Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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martes, 23 de enero de 2024

Los principales monumentos (Ayuntamiento; Iglesia de Nuestra Señora de la O; Ermita de San Pedro; Fuente de la Plaza; Ermita de San Antonio; Iglesia San Juan de Letrán; Convento de Capuchinos; Ermita del Calvario; Iglesia del Jesús; Fuente de los Nueve Caños; Ocuri; Plaza de Toros; y Castillo de Cardela o Fátima) de la localidad de Ubrique, en la provincia de Cádiz

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Ayuntamiento; Iglesia de Nuestra Señora de la O; Ermita de San Pedro; Fuente de la Plaza; Ermita de San Antonio; Iglesia San Juan de Letrán; Convento de Capuchinos; Ermita del Calvario; Iglesia del Jesús; Fuente de los Nueve Caños; Ocuri; Plaza de Toros; y Castillo de Cardela o Fátima) de la localidad de Ubrique, en la provincia de Cádiz.
         En la ciudad de Ocuri, situada en las cercanías de Ubrique, se conservan huellas de las culturas fenicia, íbera y romana. El recinto se encontraba defendido por un cinturón murado, del que formaría parte el lienzo aún existente en los flancos norte y sur del yacimiento.
     Pero la mayor parte de los restos emergentes pertenecen al municipio romano, que adquirió una gran notoriedad como lugar de control de una de las vías principales de la sierra, entre Benaocaz y el sur. Los vestigios evidencian esta importancia, especialmente el muro ciclópeo, originariamente púnico, el mausoleo que se conoce como la «Mezquita», la inscripción conmemorativa de la sacerdotisa Postumia Honorata y numerosos fragmentos de cerámica e infraestructuras.
     Junto a esta ciudad levantaron los musulmanes la fortaleza de Cardela, después llamado castillo de Fátima, del que quedan restos de los siglos XII al XIII. Ubrique fue tomado por Rodrigo Ponce de León en 1485, incorporándola al dominio de la casa de Arcos (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).   
     Las Sierras de Libar-Ubrique, Alta y Silla forman el circo de montañas que circundan el núcleo urbano. Éste se sitúa en el fondo del valle del río del mismo nombre y en las laderas bajas de las estribaciones de un elevado peñón rocoso que le sirve de espalda y protección. Existe aproximadamente 79 m. de desnivel entre la parte más alta (400 m. de altitud) y la parte más baja (acceso por Avenida de Solís, 321 m.), lo que representa una pendiente total del 22 %, pero que es mayor en algunas calles.
     El viario urbano adquiere un carácter propio en la zona alta de la población, cuyo trazado es irregular y marcadamente medieval. Las calles son estrechas y empinadas y van marcando las avanzadillas para la conquista de las cotas más difíciles del terreno. En las zonas bajas el viario se distancia limitándose a cortar la desmesurada longitud de las manzanas del ensanche unas veces, o simplemente interconectando viales de primer orden en otras.
     Los tamaños de parcelas son variables según las zonas. En la zona alta, fuertemente condicionado por la topografía en pendiente, no existe el concepto de manzana como tal. La manzana es consecuencia inmediata del deslinde producido por el trazado de las calles. La densidad de parcela es la más elevada del conjunto, consecuencia de un parcelario muy menudo, fuertemente condicionado por la orografía y con un tamaño medio de 6 x 12 metros.
     En la zona baja, se marca la transición del entramado de unas calles en pendiente hacia un terreno más horizontal, en donde las parcelas se disponen alineándose a los viales preexistentes, conformando manzanas de gran tamaño y formas más o menos regulares. Disminuye la densidad de las parcelas. La parcela media se sitúa en torno a 8 x 20 metros.
     Dentro del casco histórico, se percibe una diferencia formal entre sus dos áreas diferenciadas: la villa "alta", el casco histórico tradicional pegado al peñón, cuya menuda articulación formal se adapta muy bien a la escarpada topografía; y la villa "baja", bajo el fuerte escarpe que existe y divide las poblaciones anterior y posterior al siglo XVIII, que ocupa la antigua vega, y que se ha desarrollado en los últimos 30 años, con volúmenes inadecuados a las características del entorno y desordenados, que propician una imagen confusa del espacio.
     Las dos áreas diferenciadas del Conjunto Histórico de Ubrique, presentan caracteres arquitectónicos muy distintos, derivados de la distinta forma de ocupación del suelo. Las viviendas tradicionales de la zona alta suelen ser unifamiliares, con una altura predominante de dos plantas, aunque los más antiguos eran de una sola y soberado. Su estructura responde a una disposición de dos o tres crujías paralelas a fachada, y corral posterior. Generalmente se accede por el centro de la edificación, dejando dos habitaciones a los lados y disponiendo una puerta al fondo para salida al corral o patio posterior. Es una característica de esta tipología su adaptación a la topografía, con la aparición de muros hastiales a fachada, en los extremos de las hileras. Apenas existen edificios antiguos de carácter señorial.
     La zona baja de la población se convierte en un escaparate de arquitectura culta, que responde a modelos del XIX y principios del XX. Se trata de edificaciones de carácter tardo-neoclásico, con fachadas simétricamente compuestas, de tres o cinco huecos de mayor proporción que los anteriores, enmarcados con molduras o fletes, con balcones y cierros en las que se aprecia una clara influencia del regionalismo ecléctico y elementos historicistas. Las plantas se organizan alrededor de pequeños patios centrales o adosados a medianeras.
     A causa del fuerte desarrollo urbano en los últimos años, el conjunto histórico de Ubrique ha ido perdiendo parte del protagonismo respecto al resto de la población, existiendo una tendencia de traslado de actividades a las zonas de nueva urbanización. Al sobrevenir el fuerte desarrollo urbano de los años sesenta, la población se encuentra desorganizada para asumir las tensiones. El resultado es que la población crece, prácticamente sin solución de continuidad, arrasando el río y su aledaños, que hoy aparecen con un grado de deterioro gravísimo (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).         
      Ubrique, la gran capital de la piel. El pueblo aparece en el fondo de un valle excavado a lo largo del tiempo por el río de su nombre, bajo un tremendo farallón que lo cubre con su sombra como un mantón protector.
     La avenida del Doctor Solís Pascual y su perpendicular, la de España, vertebran el caserío. Cercana al extremo de esta última, sobre la avenida de la Diputación, se sitúa la plaza de toros antigua. Pero el área más monumental se extiende por los alrededo­res de la plaza, donde se levanta el Ayuntamiento. Aquí mismo está la parroquia de Nuestra Señora de la O, del siglo XVI, aunque muy reformada tras el terremoto de Lisboa de 1755. Preside el altar mayor un Crucificado contemporáneo, obra de Castillo Lastrucci. Pero la joya del templo se encuentra en la capilla sacramental. Se trata de la Virgen de la O, imagen tallada en 1575 por Jerónimo Hernández.
     Por debajo de esta iglesia está la de San Pedro, edificada en 1801 por Miguel Olivares en estilo academicista y actualmente destinada a biblioteca pública. Por encima, enclavada en el corazón del casco antiguo, alegra el paisaje la espadaña de la iglesia de San Antonio, edificada en el siglo XVII a partir de una ermita del siglo anterior.
     Cerca de aquí, en la avenida Miguel Reguera, se levanta el convento de Capuchinos, uno de los edificios más singula­res de la localidad. La iglesia tiene una sola nave con bóveda de cañón y cúpula de media naranja. El resto de las depen­dencias conventuales las ocupa actualmente un centro de enseñanza.
     De la avenida Miguel Reguera parte una calzada romana que lleva hasta Benaocaz, pasando, a poco de salir de Ubrique, por el salto de la Mora, impresionante lugar en el que se localizan los restos de Ocuri, ciudad ibera, fenicia y, más tarde, romana, época en que alcanzó su mayor esplendor. Junto a este enclave constru­yeron los musulmanes el castillo de Cardela que en tiempos cristianos sería llamado de Fátima. Se conservan restos de los siglos XII y XIII (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).  
     Esta industriosa villa de la llamada Ruta de los Pueblos Blancos se deja atravesar por el río de su nombre, desde una hondonada que guarda y protege un alto farallón de roca viva.
Historia
     En las proximidades de la localidad, junto al nacimiento del río Ubrique, se han encontrado los restos iberos y fenicios de una ciudad, Ocurrís, que llegó a ser un importante enclave militar romano. Junto a ella construirían los musulmanes la fortaleza de Car­dala, cuyas ruinas perviven todavía con el nombre de castillo de Fátima.
     En 1485, Rodrigo Ponce de León conquista el castillo y la zona en nombre de los Reyes Católicos, quedando integrada poco después en el señorío de la casa de Arcos. Por estas fechas surge la villa en su emplazamiento actual con colonos venidos de las aldeas de los alrededores, conociendo un rápido crecimiento que se prolonga hasta el siglo XVIII. De este siglo datan las primeras noticias fidedignas de las tenerías donde se curtían las pieles, aunque sus orígenes se remontan a épocas muy ante­riores.
     El siglo XIX trae consigo un fuerte retroceso. Se inicia con una grave epidemia de cólera y prosigue con la invasión francesa con el saqueo y la destrucción de gran parte del pueblo. Más tarde hacen su aparición el bandolerismo y las sociedades secretas.
     En el siglo XX se produce la recuperación. En sus comienzos se instalan las primeras fábricas de artículos de piel, que ya no han dejado de crecer y de desarrollarse.
Gastronomía
     Los productos del campo constituyen la base fundamental de la cocina ubriqueña que conoce, igualmente, una fuerte presencia de los derivados del cerdo. Ahora bien, el mejor es el salmorejo, junto con los mofle­tes, que sirven en casi todos los bares.
Artesanía
     Ubrique es conocido en todo el mundo por la fabricación artesana de toda clase de artí­culos de marroquinería, que se encuentran amparados por la denominación de origen de Ubrique. Unas 325 empresas se dedican a esta actividad que da empleo a más de 2.000 trabajadores. Aunque hoy se producen trabajos de todos los tipos, los tradicionales, que dieron fama a la ciudad, son la petaca, para el tabaco de picadura; el preciso, bolsa para la yesca y el pedernal con los que se encendía el cigarro, y la cartera de ganadero, para guardar los documentos relacionados con el ganado.
Fiestas
     El 3 de mayo, día de la Cruz, se hacen estallar los "gamones'', especie de juncos que, calentados al fuego y haciéndolos crujir, producen fuertes explosiones. El día de San Isidro tiene lugar una romería a la cañada de los Gamonales. El último lunes de mayo se celebra el día del petaquero, en homenaje al trabajador de la piel. El 8 de sep­tiembre es el día de la patrona, la Virgen de los Remedios, celebrándose a continuación, del 14 al 17, la feria.
Visita
     Desde la altura de las carreteras que con­fluyen en Ubrique, el pueblo aparece como un teatro cubista de intenso colorido. En el pai­saje urbano sobresale la alegre espadaña de la iglesia de San Antonio, que comenzó siendo una ermita alrededor de la cual fue creciendo la población. Enclavada en el corazón del casco antiguo, en sus proximidades se localizan los rincones más pintorescos de la villa. Esta espadaña, con sus ventanas de medio punto, su reloj y su campana, es el emblema más característico de la ciudad.
     Un poco más abajo, en la calle Queipo de Llano se sitúa la parroquia de Nuestra Señora de la O, del siglo XVI muy reformada en épocas posteriores, hasta darle su aspecto renacentista actual. A su espalda se halla la iglesia de San Pedro, templo del 1801 y dedicado actualmente a biblioteca pública. Posee una hermosa cúpula de media naranja sostenida por cuatro arcos y rematada en el centro por una gran piña. En la avenida de Reguera se levanta el convento de Capuchinos, uno de los edificios más singula­res de la ciudad. Se construyó hacia 1600 y, junto a sus dimensiones monumentales, sobresale la iglesia, de una sola nave con bóveda de cañón y cúpula de media naranja. Abajo, en el llano, en la cruz griega que forman las avenidas de Solís Pascual y de España se localiza la mayoría de las tiendas dedicadas al comercio de la piel (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).

Ayuntamiento
     El edificio de la Casa Ayuntamiento se encuentra situado en uno de los extremos de la plaza del mismo nombre. Es un monumento civil por el que se accede a través de una escalinata semicircular de piedra caliza rosácea. Su fachada es una mezcla de estilos debido a las diferentes restauraciones que ha sufrido, predominando una línea clásica.
     No se sabe con exactitud la fecha exacta de su construcción, aunque sí que fue reconstruido a principios del siglo XIX. El motivo de este desconocimiento es debido a que las tropas napoleónicas arrasaron Ubrique el 16 de mayo de 1810, quemando gran parte del archivo municipal, enseres y muebles, y con ello, gran parte de la historia de Ubrique.
     En la segunda mitad del siglo XX, tras la compra de la antigua posada de Cañailla se amplió la Casa Municipal, restaurándose ambos edificios pero conservándose su arquitectura. En 1973 se llevaron a cabo una serie de obras y se descubrieron en el sótano unos sillares romanos.
     Adosada a la fachada principal del Ayuntamiento, se encuentra la Fuente de Carlos III, más conocida como "Fuente de los Cuatro Caños". Se trata de una obra civil del año 1727, construida por petición del Cabildo Municipal a los frailes capuchinos (propietarios del agua del Benalfí en aquella época) para traer el agua desde el Benalfí hasta la plaza. Se encuentra realizada en piedra arenisca labrada y es de una sola pieza (Turismo de Ubrique).

Iglesia de Nuestra Señora de la O
     Edificada a partir de 1614 de acuerdo con las trazas del maestro mayor del Arzobispado de Sevilla, Pedro Díaz de Palacios, con la asistencia del maestro Francisco de Villalta. Tras el terremoto de Lisboa producido en 1755 hubo de ser reconstruida, concretamente en 1773, no levantándose las portadas hasta el año 1869.
    Es un edificio de planta de salón, con tres naves rematadas en sendas capillas y cubiertas con bóveda de cañón en la central y aristas en las laterales, todo ello sostenido por columnas de orden toscano sobre los que cabalgan arcos de medio punto. Las capillas se encuentran cubiertas con bóvedas semiesféricas decoradas con pin­turas murales, muy retocadas.
     La capilla mayor se rehizo en 1940 a causa de los desperfectos que había sufrido cuatro años antes. Al exterior presenta fachadas muy senci­llas, recorridas por pilastras, con la puerta de los pies que da a la plaza resaltada por un marco de piedra de hechura esquemática.
     El altar mayor presenta un retablo neoclásico de madera, que finge jaspes de colores y es de orden corintio con columnas pareadas, entre las que se aloja el Crucificado realizado por el escultor Antonio Castillo Lastrucci.
     En la capilla Sacramental, situada en la cabece­ra de la nave derecha, en un altar moderno con diseño manierista, se encuentra la joya del templo, la Virgen de la O, esculpida en 1575 por el imaginero Jerónimo Hernández. Procede de la iglesia del Salvador, de la localidad sevillana de Carmona, donde se veneraba bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua. Puede conside­rarse como uno de los mejores trabajos de este artista afincado en Sevilla.
          El retablo colateral izquierdo, también moderno y gemelo al anterior, lo preside una escultura moderna de San Sebastián. Distribuidas por las hornacinas que adornan el cuerpo de iglesia se encuentran varias esculturas de poco valor, pudiendo señalarse un San José con el Niño, de hechura barroca. Del muro de la izquierda pende una interesante pintura de la Asunción de la Virgen, atribuida a Luca Giordano, pero que parece obra de un artista más clasicista (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005). 
     La iglesia tiene planta basilical, con de tres naves longitudinales, separadas por robustas columnas toscanas y arcos de medio punto. La nave central presenta una cubierta con bóveda de cañón y de aristas en las naves laterales. Las tres naves terminan en tres capillas cubiertas por cúpulas semiesféricas sobre pechinas, decoradas con pinturas murales comunicadas entre sí. En la cúpula central destaca una pintura de la Sagrada Familia, estando representados los doce Apóstoles en las cúpulas laterales a través de sendas pinturas. Hay una cuarta nave, más pequeña, conocida por la del Baptisterio. Al fondo de la misma, se encuentra, separada por una cancela de forja, la pila bautismal, hoy en desuso. El templo posee dos portadas de enorme sobriedad en sus sillares, bien cortados y con nulas concesiones a lo decorativo: la portada principal da a la Plaza Fatou y la otra a la Plaza del Ayuntamiento. 
     Sobre la portada principal, que da a la plazuela de la Iglesia (Fatou), descansa una torre ochavada que hace las veces de campanario con cuatro balconcillos arcados de los que se suspenden cuatro campanas de distintos tamaños. Los Muros son piedra y barro, la cúpula es de ladrillo y cemento, las techumbres de viguetas y las cubiertas de teja. Los muros son de mampostería de unos 60 cm. de grosor. El armazón de la cubierta es de caballos, un tipo de armazón de hierro y placas de hormigón con cemento. La cubierta es de teja de cemento. Los suelos de mármol blanco. 
     En la fachada principal hay dos vanos: puerta principal y un ojo de buey; en el lateral derecho que da a la Plaza del Ayuntamiento: puerta lateral de acceso y dos ventanas con vidrieras a ambos lados; en la Capilla Bautismal existe una vidriera que da luz a este espacio. Destacan las interesantes pinturas al fresco, efectuadas por autores de la escuela sevillana de las que destaca la que va en la cúpula central "una glorificación de Dios", con numerosos ángeles. En el altar mayor que imita a mármol verde y marrón rojizo hay un cristo crucificado, obra del escultor Castillo Lastrucci. A su derecha el Retablo de la Virgen de la O. y a su izquierda la Capilla Bautismal del Sagrario. En el lateral derecho de la nave lateral derecha existe un retablo de la Virgen del Rosario, imagen de mayor devoción; a su derecha está situada la puerta que da a la Plaza del Ayuntamiento y la derecha de esta puerta una Dolorosa. En la parte frontal de la nave situada a la izquierda del altar mayor, se ubica en un altar el Patrón de Ubrique (San Sebastián). 
     Al fondo de la nave lateral izquierda nos encontramos con la Capilla Bautismal que contiene una pila bautismal realizada en mármol y se cierra con una cancela de hierro forjado. Cuando se sale de ésta nos encontramos con un Altar de la Virgen de Carmen, imagen de mayor devoción de la Parroquia; a su derecha la imagen de la Virgen del Pilar; y a su derecha, sobre una peana adosada a la pared, una imagen de San José. El valor etnológico de este inmueble se plantea tanto por ser el Templo Parroquial de la localidad, con lo que centraliza la mayor parte de la actividad religiosa, como por su interés histórico-artístico.
     Debido al auge y al crecimiento de la localidad de Ubrique a mediados del siglo XVIII, surge la necesidad de construir un templo de mayores dimensiones con el fin de abastecer espiritualmente a la población ubriqueñas. Debido a ello, en 1773 se construye el actual templo parroquial bajo la advocación de Nuestra Señora de la O (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).

Ermita de San Pedro
     La iglesia de San Pedro, no celebra cultos y pertenece al Ayuntamiento. Es una de las mejores propuestas neoclásicas de la Sierra y se construyó siguiendo el proyecto del arquitecto academicista Miguel de Olivares, en 1801. Constituye la traslación del modelo gaditano del oratorio de San Felipe Neri. Su planta centrada presenta una nave antecedida por un atrio y con un cuerpo de similares dimensiones en la cabecera. La fachada se estructura en un orden jónico que sostiene un entablamento rematado por el frontón clásico. Una inscripción da cuenta de la fundación y de su paternidad:
     «ESTA CAPILLA DEDICA AL SR. SAN PE­DRO APÓSTOL SU FUNDADOR D. PEDRO ROMERO Y MONTERO DIRIGIDA POR D. MIGUEL OLIVARES ACADÉMICO DE LA DE SAN FERNANDO Y DE LA DE ROMA EN EL AÑO DE 1801» (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005). 
     La obra, de carácter neoclásico, fue realizada por Miguel Olivares y Guerrero en la mitad del XIX. Es un edificio en forma de rotonda con una breve estancia a los pies de iguales dimensiones que el festero, que se corona con una cúpula sobre pechinas. Es de una sola nave y tiene sendos arcos de medio punto a los pies y en la cabecera que son las generatrices de unas bóvedas de cañón cuyos lunetos no se abren al exterior sino que forman unos nichos.
     Por lo que respecta a la fachada principal se observa un cuerpo de tres calles separados por cuatro pilastras, En la central se abre la puerta entradas cuadrangular encima de cuya cornisa se dispone la lápida de mármol con una inscripción que relata la fecha de la construcción, el arquitecto que dirigió las obras, el promotor de las mismas y su objeto, dedicación a San Pedro Apóstol.
     A partir de los basamentos adosados, arrancan las pilastras que terminan en collarinos y capiteles y de orden compuesto. El entablamento compuesto de arquitrabe friso y cornisa, da pie al frontón triangular cuyos lados en su parte interior son recorridos por una decoración de molduras abriéndose en el centro del frontón un óculo por donde ventila la cubierta.
     Las circunstancias históricas que rodearon la construcción de la Ermita de San Pedro presentaban un panorama de pobreza y hambre. Las precarias condiciones de vida enmarcaban la evolución de Ubrique en aquel cambio de siglo, en el que a las deficiencias de la estructura socioeconómica se unía una desfavorable coyuntura climática. La inexistencia de unas óptimas condiciones higiénico-sanitarias facilitaba el progreso de la epidemia que azotaba la zona en aquel tiempo.
     Un hacendado de Ubrique, Pedro Romero Montero, había concedido los medios de financiación de un pequeño hospital. 
     Para ello, había comprado unas casas en la calle y Plaza del Perdón. En este lugar hizo construir la Ermita de San Pedro. 
     En su testamento había dispuesto la utilización del edificio como un primer lugar de asistencia sanitaria, y también fijó la dotación para el personal sanitario y se comprometió a sufragar los gastos de las medicinas.
     Esta obra también tuvo una finalidad de culto católico, pero esta función también cesó. El inmueble pasó a propiedad municipal. A finales del siglo XIX, el edificio fue destinado a escuela pública. A finales de 2008 se presentó el proyecto de rehabilitación de la Ermita de San Pedro para su uso como Salón de Plenos del Ayuntamiento de Ubrique y lugar de celebración de las bodas civiles.
     En las obras que se llevaron a cabo se restauró el volumen y la morfología originales del edificio, demoliendo la escalera y entreplanta existente, restaurando todos sus elementos exteriores e interiores y eliminando todas sus patologías (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).

Fuente de la Plaza
     Adosada a una de las paredes de la Plaza del Ayuntamiento nos encontramos con esta fuente realizada con sillares con una altura de unos 3 m. y una anchura de 2,5 m. aproximadamente. Su forma es rectangular coronada con una cornisa a modo de frontón y una cruz. Los cuatro caños están situados en la parte inferior, encima de un pequeño pilar que recoge el agua y la desagua hacia una construcción subterránea. Esta fuente es denominada desde el punto de vista artístico como tipo "Carlos III". La fuente está construida con sillares de piedra adosadas a un muro; el pilar que recoge el agua de la fuente está realizado en una sola piedra de cantería. Una cruz corona la fuente. En perfecto estado de conservación, esta fuente que ha sido utilizada a lo largo de siglos como fuente de agua y abrevadero de animales, une a su valor histórico y artístico, el etnológico ya que es un lugar muy frecuentado por los habitantes de Ubrique. En esta caso es indispensable señalar y destacar su entorno: en primer lugar señalar que esta fuente no se explica sin aludir al conjunto monumental del Ayuntamiento situado a su lado, constituyendo ambos parte integrante de uno de los flancos de la Plaza del Ayuntamiento, auténtica ágora urbana, y hace de estancia previa para la contemplación del mismo. El alzado lateral de la Parroquia de Ntra. Sra. de la O, ocupa el lienzo de enfrente (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Ermita de San Antonio
     
     La iglesia de San Antonio es un edificio construido en el siglo XVII sobre una ermita de la centuria anterior. Su única nave se encuentra cubierta por una bóveda de medio cañón en el cuerpo y una cúpula en cabecera.
     La espadaña fue levantada en 1886 y hace que la fachada destaque entre el caserío circundan­te, mostrando uno de los conjuntos más pintorescos de Ubrique (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005). 
     Antecede a la ermita una reja de hierro forjado de doble hoja a través de la cual se accede a un patio decorado profusamente con flores que emanan de los arriates dispuestos en el mismo. La portada que nos encontramos en el patio es de piedra, remozada hacia el XVIII, con estuco y bella policromía, al gusto de la época, que subyace bajo una gruesa capa de cal que la protege. 
     En su origen fue una ermita y posteriormente, con la reforma llevada a cabo en el siglo XVII, desempeñó la función de templo parroquial. En cuanto a su arquitectura, presenta una sola nave cubierta por bóveda de cañón y de media naranja en la cabecera. En su exterior, su espadaña es un referente estilístico y monumental, hasta convertirse en un emblema y símbolo de Ubrique. Dicha espadaña consta de una amplia base cuadrada en la que aparecen tres vanos de medio punto y dos cuerpos superiores articulados por pilastras, el primero con el reloj y el segundo con el cuerpo de la campana coronado por un frontón curvo. 
     Su iconografía es escasa, sólo algunas tallas modernas, destacando el Santo Entierro, por el fervor que infunde su factura. En el altar mayor se conserva parte de un retablo, de estilo sevillano, del s. XVII. Sobre sus paredes cuelga un cuadro del S. XVII, que representa al Beato Crispín de Viterbo, pintado con motivo de su beatificación. A la izquierda del altar hay una puerta que nos lleva a la sacristía, paso obligado para subir a la "torre/campanil", y, para salir a unas terrazas, desde donde se domina Ubrique. 
     Tanto la solería de la ermita como del patio que la antecede son de cemento. El armazón de las techumbres es de caballos de hierro, vigas de hormigón, ladrillos y cemento, mientras que la bóveda de cañón que cubre la nave y la de media naranja que cubre el altar, son de ladrillo y cemento. La cubierta es de teja árabe. Los muros son de mampostería (piedra, cal y arena) con un grosor aproximado de unos 50 cm. La cubierta es de teja árabe. En el patio el cemento se ha echado cubriendo el camino de acceso desde la puerta del mismo hasta la puerta de la ermita .Esto ha dado lugar a un pasillo que se combina con zonas ajardinadas a ambos lados. 
     La puerta de acceso a la ermita es de madera, mientras la del patio es de hierro forjado. La nave está adornada con un zócalo que continúa en el altar, destacando en este la profusión de flores, al igual que en el patio donde existen zonas ajardinadas. En la parte trasera de la ermita destaca la construcción de una especie de torre que se divisa desde el centro de la localidad. Esta construcción se relaciona con su fundación como centro de vigilancia. 
     La ermita se construyó tras la conquista de la localidad por los cristianos, siendo desde entonces un elemento clave en la configuración del municipio. En la actualidad, el templo dedicado a San Antonio, goza de gran devoción tanto en el caso antiguo donde está enclavada la ermita, siendo un elemento de identificación del barrio, como en el resto de la localidad. 
     Por lo anterior, consideramos que este inmuebles es de enorme interés etnológico, y, que debería ser incluido en el C.G.P.H.A. dada sus características, amén de la necesidad urgente de una serie de obras que completen las actuaciones realizadas por el Ayuntamiento de la localidad en la década de los 80, a fin de evitar los problemas de filtración de aguas que están llevando a la destrucción de unos de los muros con el consiguiente peligro de desprendimiento (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).

CIHU San Juan de Letrán

     La iglesia de San Juan de Letrán es una interesante edificación neoclásica, que no llegó a concluirse. Su planta centrada y con fachada clasicista está inspirada en el modelo renacentista de Alberti y posiblemente relacionada con la de San Pedro edificada en esta misma población (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005). 
     La antigua ermita de San Juan de Letrán es un edificio singular y de complicada historia arquitectónica. Coincide con una etapa de gran esplendor constructivo en el barroco gaditano, en sintonía con el auge del comercio con América, la consolidación de una clase burguesa pudiente y el establecimiento de muchas congregaciones religiosas en la provincia y, en concreto, en Ubrique.
     La fachada del edificio se articula en tres calles separadas por pilastras de orden toscano, apeadas sobre plintos que forman un zócalo, las cuales abarcan las dos alturas de vanos y sustentan un breve y sencillo ático. La calle central es el triple de ancha que las laterales y acoge un gran arco triunfal rehundido en el que debió estar la portada original. 
     Posteriormente, este arco fue adintelado hacia la mitad, convirtiéndose en un gran balcón, bajo el cual se inscribía la puerta de la vivienda. Esta disposición parece responder a la imitación de la fachada de la famosa iglesia de San Andrés de Mantua, obra del arquitecto del quatroccento italiano León Battista Alberti, inspiradora de numerosas obras religiosas, sobre todo las vinculadas a los jesuitas. Su planta es octogonal, con la cabecera con un pequeño ábside rectangular; una disposición poco habitual y mucho menos en la provincia de Cádiz.
     En 2004, la Mancomunidad de Municipios de la Sierra de Cádiz y el Ayuntamiento de Ubrique realizaron tareas de limpieza y desescombro de su interior y comenzó a realizarse el proyecto de su restauración y conservación en Centro de Interpretación de la Historia de Ubrique.
     El Centro de Interpretación de la Historia de Ubrique fue inaugurado el 9 de marzo del año 2009. En él, el viajero puede adentrarse en la historia del municipio a través de grandes libros que narran el pasado y el presente de uno de los lugares más bellos de Andalucía, enclavado en el corazón de la Sierra de Cádiz. Se describe a través de los tomos la historia de Ubrique desde los Recolectores del Paleolítico hasta la II República, sin dejar atrás la artesanía y la industria de la piel ni las señas de identidad como la Crujía de Gamones, el arraigo de los Carnavales, el costumbrismo, la tauromaquia o la religiosidad popular, así como a la industria de la piel que siglo tras siglo ha hecho que el nombre de Ubrique sea reconocido en los grandes mercados nacionales e internaciones, por su buen hacer y calidad en el trabajo marroquinero.
     El 22 octubre del 2014 se inauguró una exposición sobre la ciudad romana de Ocvri. En ella se intenta plasmar, a través de carteles interpretativos, un video y objetos arqueológicos recuperados del propio yacimiento, pertenecientes a la Colección Arqueológica Municipal, el origen, evolución y desarrollo de este importante yacimiento de la sierra gaditana (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).

Convento de Capuchinos
     El convento de Capuchinos fue edificado entre 1660 y 1670 por fray Pedro de Andújar y, aunque conserva gran parte de las primitivas estructuras, en la actualidad está dedicado a la enseñanza (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005). 
     El Santuario de Ntra. Sra. de los Remedios ocupa todo el lado norte del Convento. Para llegar a él hay que atravesar una pequeña plazuela, bordada de cipreses, en cuyo centro hay un monolito con una cruz de forja que perteneció al viacrucis de Fray Buenaventura S.XVII (se considera que esta cruz señalaba el inicio del viacrucis que partía desde el santuario hacia el camino del Calvario), y pasar por un pequeño pórtico arcado. 
     Tanto la mole conventual como la Iglesia Santuario poseen unos curiosos contrafuertes exteriores, al igual que en los monumentos románicos. una de las paredes que lo conforma existe un retrato en cerámica sevillana, a manera de mosaico, que representa al Beato Fray Diego de Cádiz, hijo de Ubrique. 
     El templo, reformado tras los incendios sufridos en 1936, consta de una amplia y elevada nave con una bóveda de cañón, y una cúpula en el altar mayor de media naranja, donde la sencillez es el factor determinante (ésta se debe a que los incendios sufridos dejaron a la ermita totalmente despojada del altar e imágenes, debiendo ser sustituidos a partir de los años 40). En dicho altar, sobre una pared lisa y encalada, hay dos nichos con adornos marmóreos, uno de los cuales lo preside la imagen de la Patrona Virgen de los Remedios, y el otro un Cristo Resucitado. Hay dos pequeñas peanas, también ribeteadas con mármol, destacando sobre una de ellas una pequeña imagen de San Rafael. Cubriendo los laterales existentes a la altura del Resucitado hay dos muestras pictóricas del S. XVIII. Una representa a S. Miguel Arcángel y la otra a la Piedad. Dichas "andas" han sido restauradas en 1991 con los donativos de los ubriquenses. 
     Del convento sólo hemos incluido en esta ficha la Ermita del mismo. Los muros son de mampostería (piedra, barro y cal). 
     La bóveda de cañón que cubre la nave de la ermita es de ladrillo y cemento, al igual que la cúpula de media naranja que cubre el altar mayor. El armazón de las techumbres es de vigas de madera y ladrillo, y la cubierta es de teja árabe. Los muros son de mampostería (piedra, barro y cal) de unos 50-60 cm. de grosor. La bóveda de cañón que cubre la nave de la ermita es de ladrillo y cemento, al igual que la cúpula de media naranja que cubre el altar mayor. El armazón de las techumbres es de vigas de madera y ladrillo, y la cubierta es de teja árabe. Los del patio son de cemento, mientras que los del interior de la ermita son de mármol blanco con unas líneas en mármol rojo que señalan el pasillo a cuya derecha e izquierda están distribuidos los bancos utilizados para sentarse en las celebraciones. 
     En el lateral derecho existen tres ventanas que iluminan de manera escasa el interior de la nave; la puerta de entrada a la ermita es de madera. Toda la Ermita está encalada. Hay una cruz de forja situada en el patio del santuario; un retrato en cerámica sevillana en una de las paredes que conforma el pórtico arcado a través del cual se accede al interior de la ermita, a modo de mosaico, que representa al Beato Fray Diego de Cádiz, hijo de Ubrique. Es un altar de cerámica donado por la Hermandad del Gran Poder de Sevilla, de la que era hermano, en conmemoración del segundo centenario del nacimiento (1742) de este hijo de Ubrique. 
     Este inmueble es de enorme interés etnológico. En primer lugar ha sido la sede de la Patrona de la localidad desde su construcción, convirtiéndose en un referente local de enorme importancia. A la dimensión social del inmueble, se le debe añadir el valor de la construcción y la conjunción de la ermita con su patio delantero y el verdor que la rodea, constituyendo sin lugar a dudas un lugar de interés etnológico que debiera ser catalogado mediante su introducción en el C.G.P.H.A. De esta manera se evitaría una próxima remodelación ya aprobada por el ayuntamiento, pendiente de la llegada de fondo, que dejaría a este santuario sin el patio que tiene en la parte delantera y a través del cual se accede. 
     Este patio junto con la Ermita configura un espacio propio, siendo éste de enorme interés etnológico (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).

Ermita del Calvario
     Erigida por el capuchino Fray Buenaventura de Ubrique hacia el año 1700, este templo de pequeñas dimensiones se tenía como última Estación del Vía-Crucis que partía de la Ermita de San Antonio recorriendo parte de la sierra ubriqueña.
     Para llegar al Calvario, es necesario subir un empinado y angosto camino realizado en cemento, que combina las rampas con algunos escalones. A lo largo de éste, podemos observar los restos del Viacrucis en tres de los catorce originarios monolitos que se conservan hoy en día. Estos eran y son de mampostería, encalados y están coronados por unas pequeñas cruces de forja. El ascenso, culmina en una escalera de gran anchura con cuatro peldaños que llevan directamente a la ermita. 
    La estructura de la misma es simple: una nave a dos aguas con campanario delante, y casa de la Santera. En la pequeña nave se sitúa el Cristo, que es visible a través de la amplia reja de hierro de doble hoja que va desde un lateral a otro de la nave. Esta estancia se divide en dos partes: en la primera mitad se dejan las ofrendas y en la otra está situada las imágenes objeto de culto: Cristo del Calvario, S. Juan, Virgen de los Dolores, Santa Marta, e imágenes de Santos. En la parte trasera del calvario está situada la vivienda del matrimonio, ya mayor, que ha cuidado de la ermita. Los muros son de ladrillo y cemento, encalados; el armazón de la techumbre es de viguetas y bovedillas; la cubierta es de teja. El armazón de la techumbre es de viguetas y bovedillas. La cubierta es de teja. 
     Al interior del calvario se accede a través de una reja de hierro de doble hoja. En el interior hay un zócalo que bordea la estancia donde está situado el cristo. Hay una gran cantidad de flores y velas encendidas. En el altar está situado el cristo del calvario y a su derecha e izquierda existen pequeñas hornacinas con imágenes en su interior. 
     En cuanto al exterior, destaca la sencillez de su fachada estando presidida por un campanario triangular cuya campana data del año 1966, siendo costeada por suscripción popular y bendecida por el párroco D. Antonio Gutiérrez Rodríguez con el nombre de Santa María de los Ángeles. La Ermita del Calvario cuenta con un mirador anexo a la misma desde el cual se pueden divisar espléndidas vistas de Ubrique así como de la serranía en la que se enmarca.
     Este conjunto de Viacrucis y Calvario es de enorme interés etnológico dado su peso en la localidad. Es un lugar clave en la religiosidad popular, a la vez que un importante centro de sociabilidad femenina. A lo anterior se le debe unir su interés histórico-artístico: fue construido en el S.XVIII, y a pesar de las sucesivas remodelaciones nunca ha perdido su dimensión social sin dejar de ser durante estos dos siglos un inmueble con el que la localidad se identifica plenamente (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).

Iglesia del Jesús

     La iglesia del Jesús se levanta junto al cementerio y sirve como sede a la hermandad de Jesús Nazareno, es de pequeñas dimensiones, con una sola nave, espadaña en la fachada y reformada (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005). 
     El interior del templo lo componen una gran nave central con altar mayor y cúpula de media naranja, y dos pequeñas naves laterales. Preside el altar mayor una soberbia escultura de Illanes representando a Nuestro Padre Jesús Nazareno (1940); a su izquierda, sobre altar, un San Isidro, muy popular por ser patrono de los agricultores, obra de Sebastián Santos; junto a él una imagen de Dolorosa, obra escultor Juan de Abascal, conocida como Virgen de la Estrella, y finalmente, sobre el Sagrario de la nave derecha, una escultura, de autor y fecha desconocidos, posiblemente de la escuela sevillana de finales del S. XVII; que representa un niño vestido con un mundo en al mano que la devoción popular denomina Niño de la Bola. 
     Los muros son de mampostería (piedra, cal y arena) de unos 50 cm. de grosor. Los suelos son de mármol, la cúpula de media naranja situada sobre el altar es de ladrillo y cemento, la techumbre es de caña y vigas de madera y la cubierta es de teja. Tres pequeñas columnas separan la nave central de las laterales. La cúpula de media naranja situada sobre el Altar Mayor es de ladrillo y cemento, la techumbre es de caña y vigas de madera y la cubierta es de teja. A la puerta de entrada, de madera de doble hoja, se le unen las ventanas situadas en las naves laterales que iluminan el interior del inmueble. 
     En el interior de la Iglesia existen unas decoraciones con molduras de escayola. Los muros interiores y exteriores están encalados. Exteriormente, la portada y la espadaña que remata la parte superior proceden de reformas posteriores llevadas a cabo en la segunda mitad del siglo XX. 
     El interés etnológico de este inmueble radica en ser junto al Templo Parroquial, un espacio donde tienen lugar actividades relacionadas con la religiosidad oficial. También es sede de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Es de destacar el conjunto que conforman la Ermita y la plaza situada delante de éste. 
     Este templo data de finales del siglo XVI y principios del XVII. En su origen estuvo dedicado a San Sebastián, Patrón de Ubrique, y ocupaba el centro del por aquel entonces cementerio de la ciudad, siendo además la sede canónica de las antiguas organizaciones gremiales de la localidad (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).

Fuente de los Nueve Caños
     La fuente de los Nueve Caños, es una fuente realizada a base de escalones hasta descender a los caños que están por debajo del suelo y que son un total de 9.(Dimensiones: 2 m. de ancho en la parte superior , en aumento hasta 5 m. en su parte más baja; por 4,5 m. de alto aproximadamente.) A la derecha de la fuente y perpendicular a ésta, nos encontramos el templete de corte neoclásico con sus jardines y una pequeña alberca a los que se accede a través de una reja de hierro de doble hoja que está cerrada. El templete tiene una conducción trasera y una puerta. A la derecha del mismo existen una serie de escalones que conducen a unos pequeños arriates de flores y a unos cuantos árboles, a la derecha de éstos existe un pequeño aljibe (Dimensiones: 3 m. de alto por unos 2 m de ancho aprox.), Totalidad del inmueble. Tanto la fuente como el templete situado a su izquierda están realizados en piedra, a excepción de los caños que son de bronce. Los suelos son de cemento -en torno a la fuente- y de cemento y piedra en torno al templete y al jardín. El frontal de la fuente es de piedra; los muros del templete son de ladrillo de piedra y cemento. La cubierta y armazón del templete están realizados en piedra y cemento Cemento -fuente- y de cemento y piedra en el templete. El templete tiene una puerta de acceso en la parte frontal. Al interés histórico y artístico de esta fuente, se le une el haber formado parte de la antigua red de abastecimiento de agua primero como "Conjunto de Lavadero, Fuente y Abrevadero" - hoy desaparecidos- , y posteriormente como Fuente y pequeña placita de recreo. En la actualidad continúa siendo utilizada como fuente donde beben las personas que pasan por su lado, para recoger agua para el consumo de mesa y para cocinar. Su estado de conservación es perfecto (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Yacimiento arqueológico de Ocuri
     El sitio arqueológico de Ocuri se encuentra ubicado en una cima de la Sierra del Salto de la Mora, también conocida como Benalfí, en una estratégica elevación montañosa, dentro del término municipal de Ubrique, Cádiz, y colindante con la provincia de Málaga, dispuesto en un espacio intermedio entre los Parques Naturales de la Sierra de Grazalema y el de Los Alcornocales.
     El yacimiento se encuentra repartido por varias zonas, el área principal y de mayor interés se localiza a unos 600 metros sobre el nivel del mar, en el paraje conocido como Salto de la Mora. En otra zona, conocida como Santa Lucía, a una altitud de entre 500-540 metros sobre el nivel del mar, se localizan una serie de restos menos investigados. Desde la cima del cerro hay un amplio control visual.
     De los trabajos realizados en la zona del Salto del la Mora, se establece una periodización cronológica dispuesta en Seis Fases Históricas que se superponen en el tiempo, que arrancaría con un asentamiento inicial en la 1ª Edad del Hierro, con continuidad en época romana hasta el bajo imperio y que se retomaría, aunque de forma intermitente, en la Edad Media y Época Moderna, llegando hasta los Siglos XVIII-XIX, momento en que se produjo el descubrimiento de la ciudad de OCURI por Vegazo.
     Además, habría que mencionar la posibilidad de la existencia en el Cerro del Salto de la Mora de un asentamiento que precede a las estructuras investigadas, correspondiente al Bronce Final, en torno al siglo VIII a. C., o que incluso podría ser anterior a esta cronología. Esta hipótesis ha sido lanzada por los investigadores a raíz de la presencia de algunos materiales arqueológicos hallados durante las excavaciones en la muralla ciclópea, entre los que destacan algunas piezas líticas con retoque, algunos fragmentos cerámicos de manufactura manual muy tosca y una punta de fecha de bronce. Estos materiales aparecieron descontextualizados, por lo que hasta que no se produzcan intervenciones que lo confirmen, esta hipotética fase previa quedaría como una posibilidad a la que espera de comprobación en el futuro.
     Fases de ocupación del Cerro de la Mora:
     FASE I: se corresponde con el final de la 1ª Edad del Hierro, comenzando en el Siglo VII o VI a. C. y llegaría hasta el Siglo V a. C., establecido a partir de los restos de una estructura habitacional ubicada bajo la construcción de la muralla ciclópea y que sería anterior a ésta. En esta fase destaca el hallazgo de materiales arqueológicos asociados a una ocupación del yacimiento por población autóctona, que mantendría contactos, probablemente comerciales, con población fenicia, basándose en el registro de algunas piezas cerámicas localizadas, como fragmentos de "ánforas de saco".
     FASE II: correspondiente a una época Ibero- Turdetana, que se desarrolla entre los Siglos V al IV a. C., y que estaría marcada por corresponderse con la primera etapa de construcción de la muralla, con la que se dotaría al asentamiento preexistente de un recinto defensivo, convirtiéndolo en un oppidum (plaza fuerte fortificada), que perduraría hasta época romana, aunque con reformas y variaciones.
     FASE III: se corresponde con una fase Turdetana, que se matiza por una reforma efectuada sobre la muralla, que ha sido datada en torno a los siglos IV y III a. C.
     FASE IV: se trataría de un momento asociado al mundo Ibero-Cartaginés, plasmado de nuevo en una nueva reforma documentada sobre el recinto amurallado del Norte de la ciudad, destacando la localización de unos sillares almohadillados de piedra arenisca y la constatación de una puerta de acceso que posteriormente sería modificado en época romana, además del hallazgo de materiales arqueológicos relacionados con el mundo púnico, entre los Siglos III y II a. C., como un fragmento de ánfora "Mañá C2", ligada a ámbitos costeros y a la comercialización de salazones.
     FASE V: ya en época romana, se reconstruye la Muralla Ciclópea hasta constituir la estructura que actualmente puede contemplarse, pero a la que además también se corresponden los restos edilicios hallados al interior de la ciudad que son visibles en OCURI, como las viviendas y cisternas, la zona del Foro y construcciones anexas (Tabernae), la llamada Fuente de Minerva o las Termas, junto a otros elementos como el Mausoleo o Columbario situado en el exterior Norte del recinto fortificado de la ciudad. Esta etapa estaría datada cronológicamente desde los Siglos II y I a. C. hasta los Siglos III o IV d. C.
     El momento de máximo esplendor de la ciudad se ha planteado entre los Siglos I y II d. C., al que se equipara la fase constructiva y el uso de los elementos edilicios que pueden observarse en el yacimiento arqueológico. Para establecer el momento de decadencia de la ciudad se ha tomado como referente los datos proporcionados durante la intervención de la Vivienda nº 3 en el año 2001, que quedaría en desuso antes del año 270 d. C., fechado a través del hallazgo de monedas atribuidas a Claudio II El Gótico, localizadas sobre el derrumbe de la edificación, coincidente con el periodo de crisis y colapso que sufriría el Imperio Romano a partir de mediados del Siglo III d. C., con la consecuente huida de la población del ámbito urbano hacia los espacios rurales, para llevar a cabo la captación de los recursos alimenticios de forma directa. Sin embargo, el momento de abandono total del área ocupada por OCURI debió producirse más adelante, puesto que, aunque descontextualizados, han sido hallados algunos materiales arqueológicos, como monedas, fechables en el Siglo IV d. C., aspecto que indicaría que la ciudad continuaría siendo habitada de forma residual.
     FASE VI: esta última fase se dispone en torno a la Época Medieval y a la Edad Moderna. El sitio sería ocupado para un uso relacionado con el ámbito agropecuario, coincidente con el reaprovechamiento de los materiales constructivos preexistentes para formar apriscos o rediles para ganado. En todo caso, aunque sin haberse determinado su grado de alcance o su ocupación espacial, sí han sido recuperados algunos elementos arqueológicos que se adscriben a época hispanomusulmana, con el hallazgo de materiales cerámicos identificados en el ámbito cultural Almohade y Nazarí.
     En cuanto a las estructuras que se observan el el sitio arqueológico, se encuentran las siguientes:
     En la zona principal: 
     1. Restos de la calzada de acceso a la ciudad: pequeño tramo de la antigua calzada que discurre por la ladera norte y por la que se accedería hasta la ciudad pasando por su área de necrópolis, situada a extramuros.
     2. Mausoleo- columbario denominado La Mezquita: edificación ubicada en la ladera norte- noroeste del cerro, a extramuros de lo que sería el centro neurálgico de la ciudad, junto a la que se han hallado otras estructuras funerarias y enterramientos. La construcción y el momento de uso de esta edificación ha sido datado entre los siglos I y II d.n.e., siendo identificada con un posible columbario, basándose en su tipología estructural, que mantiene la presencia de hornacinas interiores con una disposición simétrica, denominados como loculi
     3. Muralla ciclópea: estructuras arqueológicas que formarían parte del frente defensivo y que daría acceso al interior del espacio principal de la ciudad. Se corresponde con un tramo del perímetro amurallado que debió existir, ubicado en el sector norte de la urbe, al ser uno de los puntos más vulnerables del cerro. La muralla defensiva estaría construida a base de grandes bloques calizos irregulares colocados "a hueso" (sin mortero) y en los que se aprecian rectificaciones posteriores realizadas con sillarejo cogido con mortero, en la que incluso se insertan una serie de sillares almohadillados en algunas zonas. La longitud de los restos conservados es de unos 26 metros y su altura de unos 3,65 metros, por lo que se calcula que debió tener una altura de al menos 5 metros. 
     4. Restos de la vivienda número 1 y cisterna asociada. Situados al norte de la ciudad, a unos 50 metros de la muralla ciclópea. Se trata de un conjunto estructural que mantiene como elemento central una cisterna de grandes dimensiones y restos murarios anexados que formaban parte de la vivienda. Están construidos sobre la falda del promontorio más elevado de la parte principal del yacimiento (a unos 10 metros por encima de la cota de la muralla aproximadamente). 
     5. Fuente de Minerva: pequeña fuente (lacus) casi cuadrada situada al norte del yacimiento a pocos metros de los restos estructurales de la vivienda y cisterna número 1. Destaca por estar fabricada con sillarejo de piedras calizas escuadradas con inclusión de algún fragmento de ladrillo, aunque seguramente debió estar estucada en sus paramentos. Sus lados miden respectivamente 2,06 metros y 1,82 metros. El grosor de sus muros es de unos 30 centímetros de media.
     6. Restos de la vivienda número 2 y cisterna asociada. Conjunto estructural que mantiene unas características constructivas y tipológicas similares a los restos constructivos observados en la vivienda y cisterna número 1. Se hallan situados en el área oriental del yacimiento, cercano al foro y cercano al precipicio que se asoma en su perspectiva hacia la localidad de Benaocaz y desde donde se puede observar el valle que recorre la calzada de La Trocha. El edificio se dispone con una morfología rectangular, de unos 12 metros de longitud por unos 8,50 metros de ancho, y está compuesto por tres estancias bien defnidas que conservan sus muros a media altura, quedando la cisterna insertada en el lateral oriental de la construcción.
     7. Restos estructurales de la vivienda número 3: situado en el lado norte del yacimiento, muy cercana a los restos de la muralla ciclópea. La construcción se compone de los restos de una pequeña edificación que fue hallada y excavada durante las campañas que se efectuaron entre los años 1999 y 2003. Los restos mantienen una forma rectangular, ocupando una superficie de unos 20 metros cuadrados. Interiormente se distinguen dos estancias, una de las cuales pudo haber mantenido un uso como recinto para cocinar, ya que durante la intervención del año 2001 fueron hallados los restos de un hogar, que contenía gran cantidad de carbones y cenizas.
     8. Cisterna alta o cisterna número 4: se trata de la cisterna situada en la cota más alta del yacimiento y , al igual que las otras existentes en la ciudad, construida con la tipología "a bagnarola", presentando en este caso una forma más ovoide que rectangular. Está orientada en dirección noroeste y mira directamente hacia El Castril de Benaocaz, donde pudo estar el manantial cabecera del acueducto que surtía a la ciudad, por lo que no se descarta que esta cisterna fuera la que embalsara el agua procedente de este acueducto y desde aquí se distribuyera a las otras cisternas, situadas a cotas más bajas. Su longitud exterior es de 4,87 metros y su anchura exterior es de 2,43 metros. El grosor de sus muros oscila entre los 64 y los 72 cms y su interior mide 3,53 metros por 1,26. Se encuentra recubierta por un opus signinum de color rosáceo, de textura y calidad muy similares al de la cisterna número 2.
     9. Foro de la ciudad: se considera la parte central de la ciudad, ya que ocupa geográficamente un lugar predominante en el altiplano del promontorio donde se ubica el yacimiento y las terrazas se nivelan con mayor amplitud, lo que permitiría un trazado de calles, de las que una es visible actualmente, sin adaptaciones a la orografía, como sucede en el resto del cerro. No se observa sin embargo, entre los elementos visibles hoy por la zona del foro, ningún edificio propiamente dicho que sea característico de este espacio de tanta relevancia para las urbes romanas, tan solo puede ser identificada una alineación muraría que forma un frente corrido, a la que se le asocian distintas estructuras murarías, que emergen inconexas entre sí y que se dispersan por todo el amplio recinto en el que debió erigirse el foro. En la zona occidental hay dos grandes muros perimetrales que se identificaron como parte de unas "tabernas". En la zona sur y en alto, se encuentran los restos de la Casa de Vegazo construida sobre lo que pudo ser un templo.
     10. Casa de Juan Vegazo: construcción rectangular de piedras irregulares y sillares escuadrados mezclados con ripios de menor tamaño, restos de ladrillos e incluso cerámica, todo ello cogido con un mortero de color grisáceo. Mide 8,50 metros de longitud por 3,35 metros de anchura. A esta estructura rectangular se le añade un porche de 3,50 metros de anchura. La altura máxima conservada es de 3,70 metros. Construida en el siglo XVIII por Juan Vegazo para alojarse en el Salto de la Mora, debe ser considerada como otro componente más a valorar en la zona principal del yacimiento. 
     11. Cisterna número 3: mantiene una tipología similar a las otras cisternas, pero de mucho menor tamaño; debió tener algún tipo de relación con el edificio de las termas, situado a escasos metros y al que domina en altura, por lo que podría haber sido un depósito externo a las mismas. Mantiene unos ejes exteriores de 4,50 metros por 2,72 metros, el grosor de sus muros es de 0,66 metros y su interior se encuentra recubierto por un opus signinum idéntico al de la cisterna número 1, conservado en muy buenas condiciones. Cuenta con el cordón hidráulico de media caña en las juntas del suelo. Su profundidad es de casi 2 metros y se estima que puede almacenar unos 8.000 litros de agua.
     12. Termas: de todas las edificaciones documentadas en el yacimiento arqueológico, las termas destacan por ser el conjunto estructural más espectacular y del que más superficie se conserva, ocupando un espacio actual de unos 460 metros cuadrados, compuesto por una conjunción de muros, pavimentos, cisternas, conducciones, etc., aunque se estima que pudo ser una estructura más extensa. Longitudinalmente, el conjunto de la edificación ofrece una distancia de unos 23 metros por 19,40 metros de anchura y mantiene en su lateral sur un amplio ábside semicircular, en la que se ha identificado la exedra, con unos 11 metros de diámetro de la estructura. Al edificio termal se accedería desde la zona noroeste, a través de una entrada, que puede ser distinguida en la estructura perimetral por la existencia de una abertura, a la que se le denomina como fauces, y que enlazaría con un pasillo perimetral en dirección hacia la exedra por la derecha bordeando todo el espacio que componía la palestra. Al final de esta pared lateral existe una especie de pequeña estancia que debió tener una bóveda de cañón, de la que solamente se conservan los arranques. En el perímetro norte de la edificación se ubica una gran cisterna en forma de "L", con unas dimensiones de 6,75 metros de longitud por 4,60 metros de anchura en su lado mayor y 2,70 metros en el menor, que ha sido identificada con una natatio. En el lateral este del edificio, colindando con la cisterna en forma de "L" se encuadra un conjunto de estructuras, que se disponen como el conjunto de muros perimetrales que cierran al sur y este la construcción de las termas. Se trata de una agrupación de estancias en las que destaca un pequeño cubículo semicircular y otras dos habitaciones pequeñas cuya función no ha podido ser definida. En la zona norte de estas estancias cierra este espacio al interior los restos de un depósito que estuvo rematado con opus signinum y del que un gran canal de desagüe (specus) de casi 20 metros de recorrido, atravesando toda la exedra. 
     A todo esto, habría que añadir otros espacios dentro del sitio arqueológico a que estarían ubicados fuera del recinto superior y que han sido definidos como zonas secundarias.
    Tienen en común que se trata de espacios en los que se observan evidencias arqueológicas en superficie que hacen presuponer que la amplitud del yacimiento sería mucho mayor al recinto más estudiado, ubicado en la parte superior del cerro. En estos espacios no se ha investigado, o apenas se ha intervenido, y, en todo caso, carecen de base documental que aporte información de las características exactas de los restos arqueológicos que podrían localizarse en su subsuelo, son los siguientes:
     13. Zona secundaria A. Se trata del espacio de mayor interés y en el que se han detectado un mayor número de elementos de índole arqueológica susceptibles de llevar a cabo estudios más pormenorizados en el futuro, situado en la ladera oeste del cerro del Salto de la Mora, cercano al tramo inferior al camino de acceso desde el centro de recepción hasta la zona principal del yacimiento. Originariamente se ha identificado este espacio con un área de necrópolis secundaria al estar algo alejado del lugar donde se ubica el mausoleo-columbario, en el que podría corresponderse con la zona donde fray Sebastián de Ubrique, junto al erudito ubriqueño Francisco García Sarmiento, habría excavado algunos depósitos funerarios, pero de los que apenas se conserva información. Adentrándose desde el camino hacia el sur se localiza lo que se ha identificado como un espacio de cantera. Resalta, así mismo, una estructura que podría corresponder a un pasillo de entrada con una cámara interior, muy similar a la disposición de un horno o alfar, aunque la falta datos sólo permiten intuirlo.
     14. Zona secundaria B. Área localizada en la parte noroeste del yacimiento, en un espacio llano de la ladera del cerro del Salto de la Mora, con una pequeña pendiente hacia el Cortijo de Santa Lucía, con el que colinda al norte. Se aprecian restos constructivos de época romana dispersos por la superficie, como una agrupación de sillares y línea muraría realizada a base de opus caementicium
     15. Zona secundaria C. La más al norte de las áreas secundarias, cercana a la ZS- B, en la que se intuyen varias alineaciones murarías de entre 1 y 1,50 metros de grosor orientación sur-norte desde la caída del cerro hacia la carretera A-373, y en la que además se aprecian en superficie otro tipo de elementos que podrían corresponder a caminos empedrados que enlazarían con la calzada de época romana que debía recorrer alrededor del Salto de la Mora hasta conectar con la ciudad de Ocuri
     16. Zona secundaria D. Situada en la zona norte del sitio arqueológico, aunque algo más al interior, en la falda norte del cerro del Salto de la Mora, al amparo de las peñas que sobresalen por este espacio de la cima. Se observan varios recintos murarios cerrados y estancias, que probablemente tuvieran un precedente en etapas históricas anteriores. Así mismo, un posible camino empedrado que enlazaría con el tramo de la calzada de acceso a la ciudad que permanece visible antes de llegar al mausoleo y a la muralla ciclópea. 
     17. Zona secundaria E. Se localiza en la parte inferior de la depresión que une el cerro del Salto de la Mora y el cerro contiguo conocido como La Veredilla y en ella se observan una línea de estructuras que va de una ladera a otra de los cerros, en las que se detectan alineaciones murarías de posibles recintos con estancias, que en su mayoría han sido absorbidas por la vegetación de la zona. Podrían estar relacionadas con el control del acceso hasta Ocuri y ser recintos habitacionales, valorando la entidad de algunas de las construcciones observadas. También destacaría la presencia de un camino empedrado de bolos de río que puede haber estado en uso hasta fechas recientes. 
     18. Zona secundaria F. Se localiza más al sur del paraje del Arroyo Seco, en la ladera este del cerro del Salto de la Mora. 
     En este espacio también se observa parte del camino empedrado que procede desde la ZS-E, y que va en dirección hacia la localidad de Ubrique, ya que su trazado va en paralelo al arroyo, aunque mantiene algunas derivaciones que cruzan el cauce en algún punto. Resalta la presencia de otras estructuras murarías que se empotran en la parte inferior de la ladera, sirviendo de sujeción para crear terrazas.
     La persona de Juan Vicente Vegazo será una pieza clave del proceso historiográfico seguido en OCURI, ya que sería este agricultor ubriqueño quien iniciaría las primeras actuaciones en la ciudad, tras adquirir los terrenos del Salto de la Mora en 1792 (también llamados en aquel entonces como Sierra de Benalfí, Benalfeliz o Benalfelix), y al que se debe su descubrimiento a través de las excavaciones que llevaría a cabo durante varios años, hasta 1798.
     A los trabajos de excavación de Vegazo, considerados como pseudoarqueológicos, a su legado escrito, hoy desaparecido, y a los elementos arqueológicos que puso al descubierto, se ha recurrido constantemente por parte de la mayoría de los estudiosos de OCURI durante los Siglos XIX y XX, Hay dos autores que han estudiado los trabajos de Vegazo, L. J. Guerrero Misa, J. M. Gavira Vallejo. Ellos han tratado tanto los trabajos efectuados por Vegazo y su figura, como el recorrido historiográfico mantenido en OCURI, desde que se produjo el hallazgo de la ciudad, incluyendo la información rescatada de diversas fuentes textuales y los datos de las intervenciones más recientes.
     Siguiendo lo manifestado por estos autores, Vegazo intervendría durante varios años sobre distintos espacios del yacimiento, partiendo del Mausoleo/Columbario, llamado como La Mezquita (que se interpretó como unos baños de época romana) y la Muralla Ciclópea. Además descubriría diferentes aljibes, algunas de las viviendas, excavaría el edificio de las termas y de manera incipiente el área del Foro de la ciudad, en donde localizaría mosaicos (que destruye, a pesar de que causaba admiración a quien lo miraba) y extrae el material necesario para poderse construir una vivienda en la zona central del altiplano del cerro, de la que aún hoy se puede contemplar parte de edificación y que actualmente permanece integrada como otro elemento más del yacimiento, formando parte de la propia historia de OCURI.
     Durante sus excavaciones, Juan Vegazo llegó a extraer multitud de materiales arqueológicos que fueron identificados como pertenecientes a época romana. Extrajo en sus actuaciones desde capiteles y fustes de columnas a monedas, enseres cotidianos, multitud de objetos metálicos, gran cantidad de piezas cerámicas, fragmentos de estatuas, etc., entre todos estos elementos destacan dos cipos o pedestales que contenían unas inscripciones dedicadas a los emperadores Antonino Pío y Cómodo.
     Los epígrafes contenidos en las aras conmemorativas y los hallazgos arqueológicos exhumados se pondrían en conocimiento de la Sala de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, a través de un manuscrito redactado por el propio Vegazo (probablemente en 1795, llamado también como Los Papeles de Vegazo) y por las cartas de otros eruditos que visitaron el yacimiento, como el coleccionista de monedas cordobés, Andrés Palacios (escrito que fue registrado en el año 1797), o el sacerdote ubriqueño Simón de Zamora, que escribe varias misivas desde 1805 en adelante tratando el tema de las inscripciones y los restos hallados junto a Ubrique.
     A partir de éstos y otros documentos redactados por más estudiosos, se da ya por hecho la existencia de la ciudad de OCURI. Sin embargo, una lectura errónea de estas dos inscripciones desencadenaría otro importante suceso alrededor del yacimiento, al transcribir el gentilicio de las inscripciones por el secretario de la Real Academia como la población de los OCURRITANORUM, incluyendo una doble erre inexistente en los epígrafes, pero que quedaría presente como una lectura válida que recogerían los posteriores estudiosos que trataron los datos de la ciudad durante el Siglo XIX hasta más allá de la segunda mitad del Siglo XX. Cabe decir que, actualmente, algunos continúan considerando esta incierta nomenclatura, sometiendo el asunto a una disputa sobre la denominación de la ciudad, que los investigadores más recientes ya han dado por resuelta (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Plaza de Toros
     La antigua plaza de toros de Ubrique es un edificio de planta poligonal regular, de 17 lados, con un perímetro exterior de unos 125 metros. La fábrica del muro perimetral es enormemente sólida, de mampostería de piedras caliza y arenisca locales con mortero de cal y cemento, enfoscada con cemento y encalada, usándose el ladrillo para los arcos. Al interior, el graderío consiste en una estructura de vigas metálicas sobre la que apoyan los asientos corridos de hormigón. En su lado más occidental se eleva el palco, de similares características al resto de las gradas. El aforo es de 1.500 espectadores, aproximadamente. La arena tiene un diámetro de 32 metros. La plaza cuenta, además, con una serie de dependencias anexas destinadas a funciones de enfermería, así como amplios corrales y toriles.
     La articulación de las fachadas exteriores es sobria y de gran simplicidad, asimilándose a las características de sencillez y adaptación al entorno de la arquitectura popular de la Sierra de Cádiz. Se organizan en dos pisos, cada uno de ellos con tres vanos ciegos de arcos rebajados escarzanos en ladrillo. Algunos de dichos vanos se aprovechan como salida de emergencia y ventanas para iluminación y ventilación de los pasos bajo las gradas. En el lado oriental se abre la puerta de Sol (hoy convertida en entrada de garaje, pues la plaza ha servido últimamente como aparcamiento de vehículos), y en el septentrional, la de Sombra, con sendos rótulos que así las identifican.
     En el flanco occidental se abre otra gran puerta de acceso directo al ruedo, quedando liso el resto de este paramento. Por todo el contorno poligonal de la edificación corre un zócalo resaltado bajo, interrumpido por las puertas.
     Junto a la antedicha puerta de Sol se adosa el edificio de la enfermería, de dos plantas, en fábrica de mampostería con enlucido, cubierto con lámina ondulada de hormigón prensado (“uralita”) a tres aguas.
     Su planta es oblonga, pero ligeramente irregular por adaptarse al trazado del camino que pasaba junto a la plaza (actual calle Sol) y al perímetro poligonal de la misma.
     Su fachada presenta una puerta de acceso desde la calle y, sobre ella, un balcón con baranda de forja. En la fachada lateral aparecen una serie de ventanas en la planta alta y un ojo de buey en la baja. Todos estos vanos (excepto el óculo circular) son adintelados y de proporciones regulares, con ribetes resaltados, continuando la tónica de simplicidad general en el diseño arquitectónico y de apego a la tradición constructiva de la Sierra de Cádiz.
     Las puertas y ventanas son de dobles hojas batientes de madera. Al interior, sus salas están revestidas de azulejos blancos, como corresponde a las condiciones higiénicas que debían cumplir estas dependencias, y existe el preceptivo acceso desde el ruedo, mediante una breve escalera por encontrarse a distinto nivel.
     En el momento de la construcción de la plaza (1909), su situación era a las afueras del casco urbano de Ubrique, en el conocido como Llano de Trebujena, entre el arroyo que baja del manantial del Algarrobal (hoy soterrado), la carretera hacia Cortes de la Frontera, el camino que cruzaba el río Ubrique por el puente de Carlos III (el más antiguo de los conservados en la localidad) en dirección al Prado de San Cristóbal y el propio cauce del río Ubrique. Su entorno actual es urbano, en una zona céntrica de la población, pero su adaptación urbanística no ha presentado problemas. Se ha respetado su perímetro, adosándose nuevas construcciones sólo en el flanco rectilíneo de los muros de los toriles, formándose la actual calle Reinita (cuya toponimia alude a una de las viejas glorias del arte taurino ubriqueño, los hermanos Antonio y José Morales que, con este apodo común, dominaban los carteles de los años 30 en la localidad). En el resto del entorno, las calles Sol y avenida de la Diputación se han trazado rectas, dejando un espacio de respeto frente a la plaza, otorgándole perspectiva y amplitud visual, contra el abigarrado urbanismo que predomina en el resto de la población. El encauzamiento del río ha terminado por otorgar el justo remate al contorno transitable de la plaza, espacio que cuenta con amplias posibilidades para su adecentamiento y embellecimiento.
     Esta plaza de toros es una de las más antiguas de las conservadas en la provincia de Cádiz, junto a las de Villaluenga del Rosario (siglo XVIII, aunque la estructura actual data de 1965), San Roque (1853, está celebrando su sesquicentenario), Jerez de la Frontera (reconstruida sobre un edificio anterior de 1870), San Fernando (1871), El Puerto de Santa María (1880), La Línea (1883), Tarifa (1889) y Sanlúcar de Barrameda (1900). Su mayor valor estético reside precisamente en su sencillez, en su carencia de ornamentos, de modo que se integraba perfectamente en el contexto de una población serrana, de humilde arquitectura. En este sentido, hay que hacer notar que, si bien hoy la plaza puede pasar bastante desapercibida embutida en el casco urbano de una gran población como el Ubrique actual, si nos imaginamos el Ubrique de principios del siglo XX el efecto que produciría sería, seguramente, el de una magnífica y espléndida plaza, impresionante para una reducida población como aquélla. Sin duda, la importancia que tuvo esta plaza, casi la única de la Sierra de Cádiz cuando se fundó, debió de ser extraordinaria.
     Asimismo, hay que añadir que es una de las escasas muestras de arquitectura civil de principios del siglo XX que van quedando en la ciudad. Las casonas burguesas del ensanche dieciochesco y decimonónico (datadas muchas de ellas, no obstante, en las primeras décadas del siglo pasado), en las calles Perdón, Botica, Agua, San Pedro y San Sebastián, o edificios singulares como la antigua fábrica de artículos de piel ABC dirigida por Emilio Santamaría (aunque ya es de 1931), son los otros referentes de este contexto cronológico en nuestra población. La plaza de toros de Ubrique es un punto de referencia clave en la historia arquitectónica y urbana de esta ciudad, así como también en el ámbito provincial.
     El estado de conservación de la plaza es bueno, en general, si bien se detectan algunos defectos derivados del estado de abandono sufrido desde la clausura del coso en 1977. El perímetro murario, construido en mampostería, es de una extraordinaria solidez. El abandono de la plaza ha provocado la pérdida de capas de encalado y enlucido, y la aparición de manchas y depósitos de humedad y otros agentes de degradación atmosféricos y biológicos, pero este menoscabo en su estética no se traduce en una pérdida de estabilidad efectiva. Una limpieza, nuevo enfoscado y pintado de las fachadas son actuaciones más que suficientes para mantener estos muros exteriores en perfecto estado, pues no amenazan ruina ni suponen peligro alguno gracias a la gran trabazón y estabilidad de su fábrica. Caso aparte es el graderío, cuyos asientos de hormigón se encuentran gravemente meteorizados en algunos casos, siendo posible su desmenuzamiento con las propias manos y ejerciendo poca presión.
     Al encontrarse en el interior del recinto, estas estructuras no presentan peligro alguno para la población por su hipotético desplome.
     De cara a la rehabilitación y conservación de la plaza se impone la sustitución de estos elementos deteriorados, pudiendo respetarse los que aún están en buenas condiciones.
     Cabe pensar que el graderío original fuese de madera, pudiendo haber sido sustituido posteriormente por el actual.
     La antigua plaza de toros de Ubrique es un edificio con unas posibilidades futuras de uso y disfrute extraordinarias. Por su amplia superficie permite alojar eventos de tipos muy diversos: conciertos, funciones teatrales, exposiciones, ciertas actividades deportivas, etc. Sus opciones de aprovechamiento espacial son múltiples gracias también a que se puede combinar el espacio al aire libre con el espacio cubierto bajo las gradas. Éste último puede acoger dependencias turísticas, espacios expositivos o museísticos (museo taurino, museo de la piel, galería permanente de pintores ubriqueños, etc.) y todo un abanico de ideas que pueden enriquecer la vida cultural de la localidad.
     Si los poderes públicos son lo suficientemente imaginativos y creativos al respecto, Ubrique podrá contar con un espacio de expansión sociocultural de primer orden (dándose casos similares con las también abandonadas iglesias neoclásicas de San Juan de Letrán y de San Pedro, igualmente estudiadas y valoradas por la asociación Papeles de Historia) (Alejandro Pérez Ordóñez, Análisis artístico de la antigua plaza de toros de Ubrique, en Papeles de Historia).

Castillo de Cardela o Fátima
     El Castillo de Fátima se encuentra en el flanco sur de la Sierra de la Silla y cerca del embalse de los Hurones, situado en el extremo occidental del término municipal de Ubrique y a unos cuatro kilómetros de su núcleo urbano. Fue construido en época andalusí sobre un espolón rocoso prominente del sustrato calizo de la zona, cortado con una pared casi vertical, cuyo punto más alto está a 667 metros sobre el nivel del mar. Existen más de 150 metros de diferencia entre la máxima altitud de la roca y los terrenos de relieve más suave en su base, donde hoy se sitúa el Caserío de Fátima. 
     Tenía una privilegiada situación estratégica por cuya posesión se enfrentaron nazaríes y castellanos, pasando de unos a otros sucesivamente, hasta que a finales del siglo XV acabó siendo propiedad de los duques de Arcos. Este castillo se hallaba en contacto visual con otros puntos de vigilancia que pudieron estar situados en Iptuci y en Ocuri, y éstos a su vez conectarían con Aznalmara y Matrera, quedando perfectamente coordinado todo el sistema defensivo de este flanco oeste de la Sierra de Cádiz (Pérez Ordóñez, 2009: 90-101). Desde su emplazamiento se domina un amplio territorio de la frontera nazarí con Castilla, todo el valle del río Ubrique hasta su unión con el Majaceite y buena parte de las llanuras del valle del Guadalete en torno a Arcos de la Frontera. Constituyó por tanto un fuerte bastión defensivo que ejercía el control en el paso occidental al valle del río Ubrique.
     En la parte situada al nordeste del promontorio se suceden grandes rocas muy erosionadas a modo de almenado natural ciclópeo. A su término, hay un collado donde existe un humedal estacional, conocido como Laguna de Fátima, y al otro lado de este paso natural se yergue el Cerro del Torero, de 896,5 metros sobre el nivel del mar. A media ladera hay un picacho calizo que bien pudo constituir una pequeña atalaya asociada con el castillo para cerrar el acceso por el collado. 
     Al noroeste del recinto fortificado se extiende una profunda hondonada seguida de una loma donde aún existen restos del poblado que pudo haber estado asociado a la fortificación. Se trata de muros formados con grandes piedras calizas, conservados en parte por su reutilización como estructuras ganaderas. Por su parte, el flanco sudoeste es el de relieve más suave, con pendientes que descienden hacia el valle del río Ubrique, hoy embalsado en este sector (Pérez Ordóñez, 2009: 93).
     Lo que queda de este monumento, manifiesta claramente que se trata de una fortaleza andalusí en la que, por una parte, se muestran ciertos elementos arcaizantes, y por otra se disponen elementos defensivos evolucionados, tales como la disposición de una coracha y una torre albarrana (Pérez Ordóñez, 2009: 95-96). La mayor parte de las fábricas emergentes de este castillo, pueden fecharse en torno a los siglos XII y XIII. En sus técnicas constructivas se aprecia una cierta diversidad, como lo manifiestan los restos de sus torres defensivas y sus aljibes.
     Cabe la posibilidad de que se tratase de un emplazamiento defensivo pre-andalusí. La presencia de un gran aljibe con un grueso revestimiento de hormigón lo emparenta con las cisternas de características similares que existen en el yacimiento ibero-romano de Ocuri, a unos cuatro kilómetros. Cardela bien pudo ser un punto fortificado asociado a este antiguo núcleo de población, cuya función principal era la vigilancia de la calzada que pasaba por las cercanías, de la que hay un tramo bien conservado entre Ubrique y Benaocaz (Guerrero Misa et al., 2005). 
     El acceso a pie se realiza hoy alcanzando en primer lugar el collado junto a la laguna. Desde allí se inicia el sendero de subida que conduce hasta los restos del poblado. A partir de aquí, se llega hasta la fortaleza por su flanco noroeste, una pared vertical en la que se aprecian ligeros vestigios de refuerzos de mampostería. En el extremo más septentrional se alzan los restos de lo que fue la única puerta de entrada al recinto. De ella sólo quedan en pie parte de las jambas, con fábrica en sillería bien escuadrada de caliza. Se trata de una puerta de mocheta simple, que es tenido por el tipo más primitivo de los sistemas de entrada a las fortalezas andalusíes (Valdés Fernández, 2001: 125-136). Desde la puerta se inicia un muro arrasado, donde se traza un hueco para un posible cuerpo de guardia.
     Tras girar a la derecha, desde esta puerta se llega así ante otra cuyas jambas son el propio sustrato natural, conservándose los arranques de un arco de medio punto, que ha venido siendo considerado como influencia de la arquitectura tardorromana en las obras defensivas andalusíes del waliato, emirato y califato cordobés (Pérez Ordóñez, 2009: 94). A la derecha, vigilando el tránsito entre ambas portadas, se levanta un cubo poligonal, el más grande de los dos que hoy aún se conservan, semicirculares en este caso, y formando parte de un muro exterior o antemuro hoy desaparecido. 
     En la parte principal de la fortaleza se conservan los restos de dos aljibes adosados, uno mayor y otro menor. La capacidad del primero se ha estimada en unos 20 metros cúbicos, siendo su planta trapezoidal, de unos 11,5 x 2,5 metros. Su recubrimiento interno es de hormigón de cal y piedra, formando una gruesa capa. Se cubre con una bóveda apuntada de sillares, aunque el acabado exterior del aljibe es una superficie plana de hormigón. Los muros de cierre laterales se realizan con ladrillos colocados a soga, apareciendo un recubrimiento de grandes sillares bien trabajados por la cara sureste, lo que ha llevado a plantear la hipótesis de que esta estructura sirvió de base a una gran torre cuadrangular (Castro Rodríguez, 2002). Adosado a dicha cisterna por su lado suroeste se halla el aljibe de menor tamaño, de planta rectangular de unos 2 x 1 metros y sin cubrición. Posiblemente se trató de una pila en la que recoger el agua del anterior o bien se usó como abrevadero para caballerías.
     De los aljibes arranca hacia el suroeste un lienzo de muro bastante bien conservado, de gruesa mampostería ligada con mortero de cal. Éste se escalona para adaptarse a los desniveles del terreno, y junto con el muro exterior forma un estrecho pasillo o coracha que conduce a la torre sur. Se trata de un torreón bastante aislado del que queda un trozo de muro, a modo de torre albarrana como defensa adelantada apoyada sobre una reducida roca.
     Las defensas principales de este castillo vendrían dadas por el propio relieve abrupto del lugar, a lo que se añadirían las intervenciones mínimas indispensables (Valdecantos Dema, 1993: 267). En este sentido, el modelo de fortaleza se aproxima al de una sajra, fortificación de reducidas dimensiones que aprovecha las condiciones naturales del espacio en que se ubica sin apenas alterarlas. No obstante, en este caso se trata de una fortaleza de mayor tamaño y complejidad, con lo que se adscribiría a la denominación más general de hisn, usado para distinguirlas de los castillos feudales. El arcaísmo de sus elementos constructivos invita a aventurar dataciones remotas, pero la perfecta adaptación al relieve quizá sea una característica más propiamente relacionada con el periodo hispanomusulmán y, de hecho, muchos de sus muros podrían pertenecer a esta época y especialmente a la etapa nazarí.
     Presenta un evidente deterioro y se encuentra en estado de ruina.
     El hisn Cardeila es mencionado por algunos autores, sin citar la fuente, entre las posesiones del guerrillero Umar ibn Hafsun y también se cita en el Rawd al-Qirtas como Qardala, castillo que, junto con otros, fue entregado por el meriní Abu Yaqub al soberano nazarí Ibn al-Ahmar el 21 de du l-hiyya de 692 (22 de noviembre de 1293), en agradecimiento por su ayuda contra los castellanos (Romero De Torres, 1934 (1908-9): 500). En la edición de Beaumier aparece con la grafía errónea Tardela, que Simonet corrige y convierte en Cardela (Simonet Baca, 1860, p. 131). Hay que esperar a las crónicas castellanas para encontrar menciones más explícitas a esta fortaleza.
     Cardela fue conquistada como una de las Siete Villas de la Serranía de Villaluenga por Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, asistido por su hermano Manuel, en octubre de 1472, en una acción bélica auspiciada por el alcaide de Arcos, Pedro de Verz. Hay quien ha visto en esta intervención un reflejo de las luchas nobiliarias castellanas del momento entre el marqués de Cádiz y el duque de Medina Sidonia, pues así respondería el primero a la toma de Jimena por parte del segundo en 1470. Tras esta conquista, don Rodrigo saqueó la qarya de Garciago, cercana a Ubrique. Cardela volvió a poder musulmán, como he citado más arriba, al año siguiente, pero ésta fue una circunstancia pasajera (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

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