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lunes, 28 de agosto de 2023

El Convento de Santa Florentina, en Écija (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el Convento de Santa Florentina, en Écija (Sevilla).  
     Hoy, 28 de agosto, en Sevilla, en la región hispánica de Andalucía, Memoria de Santa Florentina, virgen, muy versada en las disciplinas eclesiásticas, a la cual sus hermanos los obispos Isidoro y Leandro dedicaron tratados de insigne doctrina (s. VII) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II]. 
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Convento de Santa Florentina, en Écija (Sevilla).
    El Convento de Santa Florentina, se encuentra en la calle Santa Florentina, 12; en Écija (Sevilla)
      El convento lo fundaron en la segunda mitad del siglo XVI las monjas dominicas, quienes lo dedicaron a Santa Florentina. En 1714 se edificó de nuevo. El actual convento lo forman una serie de construcciones de varias épocas, predomi­nando las estructuras de los siglos XVII y XVIII. De ellas puede citarse el patio principal, de dos plantas y con columnas que sostienen arcos semicirculares, obra del siglo XVII. En la puerta del cabildo se lee la fecha de 1653 y en la escalera, que arranca del patio, la de 1708.
     La iglesia es de una sola nave, cubriéndose el cuerpo de ésta con una artesa sencilla, decorada con temas barrocos y la cabecera con una media naranja. En el arco toral van los escudos de los patronos, marqueses de Peñaflor. Al exterior muestra una gran portada con un frontón partido y un cuerpo central con una hornacina en la que se aloja una escultura de la Virgen del Rosario. Está fechada en 1759. De ese mismo momento es el campanario.
     El retablo mayor tiene tres calles, ático, sagrario y hornacina central, compartimentándose por medio de columnas salomónicas. En la hornacina central va la imagen de Santa Florentina. En el marco superior figura un Calvario y en los laterales aparecen las esculturas de Santo Domingo, San Miguel, San Rafael y Santo Tomás de Aquino. En el ático se asienta un relieve de Dios Padre y en el banco dos pinturas que representan a la Virgen con el Niño y a San José con el Niño, ambas de influencia murillesca. La arquitectura del retablo se relaciona con el estilo de Cristóbal de Guadix y las esculturas están atribuidas al taller de Pedro Roldán. En la cúpula del presbiterio figura una leyenda que fecha el retablo en 1714. Documentalmente se sabe que fue dorado por Luis Posadas, Juan Francisco Sánchez y Pedro de Leiva en 1724.
     En el lado izquierdo hay varios retablos, destacando por su interés el dedicado a San Juan Bautista, cuya imagen ha desaparecido. Su estructura consta de un gran marco, rematado por crestería, que contiene un arco de medio punto donde se distribuyen pinturas y esculturas con un concepto muy plano, propio del manierismo. Consta de tres calles y dos cuerpos, y está compartimentado por columnas corintias de fuste entorchado y el primer tercio decorado. En la calle central hay dos relieves de San Juan Bautista superponiéndose a ellos el del Padre Eterno. El resto de los relieves representan santos y santas, entre los que abundan los dominicos. Las pinturas del retablo, de mediana calidad, representan escenas apocalípticas, así como otros varios temas, tales como San Joaquín y Santa Ana, el Ecce Homo, Santa Teresa, Santo Domingo, Santa Rosa de Lima, el Niño Jesús con el cordero y la Última Cena. Todas ellas parecen del siglo XVIII. En conjunto el retablo es una obra del primer cuarto del siglo XVII, constando documentalmente que fue realizado por el artista cordobés Pedro de Freyle y Guevara en 1613. El frontal es de estilo rococó y por lo tanto muy posterior. En el mismo testero se halla un retablo neoclásico con una imagen moderna de San Martín de Porres. A continuación hay otro, de un solo cuerpo, con una escultura de San Juan Bautista en el centro y dos relieves de El Nacimiento de San Juan y de El Bautismo de Cristo, obras todas de la primera mitad del siglo XVIII.
     En la nave derecha hay dos retablos. El más cercano al coro es un retablo-hornacina con columnas salomónicas, cuya imagen titular es la Virgen del Rosario, escultura que, al igual que el retablo, corresponde a principios del siglo XVIII. Se adorna la imagen con ráfaga de plata coetánea y media luna posterior. El otro retablo es también de tipo hornacina, pero se articula con estípites y contiene una imagen de Santo Domingo y un relieve de la Aparición de la Virgen a los dominicos. Es obra que puede datar­ se en el segundo tercio del siglo XVIII.
     Al fondo se halla la reja del coro y junto a ella el comulgatorio de las monjas, delicada obra de madera tallada y dorada que enmarca pinturas de los santos dominicos y otras alusivas a la Eucaristía, pudiendo fecharse el conjunto a comienzos del siglo XVIII. Como obra de forja hay que destacar el púlpito de hierro, con tornavoz de madera pintada y dorada, pieza de la primera mitad del siglo XVIII.
     Pinturas de la misma época son las que se hallan sobre la reja del coro y que representan el Calvario y el Nacimiento. Del muro derecho cuelgan las del Apoteosis de San Pedro Nolasco y San Luis Gonzaga. En el lado izquierdo hay una Inmaculada y un Santo Domingo de la pri­mera mitad del siglo XVIII, así como un San José con el Niño de fines del siglo XVII. Fechado en 1669 y firmado por Ambrosio Wiz es un lienzo de Cristo triunfante que se halla cerca del coro, donde se observan algunas esculturas, entre las que deben mencionarse un Cristo atado a la columna y un San Juan Evangelista, ambas de la segunda mitad del siglo XVI. De la primera mitad del siglo es un pequeño Crucificado con una cruz de marquetería posterior.
     La sacristía, comunicada con el presbiterio, contiene lienzos interesantes, tales como un San Sebastián de la segunda mitad del XVII y tres del siglo siguiente que representan a la Virgen con el Niño, San José con el Niño y la Virgen dando el Rosario a Santo Domingo. Hay también un Crucificado pequeño del primer tercio del siglo XVI, con cruz posterior. En varios armarios de la estancia se guarda parte de la orfebrería del convento, que es de muy buena calidad. Como pieza excepcional destaca el arca para el monumento del Jueves Santo, de plata cincelada y en forma de caja rectangular, con columnas abalaustradas en sus ángulos y soporte. La obra lleva escenas finamente cinceladas, presentando en la cara anterior los cuatro evangelistas y en el centro el escudo dominico. En la cara posterior, bajo tres arcadas y fondo de paisaje, se representa a San Juan Bautista en el desierto, San Jerónimo y San Roque. La peana o soporte, de perfil ondeado, se decora con cuatro medallones que llevan las figuras de San Cristóbal, Santa Florentina, San Pedro y un santo obispo. En la parte superior va una cruz rematada en flores de lis con Cristo labrado de cincel. En una cartela de la tapa figu­ra la fecha de 1565, aunque dos siglos después fue arreglada, añadiéndose los laterales del astil. Del siglo XVI es también un cáliz cincelado y repujado con peana lobulada y doble nudo de templete, que se decora con escudo de los Guzmanes y santos de la orden. A fines del XV pueden situarse una naveta lisa de estructura gótica que presenta la inscripción: «Doña Catalina de Mendoza». De la primera mitad del XVIII es la ráfaga de plata que se pone en el manifestador y de la segunda mitad de ese mismo siglo es un hermoso ostensorio de estilo rococó, que aumenta su riqueza ornamental con esmaltes y piedras preciosas. Es obra sin punzón, de escuela cordobesa y fechada en 1759. En 1813 está fechado un copón de oro, decorado con piedras preciosas y temas neoclásicos, en el que aparecen los punzones de Aguilar, Vega y el león cordobés. Finalmente mencionaremos una cruz procesional de estilo rococó y mango neoclásico (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
   Según Fray Rodrigo de Yepes y otros historiadores, en el siglo VI Santa Florentina vivió en comunidad con oras devotas mujeres en un lugar cercano a Écija, conocido como el Santuario de Nuestra Señora del Valle. Al morir la Santa, fue enterrada en el convento que fundara, perdurando su comunidad hasta la invasión musulmana. En recuerdo de este primitivo cenobio, se fundó en 1388 otro convento, esta vez en el interior de la ciudad, tomando como advocación a la propia Santa Florentina. Se trataba de una especie de beaterio que reunía a señoras animadas de un alto ideal cristiano.
     Los anales de la ciudad de Écija y las Crónicas del convento registran que la Santa inspiró a una de ellas como era voluntad del Señor que el beaterio abrazara la regla y observancia monásticas de las religiosas de Santo Domingo. Los patrocinadores de la nueva fundación fueron damas de los linajes de Tordesillas, Cuadros y Henestrosas. Según el Catálogo Arqueológico y Artístico de la provincia de Sevilla, la fundación del convento no tuvo efecto hasta 1460.
     Francisco de Henestrosa, comendador de Herrera y Valdepeñas, edificó a su costa la iglesia y capilla mayor del convento, hecho por el que obtuvo el patronazgo sobre la misma. Consta documentalmente que en 1483 el cabildo de Écija ayudaba con limosnas a la comunidad. Durante los siglos XVI y XVII se llevaron a cabo importantes obras destinadas a la finalización de la iglesia y construcción del convento. Nuevamente en 1714 se reconstruía la iglesia, instalándose una nueva portada de piedra en 1759.
     El convento de Santa Florentina se encuentra en la antigua collación de Santa Cruz, muy próximo a la iglesia mayor.
     Enclavado en la calle del mismo nombre, limita su flanco norte con la muralla almohade que cercaba la ciudad, y con la calle Zurcideras, a la que se abre la portería conventual.
     Sobre la puerta de acceso a esta portería se encuentra una hermosa cartela de terracota, que representa el escudo de Santa Florentina. Pero el más significativo elemento existente en dicha calle es una antigua portada en forma de arco apuntado encuadrado por alfiz, que pertenece a los inicios del siglo XVI que hoy sirve de entrada al locutorio y torno del convento.
     El locutorio actual se halla enclavado en parte de un gran salón rectangular, cubierto por importante artesonado barroco.
     Desde este salón se pasa al claustro o patio principal formado por arcadas semicirculares de dos plantas. Las columnas y capiteles del piso bajo son de mármol blanco, mientras que los del piso alto son de piedra caliza. Las enjutas de los arcos se decoran con interesantes motivos a base de molduras de terracota y medias bolas de cerámica azul. Las galerías que rodean el patio se cubren con artesonados de madera carentes de decoración. En el centro del patio se sitúa una fuente con estanque octogonal de fábrica y taza circular de piedra caliza.
     El refectorio, que ha sido transformado en 1988, es una sala rectangular reducida por la reforma a la mitad de su extensión. Se cubre con interesante artesonado, en el que se aprecian varios ladrillos policromados de inspiración mudéjar, procedentes de alguna reforma anterior.
     El llamado patio de las Flores es un espacio alargado que contiene restos arquitectónicos de gran valor. Los más significativos integran una construcción de ladrillos limpio, ejecutada a principios del siglo XVI y está formada por dos arcos de medio punto sobre pilares octogonales, a los que se superponen otros arcos escarzanos con el mismo tipo de soporte. La cornisa superior se decora con interesantes modillones y azulejos polícromos de cuenca.
     A la izquierda, se alzan edificaciones posteriores formadas por varias dependencias que se abren a una galería cubierta por guardapolvo y sostenida por pilares de hierro. Se trata de una obra barroca de gran interés, con numerosas estancias o celdas, hoy bastante deterioradas y en estado de ruina.
     La iglesia es una nave que diferencia el presbiterio, cubierto por media naranja, de la parte destinada a los fieles, con artesa de madera lisa policromada. En las pechinas figuran pintadas las efigies de San Isidoro, San Leandro, San Fulgencio y San Hermenegildo. La cubierta de la iglesia tiene forma de artesa, probablemente en recuerdo de una armadura mudéjar preexistente, y presenta pinturas de roleos vegetales y escudos de la orden dominica.
     La portada del templo es un magnífico ejemplo del trabajo dieciochesco en piedra caliza. Se compone de un cuerpo que encuadra el vano d entrada, surmontado por un ático con hornacina que contiene la imagen de Nuestra Señora del Rosario. Esta portada se realizó en 1759.
     El campanario de este convento está formado por un muro triple en ángulo que aparece perforado por arcos de medio punto para las campanas. Su estructura simple utiliza las pilastras toscanas de orden gigante para flanquear los arcos, cuyas arquivoltas están almohadilladas. Sobre el frontón triangular se alza un ático con pequeña hornacina y decoración de azulejería (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Pertenece a la Orden de Religiosas Dominicas desde su fundación en 1461. Sucesivas reformas fueron enmascarando la antigua construcción, edificándose el claustro principal en el siglo XVII y labrándose de nuevo la iglesia a principios del siglo XVIII. El patio, del siglo XVII, es de planta cuadrada, de dos cuerpos y porticado en sus cuatro frentes con arcos de medio punto sobre columnas toscanas. La portada está realizada en piedra blanca de Estepa, con relieves de Santo Domingo y Santa Florentina. La comunidad de Madres Dominicas que vive en el convento elaboran diversos productos de repostería artesanal, destacando los famosos “Bizcochos Marroquíes“, una receta original elaborada en Écija desde el siglo XVIII (Ayuntamiento de Écija).
     El convento de Santa Florentina es uno de los primeros que existieron en Andalucía dentro de la Orden dominica, pudiendo datarse el edificio originario en la segunda mitad del siglo XVI, al igual que su fundación. Actualmente lo forman una serie de construcciones de fechas diversas, sobre todo de los siglos XVII y XVIII. Entre ellas pueden citarse el patio principal formado por arcadas semicirculares de dos plantas.
     Al siglo XVIII pertenecen también la mayoría de las dependencias, entre ellas la sacristía (1708), el refectorio, la iglesia (1714), la portada principal (1759) y el campanario.
     Destaca una antigua portada en forma de arco apuntado encuadrado por alfiz, que pertenece a los inicios del siglo XVI que hoy sirve de entrada al torno y locutorio del convento. Este último está cubierto por un importante artesonado barroco.
     La iglesia es una nave cubierta con artesa de madera lisa policromada que presenta pinturas de roleos vegetales y escudos de la orden dominica y el presbiterio se cubre por media naranja. La portada del templo es un magnífico ejemplo de trabajo dieciochesco en piedra caliza. 
     El templo posee numerosos retablos, en su mayoría del siglo XVIII, destacando el retablo mayor, barroco y de gran calidad artística, con la imagen de santa Florentina en la hornacina central. Sus trazas se relacionan con el taller de Cristóbal de Guadix y la obra escultórica con el de Pedro Roldán.
     Pinturas y relieves de la misma época y sobre todo varios lienzos del siglo XVII ubicados en la sacristía, junto con piezas de orfebrería de gran calidad componen uno de los conjuntos conventuales más importantes de la provincia de Sevilla.
     El campanario del convento está formado por un muro triple en ángulo con arcos de medio punto para las campanas. Su estructura simple utiliza las pilastras toscanas de orden gigante para flanquear los arcos, cuyas arquivoltas están almohadilladas. Sobre el frontón triangular se alza un ático con pequeña hornacina y decoración de azulejería.
     La comunidad de Madres Dominicas se dedica a la elaboración de productos de repostería.
Horario
     De torno para comprar repostería:
     Lunes, martes, jueves, viernes, sábado y domingo de 9:30 a 13:30 y 16:30 a 18:45.
     Miércoles de 8:00 a 13:00. 
Misas:
     Lunes a sábados a las 8:30. Domingos a las 9:30 (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Santa Florentina en la Historia de la Iglesia de Sevilla
     Hermana de los santos Leandro, Isidoro y Fulgencio. Monja en un monas­terio que la tradición ha querido situar en Écija, su hermano Leandro escribió para ella De Institutione virginum, una regla de vida monacal. Una inscripción de la época afirma que fue enterrada en Sevilla junto a sus hermanos Leandro e Isidoro (Carlos Ros, Sevilla Romana, Visigoda y Musulmana, en Historia de la Iglesia de Sevilla. Editorial Castillejo. Sevilla, 1992).
Conozcamos mejor la Biografía de Santa Florentina, virgen;
     Santa Florentina, (Cartagena, Murcia, m. s. VI – ¿Sevilla?, p. t. s. VII). Virgen y santa.
     Los datos relativos a la vida de santa Florentina se obtienen sobre todo a partir de las obras dedicadas a ella por sus dos ilustres hermanos, san Leandro y san Isidoro, y por las biografías de ellos y del tercer hermano, san Fulgencio.
     Era hija de un noble hispano-romano, Severiano, y de una dama de origen godo y religión arriana, aunque luego se convirtió al cristianismo; por motivos políticos la familia debió partir al exilio a Sevilla, donde pronto murieron los padres, asumiendo su instrucción espiritual su hermano mayor, Leandro.
     Parece ser que abrazó el estado religioso, pues el mismo Leandro le dedicó en el año 601 su obra titulada Regula sive libellus de institutione virginum et de contemptu mundi ad Florentinam sororem, en la que desarrolla una norma de perfección religiosa para las mujeres. Según la tradición, pero sin rigor histórico, se retiró al monasterio de religiosas de Santa María del Valle en Astigis (Écija), del que llegó a ser abadesa y al que atrajo a numerosas jóvenes a la vida monástica.
     Su otro hermano, Isidoro, le dedicó el libro De fide catholica contra Iudaeos, escrito a petición de la santa. Murió en el primer tercio del siglo vii. La invención de sus reliquias, junto con las de su hermano san Fulgencio, en el valle extremeño de las Villuercas dio paso a su culto en la villa de Berzocana y a un enconado enfrentamiento, el llamado Pleito de los Santos, entre las diócesis de Plasencia y de Cartagena, en el que intervino el rey Felipe II y que se resolvió con el reparto de las reliquias entre las mencionadas diócesis y el monasterio de El Escorial.
     Su fiesta es el 20 de junio y es patrona de la diócesis de Plasencia. Iconográficamente se la representa vestida de abadesa con báculo y libro, y dos de las imágenes de la santa más interesantes se encuentran, respectivamente, en la iglesia de Santa María de Cartagena, obra de Salcillo, y en el retablo de la catedral nueva de Plasencia, salida de la mano de Gregorio Fernández (Elena Sainz Magaña, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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