Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San Miguel; Plaza del Arenal, y Convento de San Francisco) de la localidad de Jerez de la Frontera (III), en la provincia de Cádiz.
La parroquia de San Miguel es una fundación del siglo XIV, fecha en la que el rey Alfonso XI convirtió en parroquia una pequeña capilla extramuros de la ciudad. Los orígenes de la construcción que hoy vemos, son del último cuarto del siglo XV, si bien continuaron las obras durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
Al exterior, las portadas laterales responden al esquema tradicional hispano-borgoñón de portada gótica. La del lado del evangelio, atribuida a Juan de Hoces, se concluyó en 1484. En sus frontones se encuentran las imágenes de la Inmaculada, en el lado del evangelio y San José, en el de la epístola, esculturas atribuidas al escultor del siglo XVIII José de Mendoza.
La torre fachada, a los pies del templo, es obra de Diego Moreno Meléndez, de entre los años 1675 y 1702. Presenta cuatro cuerpos; el inferior, con pórtico de ingreso, otro presidido por la imagen de San Miguel y los dos cuerpos de campanas, siendo el superior ochavado y fruto de la reconstrucción sufrida tras el Terremoto de Lisboa de 1755. El programa iconográfico de la torre se compone de los evangelistas y San Pedro, en el pórtico; los Padres de la Iglesia, en el primer cuerpo y San Miguel en el segundo cuerpo. Todas las esculturas fueron realizadas por Francisco de Gálvez a partir de 1677.
La iglesia sufrió una intensa restauración en estilo a partir de 1861 dirigida por José Esteve y López, cuando se retiró la cal que cubría sus muros, se desmanteló el coro parroquial y se instalaron las vidrieras, fundidas en Tours (Francia) y diseñadas por José Jiménez Aranda. Al interior la iglesia presenta una planta de tres naves, la central más ancha y alta, con cabecera plana y ochavada a media altura. Los tramos de los pies del templo cuentan con sencillos pilares circulares, sobre los que apean las bóvedas de crucería simple. En el crucero es donde se dispone la mayor decoración, con múltiples baquetones y hornacinas vacías en los pilares y bóvedas estrelladas de compleja decoración. El crucero y el presbiterio estaban ya concluidos en 1565 y en ellos debieron de participar los maestros Diego de Riaño, Martín de Gaínza y Francisco Rodríguez.
En el presbiterio, sobre un primitivo altar en piedra en el que trabajaron Jerónimo Hernández y Andrés de Ocampo, a mediados del siglo XVI, se encuentra el retablo mayor. Éste fue levantado durante la primera mitad del siglo XVII, cuando se contrató la obra con Juan de Oviedo, Martínez Montañés y Gaspar del Águila. A partir de 1613 quedó solo Montañés en la hechura del retablo y éste replanteó el diseño, haciéndolo ochavado para así ajustarse mejor al ábside. Montañés llevó a cabo asimismo los grandes altorrelieves de la calle central y concibió las calles laterales con escenas pictóricas para que fuesen realizadas por Alonso Cano, Juan del Castillo y Francisco Pacheco. Sin embargo, éstas serían finalmente de escultura, al traspasarse la obra en 1641 a José de Arce, que no sólo realizaría los relieves de estas calles laterales, sino también algunas esculturas exentas. El dorado fue llevado a cabo a partir de 1641 por Jacinto de Soto y Gaspar de Ribas, que pintó las cartelas del banco en 1654.
El retablo cuenta con banco, dos cuerpos, divididos en tres calles y ático; sus calles se dividen por medio de columnas de orden corintio, con fustes entorchados que sostienen frisos de triglifos y metopas. El relieve central del primer cuerpo es el de la Batalla de los Ángeles, obra de Martínez Montañés concluida en 1641; se trata de un relieve de altísima calidad de ejecución que denota un gran conocimiento de los cánones clásicos. Sobre éste, en el segundo cuerpo, se encuentra la Transfiguración, de idéntica cronología que la Batalla de los Ángeles. Está dividida en dos registros, el superior, con la imagen de Jesucristo en el monte Tabor entre Moisés y Elías y en la parte inferior los apóstoles Juan, Santiago y Pedro. La Ascensión, también de Montañés, centra el ático del retablo y fue concluida hacia 1630. También de Martínez Montañés son las imágenes de San Pedro y San Pablo, en el primer cuerpo y las de Santiago el mayor y el menor y las virtudes, en el ático.
De José de Arce son los relieves de las calles laterales: Epifanía y Adoración de los Pastores, en el primer cuerpo y Encarnación y Circuncisión, en el segundo. Arce realizó también las esculturas exentas de San Juan Evangelista y Bautista, en el segundo cuerpo y San Rafael y San Gabriel en el ático. Todas estas obras las llevó a cabo entre 1641 y 1645, en que el flamenco se hace cargo de la obra del retablo y en ella se advierte un giro hacia formas plenamente barrocas.
En el presbiterio se encuentran también los ambones; se trata de dos piezas que provienen de un único púlpito diseñado por Diego Moreno Meléndez y llevado a cabo por José del Castillo, entre 1667 y 1673.
A los pies de la nave del evangelio se encuentra el retablo de Ánimas; se trata de un retablo de estípites que enmarcan un altorrelieve con las ánimas del Purgatorio ante la puerta del Cielo; está atribuido a Francisco Camacho de Mendoza, y realizado en el segundo cuarto del siglo XVIII. Destaca además la reja que cierra el altar, con motivos relativos a la muerte.
Junto a la puerta del lado del evangelio se encuentra la capilla del Pilar, que se cubre por bóveda estrellada del siglo XVI. La imagen de la Virgen del Pilar, que preside la capilla, es probablemente la que el escultor Cristóbal Voisín realizase en el siglo XVI para el antiguo hospital del mismo nombre. En uno de los muros se encuentra además un interesante lienzo de la Caída de Cristo camino del Calvario, obra de Juan de Valdés Leal de la segunda mitad del siglo XVII y versión de la conservada en el Museo Víctor Balaguer de Villanueva y Geltrú (Barcelona).
La capilla de los Ceballos, al fondo de la nave del evangelio, ocupa el lugar de la que fue antigua sacristía. Posee una portada renacentista del siglo XVI y al interior su espacio cuadrangular se cubre por bóveda de cañón casetonada. El retablo que la preside es una composición de restos de otros del siglo XVIII y en uno de sus muros se halla un interesante lienzo del siglo XVII de Cristo cargando con la Cruz.
La cabecera de la nave del evangelio o del Santo Cristo, fue antiguo enterramiento de los Pastrana y lugar de reserva eucarística. Destaca la bóveda que la cubre, del siglo XVI, probablemente obra de los maestros Diego de Riaño y Francisco Rodríguez. El testero lo ocupa un retablo neoclásico de principios del siglo XIX que contiene la imagen del Santo Crucifijo de la Salud, una obra de mediados del siglo XVII atribuida a José de Arce.
Parejo a este retablo es el que se ubica en la cabecera de la nave de la epístola. Está dedicado a la Virgen del Socorro, imagen de principios del siglo XIX. La bóveda que cubre este testero fue levantada por Pedro Fernández de la Zarza en 1547. Se trata de una bóveda estrellada con nervios combados que presenta un interesante repertorio iconográfico de mediorrelieves con figuras relativas al humanismo cristiano. Junto al retablo se conservan varios lienzos de interés; un San Cristóbal de gran tamaño, obra de fray Tomás de Palma, de fines del siglo XVIII y una Lamentación sobre Cristo muerto, del siglo XVII, que sigue el tipo del Cristo de Caprarola de Annibale Carracci.
La capilla de los Pavón, con acceso desde el tramo del crucero, en el lado de la epístola, es un espacio cuadrado cubierto por bóveda estrellada con combados, de la primera mitad del siglo XVI. La capilla está presidida por un retablo neoclásico de un solo cuerpo y ático, cuya imagen principal es un San José con el Niño, de la segunda mitad del siglo XVIII; y en las calles laterales los lienzos de San Miguel y San Juan Bautista. En uno de los laterales de la capilla se conserva el sepulcro de Diego Pavón de Fuentes, caballero veinticuatro de Jerez. Se trata de una urna de mármol rosa, realizada en 1650, con el escudo familiar en el centro y cruces de Calatrava. Sobre el enterramiento se encuentra un interesante crucificado anónimo de finales del siglo XVI. En el arco de ingreso a la capilla se conserva además un lienzo de la Virgen de la Salud, procedente del desaparecido Arco del Corregidor, junto a la plaza del Arenal.
La capilla de San Pedro, paredaña a la anterior, es una obra levantada en 1754 por la Hermandad de Venerables Sacerdotes de la ciudad. El mobiliario actual es fruto de la renovación neogótica sufrida en el siglo XIX, aunque en ella se conserva la imagen de San Pedro, imagen sedente obra de finales del siglo XVII del escultor de palacio de Carlos II Enrique Cardón.
En el muro del primer tramo de la nave de la epístola, se encuentra un lienzo de la Inmaculada acompañada por sor María de Ágreda y Duns Scotto, obra del pintor Miguel de Luna de 1777. La capilla Bautismal es un pequeño aunque interesante espacio al que se accede a través de un arco carpanel con rica decoración gótica de principios del siglo XVI. El interior se cubre con bóveda estrellada con combados, de la misma época, aunque probablemente renovada en el siglo XVIII. En su muro central se encuentra la pintura del Bautismo de Cristo en el Jordán, que se basa en una estampa de Cornelius Cort.
Son muy interesantes los dos canceles barrocos que dan acceso a las puertas del evangelio y la epístola. Ambos fueron ejecutados por el italiano Vicente Cresci, en 1778. El cancel de la puerta principal es una obra neogótica de finales del siglo XIX diseñados por José Esteve y López; las esculturas que lo adornan las realizó el escultor valenciano Vicente Bañuls Aracil.
El Sagrario está constituido por un conjunto de estancias adosadas al lado del evangelio del templo. Sus trazas fueron dadas en 1717 por Ignacio Díaz interviniendo en su construcción hasta 1770 otros maestros como Juan Ximénez Alejandro y Domingo Mendoviña.
Cuenta con acceso propio desde el exterior, junto a la portada del lado del evangelio; ésta fue realizada entre 1733 y 1739 y en origen es tuvo policromada. Se compone de dos columnas corintias que sostienen un entablamento con frontón partido; las jambas y el dintel las recorre un baquetón mixtilíneo. La hornacina central la ocupa la imagen del Buen Pastor flanqueado por las del Antiguo y el Nuevo Testamento y, coronando el frontón, la personificación de la Fe con las del pan y el vino a cada lado. Estas imágenes han sido atribuidas al escultor José de Mendoza. Otra portada exterior, hacia la antigua calle del Pópulo y hoy integrada dentro de la parroquia, es la de acceso a la pequeña sacristía sacramental. Se trata de una portada con dos pilastras toscanas cajeadas, sobre las que se encuentra un friso con triglifos y metopas, frontón curvo y ostensorio superior.
Desde el interior de la iglesia, se accede al sagrario a través de una gran portada en el lado del evangelio del crucero. Esta portada, realizada entre 1752 y 1754, la flanquean dos columnas corintias sobre plintos, sobre las que apoya un entablamento y frontón de composición mixtilínea. El arco que conforma el ingreso lo recorre un baquetón también mixtilíneo. El programa iconográfico de esta portada lo componen emblemas de la parroquia y de la Eucaristía, así como las imágenes del rey David y Melquisedec y el relieve de la Santa Cena. Los batientes de madera de estilo rococó fueron realizados por Andrés Benítez en 1759.
El interior del sagrario es un interesante espacio de planta de cruz latina, casi central, que acusa elementos similares a los de la coetánea Colegiata, como son las columnas adosadas y las voladas cornisas. La obra de este espacio estaba concluida en 1744 y entre 1753 y 1754 se añadió la decoración de hojarasca tallada en piedra que cubre sus paramentos. A un lado y otro de sus brazos cortos se encuentran dos portadas gemelas, cuyos batientes de estilo rococó los realizó Rodrigo de Alva en 1764. La pieza más interesante del sagrario es el tabernáculo, un original retablo de hacia 1768 de autor anónimo, si bien se ha puesto en relación con el ensamblador jerezano Andrés Benítez y con otras obras similares de Lebrija (Sevilla). Se trata de un templete de madera de acentuado barroquismo, columnas rizadas y diseño muy particular. Destacan en él las imágenes de las tres virtudes teologales, llevadas a cabo en 1769 por el escultor malagueño Fernando Ortiz. La decoración de espejos y esmaltes fue realizada por Juan Alonso de Burgos, corriendo el dorado a cargo de Diego Losada, que lo llevó a cabo entre 1767 y 1768. También obra de Fernando Ortiz son los ángeles lampadarios, dos piezas de gran calidad escultórica y exquisita policromía datadas en 1770. Otras piezas con que cuenta la capilla son el frontal de altar, de plata labrada, obra de Francisco Montenegro de 1773, así como el comulgatorio, realizado en jaspe rojo y mármol en 1763.
Del resto de estancias que conforman las dependencias del sagrario, merece ser destacado también el vestíbulo, situado detrás de la capilla de Pilar, que se cubre por una interesante bóveda de nervadura con combados, del siglo XVIII.
Las estancias parroquiales, situadas junto a la nave de la epístola, fueron comenzadas por Martín de Gaínza a mediados del siglo XVI y concluidas por Hernán Ruiz II en 1564. Se trata de la antesacristía, sacristía y la pequeña galería que une el altar mayor con la sacristía. Desde la iglesia se accede a la antesacristía a través de una portada, contemporánea a ella, configurada por dos columnas jónicas que sostienen un entablamento con un balcón, ya del siglo XVII. Los batientes de madera son también obra renacentista en la que resaltan los relieves de la Anunciación y Adoración de los Pastores. La antesacristía, de planta rectangular se cubre por bóveda de cañón casetonada en cuyo centro se encuentra un relieve de San Miguel como pescador de almas.
La sacristía, que sigue el modelo de la levantada en la catedral sevillana, es de planta cuadrada y se cubre por cúpula sobre pechinas; en sus cuatro esquinas las medias columnas de orden compuesto sostienen el entablamento, apareciendo en el friso parejas de ángeles con atributos de la Pasión. En dos de los arcos torales se abren ventanales, siendo los otros dos fingidos. En las pechinas se representa a los evangelistas y el tambor se decora con casetones enmarcados en pizarra; la clave la ocupa un relieve de Cristo bendiciendo.
En uno de los muros, se conservan pinturas murales renacentistas con temas relativos a la Pasión y en su centro una talla de crucificado, del siglo XVI. Las cajoneras, en los otros dos frentes, fueron ensambladas por José de Santiago en 1725, siendo realizadas las imágenes que la decoran por Diego Roldán en 1733. Sobre estos muebles se hallan sendos lienzos de finales del siglo XVII; la Batalla de los Ángeles y Jesús ante los Doctores.
El tesoro de la parroquia de San Miguel es, sin duda, uno de los más ricos de la ciudad, en lo que a piezas de plata y bordados se refiere. La colección de platería, compuesta de vasos litúrgicos, custodias, crismeras, etc., es de gran importancia, por la calidad de las mismas, por el gran arco cronológico que ocupan, del siglo XVI al XIX, y por las diferentes escuelas y talleres de las que proceden.
Del siglo XVI se conserva un copón de Andrés de Maldonado, marcado en Sevilla entre 1575 y 1585, así como una custodia, un cáliz y una cruz de altar, de escuela andaluza. La colección de piezas de plata del siglo XVII es mayor, contando con una treintena de ellas de diferentes tipologías y escuelas. De procedencia extranjera son una interesante bandeja de Johannes Grill, marcada en Ámsterdam en 1653, y una copa con asas de procedencia mexicana. Otras piezas son de escuela sevillana y jerezana pero sin duda merece ser destacada la custodia procesional de Juan Laureano de Pina, realizada entre 1672 y 1674. Se trata de una bellísima custodia procesional de plata sobredorada con engaste de cristales polícromos, perlas y diamantes, muchos de ellos añadidos en 1733. Presenta un pie cuadrado sobre él que se adosa una moldura mixtilínea con figuras de pájaros, flores y uvas en relieve. El astil tiene como base un cuerpo de querubines, sobre el que se asienta un templete de columnas salomónicas, con las figuras de los Padres de la Iglesia. A continuación cinco cuerpos bulbosos dan paso al sol, de doble resplandor y en el centro el viril, obra realizada por Francisco Montenegro en 1742. La obra destaca por su exquisito y cuidado trabajo de la plata, así como por las correctas y proporcionadas dimensiones.
Del siglo XVIII son el mayor número de obras conservadas y muchas de ellas cuentan con marcas que testifican su autoría. Existen interesantes piezas de los plateros jerezanos Francisco Montenegro y Marcos Espinosa de los Monteros. Del primero destaca el grupo de piezas que realizó para la capilla del sagrario: el frontal de altar ya citado, un juego de lámparas y el tabernáculo. De Marcos Espinosa de los Monteros, platero oficial de San Miguel a partir de los años ochenta del siglo XVIII, se conservan un considerable número de piezas, como atriles, navetas para incienso, incensarios, juegos de altar y cálices; en todas ellas se insertan elementos del último rococó en estructuras muchas veces neoclásicas. Por último del siglo XIX, destacan las obras marcadas por plateros como Sebastián Alcedo o José Síñigo.
Se conservan también en el tesoro las puertas del tabernáculo del primitivo retablo mayor, obra realizada en madera decorada con grutescos, pintados por Antonio de Arfián hacia 1560 y con cuatro esculturas de los evangelistas, del escultor Jerónimo Hernández. También existen dos interesantes pinturas, de pequeño formato, de la segunda mitad del siglo XVII, que representan pasajes del Antiguo Testamento y son obra de Francisco Antolínez de Sarabia.
Otra obra de relevancia conservada en el tesoro es el lienzo de escuela zurbaranesca de la Santa Faz, una pintura del segundo tercio del siglo XVII, que representa en trampantojo el paño con el rostro impreso de Cristo, versión de la de Francisco de Zurbarán, del Museo Nacional de Estocolmo.
De entre las piezas bordadas merecen ser destacadas un tapiz mudéjar de finales del siglo XV y numerosas capas, casullas y dalmáticas bordadas, de los siglos XVI, XVII y XVIII (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
La iglesia de San Miguel, levantada según una estructura correspondiente al gótico tardío, presenta planta rectangular de tres naves y crucero marcado en altura. Las naves presentan cuatro tramos, correspondiendo el último al crucero, separados por pilares circulares el primero, segundo y tercero, y por pilares fasciculados el cuarto. El presbiterio, en la cabecera de la nave central, presenta dos tramos, siendo el primero cuadrado y el segundo poligonal de tres lados. Las capillas colaterales presentan hastial plano, siendo éstas de planta cuadrada.
En fechas posteriores, a las naves laterales se le adosaron diversas capillas. En el muro del evangelio se abren las tres capillas, la del Pilar, de planta cuadrada, la del Sagrario, de cruz latina, y la de los Ceballos o de la Encarnación, de planta rectangular. Con acceso desde el crucero del Sagrario, se accede a dos dependencias cuadradas. Al muro de la epístola, se adosan la de los Pavón y San Pedro, ambas casi cuadradas. En este misma nave, a los pies y junto a la puerta de subida a la torre, se encuentra la Capilla Bautismal, asimismo de planta cuadrada.
El templo presenta tres puertas de acceso, dos se sitúan en el segundo tramo de las naves laterales y el tercero, a los pies de la nave central, precedido de un pórtico, que ocupa el cuerpo bajo de la torre-fachada. De gran interés son las dependencias que rodean a la sacristía y la comunican con la iglesia y el exterior. Estas, por regla general, presentan planta rectangular, mientras que la sacristía es de planta centrada, en forma de cruz griega, con los brazos poco desarrollados, a modo de grandes hornacinas rehundidas.
Los elementos sustentantes que aparecen en la iglesia de San Miguel son el muro perimetral del templo y los pilares de separación entre las naves. Tanto uno como otros están realizados en piedra. En el primero se abren diversos vanos de iluminación de arcos apuntados, que presentan vidrieras, al interior, y celosías, al exterior, de tracería gótica. Así mismo, en el muro perimetral se encuentran las puertas de acceso al templo y a las respectivas capillas. Sobre éstas, y decorando todo el perímetro del muro, corre una fina cornisa decorada con cardinas góticas, en los brazos del crucero y, a modo de capitel, en los pilares, y con molduras lisas en el resto de los paramentos. En los muros del presbiterio se convierte en una gran cornisa, moldurada y volada, de carácter clásico.
Los pilares son circulares y fasciculados. En los primeros existen pequeños baquetones que mueren en los nervios de las bóvedas. Estos se encuentran entre el primer y segundo tramo y entre el segundo y tercero. Posiblemente, dichos pilares presentan esta estructura al no llegarse a tallar su decoración. Los pilares poligonales fasciculados se sitúan en el crucero. Los correspondientes a la nave del evangelio presentan una decoración gótica compuesta de delgados baquetones con doseletes, repisas y agujas con una rica ornamentación de cardinas. Sin embargo, en los situados junto a la nave de la epístola, en su decoración aparecen motivos góticos junto a otros ya plenamente renacentistas, como los balaustres platerescos y las bandas de "candelieri".
Los muros de la Capilla del Sagrario se hallan compartimentados en dos cuerpos por un entablamento completo, sustentado en los ángulos de la cruz griega por medias columnas corintias adosadas a pilastras de fuste cajeado. El cuerpo inferior está ocupado por las respectivas portadas de acceso a la sacristía, a la calle y a la iglesia. Esta última, que adquiere mayor desarrollo, presenta en sus laterales un zócalo y sobre éste hornacinas, sobre ménsulas, flanqueadas por pilastras cajeadas, cuyas basas son ménsulas y los capiteles cabezas de ángeles con veneras. Sobre éstos, un frontón curvo rematado con motivos vegetales. El tímpano es ocupado por el escudo que aparece enmarcado en un registro mixtilíneo que se une con el baquetón, asimismo mixtilíneo, que bordea la hornacina. El segundo de los cuerpos presenta zócalo y sobre éste vano rectangular, que en los lados menores sirve de iluminación, y en el de los pies es ocupado por un lienzo. El vano es enmarcado por dos pilastras. Tanto el zócalo como los fustes de las pilastras y los registros laterales que flanquean los vanos se decoran con abundante vegetación.
Los muros de la sacristía se hallan divididos en dos cuerpos por una gran cornisa. El cuerpo inferior, en tres de sus lados, está ocupado por grandes arcos de medio punto con clave resaltada y rosca con molduras planas. En las enjutas aparecen tondos con bustos de los Padres de la Iglesia. Los arcos son flanqueados por medias columnas corintias, que soportan un entablamento completo con friso decorado con angelotes que sostienen cartelas y guirnaldas. El cuarto de los lados de la sacristía está presidido por un retablo- hornacina, realizado en cantería. Cada uno de los muros del segundo cuerpo presenta grandes arcos de medio punto, con la misma decoración que los inferiores, apoyados en un zócalo. Estos cobijan ventanas abocinadas, algunas de las cuales son fingidas, con rosca casetonada con cabezas de ángeles. Estas se flanquean por pilastras que soportan una cornisa y apoyan sobre el zócalo, que queda roto en la parte central por el desarrollo que adquieren los vanos. Sobre la clave de los arcos corre el entablamento en el que se asienta la cúpula. Las enjutas de los arcos se transforman en pechinas para adaptarse a la forma circular de la cubierta, siendo adornadas con los bustos de los evangelistas, molduras que compartimentan el espacio y rosetas.
Los tres primeros tramos de las naves se cubren con bóvedas de crucería simple, marcándose las claves centrales con motivos geométricos y forales. Tanto los arcos diafragma como los formeros son apuntados, con roscas molduradas por la prolongación de los baquetones. El brazo menor del crucero presenta bóvedas, de transición del gótico al renacimiento, de crucería estrellada, de complicadas trazas. En éstas, no sólo está marcada la clave, sino también la intersección de los nervios, con motivos figurativos, -animales, ángeles o bustos-, geométricos y forales. En la bóveda del crucero, la plementería aparece decorada con roleos vegetales. Los arcos torales se decoran con motivos vegetales y sus claves, las correspondientes a la nave central, con medallones y, las dos restantes, con macollas vegetales.
El presbiterio, en su primer tramo, presenta bóveda de crucería estrellada con macollas, decorando la clave y las intersecciones de los nervios. En la plementería, medallones, de temas muy variados, y jarras de azucenas, símbolos de la Virgen María. El segundo tramo con cascarón terminal, de tres lados, se decora con los mismos motivos, fechables en la transición del último gótico al primer renacimiento, igual que la bóveda anterior. El arco diafragma, que marca la separación entre ambas bóvedas, se resuelve a modo de arco de triunfo, con un medio punto decorado con motivos vegetales. Este apea sobre medias columnas corintias y de fuste acanalado, que descansan en ménsulas con veneras.
Las capillas colaterales se cubren, así mismo, con bóvedas de crucería estrellada. De ellas, hay que destacar la correspondiente a la nave de la epístola, titulada de Nuestra Señora del Socorro. De estructura radial, con macollas en la clave y en las intercesiones, se aprovechan los plementos de mayor dimensión para situar figuras humanas. Estas están distribuidas en ocho parejas, cuatro de ellas vestidas con túnicas, tres desnudas y una cubierta con vello. Todas portan emblemas que, iconográficamente, pertenecen a la tradición medieval. La representación por parejas corresponde a la lucha del Mal contra el Bien, el Vicio y la Virtud. En esta lucha vence la segunda, representada por el símbolo de la lanza, siendo posteriormente recompensada con una corona, como premio terrenal, y una custodia, aludiendo al premio espiritual. El resto de las parejas portan elementos simbólicos alusivos a la lucha, incluidos la pareja de Salvajes, originarios de la literatura tardomanierista. El resto de los plementos se decoran con rosetones y tondos con bustos.
Las capillas laterales se cubren con bóvedas de crucería estrellada, excepto la de los Ceballos y la del Sagrario. La primera presenta bóveda de cañón decoradas con casetones. De éstos, sólo los cuatro centrales poseen macollas. La Capilla del Sagrario cubre su crucero con una cúpula, compuesta de tambor, casquete semiesférico, linterna y cupulín, sobre pechinas con lienzos ovales de los Evangelistas. El conjunto se decora con abundantes motivos vegetales y hojarascas. Los brazos presentan bóvedas de cañón con casetones, donde aparecen macollas. La sala que se adosa al muro del evangelio del crucero del Sagrario se cubre por bóveda estrellada, mientras que la sala de la epístola, lo hace por medio de una bóveda de espejo.
En la Sacristía, su espacio central se cubre con una cúpula sobre pechinas, decoradas las últimas por un tondo con los Evangelistas y cuatro rosetas alrededor. El tambor se asienta sobre un entablamento, con el friso decorado por angelotes y motivos vegetales. En éste se sitúan cuatro ventanas cuadradas alternadas con registros rectangulares, que presentan en su centro un disco cerámico. El casquete semiesférico se compartimenta en doce gajos por líneas cerámicas y cada uno de éstos en cuatro casetones decrecientes, donde aparecen figuras de ángeles. En la clave de la bóveda se sitúa el Padre Eterno.
La comunicación de la sacristía con el exterior se realiza por un pasillo con bóveda de crucería, decorada con motivos renacentistas, mientras que el acceso a la iglesia se resuelve mediante una antesacristía con bóveda esquifada plana con casetones. El resto de las dependencias presentan bóvedas sin interés.
La torre, situada sobre la portada principal, consta de dos cuerpos, el primero de planta cuadrada y el segundo octogonal.
De ellos el primero presenta pilastras angulares, con la misma decoración que la portada principal, que soportan una cornisa. La zona central de cada cara es ocupada por un arco de medio punto, donde se encuentran las campanas, enmarcado por baquetón y rematado en frontón recto. El vano central se flanquea por dos más pequeños, a modo de hornacinas, con peanas, y coronados con una ménsula que sirve de apoyo a unas volutas que unen a éstos con los ángulos inferiores del frontón. Sobre éste, tres óculos, el central enmarcado por una delgada moldura quebrada y los laterales, ciegos, presentan forma octogonal. El segundo cuerpo presenta, en cuatro de sus caras, un arco de medio punto y sobre éste un vano elíptico. En las cuatro restantes, grandes volutas soportan la doble cornisa sobre la que se asienta el chapitel, también octogonal. Tanto éste cuerpo como el chapitel se decoran con azulejería blanca y azul. Se remata con cruz sobre esfera y veleta.
Los años finales del siglo XV y los primeros de la centuria siguiente fueron el inicio de un período de gran esplendor para la ciudad de Jerez, como consecuencia de la terminación de los conflictos bélicos que habían marcado la vida ciudadana en la última centuria. Esta pacificación tuvo su inmediata expresión en un aumento demográfico, en la configuración de su estructura económica y en la definición de gran parte de su trama urbana y arquitectónica.
El recinto amurallado era incapaz de contener a toda la población, por lo cual, las murallas se transformaron en paredes medianeras para las casas y en separación de huertos. Es por ello, que barrios extramuros de la ciudad van a sufrir un amplio desarrollo, como es el caso del de San Miguel. En esta centuria se produce un trasvase de población aristócrata desde la collación del Salvador hacia el barrio de San Miguel, especialmente, y el Santiago, aunque éste último sigue teniendo un carácter mucho más agrícola que el primero. Junto a estos aristócratas conviven un importante número de extranjeros de origen nórdico, flamencos, franceses, alemanes e ingleses, de actividades muy variadas. Esta feligresía tan heterogénea se ve reflejada en los distintos elementos arquitectónicos que aún se conservan en el barrio y, en especial, explica muchas de las características que posee el templo que aglutinaba a la población, la iglesia de San Miguel.
El templo vino a sustituir a una antigua ermita o capilla, con la misma advocación, situada en los alto de una colina. Esta circunstancia hizo que, al configurarse el barrio, éste fuese formándose teniendo como punto de referencia y centro la iglesia. Las calles parten de la misma configurándose una trama radial de gran claridad.
La iglesia de San Miguel de Jerez, por sus características estilísticas habría que encuadrarla dentro del estilo gótico. Sin embargo, existen dos zonas perfectamente diferenciadas en su construcción. La primera de ellas, que se corresponde con los tres primeros tramos de la nave, el estilo gótico es mucho más puro que el correspondiente a la segunda zona, crucero y presbiterio, donde el gótico se ve abordado por elementos de carácter clasicista, que marcan el tránsito hacia el renacimiento.
A la estética renacentista corresponden la sacristía y sus dependencias anexas. Así es Hernán Ruiz II, quien en 1562 se hace cargo de las obras que se realizaban en diversos templos de Jerez, entre las que se encontraba la terminación de la sacristía de San Miguel. El último período constructivo que presenta la iglesia es el correspondiente al Barroco. En este estilo se realizan la torre-fachada y la capilla del Sagrario (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La calle de San Miguel, que lleva a la plaza del mismo nombre, donde se levanta la iglesia, corazón de otro de los grandes barrios gitanos de Jerez. Empedrada, peatonal y estrechita, la calle San Miguel se empina levemente hasta alcanzar la plaza.
La iglesia de San Miguel es, sin duda, la más bella de la ciudad. Realizó su fundación Alfonso XI en el siglo XIV, en una pequeña capilla existente extramuros de la villa, aunque las obras del nuevo templo no se iniciarían hasta la mitad del siglo XV, prolongándose a lo largo de lo siglos XVI, XVII y XVIII. Tiene tres entradas. Las laterales son góticas, del siglo XV, en tanto la principal es una torre fachada en la que se combinan con lograda armonía los estilos renacentista y barroco.
El interior se divide en tres naves con bóvedas de crucería. La riqueza decorativa se hace especialmente patente a partir de los pilares del crucero, por cuyos abundantes baquetones trepan encajes tallados en la piedra que se prolongan por los nervios de las bóvedas. Veintitrés vidrieras fabricadas en Tours (Francia) permiten el paso de la luz, que no sólo llega a las naves tamizada, sino encendida en un exquisito juego de colores.
Lo mejor del templo es el retablo mayor, uno de los mejores de España en estilo renacentista: no en vano es obra de dos artistas de primera magnitud, Martínez Montañés, primero, y Juan de Arce, después. Realizado en madera de haya, consta de tres cuerpos organizados en tres calles mediante columnas corintias y ático. En él se inscribe un conjunto de relieves y esculturas de bulto redondo, estando presidido por la Batalla de los ángeles, talla de Montañés.
Muchas son las obras importantes que este templo guarda. Pueden destacarse la capilla del Socorro, en la cabecera de la nave de la epístola, con una magnífica bóveda de crucería; la capilla del Baptisterio, a los pies; la capilla del Sagrario, en el lado del evangelio, una iglesia en miniatura; y el Cristo de la Salud, un rotundo crucificado atribuido a José de Arce (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
La plaza del Arenal se encuentra situada inmediata al espacio que ocupaba la Puerta Real. En uno de sus lados, adosado a la muralla se encuentran situados los edificios públicos de compra de grano y mercadería: la Alhóndiga, la Panadería y la Pescadería. Las dos primeras conforman un solo edificio, levantado entre 1752 y 1768 por el maestro Pedro de Cos, compuesto de soportales con arcadas de medio punto en el cuerpo bajo y balcones en los pisos superiores. En la parte trasera se encuentra el edificio de la antigua Pescadería, un edificio neoclásico, levantado en 1790 por el arquitecto José de Vargas. Su interior, de tres naves, presenta pilares cuadrangulares y bóvedas de arista.
Frente a la alhóndiga se encuentra el que fue antiguo Palacio de Justicia, hoy colegio; su interior conserva un patio renacentista del siglo XVI que perteneció a la primitiva Casa del Corregidor, si bien el edificio fue completamente remodelado por José Esteve y López en 1890.
En el centro de la plaza se encuentra el monumento a Miguel Primo de Rivera, obra de Mariano Benlliure de 1929. Se trata de un monumento ecuestre sobre un pedestal de piedra, en cuyos laterales se encuentran relieves alusivos a la Guerra de África.
En la parte delantera se halla una figura alada sosteniendo el casco del general, personificación de la victoria y en la trasera la representación de la abundancia (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
La plaza del Arenal, gran espacio urbano, corazón palpitante de Jerez desde los tiempos ya remotos en que los señores agarenos bajaban a pasear por él desde el cercano alcázar. Rectangular, orlada de palmeras y embellecida con floridos parterres, en su centro cabalga eternamente inmóvil el general Primo de Rivera, monumento labrado por Benlliure que mira hacia oriente o, lo que es lo mismo, más o menos hacia la calle Lancería (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
Los franciscanos se establecieron extramuros tras la Reconquista, en la zona inmediata a la Puerta Real. Siempre íntimamente ligado a la historia de Jerez, en su iglesia tuvo lugar en 1405 la primera de una serie de decisivas juntas de notables, que se sucedieron en distintos templos de la ciudad durante la Edad Media.
También sería en esta iglesia donde la Ciudad juró en 1619 defender la Inmaculada Concepción de María. Asimismo, guarda notables vínculos con la historia de España, al haber sido sepulcro de doña Blanca de Castilla, esposa del rey Pedro I.
Del complejo conventual tan sólo se conserva la iglesia, del último tercio del siglo XVIII, y algunas capillas precedentes, góticas y renacentistas, que se encontraban adosadas a la iglesia primitiva, que perduró hasta 1771.
Las trazas del templo actual, concluido en 1787, se deben al arquitecto Juan Díaz de la Guerra, entonces maestro mayor de la ciudad. Su portada flanqueada por columnas abalaustradas, contiene el escudo de la orden y una hornacina con la imagen de San Francisco.
La iglesia presenta planta rectangular de dos naves. La nave central está cubierta mediante bóveda de cañón con lunetas, cuyos arcos fajones apean en medios capiteles corintios volados. Un arco toral sobre columnas adosadas de orden gigante, da paso al presbiterio, que se cubre con bóveda semiesférica sobre pechinas.
A los pies de la nave, sobre bóveda rebajada, se encuentra el coro alto.
En el presbiterio se alza el retablo mayor, atribuido a Cristóbal de Guadix, cuya construcción comenzó en 1699. Cuatro columnas salomónicas, con el tercio inferior liso y apoyadas en ménsulas con angelotes tenantes, distribuyen las tres calles del primer cuerpo. Las dos calles laterales contienen sendas hornacinas con las imágenes de San Buenaventura, a la derecha, y Santo Tomás de Aquino a la izquierda; sobre ellos, sendos bustos en relieve de la Dolorosa y el «Ecce Homo» respectivamente. La cornisa que separa los cuerpos forma roleos, sobre los que se disponen dos ángeles que enmarcan la hornacina central del ático, donde las columnas salomónicas se alternan con los estípites. Esta hornacina central la ocupa San Francisco, flanqueado a ambos lados por santos de la Orden, todo coronado por un crucificado. A ambos lados del presbiterio se conservan dos lienzos que representan a Los Siete Arcángeles, pintura basada en un grabado de Hierónymus Wierix y La Virgen entregando el Niño Jesús a San Antonio de Padua, copia de Murillo.
A los pies del templo, en el lado del evangelio, se encuentra la portada de la que fue Capilla de los Siles, del siglo XVI, con decoración plateresca de grutescos. A continuación existen capillas entre contrafuertes, en las que se encuentran una imagen de la Piedad de la primera mitad del siglo XVIII, atribuida a Diego Roldán y el retablo de la Anunciación, cuyos relieves son de la órbita de Francisco Camacho de Mendoza, del mismo periodo. Junto a la cabecera se sitúa la Capilla de las Cinco Llagas, construida con el templo actual y hoy utilizada como Sagrario; se cubre con cúpula sobre pechinas. Junto a ésta se encuentra la Capilla de Villavicencio, de finales del siglo XV o principios del XVI, cubierta con bóveda de crucería. Se conserva en esta capilla un relieve del finales del siglo XVI o principios del XVII, que representa la Pentecostés con las tres Marías.
La Capilla de la Orden Tercera, actual sacristía del templo, fue levantada con la nueva obra. Cubierta con bóveda semiesférica rebajada y rematada con linterna, la preside un retablo del siglo XVIII, con las imágenes de Santa Isabel de Hungría, San Luís de Francia y la Inmaculada. Se conservan en esta capilla el lienzo, de la segunda mitad del XVIII, de la Divina Pastora con San Antonio, un cuadro murillesco de la Anunciación y el que representa a San Francisco sostenido por dos ángeles, del siglo XVII. También se encuentra aquí la lápida de doña Blanca de Borbón, procedente del enterramiento que tuvo en el presbiterio de la primitiva iglesia.
Las laudas funerarias de Juan de Suazo y Florentina Ponce de León, en la nave secundaria, representan en bajorrelieve a ambos difuntos. Proceden de su desaparecida capilla funeraria y están realizadas en mármol italiano a finales del siglo XV.
En la misma nave se encuentran otros retablos barrocos y neoclásicos, destacando el de San Francisco, de la primera mitad del XVIII y atribuido a Agustín de Medina y Flores.
A los pies de la iglesia se encuentra la Capilla del Voto. De mediados del siglo XVI, con ábside avenerado sobre trompas, conserva, en un retablo del XVIII, la histórica imagen de la Inmaculada, a la que la Ciudad acudía para renovar el voto concepcionista (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
En 1771 se comenzó la construcción de la iglesia sobre las ruinas de la primitiva, concluyéndose en 1787. En el exterior la fachada y la torre conservan rasgos anteriores de la fábrica actual.
La portada consta de dos cuerpos, el primero formado por columnas pareadas y el segundo, por una hornacina con la imagen del santo titular.
Interiormente consta la iglesia de una gran nave cubierta por una bóveda de cañón con lunetos, bajo la cornisa capiteles corintios de yeso. La capilla mayor se cubre por una bóveda hemiesférica rebajada, soportando el gran arco toral columnas sobre pedestales adosadas. En el lado del Evangelio está la sacristía cubierta por una bóveda ojival de la decadencia, siguiendo una serie de capillas y la actual entrada a la torre cuya portada es de estilo plateresco.
En el lado de la Epístola otra nave de más reducidas dimensiones, tiene en la cabecera la capilla de la Orden Tercera y al pie la de la Concepción con ábside cobijado por una concha, bóveda de cañón con lunetos y columnas adosadas, es obra de mediados del siglo XVI (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
El convento de San Francisco, fundado tras la conquista cristiana, del que ya no queda más que la iglesia. Construida en el siglo XVIII, tiene una sencilla portada en la que se ve una imagen de san Francisco en su correspondiente hornacina. El interior presenta dos naves, la principal con bóveda de medio cañón con lunetos y arcos fajones, cubriéndose el presbiterio con una alta cúpula de media naranja sobre pechinas. Aquí se encuentra el retablo mayor. Se trata de una buen ejemplar de dos cuerpos abiertos en tres calles mediante columnas salomónicas y presidido por la imagen de san Francisco. Entre sus capillas, sobresalen la del Sagrario denominada de las Cinco Llagas; la de la Piedad, cuya imagen se atribuye a Diego Roldán, y la del Voto, que data de mediados del siglo XVI (Rafael Arjona, y Lola Wals. Guía Total, Cádiz, Costa de la Luz. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2008).
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