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miércoles, 20 de agosto de 2025

Un paseo por la calle San Bernardo

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle San Bernardo, de Sevilla, dando un paseo por ella.    
      Hoy, 20 de agosto, Memoria de San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia, el cual, habiendo ingresado junto con treinta compañeros en el nuevo monasterio del Císter, fue después fundador y primer abad del monasterio de Clairvaux, donde dirigió sabiamente, con la vida, la doctrina y el ejemplo, a los monjes por el camino de los mandamientos del Señor. Recorrió una y otra vez Europa para restablecer la paz y unidad e iluminó a toda la Iglesia con sus escritos y sus sabias exhortaciones, hasta que descansó en el Señor cerca de Langres, en Francia (1153) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para Explicarte la calle San Bernardo, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     La calle San Bernardo es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de San Bernardo, del Distrito Nervión, y va de la avenida Eduardo Dato, a la calle Campamento.
     La  calle, desde  el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en  la  población  histórica  y en  los  sectores  urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si.
     En  cambio, en  los  sectores  de periferia donde predomina la edificación  abierta,  constituida  por  bloques  exentos,  la  calle,  como  ámbito  lineal de relación, se pierde, y  el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
     Esta calle fue conocida desde el s. XV como Ancha o Ancha de San Bernardo hasta 1859, en que una reforma del callejero, para "evitar duplicaciones y nombres mal sonantes", la rotuló como San Bernardo. Esta denominación ha continuado hasta la actualidad, con la salvedad del período republicano en que se llamó Fermín Galán, militar que se sublevó en Jaca a favor de la II República. Debe su denominación al santo abad en cuya fiesta, el 20 de agosto de 1247, se puso cerco a la ciudad por Fernando III, que estableció parte de sus huestes en este paraje. Se configura en relación con el cruce del arroyo Tagarete. Era asimismo uno de los arranques del camino hacia Alcalá de Guadaira y Utrera, de aquí quizá su anchura y ligera curvatura. También, por ser acceso al arrabal desde la Puerta de la Carne a través de la alcantarilla de las Madejas, constituía y constituye el eje principal de comunicaciones de la barriada, a pesar de su tangencialidad. De ella arrancan Cofia, Gallinato y Santo Rey.
     La marginalidad de todo el barrio viene determinada históricamente por su situación extramuros de la ciudad junto al arroyo Tagarete, que provocaba frecuentes inundaciones; por la proximidad al Matadero, y su consecuente producción de despojos, al Rastro y a la Fábrica de Artillería, con sus continuos disparos de prueba; y, a más distancia, pero afectando igualmente con sus residuos, la cloaca del presidio de San Agustín y las reales Almonas y Fábrica de Salitre. Su localización fuera de la muralla dejaba a la población aislada de todo auxilio durante la noche cuando se cerraba la Puerta de la Carne. La línea de ferrocarril y la estación de San Bernardo han mantenido el aislamiento hasta el momento presente, en el que la desaparición de dicho trazado va a permitir su integración. Los vecinos del arrabal fueron conscientes de los perjuicios que la instala­ción del ferrocarril traía consigo y así, en escrito dirigido al Ayuntamiento (1861), exponen las consecuencias negativas de tal obra. Atendiendo a estas persistentes demandas. se construyó el paso subterráneo que comu­nicaba el barrio a la altura del colegio público con la avenida de Cádiz. Este paso peatonal venía a sustituir al puente de madera que todavía subsistía a principios de siglo y que había ocasionado un accidente mortal con motivo de la visita de Isaac Peral a Sevilla en 1893. El entubamiento del Tagarete a principios de siglo sin duda favoreció a esta calle, y a toda la barriada, evitando los malos olores y las temidas riadas. Un gran avance en la comunicación fue la construcción del puente de San Bernardo, obra de Talavera de 1924, que permitió la permanente circulación, tanto rodada como peatonal, ésta última a través de cuatro escaleras laterales. Se eliminaban así las limitaciones del paso a nivel que durante la noche dejaba aislado al barrio del resto de la ciudad.
     La calle se configura con distintas anchuras, teniendo más amplitud en la confluencia con Campamento y Guadaira. Presenta asimismo numerosos entrantes y salientes, a pesar de los proyectos de alineación de principios de siglo que pretendían ensancharla y alinearla con la Fundición de Artillería. Disponía ya de acera a mediados del siglo pasado, pero la calzada debía estar en tan malas condiciones que la prensa se hace eco de ello, señalando que los carros se atascan en el barro. Hay noticias también de su empedrado en 1888, que fue sustituido en los primeros años de este siglo por pavimento de cemento y asfalto. Posteriormente fue adoquinada y más tarde asfaltada, encontrándose actualmente en regular estado. El acerado es amplio, aunque irregular en su anchura, y está encementado. Se ilumina con alumbrado eléctrico desde 1942 y en la actualidad luce farolas de fundición adosadas. Siempre tuvo la barriada deficiencias de agua, y la fuente de dos caños instalada en esta calle, que procedía de los Ca­ños de Carmona, carecía con frecuencia de servicio; en 1844 se instaló por primera vez cañería de plomo. Posteriormente se construyó una nueva fuente (1859), y el vecindario puso reparos a su uso por haber sido uti­lizados materiales de derribo del cercano cementerio de San Sebastián.
     El caserío, que en sus orígenes era de una sola planta y llegaba a cubrirse con las inundaciones, presenta en la actualidad abandono, aunque se está iniciando un proceso de demolición y construcción que cam­biará en pocos años fisonomía actual. Lo que todavía resta del mismo presenta mu­chos rasgos de la arquitectura popular, con casas de dos plantas y excepcionalmente de tres, acorde con la actividad campesina que tuvo una gran parte de la población. Algunas están bajo el nivel de la calle. Como edificios singulares hay que destacar el dedicado actualmente a la educación permanente de adultos, anteriormente escuela pública, y originalmente asilo de menores prostituidas regentado por las Hermanas de la Caridad, y el conjunto de cinco viviendas denominado Grupo Terán. En el núm. 33 hubo un corral de vecinos.
     Existía al comienzo de la calle, próxima al camino de la Huerta del Rey, una cruz en la que se colocó con motivo de la entrada de Fernando VII en Madrid un cuadro del monarca, celebrándose a continuación una fiesta popular. Festejaban así los vecinos de San Bernardo la liberación del pontífice Pío VII y del rey español de Napoleón Bonaparte. También existía una fuente y pilar próximos a la confluencia con Campamento, que sin duda contribuía a su animación. Esta calle ha reunido gran parte de la vida social del arrabal: allí se concentraban muchas de las tabernas y sedes de tertulias taurinas, en donde se hablaba de los míticos toreros como el señor Juan León, Cúchares, Juan Lucas Blanco, el Tato, Machío, y otros muchos cuyos nombres no se han conservado. La proximidad del Matadero con sus corra­les de ganado vacuno, y el hecho de que muchos vecinos trabajaran en él, favorecieron la aparición de una amplia cantera de toreros y aficionados. Blanco White en sus Cartas de España refiere que semanalmente entraban dos hatos de vacas y bueyes en el Matadero, y era ocasión para que los aficionados apartaran a la res más brava y la tore­aran. En estas mismas tabernas se consumía el celebrado menudo, elaborado con los des­pojos del matadero, generosamente sazonado con picante. En la actualidad la vida so­cial se ha refugiado en las peñas deportivas bética y sevillista, instaladas en esta calle, a pesar de la pérdida de población en los años 60 debida a la crisis de las fábricas militares y a las dificultades administrativas para la reconstrucción de viviendas. Los vecinos, con la ayuda del párroco, crearon una cooperativa de viviendas que está renovando el barrio. Cobra una animación inusitada cuando, en la tarde del Miércoles Santo, el Cristo de la Salud y la Virgen del Refugio salen de la iglesia parroquial camino del puente de San Bernardo, acompañados por muchos de los antiguos residentes. En el pasado y hasta los años 30 se celebraba una importante velada el día 20 de agosto, festividad de San Bernardo, en conmemoración del comienzo del sitio de la ciudad [Salvador Rodríguez Becerra, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
San Bernardo, 22 y 22, acc. Casa de dos plantas y ático con pilastras toscanas, con portada resaltada.
San Bernardo, 47. Casa de tipo popular, de dos plantas y mirador en uno de los extremos de la fachada, con vanos semicirculares separados por pilastras [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia;
HISTORIA Y LEYENDA
   Monje borgoñón que en el siglo XII reformó la orden de los cistercienses. Su nombre de origen germánico (Bernhard) significa fuerte como un oso (Bär).
   Nacido en 1090 en Fontaine les Dijon, después de la muerte de su madre abandonó la casa paterna para entrar en la abadía del Cister (Citeaux). En 1115, arrastrando algunos monjes en la secesión, fundó el monasterio de Claraval (Clairvaux, Clara vallis: el valle claro), que gobernó hasta su muerte en 1153.
   Como los grandes abades de Cluny, fue uno de los más firmes apoyos del papado, a cuyo servicio puso toda su autoridad que era considerable en todo el mundo cristiano. Hizo campaña por el papa Inocencio II contra el antipapa Anacleto. En 1146 predicó la segunda cruzada sobre la acrópolis de Vézelay. Al año siguiente, en 1147, el papa Eugenio III asistió con él al capítulo general de Claraval.
   Era amigo del cisterciense inglés San Esteban Harding y del cisterciense irlandés San Malaquías quien murió en sus brazos en Claraval.
   Desde el punto de vista iconográfico, lo que debe recordarse de la acción que desarrolló, es sobre todo su devoción a la Virgen.
   San Bernardo fue uno de los más fervientes difusores del culto de María, de quien se llamaba el fiel capellán (Beatae Mariae capellanus) o el caballero sirviente. En su tratado De Laudibus Virginis celebra con efusión su maternidad virginal (gaudia matris habens cum virginitatis honore), aunque sin aceptar la doctrina de la Inmaculada Concepción, sin embargo. Se lo había motejado el citarista de la Virgen (citarista Mariae).
   Fue por su iniciativa que los cistercienses pusieron todas sus iglesias bajo la advocación de Nuestra Señora.
   En su sermón acerca de la Natividad de María, declaró que la Virgen es el acueducto por el que descienden hasta nosotros todas las aguas del cielo. La recomienda a los fieles como la mediadora más misericordiosa y la más poderosa. “Si la majestad divina os espanta, recurrid a María. El Hijo concederá a su Madre y el Padre concederá a su Hijo. Ella es la escala de los pecadores.”
   Durante toda la Edad Media, el nombre de San Bernardo permaneció indisolublemente unido al culto de la Virgen. Es por él que en la Divina Comedia (Paradiso, 31), Dante se hace introducir ante el trono de la Reina del Cielo. Si San Bernardo ha enriquecido de esa manera la iconografía de la Virgen, en cambio declaró la guerra al arte, especialmente a la escultura que consideraba como un lujo pernicioso que proscribió en las iglesias cistercienses. “Las obras de arte –decía- son ídolos que separan de Dios.” Desde este punto de vista la reforma de San Bernardo parece un anticipo de la reforma de Lutero y de Calvino, hostiles a las imágenes. Su Apología de Guillermo de San Teodoro, citada con tanta frecuencia, es una violenta invectiva contra el lujo insolente de los cluniacenses, que consideraba incompatible con la vida monástica.
   La leyenda que cristalizó muy pronto en torno a la brillante personalidad de San Bernardo, es rica en milagros que fueron popularizados por la Leyenda Dorada. Casi todos se reparten en dos series: las Tentaciones del demonio y las Apariciones de Cristo y de la Virgen.
   Se cuenta que había arrojado a su hermana al agua helada de un estanque para aplacar el ardor culpable de ésta, que le había inspirado deseos incestuosos.
   Según el Pèlerinage de la Vie humaine (Peregrinación de la Vida humana), compuesto hacia 1358 en imitación del Roman de la Rose por Guillaume de Guillerville, se habría cubierto con una armadura y guanteletes para imponerse la continencia y rechazar las tentaciones de una mujer “que estaba acostada en su cama, desnuda junto a él; no obstante cuando una vez hacía ella volvióse no sintió su tacto. Sus manos estaban tan enguantadas y armadas que ella creyó que él fuese hombre de hierro, del cual se alejó confusa, sin sobarlo.”
   La famosa Leyenda de los nueve versos de San Bernardo también se refiere a sus altercados con el demonio. Para conservar su ingenuo sabor, lo mejor es reproducir la versión original: “El diablo le dijo una vez que sabía nueve versos del Salterio y que aquel que los dijera una vez cada día no dejaría de conseguir la salvación. San Bernardo le preguntó cuáles eran esos nueve versos; pero el diablo no los quería decir. Entonces San Bernardo le respondió que el recitaría a diario del Salterio entero. A lo cual el diablo le dijo cuáles eran, para que no tuviese más mérito recitando todo el Salterio.”
   Las Apariciones de Cristo y de la Virgen son las que más inspiraron a los artistas.
   Un día en que San Bernardo estaba en adoración ante el crucifijo, Cristo, desclavando las manos, se inclinó sobre él y lo estrechó contra su pecho. Siguiendo la costumbre del plagio, tan frecuente en la literatura hagiográfica, los franciscanos atribuyen la misma visión mística a San Francisco de Asís (los dominicos han procedido exactamente de la misma manera con otro milagro de la leyenda de San Bernardo. Su madre habría soñado que paría un perro blanco que ladraba vigorosamente contra los enemigos de Dios. El mismo perro reaparece en el nacimiento de Santo Domingo, salvo que en vez de tener la túnica blanca de los cistercienses, la tenía con manchas blancas y negras, como los dominicos).
   Más ferviente aún era la devoción de San Bernardo hacia la Virgen. Por ello no resulta sorprendente que ella lo haya colmado de gracias. La Virgen no se limitó a aparecérsele, como a los otros santos, sino que habría humedecido sus labios con algunas gotas de la leche que alimentara al Niño Jesús. Es lo que se llama el milagro de la Lactancia.
   La escena había ocurrido en la iglesia de Saint Vorles, en Chatillon sur Seine, donde San Bernardo oraba ante una estatua de la Virgen amamantando al Niño Jesús. En el momento en que pronunciaba las palabras Monstra te esse matrem, la estatua se animó y la Virgen, apretándose un pecho, hizo saltar algunas gotas de leche sobre los labios de su adorador que estaban resecos a fuerza de haber cantado sus alabanzas. Según la tradición local de Chatillon, “Bernardo habría recibido leche no sólo encima de la boca sino sobre los ojos y la túnica, que se volvió blanca.”
   Esta leyenda mística, desconocida para el autor de la Leyenda Dorada, que se escribió por primera vez en un texto del siglo XIV, quizá sea, como tantas otras fábulas hagiográficas, la puesta en escena de una simple metáfora acerca de la elocuencia “dulce como la leche” de San Bernardo a quien habían motejado “Doctor melliflus”. La leche de la Virgen tiene aquí el papel de la miel depositada por las abejas sobre los labios de San Juan Crisóstomo y de San Ambrosio. San Bernardo era el caballero de la Virgen y se consideraba que su elocuencia tenía la dulzura de la leche. Combinando esos datos, un hagiógrafo ingenioso habría forjado el milagro de la Lactancia. El recuerdo de la Virgen mostrando a su Hijo los pechos que lo amamantaran, para interceder a favor de los pecadores en el Juicio Final, ha podido inspirar tanto a los hagiógrafos como a los artistas (el milagro de la Lactancia no permaneció mucho tiempo como el monopolio de San Bernardo. A causa de los plagios hagiográficos se volvió tan contagioso como la cefaloforia. Fueron gratificados con él San Agustín, San Fulberto de Chartres, Santo Domingo, San Alano de La Roche y Santa Catalina de Ricci).
   Como contrapartida, puede recordarse y consignarse aquí una leyenda que pusieron en circulación los adversarios de San Bernardo. Un monje del monasterio de Claraval lo habría visto aparecer en sueños con una mancha negra sobre el pecho, sobre la tetilla (ad mamillam pectoris). Dicha mancha era el castigo que se le había infligido por haber sostenido que la Virgen María no estaba exenta del pecado o de la mácula original.
   Entre las escenas de la vida de San Bernardo que presentan un carácter histórico, hay pocas que hayan llamado la atención de los artistas. Asombra, por ejemplo, que ni en la Edad Media ni en los tiempos modernos ni uno sólo se haya aplicado a evocar la predicación de la cruzada sobre la acrópolis de Vézelay.
   El episodio más popular es el papel que tuvo en Parthenay, en calidad de legado pontificio, para quebrar la rebelión de Guillermo de Aquitania, duque de Guyenne y conde del Poitou, que había tomado partido por el antipapa Anacleto, contra el papa Inocencio II.
   Después de haber celebrado la misa en la iglesia donde no podía entrar el duque excomulgado, San Bernardo habría avanzado hacia él presentándole la hostia consagrada: “He aquí el Hijo de la Virgen, el Jefe y el Señor de la Iglesia que viene a ti. He aquí a tu Juez, y tu alma estará pronto ante él.” Al oir esas palabras, el duque fue acometido por un terror tal que cayó al suelo soltando espuma por la boca como un loco furioso, sin poder articular ni una palabra. Sólo se pudo levantar cuando Bernardo lo hubo tocado con el pie. Entonces Guillermo de Aquitania, como duque de Guyenne y conde del Poitou, prometió reconocer a Inocencio II como auténtico y legítimo papa, y reinstalar a los obispos en la posesión de sus sedes episcopales y restituirles los bienes que les había confiscado.
   Después de esa sumisión, el duque se habría convertido en ermitaño para expiar sus pecados: habría llevado el resto de su vida un cilicio sobre el cual habría hecho remachar una armadura. Pero en este punto se vuelve a caer en la leyenda hagiográfica provocada por una confusión entre el duque Guillermo, padre de Leonor de Aquitania, y el ermitaño Guillermo de Maleval.
CULTO
   Canonizado en 1174, San Bernardo se convirtió naturalmente en uno de los patrones de Borgoña, su provincia natal.
   Su cuerpo fue colocado en 1178 en una magnífica tumba detrás del altar mayor de la iglesia  de Claraval. Una parte de su cabeza se conserva en el tesoro de la catedral de Troyes.
   Por la intermediación de la orden internacional  de los cistercienses, que enjambró en toda la cristiandad, su culto se difundió a gran distancia, sobre todo en Italia, en Chiaravalle, en España hasta Gibraltar y en Alemania, especialmente en las abadías cistercienses de Fürstfelfenbruck, en la Alta Baviera, y Altenberg, en Renania. Los cistercienses y las cistercienses, que en su honor se llamaron bernardinas no eran la única orden religiosa que se reclamaba de él, puesto que la orden de los templarios, monástica y militar a la vez, también había adoptado su regla.
   Además, era particularmente honrado por los apicultores y los fabricantes de cirios, a causa de su mote “Doctor melliflus”, que le había valido una colmena como atributo. Protege no sólo a los apicultores sino también a las abejas.
   En algunos pueblos de Borgoña era patrón de los viticultores. Sin embargo su figura no cuenta entre los santos populares.
ICONOGRAFÍA
   No existe ningún retrato natural del santo. Sus imágenes tardías no tienen valor documental alguno.
   Según sus contemporáneos, era delgado, espiritualizado por el ayuno y las austeridades. Era pelirrojo de cabellera y barba. Está representado como abad mitrado de la orden del Císter, envuelto en una cogulla blanca (alba cuculla) con el báculo abacial.
   Sus atributos son muy numerosos: un perro blanco en alusión a la visión de su madre, una colmena o un enjambre de abejas, que traduce su calificativo de Doctor melliflus, una mitra puesta en el suelo porque habría rechazado la dignidad episcopal por humildad (las tres mitras puestas en el suelo designan a San Bernardino de Siena), una hostia que le presenta al duque de Aquitania excomulgado, los Instrumentos de la Pasión que aprieta contra su corazón, porque decía que se había tejido un ramo con los sufrimientos de Cristo, una rueda porque forzó al diablo a reparar el eje roto de una carreta, y un demonio encadenado.
   A pesar de haber despreciado al arte “que aleja de Dios”, su iconografía es bastante rica (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
    Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle San Bernardo, de Sevilla, dando un paseo por ella. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Callejero de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

La calle San Bernardo, al detalle:
Azulejo conmemorativo a Pepe Luis Vázquez
San Bernardo, 22 y 22, acc. 
Casa Paterri
San Bernardo, 47

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