Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la pintura "San Agustín", de Francisco Varela, en la sala III (actualmente en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 28 de agosto, Memoria de San Agustín, obispo y doctor eximio de la Iglesia, que, convertido a la fe católica después de una adolescencia inquieta por los principios doctrinales y las costumbres, fue bautizado en Milán por San Ambrosio y, vuelto a su patria, llevó con algunos amigos una vida ascética y entregada al estudio de las Sagradas Escrituras. Elegido después obispo de Hipona, en la actual Argelia, durante treinta y cuatro años fue maestro de su grey, a la que instruyó con sermones y numerosos escritos, con los cuales también combatió valientemente los errores de su tiempo y expuso con sabiduría la recta fe (430) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "San Agustín", de Francisco Varela, en la sala III (actualmente en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes, antiguo Convento de la Merced Calzada [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala III (actualmente en los Almacenes) del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "San Agustín", obra de Francisco Varela (h. 1580-1645), siendo un óleo sobre tabla en estilo barroco, pintado hacia 1638, con unas medidas de 112 x 52 cms., procedente del Convento de la Pasión, tras la desamortización.
El santo aparece de pie, vuelto tres cuartos hacia la derecha. Vestido de Pontífice, eleva en la mano derecha un corazón en el que figura escrito el anagrama de XTO. En el extremo inferior derecho aparecen dos leones.
Esta composición deja ver ciertos rasgos naturalistas en lo que respecta al tratamiento de la figura, modelada fundamentalmente por la luz (actuando de forma singular en la zona de la pierna izquierda basculante(, un rasgo de monumentalidad acorde con la formación manierista del pintor. A falta de emplear recursos compositivos, Varela se ha centrado en el tratamiento del rostro, de un correcto dibujo y acentuado naturalismo, en el que los ojos mirando hacia el cielo acompaña a la expresión de ofrecimiento del corazón que sostiene en su mano derecha.
Hacer mención al color, un elemento que en la obra de Varela es característico como prueba de su influencia veneciana. En este caso el rosado de la capa fluvial y el blanco iluminado de la túnica, contratan fuertemente con el color oscuro del fondo del lienzo (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Poco conocido en el panorama de la pintura sevillana del primer tercio del siglo XVII es Francisco Varela, de quien se desconoce su fecha de nacimiento que debió de acontecer entre 1580 y 1585. Tampoco se poseen referencias sobre su proceso de aprendizaje, ignorándose quien pudo ser su maestro. Sus primeras referencias documentales aparecen en 1605 en Sevilla cuando ya contaba con taller propio, pudiéndose constatar que en adelante desplegó una intensa actividad pictórica que le convirtió en uno de los más relevantes artistas de la ciudad. Su muerte acaeció en 1645.
Muy escasa es la obra conservada de Varela, lo que impide el conocimiento de su evolución estilística. En él puede deducirse una formación manierista desde la que fue orientándose progresivamente hacia la práctica del naturalismo, preparando el ambiente que a partir de 1625 servirá a Zurbarán para convertirse en el primer pintor de la ciudad.
Las obras de Varela que posee el Museo de Bellas Artes de Sevilla no son de grandes dimensiones; proceden de un pequeño retablo pintado para la iglesia del convento de la Pasión de Sevilla que fue requisado en 1868. Fue realizado este retablo en la madurez de este artista, pudiéndose fechar por ello en torno a 1640. Sabemos que el retablo tenía en su centro una escultura de San Juan Evangelista que estaba acompañada por cuatro pinturas de Francisco Varela. En el banco del retablo figuraban dos representaciones de santas emparejadas; en la tabla izquierda figuraban Santa Catalina de Siena con Santa Lucía y en la derecha Santa Catalina de Alejandría con Santa Teresa de Jesús. En el cuerpo del retablo figuraban dos santos de figura entera disponiéndose San Cristóbal a la izquierda y San Agustín a la derecha.
Son, por lo tanto, estas cuatro tablas las que actualmente forman el acervo pictórico de Varela en el Museo de Sevilla. De haberse conservado la escultura de San Juan hubiera sido posible en nuestros días la reconstrucción íntegra del retablo (Enrique Valdivieso González, La pintura en El Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia;
HISTORIA Y LEYENDA
Es uno de los cuatro grandes doctores de la Iglesia latina.
Nació en 354 en Tagaste, cerca de Hipona, en el norte de África. Estudió retórica en Cartago, luego en Roma hacia donde se fugó en 383. En sus Confesiones ha contado los extravíos de su juventud disipada y la obstinación con que se ató a la herejía de los maniqueos.
Su conversión tardía, por la influencia de las plegarias de su madre Mónica las instrucciones de San Ambrosio, tuvo lugar en Milán, en 387. Estaba acostado bajo una higuera en un jardín cuando oyó una voz que le decía: "Toma y lee (Tolle, lege)." Abrió al azar las Epístolas de San Pablo que tenía a mano y cayó en este pasaje (Rom. 13_ 13-14): "Andemos decentemente (...) no en amancebamiento y libertinaje (...), antes vestíos del Señor Jesucristo (Induite Dominum Jesum Christum)." En su espíritu, las tinieblas de la duda se disiparon de inmediato. Recibió el bautismo con su amigo Alipio y su hijo Adeodato.
Mónica, su madre, murió en Ostia en el momento en que él se embarcaba para regresar a África. Volvió a su patria y en 395 fue consagrado obispo de Hipona, donde murió en 430, después de haber escrito la Ciudad de Dios durante el sitio de Hipona por los vándalos.
El episodio más popular de su leyenda es la aparición ante el santo de un niño -a veces convertido en angelito o en Niño Jesús- cuando meditaba acerca del misterio de la Santísima Trinidad. El niño se esforzaba en la playa queriendo vaciar el mar con una concha o cuchara: la empresa era tan insensata como pretender explicar el misterio de la Santísima Trinidad.
Esta historia apareció a principios del siglo XIII, en una compilación de Exempla para uso de los predicadores que reunió el cisterciense renano Cesario de Heisterbach. Pero en esa obra se hablaba de un teólogo anónimo.
Fue el dominico francés Thomas de Cantimpré quien tuvo la idea de sustituir al scolasticus quidam por San Agustín, a causa del tratado que éste escribiera: De Trinitate. Al mismo tiempo, dicho autor transfiere la escena a la costa mediterránea africana, cerca de Hipona; aunque otros autores la sitúan en Civita Vecchia. Puede verse la inconsistencia de esta leyenda que sólo se hizo popular en el siglo XV.
CULTO
En el siglo VIII su cuerpo fue transportado por Luitprando, rey de los lombardos, a Pavía, cerca de Milán, en cuya iglesia de San Pietro in Ciel d'Oro se edificó su tumba. Algunos fragmentos de sus reliquias fueron depositados en el emplazamiento de Hipona en el siglo XIX.
Lo reivindican fundador de orden los ermitaños y los religiosos regulares de San Agustín, agustinianos o agustinos, quienes se diferencian de los franciscanos por un cinturón de cuero que les ciñe el hábito, el lugar del cordón.
En Padua, la capilla de los Eremiti o Eremitani fue decorada por Mantegna con unos frescos destruidos en 1944, durante la guerra.
La regla de San Agustín fue adoptada además por los antonitas, los premonstratenses, los servitas, los trinitarios, los mercedarios y las órdenes de Santa Brígida.
Por sus escritos lo han elegido como patrón los teólogos y los impresores. En Florencia su protección se extiende a los pezzai (recolectores de residuos) que juntan los papeles viejos.
Aunque no sea un santo curador, en los países de lengua germánica la etimología popular, que estableció una relación entre Agustín y Auge (ojo), le confirió el poder de curar enfermedades oculares. Y también el de calmar la tos (Husten).
Por su carácter africano, se lo invocó contra las plagas de langosta.
ICONOGRAFÍA
Está representado casi siempre como obispo, con mitra y báculo; pero a veces como el simple monje Agustín con hábito negro y cinturón de cuero. Su atributo habitual es el corazón inflamado, atravesado por una o tres flechas (cor caritate divina sagittatum), del que habla en el IX libro de sus Confesiones: "Habías herido mi corazón con las flechas de tu amor (Sagittaveras tu cor meum charitate tua)." Lleva el corazón en la mano o pintado sobre el pecho. Así como hay santo cefalóforos, puede decirse que Agustín pertenece a la categoría de los cardióforos.
A partir del siglo XV con frecuencia se lo caracteriza por la presencia de un niño que se aparece en la playa, donde se empeña en vaciar el mar con una concha o cuchara (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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