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domingo, 1 de agosto de 2021

La Capilla del Cautivo, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla del Cautivo, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla).
   Hoy, domingo 1 de agosto, como todos los domingos, ha de considerarse como el día festivo primordial para la Iglesia. Es el primer día de cada semana, llamado día del Señor o domingo, en el que la Iglesia, según una tradición apostólica que tiene sus orígenes en el mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el Misterio Pascual.
      Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Capilla del Cautivo, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla).
   La capilla de Ntro. Padre Jesús Cautivo, o simplemente capilla del Cautivo, se encuentra en la avenida de Ntro. Padre Jesús Cautivo (anteriormente avenida Ancha) de Las Cabezas de San Juan.
   Se puso la primera piedra en 1993 sobre terrenos donados por el Ayuntamiento, consagrándose en 2002 por el cardenal Carlos Amigo Vallejo. El 8 de diciembre de 2002 se trasladó a esta nueva ubicación procedente de la iglesia parroquial de San Roque. Es la sede de la Hermandad del Cautivo cabecense, propietaria de la capilla.
   A esta edificación le caracteriza el tener el campanario en una espadaña de tres cuerpos exenta al edificio principal de la capilla. Con una puerta muy grande, al objeto de dar cabida a los pasos de la Hermandad durante la Semana Santa, la capilla tiene el aspecto de una ermita y posee unos techos muy altos, resultando muy voluminosa en su diseño geométrico la apariencia de su nave rectangular.
   El altar mayor está a la izquierda de la entrada, junto a la sacristía, y a su frente (en el lateral derecho respecto a la entrada principal) otra salida, que da a la hermandad. Por las diferentes paredes del interior se distribuyen las imágenes titulares de dicha hermandad: Ntro. Padre Jesús Cautivo (de Juan Bernabé Britto), Ntra. Sra. de los Remedios y San Juan Evangelista.
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía del Prendimiento de Jesús;
    Mateo, 26: 47-66; Marcos, 14: 43-52; Lucas, 22: 47-53; Juan, 18: 1-12.
   En los relatos de los Evangelios se pueden encontrar numerosas escenas que los artistas de la Edad Media con frecuencia han yuxtapuesto o fundido mal o bien, en una composición de conjunto, y que se suceden en este orden:
   1. Traición de Judas; 2. El Beso de Judas; 3. El Prendimiento de Jesús con el Desorejamiento de Malco y la Huida de los discípulos; 4. La Negación y el Arrepentimiento de San Pedro; 5. Los Remordimientos y el Ahorcamiento de Judas.
3. El Prendimiento de Jesús
   Guiados por Judas, los soldados irrumpen por la puerta o trepan la empalizada del Huerto de los Olivos.
   Según el Evangelio de Juan, después que Jesús dijera a los soldados que llegaban para prenderlo: «Yo soy (a quien buscáis)», «retrocedieron y cayeron en tierra». Luego se dejó atar las manos sin oponer la menor resistencia.
   Las prefiguraciones bíblicas son la Captura de Sansón y el Robo del Arca de la Alianza, por los filisteos.
   En las ilustraciones de los Salterios, los esbirros que arrestaron a Cristo tienen cabezas de perro, en alusión al Salmo 22, 17: «Me rodean como perros, me cerca una turba de malvados...».
   En el arte bizantino, especialmente en las pinturas murales del Protaton de Vatopedi, en el monte Athos, Jesús aparece enmarcado por dos soldados que lo amenazan, uno con una porra, el otro con una espada.
   La soldadesca que invade el huerto, a veces lleva estandartes con el emblema del escorpión, símbolo del pueblo judío.
   La escena ocurre durante la noche, a la luz de antorchas humeantes y de dos linternas que llevan en la mano o en el extremo de una pértiga, una Malco, al servicio del sumo sacerdote, la otra la «herrera» Hedroit, que forjaría los clavos de la Crucifixión. Esta puesta en escena pictórica se tomó de los Misterios de la Pasión, cuya escenografía comportaba «linternas de mano encendidas».
   A partir del siglo XVI los detalles pictóricos se multiplicaron.
   La escena del Prendimiento casi siempre está acompañada de tres episodios accidentados: los soldados encargados de capturar a  Cristo cayendo en tierra; San Pedro cortando la oreja de Malco; y los discípulos emprendiendo la fuga.
a) Los soldados cayendo en tierra
   Juan, 18: 4-6. «(Jesús...) salió y les dijo: ¿A quién buscáis? Respondiéronle: A Jesús Nazareno. Él les dijo: Yo soy. (...) Así que les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron en tierra,"
   Como lo escribiera el P. Lagrange, sería pueril imaginar que toda la tropa fue derribada ante la vista de Jesús, como una fila de soldaditos de plomo. Debe entenderse que aquellos que iban en cabeza, intimidados por la majestad de Jesús, retrocedieron un momento.
   En la literatura prefigurativa, la caída de los soldados se compara con la de los Ángeles Rebeldes, con la muerte de seiscientos enemigos que Sangar mata con una aguijada, con la hecatombe de los filisteos que Sansón aniquila con una quijada de asno, con la matanza de ochocientos enemigos por David.
   A finales de la Edad Media, y especialmente en las ilustraciones prefigurativas del Speculum Humanae Salvationis, el arte cristiano reproduce la puesta en escena de los autos sacramentales de la Pasión. Cristo permanece impasible frente a los soldados que se derrumban a sus pies. Dos de ellos llevan filacterias en las que puede leerse: Quem quaerilis? Jesum Nazarenum. En la escena se los veía caer de espaldas dos veces. Es fácil imaginar el cómico efecto que producía al público esta doble caída.
b) Pedro cortando la oreja a Malco
   Lucas, 22: 51.
   Es uno de los episodios más populares del Prendimiento, imaginado para destacar la divina mansedumbre de Cristo mediante la oposición de éste a la reacción instintiva de uno de sus discípulos.
   Para defender a su maestro, Pedro, presa de la cólera, se precipita sobre Malco, criado del sumo sacerdote que llevaba una linterna en la mano para alumbrar el camino a los soldados. El apóstol lo derriba y le corta una oreja con una enorme espada o sable corvo con forma de cimitarra, cuyas dimensiones parecen excesivas para una ablación de ese género.
   Jesús le ordenó con calma que envainara  la espada (Mitte gladium tuum in vaginam) y volvió a pegar la oreja de la victima.
   La historicidad de este episodio es tanto más sospechosa por cuanto Lucas es el único evangelista que lo menciona. Si los otros tres lo hubiesen conocido no habrían tenido razón alguna para excluirlo de sus relatos.
   Con frecuencia Malco es representado con la estatura de un niño. Casi siempre está derribado, pero a veces se lo ve de pie, y Pedro le corta la oreja en el mismo momento en que pone la mano sobre Cristo (Crucifijo de San Gimignano, vidriera de Chartres). Su linterna cae a tierra.
   En el arte alemán del siglo XV, que se inclina hacia un realismo caricaturesco se ve a Pedro y a Malco rodando por el suelo y riñiendo como dos camorristas: con frecuencia Pedro está a horcajadas de su adversario.
   Jesús tiene la oreja cortada de Malco en la mano, que se dispone a pegar. A veces la oreja no está separada, sino sólo, pendiente.
c) La huida de los discípulos
   Marcos, 14: 51.
   Los otros discípulos, menos belicosos que Pedro, emprendieron la fuga, como un rebaño en estampida, sin intentar siquiera defender a su maestro.
   Uno de ellos escapó completamente desnudo, abandonando en manos de los soldados el manto que lo cubría.
   Según San Ambrosio y San Gregorio, el joven del manto (adolescens cum sindone) sería Juan; para los Misterios, se trataría de Santiago el Menor, hijo de Alfeo, primo de Jesús, a quien se parecía. A causa de esta semejanza física habría sido per­seguido por un soldado que no prestara atención al beso de Judas. Prefirió dejar su vestidura que ser apresado y «dejando la sábana, huyó desnudo.»
   La fuente de este episodio poco glorioso es una profecía del Antiguo Testamento (Amós, 2: 16): "(...) y el de más esforzado corazón entre los valientes / huirá desnudo aquel día (...)».
   Este tema, bastante infrecuente, no aparece por primera vez en la obra de Jean Fouquet, que lo habría tomado de los Misterios de la Pasión, como lo creyera E. Mâle; en verdad, se lo encuentra cuatro siglos antes en el Evangeliario de Enrique III iluminado en Echternach en 1045, y luego en la Maestà de Duccio, terminada en 1311: Fouquet lo tomó de los artistas de Siena del Trecento (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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