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martes, 15 de agosto de 2023

La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Cantillana (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Cantillana (Sevilla).
     Hoy, 15 de agosto, Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII (1950) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Cantillana (Sevilla).
     La Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, se encuentra en la calle de la Iglesia, 1; en Cantillana (Sevilla).
     En uno de los extremos del pueblo se levanta esta iglesia, de planta rectangular y dividida, mediante pilares rectangulares con pilastras toscanas adosadas, en tres naves que presentan cabeceras independientes. La correspondiente a la central se cubre con una bóveda vaída decorada con yeserías de cartones recortados y un escudo central, figurando en las pechinas temas heráldicos. Las laterales llevan bóvedas de cañón con arcos fajones y lunetos. La nave central presenta una armadura de par y nudillo con motivos de lacería y piñas de mocárabes, mientras las laterales responden al esquema de colgadizo. Adosada al testero de la iglesia se sitúa la sacristía, cubierta con bóveda de aristas. Tres portadas tiene la iglesia, obedeciendo las laterales al mismo modelo, con vano adintelado entre pilastras toscanas y frontón curvo y roto con recuadro central entre pináculos, en el remate. La principal, la de los pies, tiene un diseño semejante, aunque enriquecido por la mul­tiplicación de las molduras. En el ángulo noroeste de esta facha­da se levanta la torre, realizada en ladrillo y formada por dos cuerpos más un chapitel piramidal recubierto de azulejos.
     La obra se inició en 1619 gracias al patronato de los condes de Cantillana, tal y como indica la inscripción situada en la capilla mayor. El autor de las trazas fue el arquitecto Diego López Bueno, encargándose de la construcción el maestro albañil Leonardo de Navas. La torre aún estaba sin terminar en 1704, interviniendo en su continuación el arquitecto Diego Antonio Díaz. En 1764 Mateo Rodríguez y Alonso de Vega, maestros alarife y carpintero respectivamente hicieron una gran reforma en la iglesia, consistente en renovar casi toda la armadura, campanario y coro alto, solar la capilla mayor y abrir nuevas ventanas, todo ello según el diseño de Ambrosio de Figueroa. Diversas obras realizó en 1784 el maestro mayor José Álvarez, producto de las cuales son la sacristía, las cabeceras laterales y las portadas.
     El retablo mayor presenta banco, un cuerpo de tres calles entre columnas salomónicas y un ático. Procede del convento dominico de Santa Ana de Carmona, para donde lo realizó Juan Gatica en 1713. Ha venido a sustituir al realizado por Bernardo Simón de Pineda en 1687, que resultó casi destruido por el incendio de 1936. A este primitivo retablo corresponde el relieve trilobulado del ático. La hornacina central la ocupa la imagen de la Asunción, que perteneció al retablo de Simón de Pineda. En los laterales se sitúan escul­turas de Santa Ana, San Joaquín, San Vicente y San Diego de Alcalá. A los lados del relieve del ático que representa la Asunción se sitúan las esculturas de San Francisco Solano y de un santo dominico.
     El retablo del Sagrario, procedente de la iglesia del Salvador de Carmona, presenta elementos de fines del siglo XVI y otros del XVII. Los más antiguos, que constituyen la caja central, flanqueada por columnas, el frontón roto del ático y dos angeli­tos sentados, son obra del escultor Jerónimo Hernández, quien los realizó en 1575. Figura en la hornacina central una escultura de San José con el Niño de la segunda mitad del siglo XVIII, situándose en las calles laterales las imágenes de San Pedro, del primer tercio del XVII, y la de San  Antonio de Padua, de finales del mismo siglo. En el banco hay una pintura de la Virgen de Aguas Santas y en el ático un relieve de Santo Domingo de Guzmán, ambos de mediados del XVIII.
      En el muro derecho y en un retablo neoclási­co aparece la imagen de la Divina Pastora, obra del siglo XVIII que se adorna con joyas de los siglos XVIII al XX. En los laterales se disponen las esculturas de San Diego de Alcalá, San Fran­cisco y Santa Clara, de fines del siglo XVII.
     La parroquia conserva una buena colección de objetos de orfebrería, entre los que destacan un ostensorio de plata sobredorada decorado con motivos eucarísticos y rocallas, con el punzón de Castro, realizado en Córdoba a finales del siglo XVIII; una cruz parroquial de plata decorada con temas vegetales y ejecutada en 1737 por el platero Diego Fernández de Mesa; una cruz de altar con decoración de guirnaldas y rocallas, con el punzón de V. Gargallo, del año 1796; y una bandeja octogonal de plata calada con decoración de cintas, grutescos y mascarones, de la segunda mitad del siglo XVI (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     Iglesia de planta rectangular, dividida en tres naves por pilares rectangulares con pilastras toscanas adosadas y cabeceras independientes. La central cubierta por bóveda vaída y decoración de yeserías mientras que las laterales se cubren con bóveda de cañón con lunetos y arcos fajones.
     La nave central se cubre con armadura de par y nudillo con decoración de lacería y piñas de mocárabes en el almizate, y las laterales con colgadizo.
     Las tres portadas repiten el mismo esquema adintelado entre pilastras toscanas y frontón roto, habiéndose realizado la obra en 1619 bajo el mecenazgo de los Condes de Cantillana y siendo el autor del proyecto el arquitecto Diego López Bueno.
     La torre de dos cuerpos y chapitel piramidal con azulejos estaba sin terminar en 1709 por lo que intervino en ella Diego Antonio Díaz, arquitecto del arzobispado (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
      La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción está situada en la parte sur del pueblo en la zona comúnmente conocida como “El Palacio”. Se encuentra en una zona alta junto al antiguo cauce del Guadalquivir, desde la cual se puede divisar la Vega.
     Se comienza a construir en 1555 por Juan Pérez Caravallo, se paraliza la obra y la reanuda en 1619 por Diego López Bueno. Se caracteriza por su planta basilical de tres naves. La nave central está cubierta por un llamativo artesonado de mediados del siglo XVI y las naves laterales por vigas de madera inclinadas a un agua. Las naves están separadas por tres grandes arcos de medio punto a cada lado. El crucero está coronado por una bóveda que muestra un diseño de herrajes de tipo flamenco, notable por su complejidad y su armonioso diseño curvilíneo, en la que figuran los escudos de los condes de Cantillana.
     La torre se construyó en el siglo XVIII, obra realizada por el arquitecto diocesano Diego Antonio Díaz. En 1786 se llevaron a cabo importantes obras, como la terminación de las cabeceras neoclásicas en las molduras del templo.
     En su interior, el actual retablo mayor procede, en su mayor parte, del convento de Santo Domingo de Carmona y es obra de Juan Gatica, de principios de s. XVII. En el centro se encuentra la imagen de la Asunción de la Virgen y a los lados San Joaquín, Santa Ana y varios santos dominicos.
     A la izquierda del templo, se encuentra la capilla del Sagrario, con un hermoso retablo del imaginero Jerónimo Hernández de Estrada, lo preside la imagen de una Inmaculada barroca. En él, destaca un San Pedro del siglo XVII y una interesante pintura con la Trinidad doliente. En esta misma capilla se encuentra un retablo con la Virgen de Belén, imagen que tuvo gran devoción.
     En la nave de la Epístola se encuentra la imagen de la Divina Pastora, en el antiguo retablo mayor del convento franciscano. Contiene imágenes de Santa Clara y San Diego de Alcalá. Las pinturas del camarín son del ilustre cantillanero Ricardo López Cabrera y José María Labrador. En la misma nave se encuentran las imágenes del Cristo de la Misericordia, obra de Castillo Lastrucci, y de la Virgen de la Caridad, de Francisco Buiza.
     En la iglesia se pueden ver además, una cruz de rocalla del siglo XVIII y las imágenes de san José, Virgen del Voto, Crucificado de San Felipe y Cristo atado a la Columna. En la sacristía se guardan importantes piezas de orfebrería, como custodias, cálices, bandejas, etc. de los siglos XVI-XIX y algunas pinturas, varias del pintor local Antonio Sánchez Palma (Ayuntamiento de Cantillana).
     La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción está situada en la parte sur del pueblo en la zona comúnmente conocida como el Palacio.
     Se comienza a construir en 1555 por Juan Pérez Caravallo. Se caracteriza por su planta basilical de tres naves. La nave central está cubierta por un llamativo artesonado de mediados del siglo XVI y las naves laterales por vigas de madera inclinadas a un agua. El crucero está coronado por una bóveda que muestra un diseño de herrajes de tipo flamenco en la que figuran los escudos de los condes de Cantillana. La torre se construyó en el siglo XVIII, obra realizada por el arquitecto diocesano Diego Antonio Díaz. 
     En su interior, el actual retablo mayor procede, en su mayor parte, del convento de Santo Domingo de Carmona y es obra de Juan Gatica, de principios de s. XVII. 
     A la izquierda del templo se encuentra la capilla del Sagrario, con un hermoso retablo del imaginero Jerónimo Hernández de Estrada. Lo preside la imagen de una Inmaculada barroca. En él, destaca un San Pedro del siglo XVII y una interesante pintura con la Trinidad doliente. En esta misma capilla se encuentra un retablo con la Virgen de Belén, imagen que tuvo gran devoción.
     En la nave de la Epístola se encuentra la imagen de la Divina Pastora, en el antiguo retablo mayor del convento franciscano. Contiene imágenes de Santa Clara y San Diego de Alcalá. Las pinturas del camarín son del ilustre cantillanero Ricardo López Cabrera y José María Labrador.
     Además, en la sacristía se guardan importantes piezas de orfebrería como custodias, cálices, bandejas, etc. de los siglos XVI-XIX y algunas pinturas, varias del pintor local Antonio Sánchez Palma  (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María;
La creencia y el dogma
   Hacia finales del siglo XIII desapareció el tema de la Resurrección de la Virgen, que fue reemplazado por la Asunción.
   En el Evangelio no se habla de la Asunción de la Virgen. Se trata de una leyenda tardía, copiada en el siglo VI del Arrebatamiento del profeta Elías y de la Ascensión de Cristo. En el siglo VIII, la Iglesia de Roma todavía consideraba la Asunción cor­poral de la Virgen una opinión piadosa y no un dogma. Los bizantinos se niegan a admitirlo y prefieren  atenerse a la Dormición (Koimesis).
   Fue en ocasión del Año santo de 1950, cuando el papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción.
La evolución del tema
   La expresión Asunción es significativa: se opone a la Ascensión, como lo pasivo a lo activo. Es decir, la Virgen no asciende al cielo por sus propios medios, como Cristo, sino que es elevada al Paraíso sobre las alas de los ángeles.
1. Desde la Asunción del alma a la del cuerpo
   El arte bizantino representa la Asunción del alma de la Virgen, recogida por Cristo en su lecho de muerte; y el arte de Occidente, su Asunción corporal fuera de la tumba donde los apóstoles la habían sepultado.
   Por lo tanto debe distinguirse en iconografía la Asunción del alma de la Virgen en forma de niña y la Asunción de su cuerpo glorioso. Es lo que se denomina Assumptio animae (Seelenaufnahme) y Assumptio corporis (Himmelfahrt des wiederbeseelten Leibes).
   Cristo regresó trayendo su alma que se unió nuevamente con su cuerpo. La Virgen, en actitud de orante, eleva las manos unidas, en una mandorla llevada por ángeles, encima de la tumba abierta alrededor de la cual están reunidos los apóstoles. La tumba está, ya vacía, ya llena, como un macetero fúnebre, de lirios y rosas blancas que, según San Juan Damasceno, exhalaban un delicioso perfume.
   Ciertas fórmulas usuales en el siglo XII son particularmente originales. En una miniatura de un manuscrito de Glasgow, se ve a la Virgen subir al cielo en forma de momia envuelta en fajas, como un vapor blanco asciende por una chimenea cuyas paredes fuesen ángeles.
   Un bajorrelieve de Autun representa a la Virgen agujereando la bóveda del arca fúnebre igual que Cristo atraviesa la puerta del sepulcro sellado sin romper los sellos.
   Para estar protegida de eventuales ataques de demonios durante el trayecto, a veces la Virgen resucitada está escoltada por los arcángeles Miguel y Gabriel, que la protegen contra los poderes del Infierno.
   De manera excepcional, María está sentada en un bajorrelieve esculpido por Donatello para la tumba del cardenal Brancacci, en Nápoles.
   Aunque la Asunción representa la Subida de la Virgen al cielo y la Inmaculada Concepción su Descenso hacia la tierra, era inevitable que se produjese una contaminación entre ambos temas. Por la influencia de las Letanías de Loreto, la Virgen de la Asunción generalmente está representada de pie, sobre un creciente de la luna, con la frente ceñida por doce estrellas, como la mujer del Apocalipsis. De esa manera la Assunta tiende a confundirse con la Immaculata.
   El Speculum Humanae Salvationis explica detalladamente esta representación de la Virgen copiada de la mujer del Apocalipsis, con los pies sobre un creciente de la luna y la cabeza coronada de estrellas.
   La Mujer apocalíptica que escapa al dragón es la imagen de la Virgen elevada al cielo. La luna que ella pisa es el símbolo de las cosas cambiantes del bajo mundo terrenal. Las doce estrellas que iluminan su cabeza recuerdan a los doce apóstoles reunidos en torno a su lecho, en el momento de su muerte.
2. Transformación de la Asunción en Ascensión
   A causa de otra confusión iconográfica, la Asunción pierde su carácter original para convertirse en Ascensión. En vez de ser elevada al cielo por ángeles, la Virgen vuela sola, con los brazos extendidos, ante el asombro de los apóstoles; los ángeles que la rodean se limitan a formarle cortejo.
   A veces hasta aparece provista de grandes alas de águila, como las que el Apocalipsis atribuye a la mujer perseguida por el dragón. 
   Esta transformación se consumó en el arte italiano del siglo XVI. El ejemplo más célebre de esta Ascensión de la Virgen, que ya no justifica el nombre de Asunción, es el gran cuadro de altar pintado por Tiziano en 1518 para la iglesia de los Frari de Venecia.
   Sin embargo, esta nueva fórmula no eliminó completamente a la antigua. En el siglo XVII, Guido Reni y Poussin hacen elevar a la Virgen mediante grandes ángeles.
Temas anexos
El milagro de las flores en la tumba vacía
   Los apóstoles comprueban que el sarcófago que usaron para sepultar a la Virgen está vacío y lleno de flores. 
 Este episodio se inventó para formar pareja con la visita de las Santas Mujeres al Sepulcro, que encuentran vacía la tumba de Cristo, y sobre la tapa volcada del sarcófago, un ángel que les anuncia que Cristo ha resucitado.
El sacro cinturón
   Otra innovación del arte italiano es la añadidura al tema de la Asunción de la leyenda que cuenta que Tomás, el apóstol incrédulo, habría recibido el cinturón de la Virgen, que ésta dejó caer para convencerle de la realización del milagro. Pero al tiempo que la transformación de la Asunción en Ascensión se difundió en todo el arte cristiano, la iconografía de El Sacro Cinturón de la Virgen se mantuvo casi exclusivamente toscana.
   Esta devoción estaba localizada en Prato, cerca de Florencia, donde se venera­ba la Sacra Cintola desde el siglo XII. Eso explica que se trate de un motivo tan frecuente en la escuela florentina: es por ese signo que se reconocen las Asunciones toscanas.
   La fuente de esta leyenda, inventada para formar pareja con la Aparición de Cristo resucitado al apóstol Tomás, es el Arrebatamiento del profeta Elías, quien, desde lo alto de su carro de fuego, lanza su manto mágico a su discípulo Eliseo. Se ha supuesto, ingeniosamente, que el estrecho cinturón con forma de cordón cogido por Tomás, materializado por la imaginación popular, era el vínculo místico que unía a la Virgen con los apóstoles; pero el origen bíblico es más verosímil que un despropósito iconográfico.
   Según la versión más difundida, el apóstol Tomás, que se encontraba solo en el monte de los Olivos, vio ángeles que elevaban al cielo el cuerpo de la Virgen. Suplicó a ésta que le dejase una señal, y la Virgen dejó caer su cinturón. Después, se reunió con los apóstoles y les aseguró que el cadáver de la Virgen ya no estaba en su tumba. La abrieron, y así era: estaba vacía. Tomás contó entonces que vio a la Virgen elevarse al cielo, y mostró como prueba el cinturón que tenía en las manos.
   De acuerdo con otra tradición, Santo Tomás llegó retrasado una vez más, aunque regresaba de La India, lo cual constituye una circunstancia atenuante. Para contemplar de nuevo el rostro de la Madre del Redentor, hizo abrir la tumba. El cuerpo había desaparecido, y en el sarcófago sólo quedaba la mortaja que exhalaba un perfume celestial. Los apóstoles concluyeron que la Virgen había resucitado; pero Tomás permanecía escéptico. Fue entonces cuando la Virgen, para convencerlo, dejó caer su cinturón desde lo alto del cielo.
   De manera que en el primer caso, Tomás recibe el cinturón sin testigos, y en el segundo, en presencia de los apóstoles.
   La Madonna della Cintola se diferencia de la Assunta porque la primera mira hacia abajo donde se encuentra Santo Tomás, en vez de dirigir la mirada al cielo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Nuestro Dios y Señor Jesucristo;
   En Oriente, donde surge, se la denomina Dormición o Tránsito de María. Se la cree fiesta de origen jerosolimitano, surgida como memoria de la dedicación de la iglesia que hizo construir la Emperatriz Eudoxia (+404) en el lugar de la Tumba de la Virgen en Getsemaní3, que se debió extender progresivamente, dedicada, con el apoyo de los apócrifos asuncionistas, a la glorificación de María.  No olvidemos que esta fiesta corresponde al dies natalis de otro santo pero con una completa glorificación por la radicalidad de su redención, pues es inmaculada, y su íntima unión a su Hijo en la Obra de la Redención, por su maternidad divina y su corredención. Se celebraba ya en el siglo V en Palestina, en Siria y en sus áreas de influencia. Hacia la mitad del siglo VI estaba difundida con la dedicación a este misterio de la Asunción por todo Oriente, al asumir tal carácter la fiesta mariana del siglo IV, hasta convertirse en una fiesta muy popular y de precepto.  El Emperador Mauricio (+602) la extendió a todo el Imperio Bizantino en la fecha del quince de agosto. Juan de Tesalónica, a principios del siglo VII, en su sermón sobre la dormición de la Virgen, afirma que se celebraba en casi todas las Iglesias orientales.  Fue introducida en Occidente en el siglo VII, seguramente por la influencia de los monjes orientales, pero en enero. El día uno en Roma y el dieciocho en otras partes, como consta en el Martirologio Jeronimiano, en el Calendario de Luca, en el de Corbia y en otros. De la Galia conservamos la más antigua mención a esta fecha, quizá importada de Antioquía, donde se celebraba la Memoria de la Santa Madre de Dios, por obra de Casiano y los monjes lirinenses, como lo atestigua ya San Gregorio de Tours (+594). Fue ratificada por el Papa Sergio I (687-701), de origen sirio, que, como ya hemos comentado, prescribió en esta fiesta una procesión como en las de la Anunciación, la Purificación y la Natividad de la Virgen, que se estuvo celebrando hasta 1566, y fue quien la dotó seguro de solemne vigilia con ayuno.  Inglaterra la adoptó de manera oficial en el Concilio de Cloverhoe del 747, presidido por Cutberto, Arzobispo de Canterbury, y en Francia, en el Concilio de Maguncia del 813, en su canon 36, la declara de precepto. Hacia fines del siglo VIII se cambió en Occidente el título de Dormición por el de Asunción, como consta en el sacramentario que el Papa Adriano I (+795) envió a Carlomagno. León IV en el 847 revigorizó su solemne vigilia y le añadió octava. En Francia, aunque se adoptó la fiesta, hubo cierta oposición a la entonces creencia de la asunción corporal de María, que no fue suficientemente fuerte para rechazar el término Asunción.  De su introducción en la Península Ibérica no hay nada seguro antes del siglo VII, en que dan testimonio de ella San Isidoro de Sevilla y, más claramente, San Ildefonso de Toledo. Durante el periodo carolingio la fiesta sufre un cierto eclipse en Occidente por la difusión de un tratado en contra de la creencia asuncionista escrito por Pascasio Radberto bajo el pseudónimo de San Jerónimo. Un segundo tratado anónimo de finales del siglo IX, atribuido a San Agustín, que aceptaba las críticas de los apócrifos y se basaba en bases teológicas sólidas, relanza de nuevo el tema. Consumada la separación de las Iglesias orientales, la fiesta siguió tomando auge en ellas. El Emperador Manuel Commeno prescribió para ella el descanso festivo en 1166. Más tarde, en el siglo XIV, el Emperador Andrónico II emitió un decreto por el que consagraba a la Asunción el mes de agosto. En la Baja Edad Media se fue perfilando con precisión el contenido de fe de la fiesta y se fue popularizando. En el Breviario de San Pío V Ghislieri se suprimieron las dudas o imprecisiones de los textos de la fiesta.  
   Finalmente, en 1950, con motivo de la proclamación dogmática de este misterio, se redactaron unos nuevos formularios en que se exponía más claramente la verdad dogmática, recogidos en la Misa Signum magnum publicada al año siguiente. En el Misal actual del uso ordinario se han enriquecido de nuevo los textos y se le añadido una misa de vigilia. En el área alemana se practica en esta fiesta la bendición de hierbas, que no está originariamente vinculada a ella. Se remonta a orígenes paganos, y se ubica en esta fecha por ser verano avanzado, en que aquéllas esparcen su más fuerte aroma. Las hierbas que se bendicen varían según las comarcas, para la que encontramos un Ordo en el siglo X. Se guardan estas plantas como protección contra el fuego y contra el rayo. Posteriormente estas plantas se vinculan simbólicamente a María, flor de las flores. 
   En la Iglesia Bizantina es la fiesta mariana por excelencia y se prolonga por todo el mes de agosto, que es en Oriente, por eso, el mes de María: catorce días de preparación (cuaresma de la Virgen) y octava. Así el año litúrgico oriental adquiere un marcado carácter mariano, pues desarrollándose entre el uno de septiembre y el treinta y uno de agosto, comienza con la fiesta de la Natividad de María y termina con la de su Asunción (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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