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viernes, 10 de septiembre de 2021

El panel cerámico "San Nicolás de Tolentino", anónimo, en el Vestíbulo del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el panel cerámico "San Nicolás de Tolentino", anónimo, en el Vestíbulo, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla. 
     Hoy, 10 de septiembre, en Tolentino, lugar del Piceno, actual región de Las Marcas, también, en Italia, San Nicolás, presbítero, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, el cual, fraile de rigurosa penitencia y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás, se autoimponía muchas veces la penitencia de otros (1305) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
    En el Vestíbulo del Museo de Bellas Artes podemos contemplar el panel cerámico "San Nicolás de Tolentino", anónimo, siendo un azulejo plano policromado en estilo barroco, realizado hacia 1670, con unas medidas de 13'00 x 13'00 cms, cada pieza (1'04 x 1'69 el total del panel), procedente de la fachada de la Iglesia del Convento de Nuestra Señora del Pópulo de Agustinos Descalzos, Sevilla, en el siglo XX.
     Este fragmento de un grabado de Tortolero (1738) que reproduce la Entrada en Sevilla de Felipe V, nos permite integrar virtualmente los paneles de la fachada del extinguido convento de Nuestra Señora del Pópulo en su ubicación primitiva. El convento agustino edificó su iglesia en la segunda mitad del siglo XVII. Este conjunto de fachada, como otros contemporáneos, es obra anónima de gran calidad técnica y artística realizada probablemente por pintores que hacen incursiones esporádicas en la cerámica más que por artesanos azulejeros (web Retablo Cerámico).
     El impetuoso desarrollo de la pintura sevillana de caballete de tema religioso durante el siglo XVII unido a la afianzada tradición cerámica existente en la ciudad tras las experiencias enriquecedoras del siglo anterior, dan lugar a un incremento inusitado de los paneles de azulejos concebidos como cuadros aislados y destinados a ser colocados en el exterior de los edificios, visibles desde los espacios públicos que quedan de ese modo sacralizados.
   Este fenómeno de iconografía devocional que ya en el siglo XVI había tenido manifestaciones diversas en paneles sobre portadas, espadañas o torres, experimenta un auge durante la segunda mitad del siglo XVII dando lugar a la realización no sólo de cuadros aislados sino también de conjuntos de paneles organizados que materializan la parte icónica de lo que frecuentemente se ha llamado la fachada-retablo -en este caso retablo pictórico- tan característica del barroco español e hispano-americano.
   De los tres conjuntos más espectaculares: la fachada de la iglesia del hospital de la Santa Caridad, la del convento de San Francisco de Paula y la del de Nuestra Señora del Pópulo, el último de ellos, tal vez el de mejor calidad pictórica, fue desmontado al demolerse el edificio en este siglo y trasladado por fortuna al Museo de Bellas Artes donde hoy podemos contemplar por separado sus paneles. El conjunto de la fachada de la iglesia del Hospital de la Caridad, el más conocido de los tres, es el único realizado en azul sobre fondo blanco. El de San Francisco de Paula es polícromo pero ligeramente inferior en su calidad pictórica al del Pópulo que de esa forma se convierte en un grupo de paneles de especial valor con la única limitación de su desvinculación del contexto original.
   Esta tradición de los paneles pictóricos se prolonga en el siglo XVIII. El estilo se hace menos culto y la calidad técnica a veces desciende pero el fenómeno se divulga y a él acceden capas sociales medias antes marginadas como clientes de este tipo de pintura. Un caso de ex­cepcional calidad lo constituye el panel de Cristo camino del Calvario del vestíbulo del Museo.
   Un fragmento de un grabado de Tortolero (1738) que reproduce la Entrada en Sevilla de Felipe V, nos permite integrar virtualmente los paneles de la fachada del extinguido convento de Nuestra Señora del Pópulo -hoy fuera de su contexto original- en su ubicación primitiva. El convento agustino edificó su iglesia en la segunda mitad del siglo XVII. Este conjunto de fachada, como otros contemporáneos, es obra anónima de gran calidad técnica y artística realizada probablemente por pintores que hacen incursiones esporádicas en la cerámica más que por artesanos azulejeros (Alfonso Pleguezuelo Hernández, Cerámica, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Nicolás de Tolentino, presbítero;  
LEYENDA
   Predicador y taumaturgo de la orden de los ermitaños de san Agustín, nació en Las Marcas, cerca de Ancona, en 1249 y falleció en 1305.
   En su bautismo recibió el nombre «Nicolás» porque sus parientes habían im­plorado su nacimiento ante la tumba de san Nicolás, en Bari.
   Cuando iba a la iglesia por las noches lo guiaba una estrella, de ahí que se lo represente con una estrella que brilla sobre su pecho.
   Mientras estaba enfermo habría recibido un pan milagroso de manos de la Virgen. Él, a su vez, curaba a los enfermos con panes que él mismo bendecía. Y metamorfoseó pan en rosas.
   Su milagro más popular es la resurrección de tres perdices asadas. Nunca comía carne, como estaba debilitado por la enfermedad, los monjes de su convento quisieron reconfortarlo con un paté de perdigones, y éstos, asados y todo, escaparon volando.
   Una noche se le apareció un fantasma que le pidió que dijera misa por los muertos; como el santo vacilaba, le mostró las almas gemebundas que imploraban su compasión. Dijo la misa solicitada, y a la noche siguiente las al­mas liberadas entraron en su celda para darle las gracias.
   En España se contaba que durante la peste de 1602 Cristo se había des­prendido de un crucifijo para abrazar la imagen de san Nicolás.
CULTO
   Canonizado en 1445, en 1505 fue elegido por Margarita de Austria, quien lo prefirió a san Filiberto, como patrón de la capilla funeral de Brou les Bourg en Bresse, porque su marido, Filiberto el Bello, duque de Saboya, inhumado en dicha iglesia, había muerto el día de su fiesta.
   Como san Sebastián y san Roque, pertenecía a la categoría de los santos antipestosos. Se lo invocaba contra la peste y también contra la fiebre.
   Para curar a los enfermos o aliviar a las mujeres en trabajo de parto, en los conventos se distribuía el Pan de san Nicolás que había que comer mojado en un vaso de agua.
   Hundido en el mar, dicho pan calmaba las tempestades; arrojado al fuego, apagaba los incendios.
   San Nicolás también era el patrón de los agonizantes y de las almas del Purgatorio.
ICONOGRAFÍA
   Está vestido con un hábito negro de la orden agustina, constelado de estrellas, que ajusta con un cinturón de cuero. Una estrella brilla sobre su pecho y en la mano tiene un crucifijo florecido de lirios.
   Está caracterizado, además, por un cesto de pequeños panes que lleva un ángel en una bandeja, de la cual escapan perdigones asados que acaban de resucitar.
   En el cielo, aparece un cometa entre su lugar de nacimiento y Tolentino. Como san Judas, también tiene como atributo las almas del Purgatorio que le ruegan entre las llamas (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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