Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Carissa Aurelia y Museo Municipal; Castillo de Fatetar y Ermita de Santiago, o del Santo Cristo de la Antigua; Iglesia de Santa María de Gracia; y Casa Cilla, o de Diezmos) de la localidad de Espera, en la provincia de Cádiz.
En el término de Espera son abundantes los restos del paleolítico y el neolítico que ilustran la antigüedad de su poblamiento, favorecido posteriormente por la extracción de cobre en la Esperilla y el cerro de la Cabeza del Caballo. Entre estos lugares destaca Carissa Aurelia, ciudad íbera que sería ocupada por los romanos y visigodos. Los musulmanes la destruyeron, consolidando a cambio otra fortaleza romana construida en la cima del cerro de Fatetar. Durante los años siguientes, el asentamiento de la guarnición en la ladera sería el origen de la población de Espera. Su conquista definitiva se produjo en 1264, permaneciendo en poder real hasta que en 1304 Fernando IV la entrega a Fernán Pérez Ponce de León. Tras pasar por diversas manos, es comprada a finales de siglo por Per Afán de Ribera, adelantado mayor de Andalucía, un noble poderoso que gozaba de gran libertad de acción con funciones militares y jurídicas en la Banda Morisca (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Espera es uno de los pueblos más antiguos de la sierra gaditana. Son numerosísimos los restos del paleolítico y del neolítico que se encuentran en su término.
Su origen está en la ciudad ibera de Carissa Aurelia, que los árabes destruyeron para trasladarse a la cumbre del cerro de Fatetar, donde existía una fortaleza romana. Esta fortaleza, modificada y ampliada, es el actual castillo, entre cuyos restos pueden verse aún elementos de la construcción romana. Dentro está la ermita de Santiago, que guarda al Cristo de la Antigua, un Crucificado gótico del siglo XV.
Más abajo, se levanta la iglesia de Santa María de Gracia, templo de gran envergadura construido en el siglo XVI. Tiene un gran retablo mayor, labrado en 1630 por Diego López Bueno.
Muy instructivo es, por último, el Museo Municipal, de carácter arqueológico (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
Espera es uno de los pueblos más antiguos de toda la serranía. En las alturas sobresale el castillo, del que se conserva en buen estado la torre del homenaje. Abajo, en el pueblo, la iglesia de Santa María de Gracia, del siglo XVI, posee un buen retablo mayor (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).
Carissa Aurelia fue una ciudad ibérica situada a siete kilómetros de Espera, a la que los romanos otorgaron la categoría de municipio, obteniendo en tiempos de Vespasiano la consideración de cives romani, con moneda propia que se acuñó desde el siglo I a.C., un jinete al galope con lanza y escudo, en el reverso, y una cabeza con casco, quizás Hércules, en el anverso. Poseía una estratégica posición, en el camino que iba de Híspalis (Sevilla) a Nebrisa (Lebrija). La ciudad se estructura en terrazas, rodeada de una muralla, tras la que se disponen varias necrópolis. La del Norte ha sido objeto de diversas prospecciones, que la han situado en época imperial, como manifiesta la heterogeneidad de los tipos de tumbas, algunas de las cuales todavía guardaban los ajuares. Destaca un mausoleo, a orillas del camino que conducía a la ciudad, con ocho tumbas rodeadas aún de tres de sus muros. La necrópolis meridional es del periodo republicano, caracterizada por hipogeos con enterramientos familiares. Otras tumbas, aunque más raras, tienen forma de cruz griega. Al noroeste de la urbe se encuentra otro cementerio de época tardorromana, con al menos 27 tumbas de inhumación.
En el interior de la ciudad pueden verse abundantes estructuras correspondientes a las viviendas y los edificios públicos, destacando por la magnitud de los restos emergentes el sistema de captación y canalización de aguas. Como complemento a este yacimiento el Museo Municipal cuenta con una Exposición Arqueológica Permanente dedicada al mundo funerario en tiempos íberos y romanos, con materiales procedentes en gran medida de Carissa Aurelia y que forma parte de la Ruta Arqueológica de los Pueblos Blancos. Entre las piezas más notables se encuentran las figuras zoomórficas ibero-romanas que proceden del yacimiento de Esperilla, como el león con ternero y el león de Tío Mota, hallados fortuitamente, mientras se labraba la tierra. De Carissa provienen material lítico prehistórico, algunas piezas orientalizantes y un ejemplar de urna funeraria del siglo I d.C. (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
El yacimiento de Carissa Aurelia está enclavado en una zona de pequeñas colinas y cerros de escasa altura, a unos 200 - 274 metros sobre el nivel del mar, que forman parte de las estribaciones de la Sierra de Gamaza y Sierra del Calvario.
Domina por el Este la zona de Coto de Bornos y por el Oeste la campiña del valle del río Salado. Esta zona ha sufrido profundos cambios desde hace unas décadas debido, esencialmente, a la tala masiva de árboles y a los cambios de cultivo, y, aunque se trata de tierras de una gran calidad agrícola, las transformaciones edafológicas han contribuido a una cierta desertización de este área.
La ciudad es citada en los textos clásicos en escasas ocasiones y las indicaciones que éstos nos proporcionan se refieren principalmente a su situación geográfica y a su estatus. Plinio la ubica en el Conventus Gaditanus, como una ciudad de derecho latino, conocida por el cognomine de Aurelia. Ptolomeo sólo precisa su ubicación: entre Hispalis y Nabrissa. Tácito la menciona refriéndose al cognomen, afrmando que éste se vincula con Cornelia, madre de los Grao y con Atia, madre de Augusto. Hay que esperar al siglo XVII para volver a encontrar referencias sobre la ciudad. Rodrigo Caro, apoyándose en Plinio, rebate la tesis de aquéllos que sitúan la ciudad fuera del Conventus Gaditanus. Nos habla también de restos visibles, que en su época aún se conservaban y de los objetos provenientes de allí. Cita una lápida que, posteriormente, Hübner recogería en el Corpus Inscriptorum Latinarum. Romero de Torres, posteriormente, hará un recorrido sobre lo que ya se conocía, siendo lo más interesante las indicaciones que ofrece sobre piezas provenientes del yacimiento.
De las distintas investigaciones, especialmente las llevadas a cabo entre 1985 y 1986 por Mª Luisa Lavado y Lorenzo Perdigones, se observa como el poblamiento se inicia en el Neolítico final o Calcolítico, a juzgar por los silos aparecidos y que perdura hasta época medieval, a juzgar por las inhumaciones en fosa sin ajuar aparecidas en las necrópolis. Sin embargo, el período de mayor esplendor se produce durante la época romana, cuando Carissa se convierte en ciudad de derecho latino, favorecida por César, cuyo cognomen es seguro que proviene de la madre de éste, y se contaba entre las
veintisiete ciudades que a finales del siglo I a. C. poseían el ius latii, perteneciendo muchos de sus habitantes a la tribu Galeria. La ciudad se abandona en época tardorromana, tras su destrucción en el 560 d.C., por los vándalos.
El conjunto de Carissa Aurelia comprende una gran extensión y en él se pueden distinguir varios elementos:
La Ciudad. La integra un despoblado formado por una serie de colinas donde se aprecian con claridad las diferentes partes de la ciudad; con una zona aplanada donde probablemente se ubicaron los edificios públicos. Una vía, que aún hoy día se conserva, flanqueada por los restos de lo que fueron las puertas de la ciudad. También son visibles los restos de su muralla. En superficie, se evidencian restos de muros y estructuras edilicias, así como materiales dispersos de construcción.
Necrópolis Norte. Excavada durante las campañas de 1985 y 1986. Ha arrojado importantes testimonios sobre el ritual funerario de incineración con diversas tipologías en fosa simple y en doble fosa, éstas últimas con cubiertas de sillares, de ladrillos o de tegulae. Las de tegulae, dispuestas a dos aguas o con tapa horizontal; incineración de urna dentro de fosa con cubierta de ladrillo o tegulae o fosas recortadas y urnas dentro de funda de plomo. También son de interés los columbarios, simples o compuestos, asociados u otro tipo de incineraciones. En cuanto al ritual de inhumación, están presentes los de fosa simple, rectangulares o cuadrangulares; fosa irregular o antropomorfa; inhumación con fosa con cubierta de tegulae, a dos aguas o con tapa horizontal, o de ladrillos. Además están presentes las tumbas de sillares simples o mixtas con construcción de ladrillos y tegulae.
Estructuras siliformes. Se trata de un conjunto de cinco estructuras siliformes, aparecidas en el transcurso de la excavación de la necrópolis tardorromana del Trigal Noroeste, de época prehistórica y que podría corresponder a un asentamiento al aire libre.
Camino interior de la Necrópolis. Perteneciente a época romana, se encuentra relacionado con la Necrópolis Norte. Este camino se encuentra situado en la caída Este, con una anchura de un metro y con dos canales laterales de desagüe.
Probablemente rodeaba la necrópolis por el Este y permitía el tránsito por el interior del cementerio desde la ciudad.
Necrópolis Sur. Situada a ambos lados de uno de los caminos que daba acceso a la ciudad. Como característica común de esta necrópolis es que hasta ahora sólo está presente en ella el ritual de incineración. Los enterramientos presentan diversas tipologías, con tumbas de planta de cruz griega; troncocónicas o con cubierta a dos aguas. También aparecen tumbas de planta cuadrada construidas en mampostería, incineraciones simples en urnas e hipogeos (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Pese a la ruina del castillo todavía se distinguen algunas piezas del primitivo recinto, como la base de la torre del homenaje, que es de época romana recrecida a fines del siglo V. De la misma fecha es la torre de entrada, con posteriores elementos visigodos como una ventana ciega con alfiz decorada con tres estrellas de seis puntas.
Un arco apuntado da cuenta de la intervención de los musulmanes, que reforzaron la defensa con un segundo cinturón amurallado. Entre 1251 y 1255 el castillo fue tomado por las huestes de Fernando III, que lo ocuparon definitivamente tras la revuelta mudéjar de 1264, en tiempos de Alfonso X.
La ermita de Santiago fue construida en el interior del recinto, se trata de una sencilla edificación de una sola nave, cubierta con bóveda de cañón en el tramo central y de crucería en los pies y sobre la capilla mayor, donde se aprecia la fábrica de sillares bien escuadrados. La fachada es clasicista, con el vano entre pilastras toscanas que sostienen un entablamento decorado con volutas y óvalos y rematado por un frontón roto. La espadaña presenta una elaborada arquitectura y doble piñón. En la ermita se rinde culto al Santísimo Cristo de la Antigua, valioso crucificado gótico de reducidas dimensiones que se aloja, con su vitrina de rocallas, en un retablo neoclásico de orden corintio.
A los pies del Cristo se expone un pequeño lienzo representando a una Dolorosa que se pintó en el segundo tercio del siglo XVIII, flanqueando el conjunto dos esculturas también dieciochescas de Santiago y San Isidoro.
En los muros del presbiterio cuelgan las pinturas de Santa Catalina y Santa Bárbara pintadas en el siglo XVI.
En el paño central del muro izquierdo hay un pequeño retablo neoclásico, con la escultura de la Virgen del Pilar entre las de San Cristóbal y San José. Mientras que en la sacristía se conservan varios exvotos decimonónicos del Cristo de la Antigua y la Virgen del Carmen, uno de ellos firmado Rafael Campón (1890).
Desde que en 1394 Per Afán de Ribera comprara la villa con su jurisdicción, el castillo había pertenecido a la familia de los adelantados mayores de Andalucía. Sin embargo, en 1539, Fadrique Enríquez de Ribera, donó en su testamento a la iglesia de Espera el cerro de Fatetar, con el castillo y la ermita, que fue utilizada como parroquia hasta 1614 (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Castillo de Fatetar. Fortaleza islámica de planta irregular, compleja y estilos de épocas diversas, resultando de su dilatada construcción en el tiempo, asentada en la roca de origen del pronunciado promontorio de Fatetar, en cuya ladera meridional se encuentra la ciudad de Espera.
Los restos más antiguos pertenecen a la época romana, correspondiendo a la base del primer cuerpo de la torre de homenaje, de planta cuadrada y ángulos exteriores achaflanados, encabalgada en la zona central del flanco Norte de la cerca. Excavado en la roca virgen que forma el basamento de este torreón, existe un primer aljibe de unos dos metros de diámetro que se llena con el agua de lluvia caída en el propio terrado.
De época visigoda puede ser el recrecimiento de la torre de homenaje, el refuerzo de la primera cerca y la torre situada tras la puerta actual orientada a poniente. Un dintel enterizo decorado con tres estrellas incisas de seis puntas inscritas en círculos sobre un vano ciego, aparejada en buena sillería, parece indicarlo.
La ocupación andalusí del castillo se manifiesta en una segunda ventana ciega de arco lanceolado y alfiz que campea bajo las ménsulas de un matacán o buharda de defensa, que configura una especie de liza en el actual perímetro suroeste de la fortaleza. Delante del muro oeste se construyó, profundizando en el suelo, un segundo aljibe de grandes proporciones cubierto con fajones y bóveda de cañón, cebado por la recogida de aguas de una azotea protegida a poniente por un contramuro a modo de barbacana del sistema poliorcético.
En el siglo XIII, bajo dominio cristiano de la orden Alfonsí de Santa María de España, y en el siglo XIV de los Ponce de León, Portacarreros y definitivamente de la Casa de los Riberas, se realizaron algunas modificaciones y reparos y se labra en el ángulo suroeste la pequeña ermita de Santiago (Guía Digital del Patrimonio Cultural).
Ermita de Santiago, o del Santo Cristo de la Antigua. Ermita de los siglos XVI-XVII. En el interior hay pinturas de buena calidad. Era la capilla de la fortaleza.
La ermita es un pequeño edificio de planta rectangular irregular de fachada simple orientada a poniente restaurada en estilo neoclásico con vano recto, pilastras toscanas sobre podios, dintel abovedado y arquitrabe con friso decorado con roleos, rematado con un frontis mixtilíneo partido decorado por jarrones que enmarcan un pequeño óculo. La espadaña sobre repisa denticulada es de doble cuerpo de vanos sencillos adornados con pilastras, aletas de volutas y un coronamiento curvilíneo.
En el interior sendos arcos fajones de medio punto apilastrados definen tres espacios diferenciados, el primero volteado con bóveda de crucería pétrea apoyada en fondos de lámpara y el último, correspondiente a la Capilla mayor, segregado de los restantes por una reja de hierro forjado.
En el lado de la Epístola, adosada al Presbiterio, una pequeña estancia hace de sacristía trasdosada al testero dos estancias abovedadas en cañón intercomunicadas con la Sacristía parecen haber tenido acceso desde la liza Suroeste del castillo a través de un pasadizo hoy condenado.
El arraigo popular de la Ermita deviene de la romería procesional del Cristo de la Antigua que se celebra anualmente en el mes de Septiembre.
Adosada al ángulo Suroeste del Castillo de Fatetar que se alza en la cumbre de un promontorio al Norte de la población de Espera, con el que forma una unidad arquitectónica, la ermita del Santísimo Cristo de la Antigua sirvió de iglesia a los moradores de la villa hasta la consagración a principios del siglo XVII, de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Gracia, con la advocación del Apóstol Santiago, patrono de las Reconquistas Cristianas, lo cual lleva a pensar en su posible construcción por las primeras huestes castellanas que guarnecieron el Castillo a partir de la segunda mitad del siglo XIII (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Esta monumental iglesia fue construida en el siglo XVI, sufriendo importantes reformas durante los siglos XVII y XVIII. Se estructura en una nave de monumentales proporciones, con el crucero marcado por una gran cúpula y el testero plano, presentando una planta de cruz griega prolongada. La nave se cubre de bóveda de cañón, en tanto que el transepto y las capillas laterales lo hacen con bóvedas vaídas, a excepción del sagrario que tiene una cúpula sobre pechinas. Bajo el presbiterio hay una cripta, donde se guardan algunos restos del castillo de Fatetar y los yacimientos de Esperilla y Carissa Aurelia, así como fragmentos de una pila bautismal de terracota y varios exvotos del siglo XIX.
La austeridad decorativa de esta fábrica contrasta con el carácter barroco de la fachada principal. Las trazas podrían corresponder a Hernán Ruiz II, que en 1562 se encontraba inspeccionando las obras, así como el aspecto general del templo, en el que se acusan los volúmenes y la limpieza de líneas, imagen reforzada por haberse construido en la piedra caliza de Espera cortada en grandes sillares.
En 1586 era maestro mayor de las obras Pedro de Palafox, quedando finalizado el templo en 1614. Sin embargo, el terremoto de 1636 produjo daños y el maestro mayor Cristóbal Ortiz dirigió la reconstrucción de la fachada, que llevó a cabo el alarife Francisco de Vera. Se realizaron también obras que consolidaron y dieron mayor amplitud al edificio, con nuevas dependencias tras la capilla mayor, así como una importante intervención en el entorno, con la apertura de la plaza y el levantamiento de la muralla. Entre 1702 y 1708 Francisco Alonso de la Riva construye el Sagrario, que cubre con la única bóveda de cantería del templo, y levanta de nueva planta la sacristía y las capillas laterales que modifican las trazas primitivas. El terremoto de Lisboa en 1755 dejó nuevamente arruinada la fábrica y fue preciso proceder a importantes reparaciones en la cúpula, la torre y la tribuna de los pies, de las que se hizo cargo el alarife Manuel de Zubilaga, siguiendo las trazas diseñadas por Vicente Bengoechea y supervisadas por el arquitecto diocesano Pedro de Silva.
En el interior de la iglesia sobresale el retablo mayor, una imponente máquina arquitectónica proyectada probablemente por el maestro sevillano Diego López Bueno que, en 1630, entrega el banco con las primeras esculturas realizadas. Estaría ayudado por Pablo Maestre, Juan Salvador y Francisco López.
La obra se costeó a expensas del Arzobispado de Sevilla, como los seis lienzos que completan el retablo, pintados por Pablo Legot describiendo episodios del Nuevo Testamento. El encargo de las pinturas es de 1629 y su conclusión se produjo veinticuatro años más tarde. En lo arquitectónico evoca la producción sevillana del primer tercio del XVII, de carácter manierista, con manifestaciones como la del altar mayor de la Casa Profesa, donde también ejerce gran protagonismo la pintura. En el cuerpo superior se situaron la Anunciación entre la Visitación y la Presentación, mientras que en el inferior aparece la Ascensión flanqueada por las Adoraciones de los Reyes y los Pastores.
Entre las columnas fueron situadas las esculturas de San Pedro y San Pablo y, en el Sagrario del banco, dos pequeñas tablas representan David y La tierra prometida. A Legot pertenece también la escultura de Nuestra Señora de Gracia que preside el conjunto, como delata la firma que figura en la peana: Pablo Legott fasiendo mayordomo Joan de Salasar y cura. A 1651. Esta imagen sigue el modelo concretado por Alonso Cano en la Virgen de la Oliva de Lebrija.
En los muros laterales de la capilla mayor cuelgan dos cuadros pintados en la segunda mitad del XVII por distintos maestros, a la izquierda el que representa El Bautismo de Cristo y en frente La Piedad.
En la capilla Sacramental, que encabeza la nave de la izquierda, hay un retablo de mediados del XVIII, obra de fray Baltasar de San José, monje jerónimo en Bornos. En él se venera la imagen de Nuestra Señora del Carmen una talla dieciochesca de agitados paños atribuida a Diego Roldán, acompañada por San José con el Niño y San Sebastián, que también se realizaron en el siglo XVIII, aunque por otra mano.
En el crucero hay un retablo de rocallas realizado a mediados del siglo XVIII, que presenta banco, cuerpo de tres calles con la central más proyectada, y ático. Lo preside un Nazareno de vestir con la cruz a cuestas, que tiene hermandad propia. Y aloja también al Niño de la Uva, una interesante imagen montañesina realizada en plomo al igual que la Virgen Niña situada en la cabecera de la nave del evangelio.
A continuación hay una Divina Pastora de poco interés y un lienzo de San Cristóbal, anónimo, de la primera mitad del siglo XVIII. Siguiendo dos retablos neoclásicos, el mayor tiene estructura de arco triunfal y alberga varias imágenes procesionales, una moderna Dolorosa de candelero y un Cristo atado a la columna, de aire roldanesco.
En la capilla donde concluye el muro de la izquierda, por los pies, se expone una de las tablas que componían el antiguo retablo de la ermita de Santiago, que fue contratado en 1504 por el pintor Gonzalo Díaz con Nicolás Carlos. Representa el Abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la puerta dorada con un estilo hispano-flamenco. En la misma capilla se conserva una pequeña lápida romana con la representación en relieve de un crismón.
En el primer tramo del muro de la derecha se encuentra la escalera de acceso a la torre y contiguo a la puerta cuelga un lienzo de Santiago en la batalla de Clavijo, obra barroca de endeble factura. Bastante más calidad tiene el cuadro de Santa Isabel pintado por un seguidor de Zurbarán, que reproduce el modelo de los «retratos a lo divino», pero inserto en una escena familiar. En la capilla que se abre en este punto hay varios retablos de escaso valor, con imágenes procesionales modernas, entre las que destaca el Cristo yacente.
El tramo del crucero cuenta con el retablo de las Ánimas del Purgatorio, fechable en 1745. Es de estípites y estructurado con el banco, el cuerpo de tres calles y un gran ático. El relieve central, que muestra a la Trinidad y dos santos intercediendo por las Ánimas se atribuye a Diego Roldán, encontrándose flanqueado en las calles laterales por las imágenes de Santo Domingo y San Benito. En el ático se sitúa una imagen del Arcángel San Miguel realizada por fray Luis de Santa Clara en 1777.
El coro fue realizado en 1716 usando pino de Flandes con adherentes de nogal y cedro. Con las reformas de la tribuna que se llevaron a cabo en 1764, tras el terremoto de Lisboa, el maestro Juan de Morales talla de nuevo el mueble y el facistol.
La parroquia cuenta con pocas piezas de orfebrería, pero algunas son de valor, como los dos ciriales con decoración rococó y la cruz parroquial barroca, con una macolla de asas. La custodia de pie presenta motivos neoclásicos, pie circular y astil con abundantes molduras. Pero la obra mejor es el cáliz manierista, con costillas antropomorfas en la subcopa y base circular con decoración de «ces». Con parecida estructura se presenta uno de los cálices sin decoración, compuesto por medio ovoide y un toro, como otro de nudo piriforme, ambos obras barrocas. Más moderno, fechable en el último tercio del siglo XVIII, es otro cáliz decorado con rocallas y palmetas. También es rococó la demanda, con un crucifijo en el vástago enmarcado por una bella rocalla (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Situado en la ladera del monte, a los pies del castillo, el inmueble se eleva sobre una gran plataforma lo cual genera relaciones urbanísticas y perspectivas visuales de gran calidad. La Iglesia fue edificada a mitad del siglo XVI, posteriormente reconstruida en la mitad de los siglos XVII y XVIII, tras sendos terremotos, bajo las condiciones dadas respectivamente por los arquitectos diocesanos Cristóbal Ortiz y Pedro de Silva.
El templo presenta planta de cruz griega inscrita en un rectángulo del que sólo resalta adosada por el lado del evangelio al testero, la capilla del Sagrario. La nave central, de un sólo tramo cubierto con bóveda vaída, presenta a sus pies la tribuna del arco apeada sobre una arco rebajado. Dos capillas laterales cubiertas por falso techo la del lado de la Epístola y con doble bóveda de arista, la opuesta completan la planta en este primer tramo. El crucero se cubre con media naranja encamonada y las capillas laterales y el testero con bóvedas vaídas. Los propios arcos torales apeados en pilastras delimitan las pechinas de apeo de la bóveda del crucero. Destaca especialmente en el interior del templo toda la obra de cantería de la capilla del Sagrario, tallada con finas labores que formalizan un orden clásico volteado con una bóveda semiesférica, siendo ésta la única fábrica original que aún perdura en el interior. Bajo el altar mayor, con acceso desde la sacristía, se halla una cripta volteada de cantería con fajones y cañón carpaneles.
La fachada principal ofrece al pie de la nave una portada de arco carpanel recercado con un bordón barroco mixtilíneo, decorado con lenguas de fuego y dos columnas de orden toscano estriadas y baquetonadas, apeadas en potentes plintos. El arquitrabe posee un friso de triglifos, que sirven a su vez de motivo decorativo al tímpano del frontón triangular.
Es un templo renacentista cuya construcción se inició en el siglo XVI para prolongarse hasta el XVIII, tras sufrir los terremotos de 1636 y 1755. Está dedicada a la advocación de Santa María de Gracia, elegante imagen que tallara Pablo Legot.
En 1562 visitaba las obras el arquitecto Hernán Ruiz II y, en 1586, continuaban las tareas de la construcción que parece habían terminado en 1610. Hasta el año 1628 figuraba con el nombre de Santa María de la Victoria, y en 1633 pasó a denominarse de Santa María de Gracia. Para esta parroquia trabajaron el arquitecto Diego López Bueno, el maestro bordador Marcos Maestre y el artista Pablo Legot, autor del retablo mayor (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La Casa Cilla o de Diezmos, construida en el año 1771, es una de las más completas que se conserva en la provincia. Su fachada está concebida como la de una casa-palacio y se estructura interiormente en grandes salas cubiertas por armaduras de madera, con un patio articulador en el centro (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
La Casa Cilla o molino de los Diezmos y Primicias se encuentra situada al Sur del casco antiguo del núcleo urbano de Espera. Es un antiguo edificio construido en la segunda mitad del siglo XVIII para uso de pósito de granos de las rentas decimales del Arzobispado Hispalense.
El edificio, de dos plantas de altura, es de planta rectangular, de dimensiones aproximadas de 24, 50 metros de fachada y 36,5 metros de profundidad. Su estructura responde a la tipología arquitectónica de cilla palaciega ordenada alrededor de un patio central con cubierta a dos aguas.
Al exterior, el edificio presenta una fachada de composición sencilla, encalada, de composición simétrica con cuatro huecos simples de ventana por planta, situados dos a cada lado del acceso principal. Este acceso se sitúa centrado y se realiza a través de una portada realizada en piedra formada por una arco de medio punto con las enjutas decoradas con un bordón barroco mistilíneo, enmarcado por dos pilastras sobre plintos de capitel toscano y arquitrabe en el que descansa la tarjeta pétrea aludida y un pequeño ático en forma de marco tallado en piedra en cuyo tímpano figura el azulejo jurisdiccional Diocesano. La inscripción que se encuentra sobre la portada da fe de la fecha de construcción y de la identidad de sus propietarios: "este edificio fue construido por el Ilmo. y Rvmo. Cabildo de la Iglesia de Sevilla. Año 1771". En la cumbrera del tejado se alza una veleta de forja. La fachada trasera reserva la cantería para las esquinas y la zona más baja, así como para los remates que se levantan sobre la cornisa final.
Al interior se accede a través de un zaguán que da paso al patio central. En él se sitúan dos rampas de dos tramos a cada lado por las que los animales de carga accedían a los almacenes situados en la planta superior. En la planta baja, las estancias situadas a ambos lados del zaguán servían originalmente como oficina y vivienda del cillero, la crujía de la izquierda era bodega y en las de la derecha y el fondo se ubicaba la almazara, donde se producía el aceite. La crujía derecha, dada la luz y la sobrecarga que debía soportar, se encuentra partida longitudinalmente por una arquería de medio punto apeada en columnas pétreas de gran diámetro. La crujía del fondo abarca espacialmente la doble altura del edificio lo que lleva a suponer un posible uso de capilla.
El patio presenta arquería sobre columnas y un pasillo lateral, estando situados al fondo y en los laterales otros cuerpos para la función de almacén y almazara. La primera crujía se resuelve mediante bóvedas en planta baja y armadura de madera en artesa con tirantes en el salón superior. En este salón, situado frente a la puerta de acceso, hay un pequeño dibujo mural representando a Jesucristo Crucificado de la misma época de construcción que la casa, mientras que el resto de la pared aparece blanqueada.
La cilla albergaba en origen una almazara para la fabricación del aceite, que data de la misma fecha. Tras la desamortización eclesiástica, la cilla pasa a manos de particulares que continúan con su actividad como almazara. De esta manera, los antiguos graneros, la bodega y los almacenes de trigo que conformaban la antigua Cilla, pasaron a reutilizarse como almacenes para el aceite, sala de prensa, nave de empiedros y batidora, nave de decantación y prensa "para el separado del orujo- y nave de envasado y bidones. Destaca la nave de decantación y prensa, en las que se separaba el aceite de las partes sólidas, denominadas orujos, en la que se reconoce aún el lugar en el que se encontraba una antigua prensa de viga.
La Casa Cilla o Molino de los Diezmos es uno de los testimonios históricos más representativos de la ciudad de Espera y constituye un ejemplo de la importancia de la industria aceitera en la Sierra de Cádiz.
El interior conforma un conjunto estructural sobresaliente por su organización y excelentes materiales, así como por los detalles decorativos, lo que hace al edificio ser considerado uno de los más sobresalientes de las cillas almazaras de la provincia de Cádiz.
Es una de las más representativas de las trece cillas de la provincia de Cádiz que se conservan, destacando tanto por su estructura arquitectónica como por los elementos compositivos de su fachada, ya que está concebida como una casa palacio en la que resalta su monumentalidad.
Es, además, la única cilla- almazara de la provincia de Cádiz y una de las pocas cillas de Andalucía que conserva la estructura funcional completa, pues forma parte de un conjunto arquitectónico compuesto por la Casa Rectoral y Casa de Labor, conteniendo aún los antiguos graneros, la bodega, la almazara con su molino, los almacenes de aceite y las oficinas administrativas, con la peculiaridad de continuar con el uso tradicional, pues sigue funcionando como almazara aunque con maquinaria moderna.
Todo lo cual ha justificado su inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural.
La Cilla de Espera fue edificada por el cabildo arzobispal hispalense en la segunda mitad del siglo XVIII como indica el azulejo que corona la portada principal. En él figura la Giralda de Sevilla flanqueada por dos jarrones de azucenas y una tarja lítica que descansa en el cornisamiento de la propia portada, en la cual, con letra capital incisa, reza: "Esta casa de Diezmos del Cabildo de la Santa iglesia de Sevilla se hizo siendo su Administrador de rentas decimales Don José.......Barpresa, Año 1.771".
Su finalidad era almacenar los diezmos.
Su autoría puede relacionarse con Ambrosio de Figueroa o su hijo Antonio Matías, arquitectos diocesanos en ese período.
En el año 1848, tras la supresión de los diezmos, pasó a manos particulares.
La industria aceitera tiene importancia en la Sierra de Cádiz desde la antigüedad aunque la producción fue limitada por la extensión de las tierras dedicadas al cultivo del olivar (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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