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lunes, 19 de octubre de 2020

El banco de la provincia de Valladolid, en la Plaza de España

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el banco de la provincia de Valladolid, en la Plaza de España, de Sevilla.
   Hoy, 19 de octubre, se conmemora el aniversario de la boda (19 de octubre de 1469) de los Reyes Católicos, siendo éste el tema del panel central del banco de la provincia vallisoletana, así que es hoy el mejor día para Explicarte el banco de la provincia de Valladolid, en la Plaza de España, de Sevilla.
     La Plaza de España consta de cuatro tramos de catorce arcos cada uno, en cuya parte inferior se sitúan bancos de cerámica dedicados a cada provincia española. Flanquean el conjunto dos torres, denominadas Norte y Sur, intercalándose tres pabellones intermedios, que corresponden a la Puerta de Aragón, la Puerta de Castilla y la Puerta de Navarra. El central o Puerta de Castilla es de mayor envergadura y alberga la Capitanía General Militar.
   La estructura de cada banco provincial consiste en un panel frontal representando un acontecimiento histórico representativo de la provincia en cuestión, incluyendo por lo general escenas con los monumentos más representativos de la ciudad o provincia. Flanquean el conjunto anaqueles de cerámica vidriada, destinados originalmente a contener publicaciones y folletos de la provincia en cuestión. Rematando el banco aparece un medallón cerámico en relieve con su escudo. En el suelo se reproduce en azulejos el plano de la provincia y sus localidades más destacadas. Entre los arcos figuran los bustos en relieve de los personajes más importantes de la historia de España. La ejecución- de la mayoría de los mismos corrió a cargo del escultor ceramista Pedro Navia Campos.
   La Exposición Iberoamericana tuvo sus motivaciones políticas y propagandísticas, y éstas influyeron en algunos detalles. Respecto a las escenas históricas representadas en los bancos de las provincias, algunos de ellos fueron retirados precipitadamente en los meses previos a su inauguración por sus incorrecciones históricas o su inconveniencia política, ya que se consideró que no sintonizaban con la idea de unidad y paz que pretendía proyectar el recinto monumental.
   En el banco de la provincia de Valladolid, situado entre los de las provincias de Valencia y Vizcaya, y entre la Puerta de Navarra y la Torre Sur, la escena histórica representada en su panel central es la Boda de los Reyes Católicos, flanqueada por los monumentos a Cristóbal Colón y la fachada del colegio de San Gregorio, de Valladolid, bajo los escudos de Valladolid y de los Reyes Católicos, respectivamente, obra de la fábrica de Mensaque Rodríguez y Cía. y pintado por Francisco Morilla Serrano y Carlos Hermoso. Restaurado in situ por la Escuela Taller de la Plaza de España, en la última fase de los trabajos finalizada en 2010.
   Los azulejos retirados fueron restaurados por dicha Escuela y depositados en los almacenes del Patrimonio del Estado ubicado en los bajos del edificio de la Plaza de España., y en los extremos unos anaqueles, también cerámicos, donde se colocaron originalmente folletos de cada localidad. En la zona inferior encontramos otro panel cerámico con el mapa de la provincia y tres bancos en forma de "U" decorados con dibujos vegetales derivados de los típicos candelieri con angelotes, y los escudos de muchos de los pueblos de la provincia vallisoletana, entre los que hemos podido identificar Alaejos, Aldeamayor de San Martín, Cuenca de Campos, Fuensaldaña, Medina de Rioseco, Medina del Campo, Mota del Marqués, Olmedo, Peñafiel, Santovenia de Pisuerga, Simancas, Tordesillas, Torrelobatón, Torrescárcela, y Villalón de Campos.
   Sobre el balcón, encontramos una balaustrada centrada por el escudo, en forma de tondo, de la provincia, decorado con una especie de corona de laurel. En el arco que está sobre él, aparecen en sus enjutas los relieves con los bustos de Emilio Castelar y Ripoll, Castelar (1832-1899), orador y político, y Jacint Verdaguer Santaló, Verdaguer (1845-1902), Escritor y sacerdote, máximo representante de la Renaixença literaria catalana (www.retabloceramico.net).
   Conozcamos mejor el hecho histórico que aparece en el panel principal del banco de la provincia de Valladolid: la Boda de los Reyes Católicos, hecho acaecido el 19 de octubre de 1469 en el palacio de los Vivero de Valladolid
 En la época en la que aún las bodas reales eran un asunto de Estado y nunca de enamoramiento o de amores, Isabel desde muy niña, desde los tres años, empezó a tener asignado uno u otro marido, según la vueltas y revueltas de la política.
   Isabel I, hija de Juan II de Castilla y León (1406-1454) y hermanastra o hermana de madre del rey Enrique IV (1454-1474), (en esa época aun son independientes Castilla y León, y Aragón) la cuestión de su matrimonio se fue complicando cada vez más debido a las tensiones que su padre había tenido con los nobles y que su hermano no sólo no conseguía resolver sino que incluso eran cada vez más intensas. Su elección como Princesa de Asturias y heredera del reino, una designación que en principio no estaba prevista de ninguna manera porque su hermanastro el rey Enrique IV al fin intentó casarla con el de Portugal, acabó por embrollar las cosas, aunque también a resolverlas de manera definitiva.
   Las cosas ocurrieron de este modo: la caída en desgracia de algunos nobles y el ascenso de otros, como don Beltrán de la Cueva, en una rueda permanente de conspiraciones e intrigas propias de una corte tan movida, enredaron la situación de Enrique IV que, además, tuvo que soportar la imputación de que no había cumplido la costumbre de tenerlas primeras relaciones sexuales con su esposa ante testigos, acusación que era en su época una poderosa arma política. Así las cosas y con la duda de la legitimidad de la entonces infanta Juana, primogénita del rey y a la que se señalaba como hija de don Beltrán (de ahí lo de Juana, la Beltraneja), Enrique IV se vio forzado a elegir como sucesor a su hermano Alfonso. Pero la suerte le fue adversa y éste moría poco tiempo después, por lo que se vio obligado a aceptar otra vez todas las presiones de los nobles, apartar de nuevo a su hija Juana de la sucesión, y en septiembre de 1468 nombrar como princesa de Asturias y heredera del reino a Isabel, a condición, eso sí, de que no se casase sin su consentimiento y autorización. (Habrá de hacerse constar que, aunque el rey con su comportamiento y enfermedad dio pábulo más que sobrado para esas murmuraciones, luego la historia ha salvado a doña Juana y hoy la opinión casi definitiva es que en verdad era hija del rey y lo de don Beltrán una simple manera de extorsionar al soberano, jugar con su voluntad e imponerle a Isabel como heredera).
   La nueva situación de ésta, convertida ahora en heredera de Castilla y León, hizo que reyes o futuros reyes ansiasen su mano. En ese momento, los dos candidatos con más posibilidades eran el rey de Portugal, Alfonso V, la opción que por diferentes motivos prefería Enrique, y Fernando, hijo del rey de Aragón Juan II.
   Fernando el Católico, es decir, el que fue Fernando V de Castilla y II de Aragón, nació el 10 de Mayo de 1542 en un pueblo zaragozano llamado Sos. Fue hijo de Juan II de Aragón y de Juana Enríquez, ésta última de la familia de Trastamara, emparentada con el rey de Castilla y León, Enrique IV.
   Al ser proclamada Isabel princesa de Asturias y por tanto heredera del trono de Castilla y León, el padre de Fernando negoció el matrimonio de su hijo con ella en secreto porque Fernando tenía un compromiso anterior y porque Enrique IV pretendía que Isabel se casara con el rey de Portugal y por tanto no iba a estar dispuesto a aprobar ese matrimonio.
   Isabel consideró que Fernando era el mejor candidato para esposo, pero había un problema legal, un problema canónico para este enlace: los contrayentes eran primos (sus abuelos eran hermanos) y necesitaban, por tanto, una bula papal que autorizara los esponsales.
   El Papa, Paulo II (1464-1471), sin embargo, proclive a este matrimonio por la posibilidad de que Isabel le pudiera ayudar militarmente en la defensa de los Estados Pontificios con los árabes, quería quedar bien con ella pero no se atrevió a firmar el documento de autorización para la boda por temor de atraerse las antipatías de los reinos de Castilla, Portugal y Francia pero envió a Rodrigo Borja (luego Papa con el nombre de Alejandro VI) a España como legado papal para facilitar este enlace.
   Los escrúpulos de Isabel para contraer matrimonio sin contar con la autorización papal impedían realizar la ceremonia. Finalmente, con la connivencia de Rodrigo Borgia, los novios presentaron una falsa bula supuestamente emitida en junio de 1464 por el anterior Papa, Pío II (1458-1464), a favor de Fernando, en el que se le permitía contraer matrimonio con cualquier princesa con la que le uniera un lazo de consanguinidad de hasta tercer grado. Al tiempo que el obispo de Segovia había falsificado otra bula presuntamente firmada por el papa Calixto III (Alfonso Borja, 1455-1458).
   Isabel aceptó y se firmaron las capitulaciones matrimoniales. Pero ante el temor de que Enrique IV abortara estos planes, ambos futuros contrayentes optaron por encontrarse de manera clandestina y viajar escondidos. Isabel con la excusa de visitar la tumba de su hermano Alfonso, que reposaba en Ávila, escapó de Ocaña, donde era custodiada estrechamente por don Juan Pacheco. Por su parte, Fernando atravesó Castilla en secreto, disfrazado de mozo de mula de unos comerciantes.
   Finalmente el 19 de octubre de 1469 contrajeron matrimonio en el palacio de los Vivero de Valladolid. El 1 de diciembre de 1471 Sixto IV (1471-1484) emitió la Bula que dispensaba al matrimonio de sus lazos de consanguinidad.
   Los historiadores discuten si Isabel y Fernando eran conscientes de la nulidad del matrimonio que celebraban y que lo hacían por ambición política o, si, por el contrario, actuaban de buena fe.
   Tuvieron 6 hijos que fueron educados para convertirse en reyes y reinas, como así ocurrió en más de un caso: Inglaterra, Portugal...
   El matrimonio semi clandestino y sin aprobación y ni siquiera agrado del rey, le llevó a éste a anular, como estaba firmado, los derechos de Isabel y a reconocer nuevamente a su hija Juana como Princesa de Asturias, con el derecho de ser reina a la muerte o abdicación de su padre. Isabel quedaba apartada de ese proyecto político.
   Pero la muerte de Enrique IV en 1474 provocará sin embargo una lucha entre los partidarios de Juana y los de Isabel, una auténtica guerra de sucesión (una guerra civil le llama más de un historiador) que enfrentó no sólo a la nobleza castellana, sino a toda la península ibérica, al contar Isabel con el apoyo de su marido, el rey de Aragón, y Juana con el del suyo, el rey de Portugal.
   Mucho se ha discutido sobre el protagonismo de Isabel en esta contienda, de la que aparentemente se mantenía al margen. Algunos historiadores resaltan que, aunque no estuviera dirigiendo directamente a sus partidarios, es obvio que lo consentía y que su determinación de ser reina de Castilla y León parecía incuestionable. Y también cabe pensarse que, agazapada a la espera del éxito de quienes estaban luchando por ella, no tenía la lealtad mínima de correspondencia. Es algo así como: si ganáis, gano yo sobre todo; pero, si perdéis, yo no he estado con vosotros ni soy de los vuestros ni tengo que ver con vosotros. Una posición política demasiado frecuente durante toda la historia (Juan Carlos López Eisman).
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