Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Recinto amurallado; Arco de la Puerta Cerrada; y Castillo) de la localidad de Vejer de la Frontera (I), en la provincia de Cádiz.
Vejer se extiende sobre un cerro cercano a la costa en la región inmediata a la laguna de la Janda. Aunque existen testimonios muy antiguos de la ocupación del cerro, no cabe duda de que el núcleo urbano actual tiene su origen en época islámica. En el año 1250 la ciudad fue conquistada por Fernando III y años después, tras una revuelta de los musulmanes, Alfonso X se vio obligado a expulsarlos y a repoblar de nuevo toda esta zona, quedando Vejer como un punto fortificado sin apenas población. En 1285 fue entregada por Sancho IV a la Orden militar de Santiago, pero su dominio no llegó a consolidarse y en 1307, tras una segunda repoblación, pasó a ser Señorío de Alonso Pérez de Guzmán, «Guzmán el Bueno», que ya estaba en posesión desde hacía un tiempo del señorío de las almadrabas de toda la zona del Estrecho. Durante los siglos XV y XVI la vida de Vejer transcurrió bajo el dominio de los guzmanes. Las transformaciones políticas del siglo XIX y las desamortizaciones repercutieron en las titulaciones de las propiedades, que en parte pasan del dominio ducal a manos burguesas, pero no se consiguió el desarrollo industrial necesario y la ciudad ha seguido centrando su actividad económica en la producción agraria (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Su territorio participa de las características del litoral y de la campiña, poseyendo una playa de gran valor natural como es la playa del Palmar, que se une con las playas de Conil y de los Caños de Meca en Barbate. Situada entre los 150 y los 217 m. de altitud, sobre una elevación que se desarrolla en dirección norte-sur, dominando el valle del Río Barbate. El Casco Antiguo se localiza en dos pequeñas colinas al Este del promontorio más elevado. Sus altitudes más significativas son: el Castillo, 193 m.; la Plaza del Convento, 175 m.; y la carretera N-340 en el cruce de la Barca, 10,5 m
Su núcleo urbano se configura en punto defensivo elevado, en las cercanías de un importante cruce de caminos: Cádiz-Tarifa y Arcos-Barbate. Existen tres accesos, correspondientes a los extremos noroeste y sur, provenientes respectivamente de la N-340 y del cruce de ésta con la comarcal C-343, que se insertan estratégicamente en la trama viaria urbana, uniéndose a los anillos o rondas de circunvalación.
El viario interior constituido por un entramado de calles estrechas y tortuosas, pequeños espacios intersticiales, callejones y plazuelas producidos por la trama orgánica y morfológica de las manzanas. Las calles aun no siendo rectas, mantienen alineación de la edificación, no manifestándose vuelos, retranqueos o elementos salientes sobre el espacio público.
La ocupación del suelo se adapta a la topografía en pendiente conformándose manzanas cerradas, de poca profundidad y forma irregular, que siguen las curvas de nivel y haciendo coincidir las calles con líneas de cota uniforme. También aparece con frecuencia en la misma manzana accesos por dos calles diferentes a diferente cota, lo que produce una morfología de edificaciones escalonadas.
Tres zonas claramente diferenciadas: Casco, Barrio de San Miguel y Barrio de Buenavista. A su vez dentro del Casco aparecen el Casco Primitivo, compuesto por Recinto Amurallado y sus alrededores, los Bordes y el Arrabal.
Podemos distinguir varias tipologías de viviendas tradicionales:
La vivienda unifamiliar tradicional, asimilable a modestas cas palacio. Suelen ocupar todo el ancho de una manzana, distribuyéndose alrededor de un patio central de dimensiones no muy grandes al que se accede a través de un zaguán.
Tienen dos alturas y sus acabados son sobrios, sin que aparezcan elementos decorativos como cierros o molduras.
La vivienda colectiva o casa de vecinos tradicional, articulada en torno un patio por adición de piezas que suelen ser de dimensiones muy reducidas y que constituyen las viviendas en sí. Carecen de servicios , siendo estos colectivos y compartidos por todos los vecinos. El patio es la estancia principal y posee un gran valor ambiental. Su altura es variable de una a tres plantas, mantiene la sobriedad de acabados y se cubre con azoteas a la andaluza y construcciones sobre ella en algunos casos.
Señalar por último que, en las zonas de borde y arrabal, existe una variante actualizada de la vivienda unifamiliar tradicional y que intenta el mantenimiento de las invariantes de ésta, sobre parcelas mucho más reducidas y con la utilización de los nuevos materiales. Al ser autoconstruida aparecen en la mayoría de los casos inacabadas.
La ciudad se desarrolla extramuros en la falda de la colina más septentrional. Durante mucho tiempo la ciudad no excedió los límites de la colina primigenia, hasta que se hizo necesario saltar a la segunda colina , que está íntimamente unida a la primera mediante una pequeña depresión de cota uniforme. En la actualidad el desarrollo ha llegado a la ocupación total de la segunda colina, cuya extensión es mayor que la primera, habiéndose saltado en la actualidad al macizo oeste y previéndose en las Normas Subsidiarias la total ocupación de la ladera este.
Aunque el origen del actual Vejer se remonta a un periodo tan temprano como el Bronce final y su existencia como ciudad fortificada parece documentarse en época romana, no obstante, lo que consideramos trama urbana y recinto murado del Vejer actual se debe de conformar de modo preciso en el periodo histórico islámico que se extiende desde el S. VIII al S. XIII.
En la primera mitad del S. XIII, la villa poseía un extenso alfoz con numerosas aldeas, era rica en cultivos de viñas, olivar, huertas y cereal, tal como se constata en los Repartimientos castellanos de final del S. XIII.
En el largo periodo que va desde 895, hasta la conquista castellana, transcurren más de tres siglos y medio. Es precisamente en este largo periodo histórico en el que hay que situar la consolidación de su castillo, la construcción de gran parte de su recinto amurallado, puertas y torres, y gran parte de la trama urbana actual, además de la construcción de numerosas aldeas y otras intervenciones en el medio, como fueron los molinos de agua, las acequias y atarjeas de las huertas, los aljibes, almazaras etc.
La expansión de Vejer y la creación de barrios nuevos, así como la ampliación del conjunto urbano a la segunda colina se inicia tras la conquista del Reino de Granada, como consecuencia de su importante crecimiento demográfico. A partir del XVI se empiezan a poblar y edificar los llamados barrios nuevos como la Hoya, la Calle Alta, el Algarrobillo, la Laguna y se crean otros barrios o calles de oficios como la de los yeseros, laneros, cantareros, corcheros...
A finales del S. XVII o principios del S. XVIII, la expansión por las laderas y vaguadas entre las dos colinas (la Hoya) y la ocupación de la segunda colina parece completada.
Un importante hito en su transformación urbana lo marca el terremoto del 12 de abril de 1773. Este seísmo, que debió de tener su epicentro próximo al núcleo urbano, ocasiona numerosos daños en el caserío vejeriego y algunas pequeñas alteraciones en su trama urbana. El terremoto de 1773 señala, en el aspecto urbanístico, el final de una época y el nacimiento del Vejer contemporáneo.
En el tránsito entre el XVIII y XIX, a la par que se asiste al lento ascenso social de una nueva clase de grandes propietarios agrarios, se produce el abandono del casco antiguo por parte de la vieja nobleza local y la lenta ocupación de antiguas casas-palacios por parte de este nuevo grupo social, activo e inquieto. Es esta nueva clase de grandes propietarios de la tierra los que adquieren las casas más principales o invierten crecidas sumas en la edificación de nueva planta de numerosas viviendas en las que suele pervivir el patio central y la casa de campo o zona de servicio para los aperos de labranza y animales de carga. Pero, al mismo tiempo, se importan estilos regionalistas de moda o se percibe la influencia del modernismo en rejas y balcones, que se insertan en el entramado antiguo sin grandes contrastes (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).
Alzado sobre un colina desde la que se domina un hermosísimo panorama, éste es uno de los pueblos más bellos de Andalucía, que ha sabido conservar además tanto el trazado como la arquitectura de las poblaciones islámico-andaluzas.
Historia
Las últimas excavaciones llevadas a cabo ponen de manifiesto que Vejer era un poblado fortificado en el periodo final del Bronce, aunque, sin duda, su poblamiento se remonta a una época muy anterior.
Fue un lugar importante durante la época romana, pudiendo identificarse con el Besara citado por Plinio el Viejo, nombre del que procedería el actual a través de su arabización en Bashir y Beber-Bexer. En cualquier caso, tal y como hoy se contempla, la ciudad tiene su origen en la época islámica. Los musulmanes la habitaron ininterrumpidamente durante 574 años, desde el 711 hasta 1285, en que fue definitivamente conquistada por Sancho IV, tras una primera toma por parte de Fernando III en 1250.
Poco después, en 1307, Fernando IV entrega la villa a Alfonso Pérez de Guzmán, fundador del ducado de Medina Sidonia. Los pleitos de Vejer con la casa ducal se sucedieron durante bastante tiempo a causa de la utilización de las tierras, hasta que se consiguió establecer las llamadas hazas de suerte, lo que permitió el asentamiento de más de doscientos agricultores, mitigando de este modo la aparición del latifundismo, tan común en Andalucía.
En 1805 se produjo frente a sus costas la famosa batalla de Trafalgar, en la que la escuadra inglesa venció a la franco-española. En la actualidad, Vejer es una localidad floreciente, que tiene en el turismo uno de sus principales pilares económicos.
Gastronomía
Las hortalizas de las fértiles huertas vejeriegas, unidas a los productos silvestres de sus campos, constituyen elementos principales en la cocina de Vejer. Con ellos se preparan platos de gran tradición autóctona, como el gazpacho caliente, el potaje de castañas y las poleás.
Las carnes de la Janda y los productos del mar se han incorporado en los últimos tiempos, independientemente de que en los restaurantes de Vejer están presentes tanto los platos de la gastronomía andaluza y nacional como los de la cocina internacional. Entre los postres, cabe destacar las tortas, el pan duro, especie de pan dulce que incorpora huevos, clavo, canela, matalahúva, aguardiente y almendras, y los rosquetes de Semana Santa.
Trabajos tradicionales en palma y mimbre se siguen realizando actualmente para la producción de artículos destinados principalmente a la decoración y al uso cotidiano, tales como cestos, capachos, etc. A ellos se unen la talla en madera, la elaboración de tejidos y la producción en miniaturas de figuras y monumentos propios de Vejer.
Fiestas
En febrero, el carnaval gana un mayor impulso cada año. El marco que ofrecen las calles vejeriegas constituye el principal aliciente de las procesiones de Semana Santa. Esta semana culmina el Domingo de Resurrección con el toro embolao, que viene celebrándose desde 1976 y que consiste en la suelta de dos toros por las calles del pueblo. En abril tiene lugar la feria, que incluye una importante muestra de ganado. A primeros de mayo, los vejeriegos acuden en romería al cercano santuario de Nuestra Señora de la Oliva, patrona de Vejer. En la noche del 23 al 24 de junio se queman los Juanillos y las Juanillas. La Velada de Nuestra Señora de la Oliva se celebra del 10 al 24 de agosto en honor a la patrona del pueblo, que es traída desde su santuario. Entre los distintos actos culturales, sobresale la Noche Flamenca, declarada de Interés Turístico Nacional de Andalucía.
Visita
El casco histórico* de Vejer, de incomparable belleza, cuenta con la declaración de Conjunto Histórico-Artístico desde 1976 y es todo él una joya reluciente en la que las empinadas calles, las casas, las murallas y las torres, los arcos, etc., componen una exquisita geometría que sorprende y cautiva al visitante.
Llegando desde Cádiz por la nueva autovía, la mejor entrada al pueblo es la salida 36, primera que se anuncia. Tras una empinada pendiente, se llega al parque de Los Remedios, donde existe un gran aparcamiento público en el que se debe dejar el automóvil. Aquí se encuentra la Oficina de Turismo, donde puede conseguirse un plano de la localidad, y desde aquí se inicia la ascensión al casco histórico a través de una escalera que parte del interior del parque o a través de la avenida de Los Remedios. En ambos casos se alcanza el arranque de la Corredera, larga calle que bordea el antiguo casco amurallado y excelente mirador toda ella desde el que se obtienen espléndidas vistas del paisaje que rodea a la ciudad.
Aquí mismo, a la derecha, está la Plazuela y, en ella, el antiguo convento de San Francisco, convertido actualmente en un establecimiento hotelero. Este convento debió fundarse en el siglo XVI por los franciscanos observantes, quedando deshabitado tras la Desamortización de Mendizábal, utilizándose su claustro como cine y como mercado tras la guerra de 1936.
Detrás del convento está el mercado de abastos y hacia el sur del mismo, con la calle Juan Relinque como eje, se suceden una serie de interesantísimas y empinadas callejuelas, con preciosas casitas populares, la mayoría dotadas de luminosos y floridos patios.
Pero el grueso del conjunto monumental se sitúa al norte. Por ello, desde la Plazuela es mejor subir por Nuestra Señora de la Oliva, a la que llega Marqués de Tamarón. En el número diez de ésta se encuentra el palacio del Marqués de Tamarón, gran casona del principios del siglo XVIII en la que destaca la portada, con profusión de pilastras toscanas en el cuerpo inferior y balconada en el superior. Actualmente, tras su restauración, se ubica en él la Casa de la Cultura.
Al lado mismo de esta casa se sitúa el arco de la Segur, primera de las cuatro puertas originales que tenía el recinto amurallado y que aún se conservan. Data del siglo X, y en su momento se hallaba protegida por dos torres cilíndricas. Recibe su nombre por el hacha o segur de mármol, símbolo de los lictores romanos, incrustada en el muro junto a un escudo de la familia Mendoza. Al otro lado de la puerta hay un trozo de la antigua muralla, a la izquierda, que es, a su vez, un precioso mirador; mientras a la derecha asoman los muros de la iglesia del Divino Salvador, que más adelante se verá.
El trazado de Vejer es laberíntico, con callejuelas que se retuercen y se cruzan de continuo, que giran inesperadamente y vuelven al punto de partida. No es mala idea dejarse llevar y extraviarse mientras se contemplan las casas de inmaculadas fachadas y líneas asimétricas, como consecuencia de su adaptación a las irregularidades del terreno, mientras se descubren sus patios, muchos de ellos pequeños claustros columnados, igualmente de distribución irregular y, en muchos casos, cuajados de flores. Pero, tratando de llevar un cierto orden, lo mejor, desde Marqués de Tamarón, es bajar por José Castrillón Shelly para seguir, a la izquierda, por los callejones de la Villa que, zigzagueando, llevan hasta el arco de Sancho IV, otra de las puertas con las que contó la ciudad. Apuntado y labrado en piedra, con fábrica de sillarejos, este arco data del siglo X y fue restaurado en 1973.
Ante el arco se forma una breve plazuela en la que se alza la casa del Mayorazgo, palacio barroco del siglo XVIII que muestra una gran portada con pilastras toscanas y, en su interior, dos patios, uno claustral, de dos cuerpos, alrededor del cual se organizaba la vivienda de los señores, y otro más sencillo para el servicio. Hoy es todo él una casa de vecinos.
El arco de Sancho IV da a la calle Corredera. A su derecha se encuentra la calle del Mayorazgo, por cuyo lado izquierdo corre de nuevo la muralla hasta la torre del Mayorazgo, almenada y con saeteras. Ambas, muralla y torre, dan buena idea del poderío defensivo de la ciudad.
Bajando, sin embargo, por Corredera, se alcanza enseguida la plaza del Padre Caro. En ella se encuentra el convento de Nuestra Señora de las Mercedes, fundado por los duques de Medina Sidonia en el siglo XVII, aunque sufrió numerosos daños, primero a causa del terremoto de 1773 y, más tarde, por la Desamortización. Las dependencias se organizan en torno a un pequeño claustro, a uno de los lados del cual se adosa la iglesia, en cuya fachada aparece el relieve de una cobijada.
Desde aquí, es muy aconsejable bajar por Merced y entrar, a la derecha, en Cilla Vieja (rotulada Silla Vieja), preciosa callejita repleta de flores, con deliciosas casas auténticamente populares, como la número 2 o la número 4, y de la que hay que salir por la escalonada de Jesús, que desemboca en un alargamiento de la plaza de España.
Llamada popularmente de los Pescaítos, por los pececillos de colores que hay en la graciosa fuente de azulejos sevillanos que tiene en el centro, la plaza de España es una plaza de salón, pavimentada de granito, bordeada de palmeras y con bancos igualmente adornados con azulejos. Se trata de un lugar muy bello y muy característico, amenizado con las terrazas de bares y restaurantes. Su única pega, no pequeña, es la incesante riada de automóviles que la bordean, plaga moderna inexplicable en un sitio con tanto encanto y, además, innecesaria, teniendo en cuenta que el pueblo tiene una aceptable circunvalación. En uno de sus laterales se levanta el Ayuntamiento, y entre las buenas casas que en ella se alzan sobresale la que ocupa el Juzgado de Paz, rotulada con el número 13 y ocupada hoy por un establecimiento hotelero. A esta plaza asoma el arco de la Villa, puerta principal de la ciudad, a la que se llega tras una pina pendiente abalaustrada. Construido también en el siglo X, el arco ha sufrido numerosas reformas a lo largo del tiempo que le han hecho perder su aspecto original.
Desde aquí, lo mejor es tomar por Canalejas, que lleva hasta Reyes Católicos, al final de la cual, a la derecha, se abre la plaza del Capitán Quintanilla, igualmente cuajada de flores. De aquí arranca Rosario, en cuyo número 29 está la antigua iglesia del Rosario, de mediados del XVI, hoy secularizada y ocupada por la Peña Cultural Flamenca de Vejer.
La calle Rosario, peatonal porque por ella no caben los automóviles, lleva hasta la recoleta plazuela del Padre Ángel, en la que se alza la iglesia parroquial del Divino Salvador, notable edificación con aspecto de vieja fortaleza, edificada entre los siglos XIV y XV sobre una antigua mezquita. Es de estilo tardo-gótico, con elementos mudéjares que se aprecian sobre todo en la cabecera y que responden a las dos fases en que se llevó a cabo la construcción. Se encuentra exenta, mostrando al exterior por este lado una sobria fachada, con la portada consistente en un medio punto coronado por una leve cornisa y enmarcado por dos altos pilastrones semicirculares. La torre va embutida en la fachada, rematándose con un chapitel forrado de azulejos sevillanos. Los laterales y el muro de la cabecera llevan poderosos contrafuertes. La portada principal, a la vuelta, ya en Santa María de la Oliva, presenta otros dos contrafuertes entre los que se ubica el vano a dintel cobijado bajo un arco ciego abocinado con la luz adornada con nervaduras, coronándose el conjunto con un gran óculo de nervios. El interior es de planta basilical, con tres naves separadas por arcos formeros apuntados que descansan en gruesos pilares cuadrangulares, dotados de baquetones los de los cuatro primeros tramos. La nave central se cubre con bóvedas de nervaduras, siendo especialmente bellas las de la cabecera, que corresponde a la primera etapa de la edificación del templo. Los bienes muebles de este templo sufrieron graves pérdidas durante los sucesos de 1936. No obstante, aun conserva piezas de valor. El frontal del altar mayor, por ejemplo, es un precioso panel de azulejos mudéjares. En la capilla de la cabecera del lado izquierdo hay un Crucificado del siglo XVI de autor anónimo. En el lado de la epístola, en la capilla de su nombre, se guarda un magnífico Jesús Nazareno del siglo XVII tallado por algún seguidor de Juan de Mesa.
Desde aquí conviene tomar por la calle Ramón y Cajal, en la que, hacia el final, aparece la iglesia del convento de la Concepción, institución que fundaron los capuchinos en 1558. Los frailes lo ocuparon sólo hasta 1578, siendo sustituidos por monjas concepcionistas, quienes vivieron en él hasta la Desamortización de 1835. El convento desapareció algún tiempo después y la iglesia se destina ahora a usos culturales.
Un poco más abajo, en la calle de su nombre, se sitúa el castillo, declarado Monumento Nacional en 1931. Las casas que a él se adosan lo ocultan en parte a la vista. Su origen es musulmán, pudiendo fecharse la construcción entre los siglos X y XI. Más tarde, entre los siglos XIV y XV, el duque de Medina Sidonia lo reconstruyó casi por entero. En el siglo XIX lo adquirió Pedro Muñoz de Arenillas, quien llevó a cabo una profunda remodelación, respetando únicamente la residencia ducal. Todavía conserva la puerta principal, del siglo XI, en la que puede verse un arco de herradura con alfiz, a través del cual se pasa al patio principal y al patio de armas.
La calle del Castillo no tiene salida, por lo que hay que volver al convento de la la Concepción. Junto a él se abre la calle Arco de las Monjas, una de las más singulares de Vejer, con los arcos que unen el muro lateral de la iglesia con el de las casas. Esta calle franquea el paso a Judería, eje del antiguo barrio judío de la ciudad, al final de la cual se encuentra el arco de Puerta Cerrada, que fuera llamado también puerta de Berbería, construido igualmente entre los siglos X y XII. Al otro lado de esta puerta hay otro estupendo mirador, con un monumento que representa a una cobijada y es un homenaje a la mujer vejeriega.
Yendo desde aquí por Juan Bueno, se alcanza de nuevo la calle Juan Relinque. Caminando por ella hacia el sur y siguiendo por la avenida de San Miguel, se llega, tras un agradable paseo, al pequeño alto en el que se encuentra los característicos molinos de viento. Datan de los años treinta del siglo XIX, cuando se construyeron en sustitución de los de agua, para aprovechar la fuerza del viento. Servían para moler el trigo y han sido restaurados recientemente, ubicándose en uno de ellos el Punto de Información del Parque Natural de la Breña y Marismas del Barbate.
Alrededores
A 5 km por la carretera de Barbate está el santuario de Nuestra Señora de la Oliva, cuya construcción se realizó en el mismo lugar en el que desde el siglo VII existía una iglesia visigoda, que a su vez se había levantado sobre una villa romana. Un patio de pequeñas dimensiones hace de compás al atrio que antecede a la iglesia. Ésta se construyó a mediados del siglo XIV, reedificándose en el XVIII y volviéndose a reformar en fechas recientes. En el camarín del altar mayor se encuentra la Virgen de la Oliva, patrona de la ciudad, imagen de madera policromada, a la que se ha dotado de un mantón, tallada en 1596 por el sevillano Martín Alonso de Mesa.
A unos 9 km de Vejer se extiende la playa de El Palmar, de limpias aguas y fina arena dorada, semivirgen e ideal para la práctica del surf y otras actividades deportivas.
A unos 6 km por la N 340, sentido Algeciras, se sitúa la dehesa de Montenmedio, paradisíaco complejo turístico con numerosísimas actividades en su oferta, en el que, entre verdes praderas de césped, se ubica la Fundación NMAC*, un centro de arte contemporáneo que reúne, tanto al aire libre como en pabellones cerrados, una extraordinaria colección de esculturas de los más destacados artistas actuales, entre ellos Marina Abramovic, Santiago Sierra, Susana Solano, Cristina Lucas, Mauricio Cautelan, Richard Nonas, Roxy Paine, Berni Searle o Huang Yong Ping (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
Vejer es un precioso pueblo, situado en la cumbre de una colina, que ha sabido conservar a lo largo de los siglos la arquitectura característica de las poblaciones arábigo-andaluzas.
Historia
Vejer, situado a los pies de la llanura aluvial del Barbate y de la depresión de la Janda, debió estar poblado desde el Paleolítico medio hasta épocas históricas sin interrupción. En el periodo final del Bronce, Vejer era un pueblo fortificado, como demuestran las últimas excavaciones efectuadas. Aunque existen varias teorías sobre su denominación antigua (fue identificada con la ciudad romana de Melaria y con Besipo, Barbate), lo más probable es que su nombre prerromano sea el de Besaro (Plinio), voz que pudo evolucionar durante la época árabe en Bashir y Beier/Bexer, en el romance de la conquista cristiana, hasta el de Vejer actual.
Durante las épocas fenicia y cartaginesa, la ciudad fue una importante fortaleza defensiva de las factorías y almadrabas que los colonizadores habían establecido en la costa, frente a los iberos del interior. Los árabes la habitaron durante 539 años, desde la batalla de la Janda hasta la conquista de Fernando III en 1250. Este monarca se la entregó a Alonso Pérez de Guzmán, fundador de la casa ducal de Medina Sidonia.
De talante fundamentalmente agrícola, la pervivencia durante siglos de las peculiares "hazas de suerte" (explotación temporal de tierras municipales por los vecinos agraciados por sorteo) mitigó la aparición del latifundismo, tan común en toda Andalucía.
Frente a sus costas se produjo la famosa batalla de Trafalgar, en la que la escuadra inglesa venció a la franco-española.
Gastronomía
La mesa vejeriega ofrece por igual y sin complejos platos propios de la Andalucía agrícola y ganadera, tales como el gazpacho, el lomo de cerdo en manteca, la ternera en salsa o el conejo de campo, junto a otros cocinados con pescados como la urta, la dorada o el mero.
Artesanía
La talla en madera (como las de los molinos de viento y las del traje típico de Vejer, el cobijao), la cerámica, la labor textil, la cestería y el mimbre constituyen labores artesanas de larga tradición y que se conservan, generación tras generación, en muchos talleres de la ciudad.
Fiestas
Es tradicional y conocida en toda la provincia la Feria de Primavera, celebrada casi siempre en abril y donde el colorido, el flamenco y los caballos son sus principales características. No se puede dejar de visitar en este mismo evento la feria de ganado. Otro importante acontecimiento tiene lugar el domingo de Resurrección, conocido como la fiesta del toro embolao, consistente en la suelta de un toro de lidia con sus astas cortadas y con bola en el extremo de las mismas.
Del 10 al 24 de agosto tiene lugar la Velada de Agosto, en honor a la patrona la Virgen de la Oliva. Durante estas fechas, las muchachas del pueblo lucen las famosas cobijás, antiquísimo tocado de uso cotidiano que cubría el rostro.
Visita
Aunque toda ella es hermosa y laberíntica, el casco histórico, declarado Conjunto Histórico Artístico en 1976, es, sin duda, la parte más interesante de la ciudad. El trazado de sus calles, sus casas, las murallas, los arcos... componen una bellísima geometría llena de encanto y de sabor. Vejer consiguió además el Premio Nacional de Embellecimiento de Pueblos en 1978.
El mejor lugar para iniciar la visita es el ensanche que forma la avenida de los Remedios con la Corredera. Aquí, un amplio mirador ofrece una gran vista del paisaje que rodea a la ciudad, mientras una placa recuerda los versos de Pemán:
Vejer
si fueses una mujer
yo de ti me enamorara...
Al otro lado de este ensanche se alcanza la Plazuela y desde aquí se toma la calle del Marqués de Tamarón, donde se encuentra el palacio del Marqués de Tamarón y la puerta de la Segur, primera de las cuatro puertas originales que tenía el recinto amurallado y que aún se conservan. Recibe su nombre por el hacha o segur, símbolo de los lictores romanos, grabada en una placa de mármol e incrustada en la pared. Fue construida en el siglo XV.
Bajando por José Castrillón Shelly, a la izquierda, se encuentran los Callejones de la Villa que enlazan con Sancho IV el Bravo, en cuyo extremo inferior se localiza el arco apuntado de la puerta de Sancho IV, la mejor conservada del recinto, restaurada en 1973.
Un poco antes de esta puerta se levanta la Casa del Mayorazgo, antigua casa solariega hoy convertida en residencia particular. Es un edificio barroco con una hermosa fachada de piedra y un patio con balaustrada de buena factura, comunicando por otro de sus patios con la almenada torre del homenaje.
Saliendo del recinto por esta puerta se llega a la plaza del Padre Caro desde la que se alcanza la plaza de España, centro administrativo de la ciudad. Circular y sombreada de palmeras, recibe popularmente el nombre de plaza de los Pescaítos, por los peces de colores que tiene la fuente que se alza en el centro, obra de la primera mitad de este siglo a base de azulejos sevillanos. En esta plaza se levanta el Ayuntamiento y son de destacar las casas número 12 y 13, donde se domicilia el Juzgado de Paz.
Subiendo la empinada calle del Ayuntamiento, se halla el arco de la Villa, puerta de la muralla de donde partía el camino que serpenteando el monte llegaba a Gibraltar. Desde aquí, subiendo por Canalejas se llega a Capitán Quintanilla, desde donde se desciende de nuevo por la calle del Rosario, para entrar a la izquierda por Mesón de Ánimas, en cuyo final aparece el arco de Puerta Cerrada, puerta que comunicaba con la vieja senda que llevaba al mar, camino entonces del que procedía la mayoría de los peligros que acechaban a la villa, motivo por el que la puerta estaba siempre cerrada y por el que recibió su nombre.
A partir de aquí se extiende el antiguo barrio de la judería. Por encima de esta puerta, en lo más alto de la colina, se encuentra el castillo, del que hay que destacar su puerta principal, del siglo XI, que consiste en un arco de herradura enmarcado en un alfiz. La construcción del castillo data igualmente del siglo XI, siendo fortaleza de los Guzmanes y posteriormente propiedad de los duques de Medina Sidonia. Se puede visitar el patio principal, el patio de armas y las almenas, desde donde se divisa la ciudad y su entorno.
Bajando ahora por Ramón y Cajal se localiza, a la izquierda el convento de las Monjas Concepcionistas, edificio renacentista levantado a mediados del siglo XVI sobre los cimientos de edificaciones de los siglos VI y VIII a.C. Por detrás del convento corre el antiguo adarve de la muralla y a su lado se encuentra el arco de las Monjas, sin duda la calle más emblemática de la ciudad. La citada calle de Ramón y Cajal desemboca en la plaza del Padre Ángel, donde se alza la iglesia del Salvador, construida sobre una antigua mezquita de la que se conserva el alminar. Es un templo de gran envergadura en el que se engarzan admirablemente los estilos mudéjar y gótico.
La calle de Nuestra Señora de la Oliva, que parte de los pies de la iglesia, conduce al punto de partida de la visita, la Plazuela, en la que se sitúa el antiguo convento de San Francisco, primero de clarisas y luego de franciscanos, hoy convertido en hotel.
Alrededores
A unos 5 km de la ciudad en dirección a Barbate, en un hermoso lugar rodeado de marismas y huertas, se sitúa el santuario de la Oliva, patrona de Vejer, construido en el solar de una basílica visigoda del siglo VII. A unos 9 km está la magnífica playa de El Palmar, de limpias aguas y fina arena. Es ideal para la práctica del surf (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).
Desde la época musulmana la población estuvo amurallada con muros que se van adaptando a las curvas de nivel, a causa de la abrupta topografía del lugar. Durante el siglo XV las murallas fueron reconstruidas debido a la situación fronteriza con el reino de Granada y en el siglo XVI, una vez que perdieron su función defensiva, el Cabildo de la ciudad autorizó que se adosasen casas a ellas por lo que gran parte de sus lienzos quedaron ocultos. Tiene cuatro puertas. El Arco de Sancho IV, el de la Villa, que fue el acceso principal, la Puerta Cerrada y el Arco de la Segur. En la centuria siguiente se levantó adosada al flanco norte de la muralla la Torre de los Castrillones, cuyo interior era utilizado para realizar señales de fuego que servirían para comunicarse con Medina Sidonia. Entre las puertas destaca el Arco de la Segur, en el que, a pesar de haber sufrido ciertas transformaciones, puede aún constatarse cómo el arco actualmente rebajado era originalmente de medio punto y estaba construido a base de grandes dovelas, siguiendo una técnica característica de la arquitectura hispánica de finales del siglo XV o comienzos del XVI. Iba enmarcado por un alfiz formado por un baquetón de tradición gótica y llevaba los escudos y emblemas, segures enfrentadas, de los Medina Sidonia.
En la zona más elevada de la población se levanta el castillo, actualmente casi oculto por construcciones adosadas, su origen es musulmán aunque fue reconstruido durante el siglo XV, transformándose en siglos posteriores para adaptarlo a vivienda. Tiene planta rectangular con torres cúbicas que aún pueden observarse sobresaliendo entre las construcciones adosadas. Del período musulmán se conserva una puerta con arco de herradura inscrito en alfiz, que conserva algunos restos de ataurique que ha sido identificada como obra almohade (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
El recinto amurallado de Vejer se encuentra en la zona alta de un monte con barrancos que lo defienden en gran parte, y bajo los que discurre el río Barbate, sirviéndole de foso. Se ajusta a los desniveles del terreno, formando una especie de herradura por el lado más defendido por la naturaleza. El recinto tenía cuatro entradas, tres de las cuales han perdurado: Arco Sancho IV, Arco de la Villa y Puerta de la Segur y Arco de la Puerta Cerrada.
Los muros tienen un grosor de unos dos metros, aumentando considerablemente en las puertas. Su fábrica es de piedras y sillarejos unidos por argamasa de cal y arena.
En algunos lienzos de muralla aparece obra regular a base de sillares. Así se observa en la parte superior del lienzo de Puerta Cerrada. Posiblemente se debe a la consolidación de la cerca o restauración del último tercio del S. XV.
El paramento de torres y murallas debía encontrarse primitivamente enfoscado y enlucido. En una cata abierta en una excavación practicada en la C/ Juan Bueno la muralla aparece estucada a un nivel de 1,60 metros de profundidad, nivel de la primitiva calle de extramuros.
El estado de conservación es desigual. Algunos tramos de muralla han sido resanados, como sucede con el lado noreste y torres rectangulares del conjunto defensivo de Sancho IV, con una parte del lado norte que limita con la Segur y con un tramo de la calle Juan Bueno (19770-1985). En el tramo de Puerta Cerrada, su paramento se recalzó, consolidó y limpió en 1977. Aunque existían restos de merlones no se repusieron, a criterio del restaurador, puesto que el muro que daba directamente a la calle ofrecía garantías de su conservación. Es una suerte que una gran parte de la cerca medieval de Vejer se conserve, aunque se encuentre sepultada bajo el caserío.
Se debería continuar la labor de rescate de todos aquellos tramos que sean posibles, así como acometer obras de restauración y reposición de los elementos originales como adarves y merlones, como se hizo en los años setenta y ochenta. Aparte de la función estética y de delimitación del perímetro del recinto amurallado, estas actuaciones contribuyen a la difusión histórica y al fomento de la conciencia proteccionista.
Por catas arqueológicas realizadas en varios puntos de la muralla y en la Iglesia de la Concepción (1987, 1990), se conoce que Vejer se encontraba amurallado en el periodo del Bronce Final (s. VIII a. C.). No obstante el recinto amurallado actual debe originarse en la Edad Media, tras las invasiones germánicas del s. V, la árabe-bereber del s. VIII y las normandas de los siglos. IX y X. En época almohade (s. XII), el castillo y la cerca de Vejer debían de encontrase en un estado próximo al actual en su desarrollo perimetral. Es lo más probable que el recinto de hoy corresponda al existente en la etapa de la conquista y repoblación castellana (entre 1250 y 1300). En este periodo, tras las incursiones meriníes, Sancho IV ordena la restauración de la fortaleza de Vejer.
Se desconocen las reformas, posibles ampliaciones y restauraciones que se llevaron a cabo durante el resto de los siglos medievales, pero se debieron de acometer numerosas obras, dado el emplazamiento de Vejer, fronterizo con el Reino de Granada y con el Imperio Meriní de Marruecos. Ante la inminencia de la Guerra de Granada, se realizan importantes obras por parte del Duque de Medina Sidonia, Enrique de Guzmán, señor jurisdiccional de la villa. Además de labores de restauración de toda la cerca, torres y puertas, en estas fechas, entre 1475-1490, se construye la Torre Corredera (flanco norte del recinto) y se lleva a cabo la edificación del baluarte de la Segur (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La conocida Puerta Cerrada se encuentra en el barrio de la Judería y frente al barranco Almaraz. Desde la altura de la pequeña torre que servía de acceso al adarve y paso de ronda podía divisarse la costa atlántica y la marisma del Barbate.
Estos dos factores, barrio de judíos y su proximidad a la costa podían haber determinado la clausura de esta puerta desde finales de la Edad Media hasta bien entrado el s. XVIII. En efecto, la posible coalición de judíos con musulmanes de allende suscitó el temor en pueblos costeros que se traducen en medidas de esta índole. Parece que a finales del XVII se abre un arco en la muralla de la calle de la Judería para conectar con la calle Juan Bueno, conocido como Arco de Santa Catalina, recientemente restaurado.
En la campaña de rehabilitación del casco histórico, en 1977, se descubren los restos de la puerta, se restituye el arranque del arco de ingreso y se deja patente en el pavimento la existencia de éste. Se repone un arco de medio punto de ladrillo, que testimonia la primitiva puerta clausurada.
En su día, el arquitecto responsable de la rehabilitación manifestó la posibilidad de derribo de una pequeña habitación que servía de cuadra frente a la Puerta Cerrada, quedando este espacio libre tal como debía encontrarse en su estado primitivo (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
El castillo que se encuentra emplazado en la cota más alta de la población podría catalogarse en el grupo de "castillos estratégicos menores" de la Baja Andalucía (Guitart). Presenta planta rectangular, de 74 por 22 metros, con tres torres rectangulares, dos en el lado norte y una tercera en el centro del lienzo sur.
Posee una sola comunicación al exterior, en el lado de poniente, el punto más accesible.
En el castillo destacan: la puerta doble de época islámica, el patio de armas, la zona destinada a vivienda y el patio porticado a la entrada (S. XVIII).
En la actualidad el recinto se encuentra dividido en dos zonas, la norte que conserva la disposición del patio de armas y la zona sur, vivienda particular, que conserva salas abovedadas en la que debió ser antigua residencia de los duques de Medina Sidonia.
La puerta andalusí del castillo presenta dos fachadas simétricas (Abellán). De la puerta de entrada sólo se conserva parte del alfiz ornamentado con motivos forales (hojas de palma), habiendo desaparecido el arco de herradura y el muro en que se sustentaba. La decoración es propia del arte almohade (Abellán). Una bóveda de cañón que atraviesa el muro conecta con la fachada de salida al patio interior. Esta fachada interior, aunque sin rastro de ornamentación, se conserva en buen estado. Se estructura en dos cuerpos. El superior, formado por un arco de herradura que descansa en impostas de nacela, está enmarcado por un alfiz en el que se combina el ladrillo rojo en las dovelas y la mampostería en las albanegas. El cuerpo inferior que sustenta el arco es de mampostería.
Presenta diversos estilos, de acuerdo con las distintas épocas de su construcción.
Entre los siglos IX y X debió edificarse el recinto amurallado. A finales del siglo IX, hay constancia documental de la existencia del castillo en el interior de un segundo recinto amurallado (Ibn Hayyan, citado por J. Abellán). También del periodo tardo-califal (siglo XI) o ya del almohade (siglo XII) puede datarse la puerta de entrada. El edificio central de la zona sur que debió ser el espacio residencial debió construirse en los siglos XVI y XVII, así como la fachada actual. De los siglos XVIII y XIX, son los pilares del patio que se edifican para soporte de la galería superior.
El castillo perteneció a la Casa Ducal de Medina Sidonia (Casa de Guzmán), desde principios del siglo XIV hasta finales del siglo XIX. En esta época pasó por herencia al marqués de Martorell quien lo vendió a D. Pedro Muñoz de Arenillas en 1880 por 90.000 reales. En 1912, el Ayuntamiento adquiere de uno de los herederos de Muñoz de Arenillas un tercio de la propiedad con el fin de establecer un colegio público. El colegio estuvo abierto hasta principios de los setenta del pasado siglo.
El uso actual de los dos tercios del castillo como vivienda plurifamiliar contrasta con el uso más adecuado de equipamiento urbano de la parte municipal (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).
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