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lunes, 27 de diciembre de 2021

La Ermita de San Juan Evangelista - Casa de las Artes, en Alanís (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Ermita de San Juan Evangelista - Casa de las Artes, en Alanís (Sevilla).        
   Hoy, 27 de diciembre, Fiesta de San Juan, apóstol y evangelista, hijo de Zebedeo, que junto con su hermano Santiago y con Pedro fue testigo de la transfiguración y de la pasión del Señor, y al pie de la cruz recibió de Él a María como madre. En su evangelio y en otros escritos se muestra como teólogo, habiendo contemplado la gloria del Verbo encarnado y anunciando lo que vio (s. I) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para Explicarte la Ermita de San Juan Evangelista - Casa de las Artes, en Alanís (Sevilla).
   La Ermita de San Juan Evangelista - Casa de las Artes, se encuentra en las inmediaciones del Castillo, en Alanís (Sevilla).
   Edificada en las proximidades del castillo, al parecer fue la primitiva parroquia de la localidad. Es de una sola nave de planta rectangular, con cuatro tramos marcados por tres arcos apuntados transversales y cabecera semicircular desviada con respecto al eje de la nave. Su fundación data del último tercio del XIV. Parcialmente destruida, en la actualidad no tiene culto (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     Tradicionalmente considerada como la primera parroquia de la localidad, erigida a la sombra y amparo del castillo, sus caracteres arquitectónicos hacen pensar en una cronología de la primera mitad del siglo XIV, aunque Hernández Díaz, Sancho Corbacho y Collantes de Terán citan -en 1939- una inscripción gótica en la que se daba como fundador del templo al caballero Cristóbal de Mosquera, en el siglo XV. En la Visita Pastoral de 1706, antes citada, se nos dice de ella que "está bien reparada y moderadamente compuesto su altar". A mediados del siglo XIX se hallaba en estado ruinoso, pues en una carta del párroco Manuel de Santarén fechada el 15 de junio de 1853 se dice que "parte de ella está en alberca, saltan por lo alto, hacen candela". Algunos años después, el mismo párroco solicita a la Secretaría de Cámar a del Arzobispado una ayuda de 2.000 reales, cantidad en la que los peritos alarifes de Alanís habían valorado la restauración de la ermita, por haberse hundido parte de ella”. En 1907, por la carta del párroco Antonio Martín de Alba fechada el 7 de marzo de ese año, sabemos que ya la ermita se había reparado.
     Arquitectónicamente se trata de un edificio de nave única, de planta rectangular dividida en cuatro tramos por medio de arcos transversales apuntados -modelo arquitectónico ampliamente difundido en la arquitectura medieval de las Sierras de Córdoba, Sevilla y Huelva- y rematada por un curioso ábside semicircular, más propio del románico que del mudéjar andaluz, cubriéndose todo ello por techumbre de madera. De gran interés resultan sus portadas, constituidas por arcos apuntados de cantería trasdosados por otros formados por cabezas de clavo, y relacionadas estilísticamente con las que dan acceso a la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves.
     En cuanto a las obras de arte que albergó este recinto sacro, sabemos por la carta antes citada del párroco Manuel de Santarén fechada en 1853, que en esa fecha estaban colocadas sobre unos poyos de material las esculturas de San Juan Bautista, San Juan Evangelista, San Antonio Abad, Santa Ana y Santa Brígida habiendo encontrado unos jóvenes en 1906 dentro de un tabique una escultura de Cristo Crucificado, al cual se le hicieron solemnes cultos con procesión -asistieron más de 2.000 personas según cuenta el párroco Antonio Martín de Alba para conmemorar su hallazgo. En 1936 desaparecieron todas estas esculturas, citando en 1939 los mencionados Hernández Díaz, Sancho Corbacho y Collantes de Terán una pintura mural con el tema del Bautismo de Cristo (Ayuntamiento de Alanís).
     Nos encontramos ante un edificio de arcos transversales de una sola nave, fechada en el primer tercio del siglo XIV por Hernández Díaz por la forma semicircular del ábside, la molduración del arco toral del presbiterio e incluso las portadas.
     La portada de poniente se compone de sencillo imafronte rematado por espadañas con ojo de buey de tipo mudejárico, posiblemente provista de porche en época anterior. La otra portada, la del lado evangélico, presenta molduración, recordando los modillones cordobeses. La tradición oral habla de la salida de algunas familias de su pobreza gracias a reveladores sueños sobre un mítico tesoro de alhajas en el seno de la ermita, así como de varias galerías subterráneas desde el cerro a otros lugares.
     Este espacioso edificio de arcos transversales del tipo de la Sierra está distribuido en una gran nave. El estudio de la planta revela ante todo la originalidad del torcimiento de su eje en la cabecera, en la horma varias veces repetida en monumentos medievales españoles, que tanto ha dado que opinar a críticos e historiadores.
     Ofrece, además de la orientación tradicional, la disposición semicircular del ábside, poco frecuente por la zona. El alzado delata la robustez extraordinaria de la fábrica en contraste con el conjunto arquitectónico de las obras de la época en la religión andaluza. Sus cubiertas son de madera, reconstruidas en 1906. La inscripción gótica que se publica, situada en el muro de la epístola del antepresbiterio, es bastante explícita al transmitirnos las noticias fundamentales que transcritas quedan. Si hubiéramos de atender objetivamente al edificio, es indudable que habríamos de retrotraer su fecha quizás al primer tercio del siglo XIV.
     En el presbiterio se encuentra una pintura mural representando el bautismo de Jesús en el Jordán, muy mal conservada, pero de fecha quizás no muy lejana a la que revela la inscripción aludida.
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Juan Evangelista
   Apóstol y evangelista al mismo tiempo, en la Iglesia griega lo denominan Theologos porque ha probado la divinidad de Jesucristo mejor que nadie. Esta expresión en inglés fue traducida Divine y en ruso Bogoslov, palabras que se asociaron a su nombre.
LEYENDA
   Era hijo del pescador Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor.
   Después de haber seguido la predicación de san Juan Bautista, fue llamado por Cristo al mismo tiempo que su hermano Santiago. Aquél lo eligió como uno de los Doce apóstoles y se convirtió en el discípulo preferido.
   Asistió a las Bodas de Caná, y la leyenda incluso pretende que haya sido el novio. Es uno de los tres apóstoles que acompañaron a Cristo en el monte Tabor, durante su Transfiguración, y en el de Los Olivos, durante su agonía. Durante la Santa Cena, apoyó la cabeza sobre el pecho de su maestro, quien luego, desde lo alto de la cruz, le confiaría la misión de cuidar de su madre. Un grupo de heréticos del siglo XVI que interpretaron de manera literal las últimas recomendaciones de Jesús a su madre «Mujer, he aquí a tu hijo», pretendieron que san Juan era un hijo de la Virgen.
   Cuando supo que el cuerpo de Cristo ya no estaba en la tumba, corrió al Santo Sepulcro con san Pedro.
   Cuando murió la Virgen, a quien llevara consigo a Éfeso, a su casa, el santo fue el encargado de llevar ante su féretro la palma que un ángel trajera desde el Paraíso.
   Predicó el Evangelio en Judea y Asia Menor. En Roma, donde residía durante la persecución de Diocleciano, fue sumergido en un caldero de aceite hirviente que le hizo el mismo efecto que un baño refrescante. «El aceite hirviente -escribió Ribadeneira- se convirtió en rocío del cielo y Juan salió de la cuba más sano de lo que entrara, como el oro que se retira del horno.»
   Acusado de magia, se exilió en la isla de Patmos, una de las Espórades, don­de habría escrito el Apocalipsis.
   Después de la muerte del emperador Domiciano, fue autorizado a regresar a Éfeso. El sumo sacerdote del templo de Diana le hizo beber una copa de veneno que había fulminado a dos malhechores poco antes; pero él hizo la señal de la cruz y absorbió el contenido sin experimentar daño alguno. Fue en Éfeso donde, a la edad de noventa años, habría escrito el cuarto Evangelio.
   La historia de su muerte y su ascensión presenta semejanzas con la leyenda de la Virgen que no son fortuitas, ciertamente. Ambos son advertidos por un ángel de su próxima muerte. Los discípulos no encuentran su cuerpo en la tumba que había cavado él mismo, y desde la cual había emprendido el vuelo hacia el Paraíso. 
   Esta tradición, popularizada por la Leyenda Dorada, procede de la interpretación errónea de un pasaje de su Evangelio (21: 22) 1. En el canto XXV del Paraíso, Dante pone en boca del apóstol un desmentido a esta leyenda, san Juan declara formalmente que la Ascensión corporal ha sido reservada a Cristo y a la Virgen.
   Según la crítica moderna, el Apocalipsis no pudo ser del mismo autor que el cuarto Evangelio, y ni uno ni otro serían obra del apóstol san Juan. El Apocalipsis fue atribuido a su homónimo, el presbítero Juan, que lo habría redactado entre los años 90 y 125.
CULTO
   Está considerado como un mártir, aunque haya sobrevivido al baño de aceite hirviente, y la ausencia de su osamenta no lo ha perjudicado más que a la Virgen María. Por un infrecuente privilegio, la Iglesia le ha consagrado dos fiestas, una de las cuales corresponde al suplicio de la Puerta Latina y la otra a su natalicio, es decir, a su muerte.
Lugares de culto
   En el Mediterráneo oriental, el culto de san Juan tenía como centro principal la ciudad de Éfeso donde murió, y la isla de Patmos en el Dodecaneso, donde estuvo desterrado.
   En Patmos, donde san Cristódulo fundó en el siglo XI un monasterio puesto bajo la advocación de San Juan, se muestra la gruta donde tuvo sus visiones y donde habría escrito el Apocalipsis; y la piedra hueca engastada en un nimbo de plata, que le sirviera de almohada, y el peñasco desde el cual habría arrojado al mar al falso sacerdote Kynops.
   En Occidente, su culto se desarrolló naturalmente en Roma, en cuya Puerta Latina habría padecido el suplicio del baño de aceite hirviente. En ese lugar se edificó un oratorio que se puso bajo la advocación de S. Giovanni in Oleo. Pero la principal iglesia edificada en su honor es la basílica de San Juan de Letrán (San Giovanni in Laterano), que entre otras reliquias pretendía poseer «la taza donde estaba el veneno que le hicieron beber».
   Entre las otras iglesias que se le dedicaron en Italia, citemos las de Bolonia (S. Giovanni in Monte), Pistoia (S. Giovanni Evangelista), Forcivita (Fuor­ civitas) -llamada así porque estaba situada extramuros de la ciudad-, Parma y Rávena.
   En Francia, se puso bajo su advocación la catedral de Besançon; en España, la iglesia de San Juan de los Reyes, en Toledo, fue decorada en su honor con gigantescas águilas heráldicas; en Alemania, se le consagró la catedral de Magdeburgo y en Holanda la de Bois le Duc.
   San Eduardo el Confesor, que le profesaba una particular devoción, difun­dió su culto en Inglaterra.
Patronazgos
   Presunto autor de uno de los cuatro Evangelios y del Apocalipsis, san Juan era el patrón de los teólogos, y en general, de los escritores. Sus numerosos pa­tronazgos de corporaciones se explican casi todos por el suplicio en la Puerta Latina. La cuba de aceite hirviente donde fue sumergido, le valió el voto de los bataneros, tintoreros y armeros, particularmente expuestos a las quemaduras, los candeleros o fabricantes de cirios que hacían hervir el sebo y vendían aceite de quemar, los aceiteros o propietarios de molinos y lagares de aceite (Ólmüller). 
 Con el nombre de san Juan Puerta Latina, también es patrón de los impresores, libreros, encuadernadores, papeleros, copistas de manuscritos, grabadores al buril o talla dulce, porque casi todos los libros de la Edad Media estaban escritos en latín, o quizá porque san Juan aparece representado con frecuencia escribiendo el Apocalipsis junto a su águila, de cuyo cuello pende un tintero. Pero estos patronazgos pueden explicarse, más simplemente, como los anteriores, por la cuba de aceite donde fue inmerso. Los impresores empicaban una tinta oleosa que han comparado con el aceite. Otro tanto ocurre con los grabadores. La tela que emplean los fabricantes de papel se ma­cera en cubas y los encuadernadores también emplean pieles curtidas en cubas de madera. 
    Además, el nombre Puerta Latina le habría valido, a causa de un horrible juego de palabras, el culto de los viticultores de Borgoña, quienes portent la tine (llevan la tina), es decir, un cuévano de racimos. Al menos es la explicación corriente de ese patronazgo, y el abuso con los juegos de palabras en iconografía da a esta hipótesis apariencia de verosimilitud. No obstante, una inicial historiada del Misal dominico de la Biblioteca de Clermond (siglo XIII), donde el caldero de aceite tiene la forma de un tonel (dolium), sugiere otra posibilidad: quizá lo que haya dado nacimiento a este patronazgo, al igual que al de los toneleros, sea el hecho de que el caldero tiene forma de barrica, y que en su interior san Juan, con el torso desnudo, se asemeja a un vinicultor pisando uva.
   En suma, es la cuba de aceite hirviente la que originó casi todos los patronazgos de tan diversos oficios. Y también por esta razón san Juan era invocado contra las quemaduras.
   Sin embargo, algunos de estos padrinazgos tiene otro origen. Puesto que Cristo le había confiado a su madre, la Santísima Virgen, desde lo alto de la cruz, se convirtió en Virginis custos y por extensión en Virginum custos, es decir, protector de las vírgenes y de las viudas.
   A causa de la leyenda de la copa de veneno, san Juan también protegía contra los venenos. Se llamaba vino de san Juan (Johannesminne) a un sacramental que protegía contra el veneno, y en general, contra las intoxicaciones alimentarias. Es a este título que a veces san Juan aparece representado en las fachadas de las farmacias (por ejemplo en Romans, en el Delfinado), formando pareja con Esculapio, el dios médico, quien también tiene como atributo una serpiente.
   Otro de sus milagros, la transmutación de las cañas en oro y de los pedruzcos en piedras preciosas le ha valido el patronazgo de los alquimistas en bus­ca de la piedra filosofal.
ICONOGRAFÍA
   La iconografía de san Juan ofrece dos tipos muy diferentes. En Occidente, por lo general se lo representa joven e imberbe: es el más joven de los doce apóstoles, el virginal (parthenios), mientras que en el arte bizantino aparece con los rasgos de un anciano de barba blanca (presbytes). Esta segunda representación se basa en el versículo de Juan, 21: 22: donde Jesús dice: «... Si yo quisiera que éste permaneciese hasta que yo venga...», del cual procede la creencia en la longevidad de Juan, e incluso la de que escaparía a la muerte.
   Sus atributos más constantes y característicos son el águila, la copa de veneno, el caldero de aceite hirviente y la palma del Paraíso.
   1. A título de autor de un Evangelio y del Apocalipsis, tiene como atributo un águila que le sirve de pupitre o le presenta un tintero en el pico. En las miniaturas carolingias, a veces él mismo está representado con cabeza de águila (aétocéphale).
   2. En los ciclos de los apóstoles tiene como emblema una copa envenenada de la que escapa el veneno exorcizado por una señal de la cruz, en forma de dragoncillo de una o varias cabezas.
   El atributo de la copa envenenada, que apareció tardíamente, en el siglo XIII, es muy infrecuente en la pintura italiana, que lo ha reemplazado con un libro.
   En el siglo XVII ya no se comprendía el significado del dragoncillo alado, símbolo del poder del veneno, alzándose de la copa, y desapareció en las obras de Lanfranc, Zurbarán y Rubens. 
   Puesto que de acuerdo con la tradición recogida por el Seudo Isidoro de Sevilla, se había intentado envenenar a san Juan empleando un cáliz eucarístico, la copa envenenada con frecuencia tiene la forma de un cáliz donde, en lugar del dragón, encima del recipiente se representa una hostia. Esta variante se explica por un despropósito iconográfico y una contaminación con los atributos habituales de santa Bárbara.
   3. El caldero de aceite hirviente recuerda el suplicio de la Puerta Latina.
   4. La palma que sostiene san Juan no es en absoluto la del martirio, sino la que un ángel había llevado a la Virgen, y que ésta, en su lecho de agonía, le confió para que la llevase ante su féretro en el funeral, con el objeto de espantar a los demonios. No es un atributo constante, como la copa, sino ocasional, reservado a tres temas bien determinados: el Tránsito, el Enterramiento y la Asunción de la Virgen (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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