyos pies discurre el río Guadalete, aquel que viera teñirse sus aguas con la sangre del último rey godo.
Historia
     Cuenta la leyenda que la ciudad fue fundada por un nieto de Noé, el rey Brigo, del que recibió el nombre de Arcobrigan o "arco de Brigo". Formó parte del legendario reino de Tartessos y fenicios y cartagineses se asentaron sucesivamente en ella. Los árabes, que la llamaron Medina Ar-kosch, la convirtieron en una fortaleza desde la que gobernaron durante largo tiempo un pequeño reino de taifa.
     En 1250 fue conquistada por Fernando III, aunque la población musulmana continuó viviendo en ella. En 1261, estos musulmanes junto con los de Lebrija y otros pueblos se alzaron en armas contra Alfonso X, siendo derrotados y expulsados en 1264. La ciudad fue entonces repoblada con cristianos, quedando al frente de su fortaleza el condestable don Ruy López Dávalos. Durante el siglo XV, Juan II de Castilla concedió el condado de Arcos a Pedro Ponce de León, condado que a finales del siglo y tras el tercer conde, pasaría a formar parte de la casa de Osuna.
Gastronomía
     Especializada en productos de la sierra y de la huerta. Entre sus platos destacan la perdiz estofada y el conejo en salsa de almendras; el ajo molinero, a base de pan viejo hervido, ajo, tomate, sal, aceite y huevo duro; el solomillo relleno de jamón y cham­piñones y la berza, un cocido con abundantes verduras. De postre se toma el tocino de cielo, el pan de ángel, los dulces de las monjas mercedarias y el bollo de Semana Santa, hecho con harina, aceite, almendra, matalahúva y ajonjolí.
Artesanía
     Tradicionales son los trabajos de esparto y palma, la guarnicionería, el hierro forjado y los bordados. Andrés Oviedo tiene su taller de cerámica a la vista del público.
Fiestas
     La Semana Santa está declarada de inte­rés turístico. Todos los días salen procesiones cuyo recorrido por las estrechas y empinadas calles componen un espectáculo conmovedor. Es muy valorada la cofradía de Jesús Nazareno que desfila en la madrugada del Viernes Santo. Figura singular de esta Semana Santa son los "armaos", soldados romanos propios de la localidad que acompañan a buena parte de los pasos. Los armaos llevan a cabo la tarde del Jueves Santo los avances, espe­cie de asalto al Cristo de la Vera Cruz junto al que acaban montando una guar­ia hasta el momento de su salida a la calle en la noche de ese mismo día. Durante toda la semana se celebra un concurso de saetas en las calles por donde discurren las procesiones.
     Del 3 al 5 de agosto tiene lugar la Velada de la Virgen de Agosto, con cabalgata de gigantes y cabezudos. La romería del Santo Cristo del Romeral se celebra el 13 de septiembre y la feria de San Miguel en torno al 29 de septiembre.
Visita
     La visión de Arcos desde la lejanía deslumbra al visitante tantas veces como a ella se aproxima. Su caserío sigue el perfil de un elevado montículo que se asoma abruptamente al Guadalete, formando un arco prodigioso del que quizás surgiera su nombre.
     Las noticias son vagas y legendarias. Se afirma con empeño que la ciudad fue fundada por el rey Brigo, un nieto de Noé, quien le puso el nombre de Arcobrigan o «arco de Brigo». Pero la leyenda no termina aquí. Arcos formó parte del mítico reino de Tartesos, y fenicios, cartagineses y romanos se asentaron en ella. Los musulmanes la llamaron Medina Ar-kosch, convirtiéndola en una fortaleza desde la que gobernaron durante bastante tiempo un pequeño reino de taifa. Ellos trazaron la trama urbana que ha llegado hasta nues­tros días, una trama laberíntica de estrechas callejuelas adaptadas a los desniveles del terreno, de plazuelas calladas a las que se llega tras el paso por delicados arcos, de rincones ocultos y misteriosos.
     El casco histórico de Arcos goza de la declaración de Monumento Nacional desde 1962. El paseo de Andalucía, en el que existe un aparcamiento público donde se debe dejar el coche, constituye su puerta de entrada, lo mismo que, a continuación, pasada la plaza de España, la calle Corredera es la vía principal que lleva hacia la cumbre del montículo.
     Entrando por Corredera, a la izquierda, se encuentra la iglesia de San Miguel, en la calle de su nombre, construida en el siglo XV sobre una antigua torre musulmana, aunque el templo actual data de 1794. Hacia la mitad de Corredera se sitúa el pósito, hoy Cen­tro de Salud. Su construcción data del siglo XVIII y presenta una hermosa por­tada de mármol blanco. Poco después, en la acera de enfrente, está el hospital de San Juan de Dios, del siglo XVI. Su iglesia, barroca, guarda un portentoso retablo mayor en madera sin dorar; a base de frondosos estípites, obra de Matías y Diego Navarro. En él se venera la imagen más antigua de Arcos, el Cristo de la Vera Cruz, un magnífico Crucificado tallado por Antón Vázquez en 1545.
     Pasado el hospital comienza la cuesta de Belén, a la que sigue Valdespino, cuyo número 2 es la casa del Conde del Águila, edificada en el siglo XIII para residencia del alcalde Antón Fernández de Espinosa.
Un gran espacio público
     A continuación, Deán Espinosa, lleva hasta la monumental plaza del Cabildo, gran espacio público en cuyo lateral sur se encuentra el mirador de la Peña Nueva, espléndido balcón en lo más alto del tajo desde el que se obtienen privilegiadas vistas del río y de los alrededores. Enfrentada al mirador, se alza la basílica menor de Santa María de la Asunción*, primer templo de la población. Su construcción, siguiendo las pautas del mudéjar, se inició en el siglo XIV en el lugar en el que había estado la mezquita de los musulmanes, aunque la edificación actual data en su mayor parte del siglo XVI. La fachada que da a la plaza, con la torre levantada por Vicente Catalán poco después de 1755, constituye desde entonces el principal punto de referencia de la ciu­dad. El templo es principalmente gótico tardío, circunstancia que al exterior se observa en el imafronte o fachada de los pies, a la que se llega a través de una amplia escalinata. El interior presenta tres naves de idéntica altura, separadas por robustos pilares circulares con finas columnillas adosadas que suben hasta el techo y se extienden a través de una deli­cada crucería. Son numerosas las obra de arte que esta iglesia guarda. La primera de todas es el retablo mayor, adaptado a la cabecera ochavada del templo y bajo un gran arco abocinado con casetones. Presenta una impecable factura manierista y en su ejecución, que se prolongó de 1585 a 1620, intervinieron nume­rosos artistas, siguiendo el proyecto ela­borado por Pedro Díaz de Palacios. Presenta siete calles, repartidas en tres cuerpos, más un ático con una serie de relieves que representan escenas evan­gélicas relacionadas con la Virgen María. Otra pieza importante es el coro, cons­truido en 1728 para sustituir a otro anterior. En la nave del evangelio hay una gran pintura al temple con la Coronación de la Virgen. Debió pintarse a comienzos del siglo XV y constituye un bellísimo ejem­plo de la pintura gótica andaluza. En esta misma nave se encuentra el retablo con el cuerpo incorrupto de san Félix. Otro retablo importante es el de Ánimas, a los pies de esta misma nave, principalmente por el conjunto escultórico de San Pedro y San Jerónimo ante Cristo atado a la columna, obra que se atribuye a Pedro Balduque. La capilla bautismal, ya en la nave de la epístola, guarda una tabla con la Virgen de Belén, de exquisita factura, pintada probablemente por Alonso Váz­quez, así como una imagen en madera policromada de la Virgen con el Niño de algún seguidor de Roque Balduque.
     En la misma plaza del Cabildo se encuentran el castillo y el Ayuntamiento, el primero de origen musulmán, aunque muy reformado en el siglo XV, cuando ya era residencia de los duques de Arcos; y el segundo, que guarda un buen artesonado mudéjar, construido en el siglo XVII en el solar de la antigua cilla.
     Un poco más abajo de esta plaza, por el callejón de las Monjas, está la iglesia de la Encarnación, que perteneciera al convento de monjas concepcionistas fundado en 1537, del que apenas queda nada más que un trozo del antiguo claustro.
     Siguiendo por Marqués de Torresoto, se alcanza el convento de las Merceda­rias que fundó en 1650 doña Beatriz de la Calle. Tiene dos bellos claustros y la iglesia es una pequeña joya con un brillante conjunto de retablos.
     Bajando por Boticas y Núñez de Prado, se llega a la capilla de la Misericordia, que formó parte del hospital de mujeres fundado en 1490 por el marqués de Cádiz, aunque el pequeño templo data de 1530. Después de un largo periodo de aban­dono, ha sido rehabilitado por el Ayuntamiento y se dedica a usos culturales. Enfrente está el palacio del Mayorazgo, sin duda uno de los mejores de los muchos con los que cuenta Arcos. Se construyó en el siglo XVIII para residencia de la familia Ayllón de Lara, pasando después a la de Núñez de Prado. Dedicado a distintos servicios municipales, tiene dos magníficos patios y, en la parte trasera, un jardín que ha sido habilitado como jardín Andalusí.
El segundo templo
     Siguiendo hacia abajo, enseguida se alcanza la iglesia de San Pedro*, segunda en importancia de la población, después del pleito ganado por la de Santa María en 1764 en el Tribunal de la Rota. Construida en el siglo XIV, es de estilo gótico y tiene aspecto de fortaleza, suavizado por la torre fachada de gran envergadura levantada en el siglo XVIII en estilo barroco. El interior lleva una sola nave con cabecera poligonal, bóvedas de terceletes y capillas laterales. Entre sus tesoros, hay que señalar el retablo mayor, de 1547, uno de los mejores del gótico tardío en Andalucía. Muestra una magnífica colección de pinturas sobre tabla coro­nadas por recamados doseletes. La capi­lla bautismal tiene una reja y un retablo platerescos de gran categoría. El retablo del trascoro, presidido por un lienzo de la Inmaculada, guarda un curioso belén de barro policromado que se cree hecho en Nápoles. En la capilla de los Ayllones, primera del lado izquierdo, se venera el Crucificado de los Remedios, modelado en pasta de madera en el siglo XVII. En el lado de la epístola está la capilla de la Virgen de los Remedios, presidida por la imagen titular, talla de algún seguidor de Pedro Duque Cornejo.
     Si se baja por la calle Juan Cuenca, se llega con facilidad al mirador de la Peña Vieja, con buenas vistas sobre el embalse de Arcos, después de dejar atrás el palacio de Juan de Cuenca, del siglo XVII, con un hermoso patio toledano, y el antiguo palacio del Marqués de Torresoto, del siglo XVIII, célebre, entre otras cosas, por las tertulias que en él celebraban sus propietarios.
     Si, en cambio, se sigue por San Pedro abajo, en la inmediata calle Socorro puede verse el palacio de los Virués, del siglo XVIII, alcanzándose, poco después, la iglesia de San Agustín, templo que formó parte del convento que los agustinos construyeron hacia 1586 en el solar de otro anterior, denominado de San Juan de Letrán. El templo es muy sencillo. Al exterior sobresale la espadaña, con dos cuerpos, pilastras toscanas y vanos de medio punto. El interior tiene una sola nave con capillas laterales sobre las que montan tribunas de balcón. Lo más inte­resante son las imágenes de Jesús Nazareno y de la Virgen del Mayor Dolor, la primera tallada en 1600 por el genovés Jácome Velarde, que entonces residía en Cádiz, y la segunda de autor anónimo y de princi­pios del siglo XVIII.
     Un poco más abajo de San Agustín, siguiendo por la calle Torres, está la puerta de Matrera, único resto que queda de la antigua muralla arcense. Tuvo cua­tro torres, conservándose sólo, en parte, la de la Traición (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).  
     Esta ciudad, cabeza y entrada de la Ruta de los Pueblos Blancos, se levanta, remota y laberíntica, sobre el arco de una elevada cumbre, La Peña, a cuyos pies discurre el río Guadalete, aquel que viera teñirse sus aguas con la sangre del último rey godo.
Historia
     Cuenta la leyenda que la ciudad fue fundada por un nieto de Noé, el rey Brigo, del que recibió el nombre de Arcobrigan o "arco de Brigo". Formó parte del legendario reino de Tartessos y fenicios y cartagineses se asentaron sucesivamente en ella. Los árabes, que la llamaron Medina Ar-kosch, la convirtieron en una fortaleza desde la que gobernaron durante largo tiempo un pequeño reino de taifa.
     En 1250 fue conquistada por Fernando III, aunque la población musulmana continuó viviendo en ella. En 1261, estos musulma­nes junto con los de Lebrija y otros pueblos se alzaron en armas contra Alfonso X, siendo derrotados y expulsados en 1264. La ciudad fue entonces repoblada con cristianos, que­ dando al frente de su fortaleza el condes­table don Ruy López Dávalos. Durante el siglo XV, Juan II de Castilla concedió el con­dado de Arcos a Pedro Ponce de León, condado que a finales del siglo y tras el tercer conde, pasaría a formar parte de la casa de Osuna.
Gastronomía
     Especializada en productos de la sierra de la huerta. Entre sus platos destacan la perdiz estofada y el conejo en salsa de almendras; el ajo molinero, a base de pan viejo hervido, ajo, tomate, sal, aceite y huevo duro; el solomillo relleno de jamón y champiñones y la berza, un cocido con abundantes verduras. De postre se toma el tocino de cielo, el pan de ángel, los dulces de las monjas mercedarias y el bollo de Semana Santa, hecho con harina, aceite, almendra, matalahúva y ajonjolí.
Artesanía
     Tradicionales son los trabajos de esparto y palma, la guarnicionería, el hierro forjado y los bordados. Andrés Oviedo tiene su taller de cerámica a la vista del público.
Fiestas
     La Semana Santa está declarada de interés turístico. Todos los días salen procesiones, cuyo recorrido por las estrechas y empinadas calles componen un espectáculo conmovedor. Es muy valorada la cofradía de Jesús Nazareno que desfila en la madrugada del Viernes Santo. Figura singular de esta Semana Santa son los "armaos", sol­dados romanos propios de la localidad que acompañan a buena parte de los pasos. Los armaos llevan a cabo la tarde del Jueves Santo los avances, especie de asalto al Cristo de la Vera Cruz junto al que acaban montando una guardia hasta el momento de su salida a la calle en la noche de ese mismo día. Durante toda la semana se celebra un concurso de saetas en las calles por donde discurren las procesiones.
     Del 3 al 5 de agosto tiene lugar la Velada de la Virgen de Agosto, con cabalgata de gigantes y cabezudos. La romería del Santo Cristo del Romeral se celebra el 13 de septiembre y la feria de San Miguel en torno al 29 de septiembre.
Visita
     Por su incomparable belleza, el casco histórico de Arcos de la Frontera, comprendido entre la Cuesta de Belén y la puerta de Matrera, fue declarado Monumento Nacional el 15 de marzo de 1962.
     En la Corredera, calle que lleva desde el llano a la cumbre entrando por la carretera N 342, se encuentra el hospital de San Juan de Dios, ermita que fue de la Vera Cruz, obra del siglo XVII realizada por los hermanos Matías y Diego Navarro. Posee una estupenda talla de la Virgen de las Angustias y otra aún mejor del arcángel San Rafael.
     Al final de la Cuesta de Belén se levanta el palacio de los Condes de Águila, edificio del siglo XV, en el que cabe destacar la portada, transición del románico al gótico, enmarcada en gruesas cadenas y rematada por un aljimez. Coronada la cuesta, se alcanza la cumbre de La Peña.
     Tanto si se toma por la calle Deán Espinosa, como si se prefiere ir por la Calle Nueva, se llega a la plaza del Cabildo, lugar de especial concentración monumental.
     Por la Calle Nueva se encuentra en primer lugar una de las joyas más preciadas de Arcos: el castillo. De origen árabe, sufrió los emba­tes de su condición fronteriza y fue reedificado prácticamente en su totalidad hacia el año 1430, bajo el reinado de Juan II. De variados estilos y muy bien conservado por sus actuales propietarios, los marqueses de Tamarón, asoma su poderosa mole sobre el tajo que domina la amplia y frondosa vega. Por tratarse de una pro­piedad particular, no es posible su visita.
     Por la calle Deán Espinosa se descubre la iglesia de Santa María* por su fachada principal. Es éste el primer templo de la villa, como lo confirma una sentencia del Tribunal de la Rota de 1764 que venía a resolver la pugna que en punto a antigüedad y pri­macía venía sosteniendo con la no menos noble iglesia de San Pedro, no obstante ser aquélla de construcción posterior.
     La iglesia de Santa María, considerada la catedral de la ciudad, fue construida durante el siglo XV en el solar que había ocupado anteriormente la mezquita musulmana.
     Su fachada principal es gótica plateresca, de los principios del siglo XV, con puerta adintelada bajo un triple arco de estilo florentino sobre el que se empinan dos leones que portan ánforas catedralicias, coronado el con­junto por dos rosetones embutidos en ventanas ciegas.
     En la fachada que da a la plaza del Cabildo destaca la poderosa torre cuadrada, rematada en el bellísimo campanario con balconada y un juego de tres arcos por cara.
     En el interior de la iglesia sobresalen el coro, tallado en madera de ébano, caoba y cedro; la capilla de San Antonio, del siglo XVIII; el órgano, declarado Monumento Nacio­nal; la bellísima crucería de las bóvedas, cuyos lazos forman un verdadero bosque de piedra; el retablo mayor; el altar de San Félix, con el cuerpo incorrupto del santo, y las pin­turas murales, extraordinario ejemplo del gótico andaluz.
     En la plaza del Cabildo, antiguo patio de armas del castillo, se encuentra el Ayuntamiento, que guarda en su interior un magnífico artesonado y una pintura de Carlos IV atribuida a Goya. Junto al Ayuntamiento hay un mirador desde el que se obtiene una espléndida vista del Guadalete y de la inmensa llanura que rodea la ciudad.
     Tomando la cara opuesta del arco y bajando por el callejón de las Monjas, calle Boticas y Núñez de Prado, preciosas calles llenas de encanto como la mayoría de l a ciudad antigua, se llega a la iglesia de San Pedro. Tiene aspecto de fortaleza militar y es de estilo gótico. Fue construida durante el siglo XIV, aunque la fachada y la torre se llevaron a cabo con posteridad, en el siglo XVIII y en estilo barroco.
     En su interior destaca la capilla del Bautismo, llevada a cabo durante el siglo XVI; la capilla del trascoro, con un curioso belén, la capilla de Santa Bárbara, cuya imagen titular se atribuye a Cornejo; el altar mayor, el retablo de la Virgen de la Soledad y los cuadros de San Ignacio y la Dolorosa, atribuidos a Francisco Pacheco.
     Prosiguiendo el descenso por la calle de Alanises se alcanza en la calle de San Juan la iglesia de San Agustín, donde se puede ver la imagen de Jesús Nazareno, la más venerada de la ciudad, esculpida por Jácome Velardi en el año 1600.
     Más abajo aún se localiza el asilo de la Caridad, bello edificio de estilo colonial, al final de la cuesta, cerrando el barrio bajo, la puerta de Matrera, que perteneció a la vieja muralla árabe del siglo XI (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).
     
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