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jueves, 1 de octubre de 2020

El Retablo de Santa Teresa del Niño Jesús, en la Iglesia del Convento de San José del Carmen "Las Teresas"

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Retablo de Santa Teresa del Niño Jesús en la Iglesia del Convento de San José del Carmen "Las Teresas", de Sevilla.     
   Hoy, 1 de octubre, Memoria de Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, en Francia, y llegó a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual y demostró una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia. Terminó su vida a los veinticinco años de edad, el día treinta de septiembre (1897) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy para explicarte el Retablo de Santa Teresa del Niño Jesús, en la Iglesia del Convento de San José del Carmen "Las Teresas", de Sevilla.
     El Convento de San José del Carmen (Las Teresas), se encuentra en la calle Santa Teresa, 5; en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
   En la Iglesia del Convento de San José del Carmen "Las Teresas" encontramos el Retablo de Santa Teresa del Niño Jesús (antes de San Juan de la Cruz), situado en el lado de la Epístola, junto a la puerta de la Sacristía, se trata de un retablo muy bien documentado, cuya realización se debe a una iniciativa de la Orden Descalza, conservándose el documento del contrato en el Archivo Conventual.
   Efectivamente, su hechura fue concertada el 10 de julio de 1732 por el artista Joseph Maestre, siendo la escritura del concierto muy interesante ya que en ella se detallan las medidas de la capilla donde debía ir el retablo, así como los santos que debían estar en él: San Juan de la Cruz, en el camarín principal y en los intercolumnios San José y Santa Teresa, actualmente sustituidos por Santa Teresita, Santa Inés y San Antonio de Padua, y sobre los santos de los intercolumnios debían ir dos medallas con santos de medio relieve de «la devoción de la Madre priora», que resultaron ser San Pedro y San Pablo, e incluso se especifican las esculturas de Niños que debían ir adornando el retablo: dos sobre las cornisas prin­cipales, con unos jeroglíficos en las manos, que actualmente han perdido, otros dos al pie del Santo principal, que finalmente no debieron ser realizados, y en el último cuerpo debía ir la imagen de la Concepción, con otros dos Niños a sus pies, que parece que no llegaron a realizarse, rema­tando el retablo por una tarja que debían tenerla otros dos Niños.
   Tras la enumeración de las esculturas que debía llevar el retablo, el documento especifica que tales imágenes debía darlas el convento, excepto los Niños y las dos medallas de relieve, que habrían de ser realizadas por Maestre.
   Así pues, en líneas generales, la hechura del retablo corresponde a lo estipulado en el contrato, con  las excepciones a que hemos aludido y la inclusión sobre la hornacina principal de un medallón con la cabeza degollada de San Juan Bautista, figura que no se nombra en el contrato y que debió añadirse una vez comenzada la realización del mismo.
   El precio estipulado fue de 7.000 reales de vellón que se cobraron en seis plazos, siendo la fecha de su finalización el mes de abril de 1733, en que se colocó en su capilla, y corriendo los gastos del traslado desde la casa del oficial, la colocación en su capilla y los jornales de los que la realizaron, por cuenta de la Comunidad Carmelita.
   Por lo tanto, éste es uno de los retablos de la iglesia que no pertenece a particulares, sino que fue contratado y costeado por la Orden de Carmelitas Descalzas, de forma que el diseño del mismo debía ser aprobado por el Padre General de dicha Orden, por lo que deducimos que debió ser realizado para ensalzar a San Juan de la Cruz tras un hecho muy importante dentro de la vida religiosa de la Orden, como fue la canonización del Santo realizadas por el Papa Benedicto XIII en 1728.
   San Juan de la Cruz tenía ya un retablo en la iglesia, que debió construirse sobre las fechas de su beatificación, pero al ser canonizado se decidió realizar otro de mayor categoría, como debía corresponder al primer Santo de la Reforma. 
   Al realizar el análisis de los acontecimientos históricos que han tenido lugar en el Convento sevillano, vimos la gran trascendencia que tuvo en él la Canonización de San Juan de la Cruz, y la detallada relación que ya conocemos de las fiestas celebradas con tal ocasión, nos permiten saber que la capilla donde en 1712 se iba a construir el retablo de San Juan de la Cruz, en el año de la Canonización (1728) se hallaba todavía ocupada por un cuadro con la advocación de dicho Santo, desconociéndose la época en que dicho cuadro fue colocado allí, ya que anteriormente la ca pilla estaba consagrada a la Virgen del Rosario.
   Analizando el retablo, vemos que su estructura arquitectónica se adapta una vez más al arco abierto en el muro de la nave, constando de un doble elemento: el exterior, cuyos soportes son unos potentes estípites que sostienen cornisas partidas, sobre las que apoyan angelitos; y el interior en el que llama la atención el sentido de verticalidad del cuerpo central, cuya parte inferior, constituida por la hornacina para la imagen titular, se enlaza con la superior mediante un medallón con la cabeza degollada de San Juan Bautista y una venera, rodeada de carnosa hojarasca. Estos rasgos, así como el intradós del arco con repisas para esculturas y medallones en relieve sobre ellas, son características de la obra de Maestre, apareciendo en varios de sus retablos conocidos.
   José Maestre es un ensamblador y arquitecto natural de Carmona, pueblo para el que realizó la mayor parte de sus trabajos, siendo el primero de ellos el retablo de la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves de Alanís, fechado en 1709. Posteriormente se encarga de la construcción del retablo de Nuestra Señora de Guadalupe para las Carmelitas de su pueblo natal, el del Salvador de la misma población, y el de la Virgen de las Aguas de la iglesia del Salvador de Sevilla, que fechado en 1724, constituía hasta ahora su última obra. Así pues, el hallazgo del contrato para el retablo de San Juan de la Cruz aporta un interesante dato a la biografía de Maestre demostrando que éste seguía trabajando casi diez años después de lo que hasta ahora era su última producción, si bien su enfermedad, o quizás su fallecimiento debió tener lugar tras la realización de éste, pues mientras el primer pago lo cobra él personalmente, los siguientes, efectuados a partir de enero de 1733, son cobrados por sus hijos Diego Maestre y Salvador Romero, en nombre de su padre. 
   Sin embargo, a pesar de su tardía fecha, el retablo de San Juan de la Cruz, sigue manteniendo los rasgos característicos de su autor, que se muestra un profundo conocedor de la obra de Jerónimo Balbás, representante de corrientes innovadoras dentro de la retablística sevillana del siglo XVIII, en la que se introdujo el estípite, de los que son muestra los que proyectó para la Sillería de Coro de la Iglesia de San Juan de Marchena en 1714. Precisamente en el concurso para realizar el proyecto de dicha sillería pudo surgir la relación de Maestre con Balbás, ya que también el primero participó en la puja, y en este contacto es evidente que debió recibir las influencias del maestro, inspirándose en su obra para su propia producción: así los angelotes sobre frontones curvos que repite en todos sus retablos, el mismo tipo de talla, la venera que constituye el centro de los tableros de relieve, el penacho superior muy quebrado parecido al remate del Coro de Marchena, las asas que aparecen en los capiteles de los estípites principales, etc., son elementos que Maestre pudo tomar de Balbás. 
   Otros rasgos muy característicos de Maestre que vemos en este retablo, y anteriormente en los de la Virgen de las Aguas y en el de Carmona, son los estípites con la típica pirámide invertida rematada en semi­círculo y los medallones de relieve con San Pedro y San Pablo.
   Aunque el contrato del retablo estipula que en la rosca del arco Maestre debía hacer dos medallones en relieve con Santos de la devoción de la Priora, finalmente lo que ejecuta son las efigies de San Pedro y San Pablo, como es habitual en numerosos retablos, colocándose a San Pedro, Padre de la Iglesia, en el lado del Evangelio y San Pablo, apóstol de los gentiles, en el de la Epístola. Estas figuras ofrecen gran semejanza con las de la rosca del arco del retablo de la Virgen de las Aguas, y en ambas ocasiones Maestre nos muestra que poseía más cualidades como arquitecto de retablos, que como escultor.
    Mucha mayor calidad posee el relieve con la Cabeza degollada de San Juan Bautista, cuya autoría no parece corresponder a Maestre, ya que a parte del hecho de no ser nombrado en el contrato, su realización es más acabada y perfecta que los otros dos medallones. Una vez más San Juan Bautista es representado en relación con San Juan de la Cruz, reflejándose de esta manera el paralelismo existente entre ellos. 
 La representación de la cabeza del Bautista sobre una bandeja alude a la cita evangélica, según la cual, decapitado el Santo, su cabeza fue llevada en una fuente a presencia de Herodes Antipas, siendo este tema iconográfico muy popular y frecuentemente representado en la España barroca, destacando las versiones que sobre él hicieron artistas de la talla de Montañés. 
   La imagen titular de Teresa del Niño Jesús, o Teresa de Lisieux, como se la prefiere llamar para evitar confundirla con Santa Teresa de Jesús, representa a la Santa carmelita, nacida en 1873 en Alençon (Francia), que ingresa en el Carmelo de Lisieux, donde muere a los 24 años rodeada de una gran fama de santidad. Lleva en los brazos su principal atributo: un crucifijo y un ramillete de rosas aludiendo a lo que dice en su Autobiografía: "después de mi muerte haré llover rosas". Beatificada en 1923, fue canonizada a los dos años, siendo nombrada Patrona de las Carmelitas y promovida al rango de Patrona de Francia. 
   La actual escultura de la Santa corresponde a una imagen de la Virgen del Carmen del siglo XVIII, que ha sufrido una serie de transformaciones para adaptarla a su nueva iconografía, y ha debido ser colocada en este retablo muy recientemente, pues todavía en 1892 se hallaba en él la imagen de San Juan de la Cruz que hoy vemos en el retablo mayor, como se aprecia en una fotografía conservada en la Fototeca del Laboratorio de Arte. 
   La imagen de Santa Inés, situada sobre la repisa derecha, también ha sido objeto de numerosas transformaciones,  pues mientras su cuerpo parece obra de finales del XVII, su cabeza es bastante anterior, de comienzos de la misma centuria, apreciándose claramente la defectuosa unión entre el cuerpo y la cabeza.
   Efectivamente, la sobriedad de su rostro evoca el de los bustos relicarios del retablo de la Virgen de los Reyes, y contrasta con el dinamismo de los paños de su túnica, que tras recogerse formando una curva bajo el brazo derecho, caen hasta los pies.
   Sobre la repisa opuesta se encuentra la imagen de San Antonio de Padua con el Niño Jesús, sentado sobre un libro abierto, símbolo de sus facultades como predicador y doctor en Teología, en las que destacó notablemente. Estilísticamente las características formales de esta obra nos permiten considerarla una producción de mediados del XVIII.
   Finalmente en la hornacina superior del retablo hay una escultura de la Inmaculada, cuya cronología parece corresponder a la época del retablo, si bien su elevada colocación no nos permite un detallado estudio Su iconografía posee un rasgo duramente criticado por el erudito intérprete del Apocalipsis, Luis del Alcázar, cuando afirma que «la luna situada bajo los pies de la Soberana debe tener sus puntas vueltas hacia abajo, y no hacia arriba como la representan erróneamente algunos artistas», y se ve en esta imagen (María Luisa Cano Navas, El Convento de San José del Carmen de Sevilla. Estudio histórico-artístico. Universidad de Sevilla, 1984).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia
   Carmelita descalza, como Santa Teresa de Ávila, el nombre de Santa Teresa del Niño Jesús puede hacer que se la confunda con Santa Teresa de Jesús, por ello es preferible llamarla Santa Teresa de Lisieux.
   Nació en 1873 en Alençon, a los quince años ingresó en el convento carmelita de Lisieux, en Normandía, donde murió de tuberculosis a los veinticuatro años, en 1897, después de haber escrito su autobiografía, con el título Histoire d'une âme (Historia de un alma. La primera edición apareció en 1898 y había sido "retocada" con intenciones edificantes por la Madre Inés (Agnès) de Jesús. El convento carmelita de Lisieux decidió publicar en 1955 un facsímil del texto original de los cuadernos que caligrafiara la santa).
   Después de mi muerte, decía, "haré llover rosas", es decir, gracias del cielo. Beatificada en 1923 por el papa Pío XI, fue canonizada en 1925.
   En Lisieux se puso bajo su advocación una basílica monumental, y así, la localidad se convirtió en el sitio de peregrinación más popular de Francia, después de Lourdes.
   Es patrona de las carmelitas. Los misioneros la adoptaron como protectora, formando pareja con San Francisco Javier.
   En 1945 fue promovida, después de Juana de Arco, al rango de patrona de Francia.
ICONOGRAFÍA
   Está representada en hábito de carmelita, sostiene en los brazos un crucifijo y un manojo de rosas. Los pétalos de las rosas celestiales se desprenden y caen sobre la tierra en forma de lluvia (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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