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domingo, 12 de septiembre de 2021

La Iglesia de Santa María de Jesús, en Lebrija (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Santa María de Jesús, en Lebrija (Sevilla).
  Hoy, 12 de septiembre, se conmemora el Dulcísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen María. En este día se recuerda el inefable amor de la Madre de Dios hacia su santísimo Hijo, y su figura de Madre del Redentor es propuesta a los fieles para su veneración [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de Santa María de Jesús, en Lebrija (Sevilla).
   La Iglesia de Santa María de Jesús, se encuentra en la calle Corredera, 2; en Lebrija (Sevilla).
   Originalmente fue la iglesia del convento de la Orden Tercera de San Francisco, fundado bajo la advocación de Santa María de Jesús en el segundo cuarto del siglo XVI. Las obras de la iglesia abarcaron desde esa época hasta el primer cuarto del siglo XVII, habiéndose reedificado y ampliado la nave del templo a finales del siglo XVIII. A la primera etapa constructiva corresponden el presbiterio, la sacristía y la portada del muro derecho. El cuerpo de la nave, reedificado a finales del siglo XVIII, se cubre con una bóveda de cañón con lunetos y arcos fajones, y el presbiterio, de planta cuadrada, con una artesa de ocho paños de principios del siglo XVII. La sacristía, situada detrás del altar mayor, corresponde asimismo a la primera etapa constructiva. De planta rectangular, la compartimenta en dos espacios paralelos un gran arco de medio punto con el intradós decorado con yeserías en forma de cartones recortados. Los dos espacios que la configuran se cubren por medio de vigas de madera con azulejos por tabla de principios del XVII, fecha que hay que fijar para toda la sacristía. A finales del siglo XVIII, y coincidiendo con la reedificación del cuerpo de la nave, se abrieron cuatro capillas, comunicadas entre sí, en el muro izquierdo configurando así una segunda nave. De esa misma época es el coro, situado en alto, a los pies de la nave. La portada del muro derecho, labrada en piedra, se fecha a principios del siglo XVII. La constituye un vano adintelado entre pilastras rematadas en ménsulas que soportan un entablamento sobre el que se sitúa un frontón curvo con remates en forma de esfera en cuyo tímpano aparece un relieve de la Virgen con el Niño.
   El retablo mayor consta de banco, un cuerpo de tres calles compartimentadas por estípites y ático. Es obra del segundo cuarto del siglo XVIII que posiblemente realizó la familia Santamaría Navarro, y que se policromó en el tercer cuarto de ese mismo siglo. En la hornacina central aparece la escultura de Santa María de Jesús, imagen de candelero del siglo XVII, y en las calles laterales las de San Miguel y San Roque, estas últimas del momento del retablo. De esa misma fecha son las esculturas de San Fernando, San Francisco y dos santas franciscanas que aparecen en el ático. En el lado derecho del presbiterio se sitúa un retablo-hornacina, de madera sin dorar, de un solo cuerpo y ático de fines del siglo XVIII, en el que aparece una imagen de candelero de la Virgen del Carmen, de ese momento. A continuación, y ya en el muro de la nave, se halla un retablo de madera sin dorar del tercer cuarto del siglo XVIII, que consta de banco, un cuerpo de tres calles y ático. En el banco figura un grupo escultórico de barro policromado del Nacimiento, fechable en el tercer cuarto del XVIII; en la hornacina central se sitúa una escultura de Santa Ana con la Virgen de hacia 1600, repolicromada en la fecha de ejecución del retablo, y en las calles laterales aparecen las esculturas de San Joaquín, del momento del retablo, y de Santa Rita, imagen de candelero de !a segunda mitad del XVIII. El siguiente retablo es obra de hacia 1650, habiéndose repolicromado y altera­do parcialmente su estructura en el tercer cuarto del XVIII. En el banco aparece una pequeña pintura sobre tabla del Buen Pastor del momen­to del retablo. En la hornacina central se sitúa una imagen de candelero de Santa Rosa de Lima de la época de reforma del conjunto, y en el ático figura un lienzo del Niño Jesús, de la misma fecha. A los pies de la nave se halla un retablo-hornacina de hacia 1730 en el que aparece la imagen del Cristo de la Buena Muerte, crucificado de la segunda mitad del siglo XVI.
   En el lado izquierdo del presbiterio se sitúa un retablo-marco del segundo cuarto del siglo XVII, en cuyo centro aparece, flanqueado por estípites, un lienzo de la Inmaculada del primer cuar­to del XVII muy restaurado en la época de su inserción en el conjunto. Ya en el muro de la nave, en primer lugar se halla un retablo de un solo cuerpo, con hornacina central flanqueada por medias columnas salomónicas y ático, fecha­ble en el último tercio del siglo XVII. En la capilla de Nuestra Señora de los Dolores, situada a la cabecera de la nave adosada al muro izquierdo de la iglesia, figura un retablo-hornacina de hacia 1700, reformado en 1760, en el que se sitúa una imagen de candelero de esa advocación de mediados del XVIII. A continuación se encuentra un retablo de hacia 1700 que se compone de banco, un cuerpo con hornacina central flanqueada por columnas salomónicas y ático, en el que aparece una imagen de candelero de la Virgen del Rosario, del XVIII. El retablo siguiente se fecha hacia 1780 y es un claro ejemplo de la transición del rococó al neoclásico. En la hornacina central, flanqueada por pares de columnas corintias decoradas con rocallas, aparece una escultura de San José con el Niño del momento del retablo. El siguiente, compuesto de un solo cuerpo con hornacina central flanqueada por columnas salomónicas y ático, es de fines del siglo XVII, situándose en él una imagen de candelero de la Virgen de la Soledad del XVIII. El último retablo de la nave se fecha en el segundo cuarto del siglo XVII y consta de un solo cuerpo con hornacina central flanqueada por columnas corintias estriadas y ático. En él se sitúan las imágenes de candelero del siglo XIX de Santas Justa y Rufina (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
   Originalmente formó parte del convento de la Orden Tercera de San Francisco, fundado bajo la advocación de Santa María de Jesús en el siglo XVI.
   Las obras de la iglesia abarcaron desde esa época hasta finales del XVIII. Su planta de dos naves, una principal y otra lateral, es un ejemplo poco usual. También posee dos portadas. La principal, del siglo XVIII, junto a un atrio con acceso desde la plaza de España, y una lateral, del siglo XVII, hacia calle Corredera.
   A la primera etapa corresponden el presbiterio, la sacristía y la portada del muro derecho. El cuerpo de la nave, reedificado a finales del XVIII, se cubre con una bóveda de cañón. La sacristía, situada detrás del altar mayor, es de planta rectangular. La divide en dos espacios paralelos un gran arco de medio punto decorado en yesería. Los dos espacios se cubren por medio de vigas de madera con azulejos de principios del XVII, cronología que hay que fijar para toda la sacristía. 
    A finales del siglo XVIII se abrieron en el muro izquierdo de la nave cuatro capillas, comunicadas entre sí, que configuran una segunda nave. De esa misma etapa es el coro, situado en alto, a los pies de la nave. La portada del muro derecho, labrada en piedra, es de principios del siglo XVII y posee en su tímpano un relieve de la Virgen con el Niño. 
   Del conjunto escultórico de este templo destaca un Crucificado del siglo XVI atribuido a Juan Bautista Vázquez el Viejo. El retablo mayor, atribuido al taller de los Navarro (siglo XVIII), se sitúa bajo una interesante cúpula de madera policromada del siglo XVI, y el retablo de San José, de estilo rococó (finales del siglo XVIII).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía del Dulce Nombre de la Bienaventurada Virgen María;
Los nombres de la Virgen
   Los vocablos que se emplean para invocar a la Virgen María son tan numerosos como los que designan a Cristo. Los más difundidos son María, Madre de Dios, Virgen Santa, Nuestra  Señora.
1. María
   María es la transcripción latina del nombre hebreo Miriam (Mariam), que significa "gorda" y en consecuencia «bella» (speciosa), de acuerdo al ideal de belleza de los judíos y de los orientales en general.
   Ese nombre, impuesto a la Virgen quince días después de su nacimiento, como era la costumbre con las mujeres, fue elegido en homenaje a la hermana de Moisés, la única mujer llamada así en el Antiguo Testamento.
   El nombre de pila provenzal Mireille, forjado por el poeta Mistral, nada tiene en común con Miriam o María.
   En la mayoría de las naciones cristianas María, cuyo patronazgo se consideraba más poderoso que el de cualquier otra santa, es el nombre de pila femenino más usual. Se le da no sólo a las mujeres sino también a los hombres, asociado con otro nombre masculino (vgr. José María, Juan María). No obstante, en dos países muy católicos, España y Polonia, estaba prohibido emplearlo porque se consideraba tabú al igual que el de Jesús.
   Por eso, el nombre María fue reemplazado en España por alusiones indirectas a sus fiestas y a las órdenes que le están consagradas. Esos sustitutos reverenciales son muy numerosos: Concepción, cuyo diminutivo es Concha, recuerda a la Inmaculada Concepción; Dolores o más familiarmente Lola, a los siete Dolores de la Virgen; Asunción alude a la asunción de la Virgen; Carmen y Mercedes son homenajes a las órdenes del Carmelo y de La Merced, que se consagraban especialmente a Nuestra Señora; el nombre Pilar conmemora la devoción a la célebre virgen del Pilar de Zaragoza. Todos esos nombres de pila femeninos se sobreentienden sin que se deba pronunciar el santo nombre de María, oculto pero presente, como la hostia en el tabernáculo, y en verdad significan María del Carmen, de las Mercedes, de los Dolores, del Pilar. Agreguemos que Soledad recuerda a la Virgen de la Soledad, Rosario la devoción del Rosario, Consuelo a la Virgen de la Consolación.
   Lo mismo ocurrió en Polonia, donde por reverencia  a la Santísima Virgen, estaba prohibido dar a las niñas el nombre María. Cuando el rey Ladislao IV se casó con María Luisa de Nevers, en el contrato matrimonial estipuló que su esposa renunciaría a su primer nombre que resultaba chocante para los polacos, y que sólo conservaría el segundo, Luisa.
   El nombre María es frecuente en la onomástica geográfica o toponimia. En Francia numerosas localidades se llaman Dammarie Donnemarie (Domina Marie). En Alemania, además de las formas habituales: Marienburg, Marienwerder que son legión, también se encuentran casos en que Marien se disimula bajo las formas Märgen, Mergen. Por ejemplo en Mergentheim, o más simplemente Mar en Markirch, transcripción alemana de Santa María de las Minas, en Alsacia.
   Los Padres de la Iglesia y los teólogos de la Edad Media, muy apasionados con las etimologías fantásticas (porque entonces la etimología no era más que una forma del juego de palabras), emplearon su ingenio para adivinar el origen del nom­bre María.
   La mayoría de ellos pensó, naturalmente, en la palabra latina mare, mar. Para san Anselmo, María significa señora o soberana de la mar (Domina maris). Según san Jerónimo y san Bernardo, sería la estrella del mar (Stella Maris); el vocablo hebreo Miriam o Mariam se dejaría interpretar más bien como Stilla maris, gota del mar (iam: mar en hebreo).
   Otros han buscado conexiones, igualmente infundadas, con mirra, perfume de oriente que servía para embalsamar a los muertos y volver incorruptibles sus cuerpos.
   Los teólogos no se contentaron con estas fantasías etimológicas. Con las cinco letras combinadas del nombre María compusieron letanías o laudes en forma de acrósticos, en honor de la Santa Virgen.
   Gracias a ese sistema de prestidigitación verbal, muy del gusto de la Edad Media, pueden extraerse de las letras de María tomadas como iniciales, por ejemplo los nom­bres de sus cinco prefiguraciones del Antiguo Testamento: Mirian, la hermana de Moisés que cantó la liberación del pueblo hebreo después del paso del mar Rojo; Ana, madre de Samuel que consagró su hijo al Señor; Raquel, que lloró a sus hijos; Judit, que liberó su nación  decapitando  a Holofernes;  Abigail,  que supo aplacar la cólera del rey David.
   Con esas mismas letras, san Buenaventura divide un rosario de alabanzas de la Virgen a la que saluda con los títulos mediatrix, auxiliatrix, reparatrix, illuminatrix, advocata.
   Otros se ingenian para extraer nombres de flores: margarita, ancolía, rosa, eglantina.
   Finalmente, el dominico Pedro de Udine compuso con las letras del nombre María un brillante ramo de piedras preciosas: margarita (perla), adamas (diamante), rubinus (rubí), iaspus (jaspe), amethistus (amatista).
2. La Madre de Dios
   Con frecuencia María es invocada con el nombre de Madre de Dios. Los griegos la llamaban Theotokos, los latinos Mater Dei, Deipara, Dei Genetrix. En francés arcaico se deáa La Mère-Dieu, que corresponde al latín Mater Dei, con Dios en genitivo como en La Chaise-Dieu (Casa Dei), Hotel-Dieu (Hospitium Dei). En italiano Madre di Dio, en castellano Madre de Dios, corresponden al inglés Godmother, al alemán Muttergottes, Gottesgebärerin, al polaco Matka Boska. La transcripción rusa de Theotokos es Bogomater o Bogoroditsa.
3. La Santísima Virgen
   Esta  tercera  denominación  está representada en griego por Parthenos o Panagia (la santísima), en latín por Sanctissima Virgo. Los italianos dicen Maria Vergine, los españoles La Santísima Virgen, los ingleses The Blessed Virgin, los alemanes Die heilige Jungfrau, los holandeses De Heilige Maagd, los rusos Presviataia Deva.
4. Nuestra Señora
   La Edad Media tomó al fin el bello nombre de Nuestra Señora del lenguaje caballeresco. Con él, todos los cristianos se reconocían como vasallos de la Madre de Cristo. Esta denominación fue popularizada por san Bernardo y la orden del Cister. Bajo ese nombre (Notre Dame) están todas las iglesias de Francia consagradas a la Virgen.
   Todas las lenguas han adoptado esa expresión de homenaje que en italiano se convirtió en Nostra Signora, en castellano Nuestra Señora, en inglés Our Blessed Lady, en alemán Unsere Liebe Frau, en holandés Onze Lieve Vrouw, en danés Vor Frue. En Alemania se llama Liebfrauenkirchen a las iglesias dedicadas a Nuestra  Señora.
5. La Madona
   Es necesario subrayar, no obstante, la preferencia de los italianos por Madonna (Mi Señora, o Mi Dama), que pasó al francés en el siglo XVII, hacia 1640, bajo la forma Madone. La fortuna de esa breve y armoniosa expresión ha sido tal que en la época moderna casi ha suplantado a Notre  Dame.
   Esta lista no agota el onomástico de la Virgen María que también es invocada con otros nombres. Los bizantinos le dedicaron iglesias bajo los títulos de Panagia, Hodigitria, Nikopoia e incluso Pantanassa (la Virgen Reina, la Reina de las Reinas). Peribleptos (La Brillante), se encuentra en la advocación  de dos iglesias de Mistra, en  el Peloponeso (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Solemnidad del Dulce Nombre de María;
   La propagación de la devoción al Santísimo Nombre de Jesús por parte de dominicos, con las Hermandades del Dulce Nombre, y de franciscanos en sus predicaciones populares, tales como las de San Bernardino de Siena, abrió naturalmente el camino para una conmemoración similar del Santo Nombre de María. Fiesta de origen ibérico, fue aprobada con Oficio propio por Julio II della Rovere en 1513 para la Diócesis de Cuenca, y señalada el quince de septiembre, Octava de la Natividad. Suprimida en la reforma litúrgica de San Pío V Ghislieri, por decreto de Sixto V Peretti de dieciséis de enero de 1587, fue rehabilitada y trasladada al diecisiete de septiembre. En 1622 fue extendida a la Archidiócesis de Toledo por Gregorio XV Ludovisi. Aunque después de 1625 la Congregación de los Ritos titubeó durante un tiempo conceder más extensiones de la fiesta, sabemos que era celebrada por los trinitarios españoles en 1640 y que fue concedida a Austria como doble de segunda clase el uno de agosto de 1654. En 1666 los Carmelitas Descalzos recibieron la facultad de recitar el Oficio del Nombre de María cuatro veces al año con la categoría de doble. Finalmente, fue concedida a toda España, al Reino de Nápoles y al Milanesado el veintiséis de enero de 1671.  Inocencio XI Odescalchi la introdujo en el calendario general de la Iglesia Latina con la categoría litúrgica de duplex majus por decreto del veinticinco de noviembre de l683 tras la victoria de Viena sobre los turcos por las fuerzas de Juan Sobieski, rey de Polonia, y la asignó al domingo después de la Natividad de María. De acuerdo al decreto del ocho de julio de 1908, cuando la fiesta no pudiera ser celebrada en su propio domingo porque éste lo ocupara una fiesta de mayor jerarquía, debería trasladarse al doce de septiembre, el día aniversario de la victoria de Sobieski, fecha en que fue fijada en la reforma del calendario de San Pío X Sarto de 1911. Aunque esta fiesta fue suprimida en el Misal Romano de 1969, se repuso en la edición del año 2002, bajo San Juan Pablo II Wojtyla, entre las memorias libres marianas. La oración colecta de la misa es la siguiente: “Concédenos, Dios omnipotente, que el glorioso nombre de la bienaventurada Virgen María que ahora celebramos, nos obtenga los beneficios de tu misericordia”. La superoblata: “Por la intercesión de la siempre Virgen María, te pedimos, Señor, que aceptes estos dones que te presentamos, y nos transformes a quienes veneramos tu Santo Nombre”.  La postcomunión: “Concédenos, Padre, alcanzar la gracia de tu bendición por intercesión de María, la Madre de Dios, para que, quienes hemos celebrado su nombre venerable obtengamos su auxilio en todas nuestras necesidades” (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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