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miércoles, 29 de septiembre de 2021

El antiguo Monasterio de San Miguel de la Breña, en Alanís (Sevilla)

       Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el antiguo Monasterio de San Miguel de la Breña, en Alanís (Sevilla).
     Hoy, 29 de septiembre, Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En el día de la dedicación de la basílica bajo el título de San Miguel, en la vía Salaria, a seis millas de Roma, se celebran juntamente los tres arcángeles, de quienes la Sagrada Escritura revela misiones singulares, y que sirviendo a Dios día y noche, y contemplando su rostro, a Él glorifican sin cesar [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
      Y que mejor día que hoy para ExplicArte el antiguo Monasterio de San Miguel de la Breña, en Alanís (Sevilla).
   El antiguo Monasterio de San Miguel de la Breña, se encuentra en la vereda de los Carros, dirección a Malcocinado; en Alanís (Sevilla).
     Constituye un interesante conjunto ubicado entre las suaves ondulaciones que describe la sierra, al oeste del término municipal de Alanís. Aparece configurado como un recinto cerrado por distintos muros y construcciones, entre las que sobresale la original presencia de una iglesia abandonada, contrapunto de otra serie de edificaciones empequeñecidas por el volumen y majestuosidad de la primera, poco habitual incluso en una hacienda de mayores proporciones. El deterioro de los diferentes elementos que componen el vistoso complejo es bastante notable. En la actualidad están en marcha proyectos para su rehabilitación y uso como finca de recreo.
     La planta del complejo resulta un tanto irregular y sorprende el cambio de función tan radical experimentado a mediados del XIX que, podríamos decir, supuso una flagrante intrusión en los viejos edificios, aunque salvaguardó la imagen externa de los mismos y respetó las primitivas crujías. El amplio vacío interno, concebido como un gran patio de labor, adopta un desarrollo cercano a una "L". Al sur quedan vestigios de la portada principal. En el norte se ubican la iglesia y otros restos del monasterio.
     La iglesia, de medianas dimensiones, fue objeto, como ya se dijo, de importantes reformas que transformarían por completo su espacio interior. Al exterior, a los pies, exhibe una airosa espadaña y en el extremo opuesto, un cimborio octogonal que alberga una cúpula semiesférica. Potentes contrafuertes jalonan el muro de cerramiento, registrando un acceso principal junto a la cabecera. La nave tenía una cubierta de bóveda de cañón recorrida por fajones. En la cabecera, sobre la cripta de enterramiento de los monjes, se habilitó un sencillo oratorio. El interior del recinto sería doblado en altura para instalar el señorío en la planta alta, alojándose un molino de aceite en la inferior. Es quizás la transformación más traumática que sufre el templo, pues implicó la apertura de nuevos vanos, en el frente sur, la agregación de nuevos espacios, en torno a la cabecera, y la sustitución de la primitiva cubierta por una azotea, con antepecho también moderno. A principios del XX la almazara fue modernizada mediante la incorporación de un motor diésel y sistemas de prensado hidráulico. Hoy subsiste el empiedro del molino, en medio de lo que fuera nave de la iglesia.
     La portada del recinto, situada junto a la vivienda, se halla semiderruida, y del resto de las construcciones del lado oeste, también en franco proceso de deterioro, llama la atención una serie de humildes casillas de jornaleros, una cuadra con pesebreras cubierta a dos aguas y con perfiles metálicos soportando la techumbre, unos pajares, así como restos de lo que debió ser una tribuna o casa de temporeros, con hogar central soportado también mediante perfiles de hierro y el habitual poyete adosado a las paredes. Cuando se realizó este trabajo, alguna de las casillas seguía estando habitada y el resto de habitáculos habían sido convertidos en gallineros, pajares, leñeras, almacenes de aperos y establos para ovejas. Este sector reviste escaso interés arquitectónico pero contribuye a configurar un espacio propio de un conjunto agropecuario. Parece que su organización lineal y crujías provienen de la planificación de los basilios, quienes situaron en este flanco celdas de monjes, cocinas y servicios diversos. Al sur destaca la sencilla vivienda de los encargados o arrendadores, de mayor presencia que las casillas indicadas.
     En las inmediaciones existen extensos corralones, delimitados por muros de cantería seca, que nos hablan de la introducción de la ganadería como complemento de la inestable economía oleícola. Entre los elementos insertos o anexos a la célula principal se destaca un manantial situado al este del recinto, junto al muro exterior, al que se desciende por una escalinata y que ha recibido la denominación de "pozo santo". En este mismo sector, pero fuera del perímetro murario, figura una fuente que recoge sus aguas en una alberca, con un deteriorado azulejo de San Miguel. Existe otra alberca oval a unos 500 m al oeste. 
   La iglesia y los edificios de labor son vestigios de lo que fue monasterio de monjes basilios de San Miguel de la Breña, perteneciente a la provincia del Tardón, cuyo origen está vinculado al movimiento eremítico cenobítico del siglo XVI que daría lugar a fundaciones religiosas orientadas a la práctica de la vida contemplativa. Entre 1603 y 1637 debieron instalarse en las cercanías de Alanís, fundando San Miguel de la Breña, y en Aznalcóllar, donde levantaron el desaparecido cenobio del Retamal. Su existencia, durante unos dos siglos y medio, estuvo jalonada de continuas fricciones con las autoridades eclesiásticas, civiles, pobladores del entorno, etc.
     Después de fallecido el fundador darían inicio las labores agropecuarias como medio de subsistencia, procurando la colonización de las tierras limítrofes a los cenobios de forma directa y de otras más alejadas por medio de la implantación de cortijos, caseríos y molinos que luego arrendaban. De esta forma, sus fundaciones aparecen configuradas como complejos cerrados que centralizaban la actividad agropecuaria de vastos sectores y estaban provistos de molinos harineros y aceiteros, pequeños cortijos ganaderos y cerealistas, y otras instalaciones.
     En el siglo XVIII se inició la decadencia de la orden y, así, en 1775 el abad del monasterio de San Miguel de la Breña informaba al visitador general del arzobispado de Sevilla, don Francisco Larumbe, del estado de cosas en la congregación. Aconsejó este último la supresión de dos cenobios, uno de ellos el de San Miguel de la Breña. No faltó la presión del propio monarca Carlos III para extinguir o reducir la presencia de la orden en Sierra Morena, pues así sus posesiones podrían servir a los proyectos colonizadores y repobladores del monarca ilustrado. Los franceses contribuyeron también, en 1810, al definitivo declinar de los basilios de Alanís, incendiando y saqueando las pertenencias artísticas del convento. Con la desamortización de Mendizábal en el año 1835, el conjunto pasó a manos privadas, experimentando a partir de ese momento un cambio sustancial en su concepción para atender tanto a los
fines económicos para los que se adaptó como a los intereses representativos de sus nuevos propietarios, a cuyo fin servía la monumental iglesia. Para la instalación de la almazara y de la vivienda señorial se haría uso de la nave de la iglesia y de las construcciones inmediatas. Otras instalaciones, como la residencia de temporeros y gañanes, las cuadras, pajares y establos, etc., encontrarían fácil acomodo en los espacios edificados al sur y oeste del recinto. Algunas partes singulares del viejo convento desaparecieron, como fue el caso del claustro (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Situada a escasos kilómetros de la localidad, en la carretera que conduce a Malcocinado y en una finca de propiedad particular, es el último vestigio que se conserva del antiguo monasterio Basilio. La ermita que ha quedado como almacén del actual cortijo consta de una sola nave dividida en dos tramos, uno de bóveda de cañón y el otro de cúpula.
     Se trata de un asentamiento original de un posible santuario, del que se mantienen la iglesia y el pozo santo, transformado tras la desamortización en explotación agraria y molino de aceite. En este conjunto se mezclan restos arqueológicos, etnológicos y arquitectónicos de diferentes épocas. En la iglesia se venera la Virgen de la Saleta en un retablo neoclásico.
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Miguel, arcángel;
Los  arcángeles  individuales
   Los arcángeles forman una clase aparte en la jerarquía celeste, porque entre las cohortes innumerables de los ángeles, son los únicos no anónimos.
   Por esa razón son los más importantes desde el punto de vista iconográfico. Pero no debe creerse por ello, como el nombre de arcángeles podría sugerir, que ocupen la cima de la jerarquía. En realidad son sólo el penúltimo escalón del Orden Inferior.
   Los teólogos cuentan generalmente siete, número sagrado. Miguel y Gabriel son conocidos por el Libro de Daniel, Rafael por el Libro de Tobías, Uriel por el Libro apócrifo de Henoc y por el cuarto Libro de Esdras.
   El nombre de los otros tres varía según las fuentes: Baraquiel se convierte a veces en Maltiel, Jehudiel en Jofiel, Sealtiel en Zeadkiel. Se los suma o sustituye en ciertos textos por Peliel y Raziel.
   Todos sus nombres terminan en el que significa Dios. Son nombres teofóricos.
a) Funciones y atributos
   Los clérigos de la Edad Media ingeniaron distinguirlos por sus acciones y con emblemas apropiados.
   Michael victoriosus, princeps militiae caelestis, pugnat cum dracone.
   Gabriel nuntius, ad Mariam missus.
   Raphael medicus: Tobiae oculos sanavit.
   Uriel fortis socius, qui Esdram instituebat.
   Barachiel (Malthiel), adjutor, qui Moysem in flamma praecedebat.
   Jehudiel remunerator, praeceptor Semis, filii Noachi.
   Sealtiel (Zeadkiel), orator, in immolatione Issaci gladium prohibebat.
   A esta lista se agregan:
   Peliel qui luctabatur cum Jacobo.
   Raziel a quo Adam e Paradiso ejectus.
   Así, Miguel es el jefe de la milicia celeste, Gabriel el mensajero enviado a la Virgen, Rafael el médico que cura al viejo Tobías, ciego.
   Uriel habría sido el preceptor de Esdras y Jehudielel de Sem. Raziel habría expulsado a Adán del Paraíso, Sealtiel fue quien detuvo el sacrificio de Isaac, Peliel quien luchó con Jacob. Maltiel quien precedía a Moisés y a los israelitas en fuga con una columna de fuego.
   A este reparto de funciones corresponden atributos característicos. Miguel, vic­torioso contra el dragón, blande la espada o la lanza; Gabriel, el mensajero, sostiene una linterna encendida y un espejo de jaspe verde sobre el cual se inscriben las órdenes de Dios; Rafael, el sanador, lleva un recipiente de ungüento y da la mano derecha al joven Tobías encargado del pez milagroso.
   Uriel, cuyo nombre se interpreta con el significado de luz o llama de Dios (Lux vel Ignis Dei), y que por esta razón se ha identificado con el ángel que empuña una espada llameante en la entrada del Paraíso, se reconoce por la espada y las llamas que brotan bajo sus pies.
   Jehudiel, el "remunerator", aquel que recompensa y castiga, lleva una corona de oro y un látigo de tres tiras; Sealtiel, el intercesor, tiene las manos juntas en actitud de plegaria; Baraquiel (Bendición de Dios) descubre rosas blancas en un pliegue de su túnica.
b)  Grupos o sinaxis de siete, cuatro o tres arcángeles
     l) No es habitual, al menos en el arte de Occidente, encontrar el ciclo completo de los siete arcángeles porque la Iglesia romana, al considerar apócrifo el Libro de Henoc, excluyó a Uriel. En 746 el concilio de Letrán limitó el culto de los arcángeles a los tres primeros: Miguel, Gabriel y Rafael.
   No obstante, en un fresco hallado en la iglesia de San Ángel, de la Orden de los Carmelitas (Palermo, 1516) se veía a la Trinidad rodeada por los siete arcángeles. Un grabado de Hieronymus Wierix nos ofrece una copia libre de esta cohorte de arcángeles agrupados de tres en tres alrededor de San Miguel, considerado su jefe. En Roma, la iglesia Santa María de los Ángeles, instalada en el siglo XVI en las Termas de Diocleciano, estaba consagrada a la Virgen y a los siete arcángeles. En Alemania, los siete arcángeles eran los patrones de los siete Electores del Sacro Imperio Romano Germánico. 
   2) El cuarteto de los cuatro grandes arcángeles es frecuente en el arte bizantino puesto que el Libro de Henoc gozaba en Oriente de una autoridad igual a la de los canónicos, y allí, Uriel está situado en el mismo plano que Miguel, Gabriel y Rafael.
   Relacionados con los cuatro puntos cardinales, los cuatro arcángeles se prestan de maravilla para la decoración de las pechinas de las cúpulas donde parecen, como los cuatro evangelistas, montar guardia alrededor del Pantocrátor.
   Este tema, específicamente bizantino, está o estaba ilustrado por numerosas manifestaciones pertenecientes al arte copto, eslavo y siciliano.
     3) El grupo de los tres primeros arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael es, por el contrario, común al arte de Oriente y al de Occidente.
   En la Iglesia ortodoxa el tema se conoce por el nombre de Sinaxis de los Arcángeles (Synaxis tôn Arkhaggelôn). Los tres arcángeles llevan la imagen de Cristo alado en una aureola formada por la intersección de numerosos triángulos. Abundan los ejemplos en la pintura del monte Athos: Monasterio de Dochiariu, mesa del convento de Dionisiu (1547). El nombre de los arcángeles está representado por la primera letra de éste inscrita en lo alto del nimbo. Rafael, vestido de sacerdote, ocupa el lugar de honor: está en el centro, entre Miguel el guerrero y Gabriel el pacífico. Simbolizan los poderes religioso, militar y civil.
   Uno de los ejemplos más antiguos en Occidente es el antipendio de oro repujado de la catedral de Basilea. Los arcángeles acompañan a Cristo. El guerrero, San Miguel, tiene una lanza, Gabriel y Rafael, más pacíficos, largos bastones con pomo. En el arte italiano de los siglos XV y XVI, el joven Tobías, en vez de estar acom­pañado sólo por Rafael, con frecuencia camina bajo la protección de los tres arcángeles.
San Miguel, arcángel
   Miguel, el más popular de todos los arcángeles, es también el que tiene una personalidad más definida. Es un guerrero, un caballero, el archiestratega o el condestable de las milicias celestiales (princeps militiae angelorum, prince of the heavenly host). A este título, es él quien dirige el combate contra los ángeles rebeldes que precipita en el abismo, y quien, en el Apocalipsis, salva a la Mujer que acaba de parir, símbolo de la Virgen y de la Iglesia, combatiendo contra el dragón de siete cabezas. La Iglesia romana lo considera su defensor (custos Ecclesiae romanae).
   También es el santo psicopompo, el conductor de los muertos cuyas almas pesará el día del Juicio. En inglés se lo llama «The Lord of Souls» (El Señor de las almas).
a) Culto
   Su culto reemplazó al de las divinidades paganas, al del dios egipcio Anubis y en particular al de Mercurio, el Hermes psicopompo, que en la mitología tenía una función análoga. Una colina de la Vendée aún se llama Saint-Michel-Mont-Mercure (San Miguel monte Mercurio). En Gottesberg, cerca de Colonia, una capilla de San Miguel reemplaza a un templo de Mercurio. En un cuadro de Signorelli (Museo Metrop., Nueva York), san Miguel Arcángel lleva un caduceo cincelado sobre la pechera de la coraza.
Lugares de culto
     1º En Oriente. Sea o no San Miguel el Hermes cristiano, lo cierto es que en todo caso la cuna de su culto se encuentra en el Oriente helenizado, donde se le consagraron los primeros santuarios. El emperador Constantino construyó en Bizancio un Michaelion; a principios del siglo IV, en Alejandría, se fundó una iglesia bajo la advocación de San Miguel. En Constantinopla y en sus arrabales europeos y asiáticos se contaban unos treinta santuarios dedicados al archiestratega. En los Balcanes, su santuario más célebre es la iglesia del monasterio de Lesnovo, en Serbia, dedicada en el siglo XIV «al gran voivoda y archiestratega Miguel».
     2° En Occidente, a finales del siglo V, el culto de San Miguel se implantó en el monte Gárgano (o Galgano), en Apulia, en esa Italia meridional que recordaba haber sido la Magna Grecia. El 8 de mayo de 492 el arcángel se manifestó sobre ese promontorio del Adriático que con San Nicolás de Bari se convertiría en el lugar de peregrinación más celebre de Italia meridional. El 8 de mayo quedó como el día de su fiesta.
   Es indudable que los primeros santuarios italianos de San Miguel surgieron en la zona de colonización griega y de influencia bizantina. Por ello no pueden tenerse en cuenta las tesis de ciertos arqueólogos alemanes que quieren asimilarlo al dios germánico Wotan, y convertirlo en el santo nacional de los lombardos.
   El relato de esta  angelofanía aparece en la Leyenda Dorada: un tal  Garganus, al ver que uno de los toros de su tropa escapaba y se introducía en una caverna de la montaña, lo persiguió y le disparó una flecha. Pero en vez de golpear al toro ésta se volvió en su contra. 
    El obispo de Sipontum (Manfredonia), asombrado por el prodigio ordenó tres días de ayuno, a su término, San Miguel apareció en la entrada de la caverna y de­claró que ésta sería de allí en adelante su santuario.
   Esta leyenda del toro es también la del origen de un santuario rupestre no menos famoso, el del monte Saint Michel, en Normandía. El arcángel se aparece a San Auberto, obispo de Avranches, y le ordena consagrarle una iglesia en el sitio donde encuentre un toro oculto por ladrones. La cripta dedicada en 709 reproducía la gruta del monte Gárgano. La imitación es flagrante. Por otra parte, en la Francia de la Edad Media, ¿acaso no se decía «Michiel de Gargan»?
   Desde el monte Gárgano y desde el monte Saint Michel, desde los confines de Pouillé y Normandía, el culto del arcángel, matador del dragón, surgido como San Jorge del Oriente helenizado, brilla en toda la cristiandad occidental. En Italia, Rávena y Roma son las primeras que lo acogen. La iglesia de San Michele in Affricisco de Ravena fue consagrada  en 546. En Roma, el papa San Gregorio Magno vio aparecer encima del mausoleo de Adriano al arcángel celeste que secaba su espada san­grante y la volvía a enfundar después de una epidemia de peste. Le dedicó una ca­pilla en el Mausoleo Imperial que tomó el nombre de Castillo de Sant' Angelo.
   Los lombardos consagraron a San Miguel basílicas en Pavía y en Monza, si­guiendo el ejemplo de Ravena.
   Francia llevó aún más lejos la devoción a Monseñor San Miguel a quien convirtió en un santo nacional. En 709, el conde Wulfoald aportó a Saint-Mihiel, en la diócesis de Verdun, reliquias del monte Gárgano. En 792 se le dedicó una capilla aérea en Saint-Michel d'Aiguilhe, en Puy-en-Velay, en la cima de un promontorio de basalto. En Poitou, cerca de Luçon, se levanta la abadía de Saint-Michel-en l'Herm. Los reyes franceses de la dinastía de los Valois pusieron bajo su protección al reino de la flor de lis. Carlos V, Carlos VII y Luis X1 fueron en peregrinación al mon­te Saint Michel. Luis XI fundó en 1469 la orden de caballería de San Miguel. Borgoña, cuyos duques estaban consagrados a San Andrés, patrón de la orden del Toisón de Oro, acogió en el siglo XVI al patrón de los Valois y en l529 se erigió una iglesia dedicada a San Miguel en Dijon.
   San Miguel es el protector de Bruselas donde comparte con Santa Gúdula el título de patrón de la colegiata.
   En Alemania -Baviera- era particularmente venerado. La iglesia de los jesuitas de Munich estaba consagrada a él, al igual que la de Berg-am-Laim.
   Aunque Inglaterra estuviera consagrada a San Jorge, Comwall (o Comualles inglesa), también posee un monte «San Miguel».
   Sin duda se habrá advertido que la mayoría de los santuarios del arcángel, al menos en la época medieval, están situados en las cimas (in summitate): monte Gárgano, monte Saint Michel, Aiguille de Puy. Cuando tiene una capilla dedicada en una iglesia, se trata generalmente de una capilla alta, dispuesta en el nivel del púlpito, preferentemente encima del pórtico o del nártex. San Miguel era considerado, en efecto, el guardián por excelencia de la puerta de los santuarios, encargado de impedir con la espada la entrada al demonio. Tal era el caso anterior de la abacial carolingia de Saint Riquier, en Picardía y el de la abadía de Cluny. Aún pue­den verse ejemplos en Saint Philibert  de Tournus, en Saint Bénoit sur Loire, en el púlpito de Semur-en-Brionnais. La capilla alta del Castillo de Sant' Angelo se lla­maba S. Angelus inter nubes. Una imagen del arcángel coronaba frecuentemente las flechas de los campanarios. Por ello podemos hablar de un culto aéreo de san Miguel, análogo al del profeta Elías, también venerado «in excelsis».
   El culto de San Miguel no está localizado sólo en las capillas altas sino también en las de los cementerios. Su intercesión se invocaba allí a causa de la función de pesador de almas que desempeña  en el Juicio Final. Casi todos los osarios tenían una capilla dedicada a San Miguel: las del cementerio de los Inocentes y la del Saint Martín des Champs en París han desaparecido; pero entre los santuarios de este género que perduran pueden citarse la iglesia de Saint Michel de Burdeos, edificada sobre una antigua necrópolis cuya tierra tenía la propiedad de momificar los cadáveres. Las cofradías consagradas al amortajamiento lo elegían de buena gana como patrón. El Oriente bizantino ofrece ejemplos análogos. No es por azar que la iglesia funeraria del Kremlin de Moscú, donde están enterrados los zares, estuviera consagrada al arcángel Miguel.
   Patronatos.- Numerosas corporaciones estaban bajo el patronato de san Miguel. Todos esos patronazgos de origen iconográfico derivan de sus atributos: la espada o la balanza.
     l. Su armadura y espada le valieron la clientela de los esgrimistas, maestros de armas, pulidores y también doradores porque su armadura era dorada;
     2. A causa de las balanzas del Juicio, es patrón de todos los oficios que se sir­ven de la balanza: pasteleros, barquilleros, boticarios, especieros, merceros, pesadores de granos, y maestros bañistas o agüistas, porque en el pesaje de las almas se ven pequeñas figuras que simbolizan las almas sumergidas en los platos de la balanza como en una bañera.
La contrarreforma y la actualización  del culto de San Miguel
   En el siglo XVII el culto de san Miguel adquiere un nuevo impulso y también un nuevo carácter por influencia de la Contrarreforma. El jefe de la milicia divina que triunfa contra Lucifer y los ángeles rebeldes, para los jesuitas simboliza el triunfo de la Iglesia católica contra el dragón de la herejía protestante: por esa razón se pusieron bajo su advocación magníficas iglesias en Munich y en Viena.
   Un grabado de Jan Galle titulado Diaboli Haereticique Lapsus simillimus repre­senta a San Miguel arrojando a Lucifer desde lo alto del cielo y paralelamente a la Iglesia precipitando a Lutero a las llamas del Infierno.
b) Iconografía
   La extensión del culto del arcángel San Miguel explica la riqueza de su iconografía.
1. Figuras
   Durante la Edad Media varió el tipo iconográfico de san Miguel. En Bizancio lleva clámide purpúrea o el loros de la corte imperial; en el mosaico del arco del triunfo de San Apolinar in Classe, cerca de Ravena, sostiene un asta larga rematada por una tablilla con la triple aclamación: Agios, Agios, Agios. En Occidente viste en principio una larga túnica, y además, cota de malla y casco de caballero. Sus armas son ya una lanza, ya una espada flamígera. En la mano izquierda sostiene a veces un escudo de cristal espejeante. Sobre el escudo se lee esta inscripción: Quis ut deus. En ocasiones presenta la cabeza del dragón como David la del gigante Goliat.
   A causa de la peregrinación marítima al monte Saint Michel, lleva conchas como atributos, como el apóstol Santiago. A veces, la pechera de su coraza adopta la forma de una concha.
   Generalmente se lo representa de pie, sobre la tierra o en el aire. Entre los escasos ejemplos conocidos de San Miguel a caballo, puede citarse un fresco del siglo XII, de Saint Savin, en Poitou y el fresco de Lesnovo (Serbia ), pintado en el siglo XIV, hacia 1345.
2. Ciclos
3. Escenas
   Las escenas de la gesta de San Miguel preferidas por el arte cristiano son: 1º El combate contra el dragón; 2° El pesaje de las almas; 3° Sus tres apariciones en el monte Gárgano, en el monte Saint Michel y en el mausoleo de Adriano o Castillo Sant' Angelo; 4° Sus milagros.
     San Miguel vence al dragón 
   El tema se ha tomado del Apocalipsis 12, 7-9: «Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón, y peleó el dragón y sus ángeles ( ...) Fue arrojado el dragón grande, la antigua serpiente, llamada Diablo y Satanás ( ...) y fue precipitado en la tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados.»
   San Miguel hundiendo su lanza en las fauces del dragón podría ser confundido con San Jorge. Pero es un San Jorge alado; el combate de San Miguel es una batalla aérea (praelium in coelo). Además, no es un duelo: los dos jefes, Miguel y Satanás, están rodeados por sus ángeles que toman parte en la lucha.
   Este tema iconográfico, creado en el siglo VII en la caverna del monte Gárgano, fue imitado en la cripta del monte Saint Michel y difundido en sellos y miniaturas.
   El arte francés del siglo XIII hizo de San Miguel un caballero de la cruzada.
   Se deben distinguir dos versiones, según que el arcángel combata a pie o a caballo. 
     San Miguel pesando las almas
   Según Künstle, es por error que se reconoce a San Miguel en el ángel que pesa las almas en el Juicio Final. Se ha confundido conductor de almas (Seelenführer) con pesador de almas (Seelenwager). El error provendría de la representación del ángel anónimo que vigila la balanza, armado con una lanza o una espada para echar al diablo, que reemplazó a la Mano de Dios o al Cristo Juez. Se llegó a la conclusión de que se trataba de san Miguel.
   Esta teoría es indefendible. La prueba de que la Edad Media identificaba al pesador de almas del Juicio Final con el arcángel guerrero, vencedor de Satanás, es que San Miguel es el patrón de la corporación de los balanceros. Y por añadidura, es fácil citar un considerable número de obras de arte románicas y góticas en que el pesador de almas es sin lugar a dudas San Miguel. Un frontal o antipendio catalán del siglo XIV, conservado en el Museo de Artes Decorativas de París, nos presenta un santo que sostiene la balanza del Juicio Final y que al mismo tiempo hiere al dragón. No es posible dudar acerca de la identidad de una figura semejante. En el siglo XV, en un grupo de piedra policromada de la iglesia champanesa de Mussy-sur-Seine, el arcángel traspasa con su lanza al dragón al tiempo que pesa las almas con la balanza.
   Es cierto que San Miguel fue en principio considerado conductor y guía de las almas (psicopompo) porque había disputado a Satanás el alma de Moisés; pero posteriormente se le atribuyó la función de pesador de almas en el Juicio Final. A veces la balanza está suspendida de la Mano de Dios que aparece en una nube.
   San Miguel está allí sólo para vigilar el platillo derecho y recibir las almas de los justos al tiempo que enfrente, el demonio intenta torcer la balanza e inclinarla de su lado.
   Pero lo más habitual es que el propio San Miguel sostenga la balanza. Después de Cristo, es el personaje más importante del Juicio Final. Es por ello que los artistas primitivos le otorgaron un tamaño desmesurado (tímpano de Autun, políptico de Beaune).
   En alabastros ingleses del siglo XIV, junto al arcángel pesador de almas, aparece la Virgen misericordiosa inclinando la balanza en favor de un alma que implora, apoyando el rosario sobre el extremo del astil.
     Las apariciones de San Miguel
     I. La aparición al obispo de Siponte en el monte Gárgano y el milagro del toro
   Gárgano dispara contra un toro escapado una flecha que invierte el sentido y regresa a su ojo. El obispo de Siponte extrae la flecha, y de acuerdo con las instrucciones del arcángel, le consagra el monte. Este tema está particularmente presente en el arte español de finales de la Edad Media.
     II. Aparicicón de San Miguel a San Auberto, obispo de Avranches.
     III. Aparición del arcángel San Miguel en el mausoleo de Adriano (castillo Sant' Angelo) 
   Durante una epidemia de peste que diezmaba a la población de Roma, el papa Gregario Magno ordenó una procesión para implorar el fin de la plaga. Él mismo vio aparecer al arcángel San Miguel sobre el mausoleo de Adriano, enjugando la sangre que le enrojecía la espada: era el signo del final de la prueba. A partir de entonces el mausoleo recibió el nombre de Castillo de Sant' Angelo.
     Los milagros de San Miguel
   Este ciclo fue representado en el siglo XIV sobre los muros de la iglesia de Lesnovo, en Serbia, dedicado a los arcángeles Miguel y Gabriel.
   El arcángel San Miguel rechaza a la flota sarracena, cura a siete jóvenes leprosos, exorciza a un monje demoníaco. Josué se prosterna frente a él. Protege a los tres jóvenes  hebreos en el horno.
   Se le atribuye también un milagro relativo a la peregrinación al monte Saint Michel, en la cual también se profesa el culto de Nuestra Señora.
   Una mujer y su hijo fueron sorprendidos por la resaca entre la costa y la isla del monte Saint Michel, parecían condenados a morir ahogados cuando San Miguel intervino para detener las olas que formaron una suerte de cúpula a cuyo abrigo pudieron esperar que el mar se retirase (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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Más sobre la localidad de Alanís (Sevilla), en ExplicArte Sevilla.

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