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miércoles, 29 de octubre de 2025

La desaparecida Puerta del Sol

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la desaparecida Puerta del Sol, de Sevilla.
      La Puerta del Sol, se encontraba en la calle Madre Isabel de la Trinidad; en los Barrios de Santa Catalina, y de San Julián, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
     Se encontraba situada al final de la calle Trinidad.
     Este topónimo no aparece documentado en las fuentes musulmanas, aunque sí en el Libro del Repartimiento y en otros documentos castellanos de los siglos XIII, XIV y XV.
     En cuanto a su origen, la historiografía sevillana se encuentra dividida entre quienes lo consideran vinculado con el hecho de que esta puerta fuese la más oriental y, por tanto, la primera en recibir los rayos solares, y quienes consideran que el nombre estaba vinculado al carácter votivo de la puerta, consagrada a este astro. También hay autores que, si bien recogen estas dos explicaciones, incluyen una tercera relacionada con un sol que la decoraba.
     La primitiva estructura de la puerta islámica es posible conocerla a través de testimonios literarios y documentales. La primera referencia la encontramos en un documento de los Papeles del Mayordomazgo fechado en 1386, a través de la cual sabemos que tenía "alcazarejo" y "barvacana de enderredor del dicho alcazarejo". En otro documento de los Papeles del Mayordomazgo fechado en 1426, se hace alusión a unas obras en su alcázar, torres y puertas.
     Sin embargo, el testimonio fundamental lo constituye la descripción que de ella hizo Morgado en el siglo XVI, cuando todavía conservaba, al igual que la de Córdoba, las "rebueltas" y los "rebelines" islámicos. En este sentido, figura también, en el documento de 1560, en la relación de accesos que en el siglo XVI tenían puertas por las que "se ba rodeando para salir desta ciudad" y "rebellines".
     Además, en el grabado de Hoefnagle desde el Este, fechado en  1565, se la representa abierta en una torre, que también puede intuirse en las modernas representaciones de esta puerta.
     Por lo tanto, se trataría de una torre-puerta con acceso en recodo único y protegida por barbacana, muy similar a la de Córdoba.
     Por otra parte, y aunque esta puerta figura, en el documento de 1560, en la relación de aquéllas en las que Hernán Ruíz debía intervenir al objeto de facilitar el acceso, fue una de las últimas en perder su carácter islámico, puesto que hemos visto cómo Morgado la incluía entre las que todavía en su tiempo conservaban las "rebueltas " y los "rebelines", los cuales habrían sido derribados en la obra que en ella se hizo en 1595 bajo el mandato del Asistente don Pedro Carrillo de Mendoza, y sustituidos por un gran arco de medio punto. Por lo tanto, este hecho podría indicar que el proyecto contenido en el documento de 1560 no llegó a realizarse en su totalidad.
     Las obras de 1595 concluirían con la colocación de una lápida con inscripción en castellano en conmemoración de las mismas. A través de la historiografía, sabemos que se encontraba sobre su arco, hacia el exterior.
     No tengo noticia alguna de esta lápida, por lo que debió ser destruida cuando entre los años 1870 y 1871 se procedió al derribó la puerta (Daniel Jiménez Maqueda, Estudio histórico-arqueológico de las puertas medievales y postmedievales de las murallas de la ciudad de Sevilla. Guadalquivir Ediciones. Sevilla, 1999).
     El primer hilo de luz que cada amanecer se escapaba del horizonte venía a parar hasta esta esquina, a través de la cual la claridad entraba solemnemente en la vieja ciudad. Durante muchos años, aquí empezaron los días en ella. Y también aquí empezaban las noches.
     Los primeros que se levantan y los últimos que se acuestan coinciden en este lugar a esa hora incierta en la que aún no es de día porque todavía no ha salido el sol, pero tampoco es de noche porque en las cosas ya se perciben los primeros signos de haber escapado del sueño. Hay luz en las ventanas y los pájaros pregonan el alba desde sus ocultos nidos. Todo está oscuro pero algo dice en el ambiente que la ciudad ya está despierta. En la cafetería Trinidad hace solo un rato aún estaban sirviendo filetitos a la plancha, pero a partir de un momento que nadie sabría decir cuándo ocurrió ni por qué, la clientela solo requiere desayunos. En un relevo imperceptible, los madrugadores han ocupado el sitio que fueron abandonando los noctámbulos, mientras a las puertas de la cafetería se van apa­gando las luces verdes de los taxis, eclipsadas por la claridad, a cada instante más intensa, del amanecer. El frío aprieta, los cuellos de los abrigos se levantan, las puertas del colegio de las Trinitarias se abren por fin. Un nuevo día ha comenzado.
     Durante muchos siglos, esta esquina que hoy forman la avenida de María Auxiliadora y la calle Madre Isabel de la Trinidad fue el primer rincón de Sevilla al que se asomaba el astro rey. Hoy es distinto, porque antes de llegar hasta aquí, el primer haz de luz ha de trazar un largo itinerario a través de otros barrios que el tiempo fue anteponiendo entre esta esquina y el horizonte. Pero eso es ahora. Antes, un antes que casi duró los tres mil años que a Sevilla se le calculan, era aquí donde empezaba el tiempo en la ciudad. Y también donde acababa. Porque igual que los días entraban por esta puerta, también por ella se colaba la noche, extendiendo paradójicamente sus sombras a través de la misma calle que el sol trazó con la plomada de uno de sus rayos entre la blancura abigarrada del caserío, para que por ella se abriese paso cada mañana su claridad. Por eso se llamaba del Sol la puerta que en este punto tenía la antigua muralla de Sevilla, de cuya existencia es hoy reminiscencia esta calle donde el tiempo estableció una frontera que desde hace años no se mide por la irrupción ciclópea en el horizonte del lucero que anuncia el alba, sino a partir del instante en que las tostadas dan el relevo a los filetitos en la plancha de la cafetería bar Trinidad, El Trini para sus habituales.
     Tenía un sol en su frontispicio y un alto torreón a su lado, donde habitaba un anciano matrimonio. La prerrogativa de vivir allí fue concedida a la pareja gracias al arrojo de la esposa, llamada Josefa Rodríguez, la cual, en el caluroso y violento mes de junio de 1843, desafiando el fuego de las bombas del general Van Halen (nada que ver, que yo sepa, con el famoso guitarrista de heavy metal), socorrió con agua y víveres a los soldados que defendían la ciudad parapetados en una barricada levantada en la Puerta Osario. Tan heroico proceder, le valdría a la buena señora la concesión de una pensión vitalicia, de la que disfrutaría junto a su esposo hasta que en la trágica noche del 7 de noviembre de 1865 unos ladrones asaltaron la torre y acabaron con sus vidas. No fue aquel, por desgracia, el único episodio funesto del que la Puerta del Sol sería testigo, pues igual que vio entrar la luz cada mañana, también vio salir bajo su arco centenares de cadáveres cuando la ciudad fue asolada por las epidemias de peste de 1362, tan virulenta que hasta el rey don Pedro hizo testamento temiéndose lo peor, y, sobre todo, 1649, tan letal que dejaría los barrios de San Julián y Santa Marina convertidos en un mortuorio páramo. Es posible que todos estos hechos trágicos tuvieran que ver con el halo ectoplásmico y misterioso que acabaría envolviendo este enclave de la ciudad durante mucho tiempo llamado «la puerta del Sol", nombre que hace más de un siglo que la ciudad olvidó; se decía que en ella era donde acababa la jurisdicción del inquietante y antaño famoso duende Rascarrabias, de quien hablaremos con más detalle unos capítulos más adelante. Y también era de fama antiguamente que en sus aledaños acontecieron las andanzas de los llamados "fantasmas rojos", acaecidas durante la invasión francesa. Si bien, los tales fantasmas, más que seres del ultramundo resultaron ser individuos de carne y hueso que se ganaban la vida trabajando como panaderos. Dos hermanos, llamados Juan y Pedro, que vengaban a una hermana, María, violada por la soldadesca invasora. Según cuenta Álvarez Benavides, muy cerca de esta puerta, en el cercano convento del Valle -sobre cuyos restos se alza hoy el santuario de la Herman­dad de los Gitanos- las tropas napoleónicas habían instalado un cuartel. Los "fantasmas rojos" se amparaban en la contradictoria oscuridad que de noche reinaba en la Puerta del Sol para degollar a todo militar galo que osara aventurarse sin compañía en las inquietantes tinieblas que envolvían aquellos andurriales.
     A pesar de que los días y las noches principiasen en ella, no era la del Sol una puerta principal, de hecho ni siquiera ha quedado constancia de la fecha exacta en que fue demolida. Sí, en cambio, consta la de la reforma que le hizo adquirir la fisonomía con la que su recuerdo ha llegado hasta nosotros a través de láminas y dibujos. De aquella reforma daba fe una placa, cuyo texto nos ha llegado a través del historiador Félix González de León, quien la transcribe de este modo: "Reinando en Castilla el Rey D. Felipe nuestro Sr. II de este nombre, Sevilla mandó abrir esta puerta y se acabó siendo asistente D. Pedro Carrillo de Mendoza, Conde de Pliego de las Villas de Canaberas y Castinuevo, y diputados della el 24 Pedro de León de Aiala y el jurado Rodrigo Xuárez. Acabose el año de 1595". González de León, que alcanzó a verla en pie, describe la puerta como "grande y elevada", pero "sin que pueda decirse de ella nada digno de observarse". Junto al lugar donde se alzaba permanecen aún valiosos vestigios de nuestro pasado, empezando por un buen trecho de la antigua muralla que constituye el más importante y mejor conservado, aparte, claro está, del lienzo que sobrevivió entre las puertas de Córdoba y la Macarena. Emparedada entre las casas, la cerca discurre en paralelo a la calle Sol, habiéndose comprobado la existencia de restos evidentes de ella a la altura de los números 124 y 130. Más evidente resulta, sin embargo, su presencia en los jardines que actualmente ocupan el solar del antiguo convento del Valle, cuyo derribo en los años ochenta del siglo pasado dejó al descubierto un tramo de doscientos metros de la muralla que incluía cinco torres. Un detalle curioso observado en el trazado de la cerca en este punto es el misterioso ángulo recto que describe y que a algún experto ha hecho elucubrar hipótesis sobre la posible existencia de alguna construcción de grandes dimensiones (¿por ventura, un edificio de época romana?) que la muralla tratase de eludir trazando ese forzado e inexplicable ángulo para dejarlo fuera de la ciudad al no ser de interés ni utilidad para los habitantes de la época musulmana en que fue construida. 
   Hipótesis aparte, lo cierto es que además de esos excelentemente conservados restos de la muralla, en el entorno de la antigua Puerta del Sol, hoy se conservan otras edificaciones de interés, sobre todo histórico y sentimental, como el beaterio de la Santísima Trinidad, donde aún se custodian las antiguas imágenes de la cofradía de la Bofetá, o el hogar natal de sor Ángela de la Cruz, una pequeña casita de cal blanca que las monjas de la ejemplar orden que aquella fundara mantienen pulcra y reluciente. Al fondo de la calle está también la iglesia mudéjar de Santa Lucía, donde fue bautizada la santa sevillana, pero en la que no se oficia culto alguno desde hace más de siglo y medio. El templo fue desacralizado durante la revolución Gloriosa de 1868, sufriendo a partir de entonces una suerte de desguace ornamental y arquitectónico. Su pila bautismal fue llevada al convento de las Hermanas de la Cruz y su portada de piedra a la iglesia de Santa Catalina, desapareciendo también el campanario que remataba su torre. Sufrió después muchos años de olvido, siendo destinado a cometidos diversos, algunos no demasiado nobles, como almacén, local de ensayo de bandas de música o sala de exposición. Propiedad de la Junta de Andalucía desde los años ochenta del pasado siglo, varios fueron también los intentos de recuperarla para el culto, vanos todos. Algunas hermandades llegaron a solicitar incluso que les fuera cedido para instalar en él su sede canónica. A este respecto constan peticiones de la Trinidad, los Javieres y los Gitanos, descartándose en todos los casos. En la actualidad, la antigua iglesia de Santa Lucía acoge el Centro de Documentación de las Artes Escénicas.
     A unas decenas de metros del desacralizado monumento, frente a la cafetería que hoy marca en la Puerta del Sol la frontera del tiempo, un kiosco vende aun los periódicos del día. La vida que pasa está escrita en ellos, pero igual que la luz cuando llegue el ocaso, toda esa tinta se acabará evaporando, perdiéndose en el olvido, hundida en el lóbrego pozo de alguna papelera, como se perdió la vieja Puerta del Sol un día de que nadie recuerda cuándo. Sucedió que amaneció y la puerta ya no estaba.
     En la acera de enfrente, un rumano hace sonar su acordeón, mientras ruega unas monedas a los clientes que salen o entran del supermercado Lidl. Tan melancólica es su melodía que parece con­tarnos la historia de aquella mañana en la que el sol, al llegar a Sevilla, vio que ya no estaba la puerta por donde siempre había entrado en ella. Y desde hace unos años, tampoco asiste al relevo entre noctámbulos y madrugadores en el Trini, que cambió de dueño, fue reformado y ya no abre toda la noche como antaño (Juan Miguel Vega, Veintitantas maneras de entrar en Sevilla. El Paseo. Sevilla, 2024). 
        Se encontraba donde hoy se cruzan las calles Madre Isabel de la Trinidad y Sol, la cual precisamente tomaría el nombre de la puerta. Su denominación obedecía al hecho de estar orientada hacia la salida del astro rey. Según rezaba una lápida que había en ella, fue reconstruida en 1595, durante el reinado de Felipe II, por mandato del asistente Pedro Carrillo de Mendoza, Conde de Pliego de las Villas de Cañaveras y Castinuevo. Su diseño era austero y simple. El único motivo decorativo con el que contaba era una representación del astro rey que le daba nombre grabado en su frontispicio. La certificación de su derribo está fechada en 1869, pocos meses después de la Revolución Gloriosa (Exposición Puertas de Sevilla, ayer y hoy. Sevilla, 2014).
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Más sobre el Recinto Amurallado de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

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