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jueves, 5 de agosto de 2021

La Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, en Alanís (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, en Alanís (Sevilla)
     Hoy, 5 de agosto, Dedicación de la basílica de Santa María, en Roma, construida en el monte Esquilino y ofrecida por el papa Sixto III al pueblo de Dios como recuerdo del Concilio de Éfeso, en el que la Virgen María fue proclamada Madre de Dios (c. 434) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para Explicarte la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, en Alanís (Sevilla).
     La Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves se encuentra en la plaza del Ayuntamiento, s/n, en Alanís (Sevilla).
   Edificio de principios del XIV, ampliado en el tercer cuarto del XVI y profundamente remodelado con posterioridad a 1755. A la primera etapa corresponden la estructuración general del edificio, de planta rectangular con tres naves de cuatro tramos cada una, separadas por arcos de medio punto que en un principio fueron apuntados, y cabecera poligonal de dos tramos, así como las dos portadas laterales y la torre-fachada situada a los pies de la iglesia. La cabecera está constituida por dos tramos, el primero rectangular y el segundo pentagonal, cubriéndose con bóvedas de nervaduras.
   La portada de la nave derecha, labrada en piedra, está formada por un arco de medio punto rebajado que fue adintelado con posterioridad, decorado con puntas de diamantes y flanqueado  lateralmente por baquetones, apareciendo en la parte superior una hilera de modillones que sostuvieron un desaparecido alero. La de la nave izquierda, de igual material y asimismo adintelada con posterioridad a su construcción, está formada por un arco apuntado decorado con puntas de diamantes. La torre-fachada de los pies corresponde también a la primera etapa, rematándose por un cuerpo de campanas coronado por un chapitel del siglo XVIII decorado con azulejos. A la segunda etapa pertenece la capilla colateral derecha, de planta cuadrada y cubierta con bóveda semiesférica, y las dos portadas que la comunican con el presbiterio y la nave. Con posterioridad a 1755 el templo se modificó profundamente. Se transfor­maron los pilares, los arcos y las cubiertas de las naves, sustituyéndose las primitivas techumbres de madera por bóvedas de cañón con lunetos, en la central, y bóvedas vaídas, en las laterales.
   El retablo mayor es de traza gótica y consta de banco y de dos cuerpos con cinco calles. En las laterales y en la parte superior de la central aparecen trece pinturas sobre tabla cubiertas con doseletes que representan escenas de la vida de Cristo y de los santos, inspiradas en su mayoría en grabados de Schongauer. Su ejecución se vincula con la escuela sevillana de hacia 1500, apreciándose hasta tres estilos distintos. Restaurado en 1971, en la hornacina central se colocó una ima­gen de la Virgen con el Niño que repite el modelo de la que en un principio figuró en ese lugar. En el presbiterio son de destacar el zócalo de azulejos de cuenca y cuerda seca de principios del XVI y la puerta situada en el lado izquierdo, con marco y batientes de madera tallada de hacia 1500. La bóveda del presbiterio se decora con pinturas murales de finales del XVII.
   En la capilla de cabecera de la nave izquierda hay que reseñar un lienzo de la Oración en el Huerto de hacia 1600. En el muro de la nave aparece un retablo de un cuerpo con tres calles separadas por columnas corintias y ático, del primer tercio del XVII. La hornacina central está ocupada por una escultura de pasta del Crucificado, fechable en el último tercio del XVI. En la capilla bautismal, situada a los pies de la nave, hay una interesante pila bautismal mudéjar labrada en piedra, del siglo XV.
   En la capilla colateral derecha se conserva un frontal de azulejos del último tercio del XVI con la figura, en el centro, de la Virgen de la Luz y a los lados escudos dominicos, habiéndose introducido para completarlo algunas piezas de prin­cipios del XX. En la nave derecha aparece una pila de agua bendita del XVI y un retablo del XVIII con escultura moderna de la Inmaculada. A los pies se dispone un retablo de 1709 muy recompuesto.
   En la sacristía hay una cajonera del XVIII y una interesante colección de piezas de orfebrería. Entre ellas destacan una cruz parroquial de plata cincelada, de hacia 1575, con relieves de temas de la Pasión encuadrados en estructuras arquitectónicas, en el nudo, y de ángeles pasionarios, los Evangelistas y Doctores de la Iglesia, en los brazos de la cruz. Son dignos igualmente de destacarse un ostensorio de plata dorada del último cuarto del XVII, otro de metal con la base de hacia 1600 y el viril de fines del XVII, un copón de plata repujada de hacia 1600, un cáliz del mismo material renovado en 1700, una bandeja de vinajeras del último tercio del XVIII con los punzones de los plateros Gargallo y Carmona y una concha bautismal de plata de principios de ese siglo (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
   La parroquia de Ntra. Sra. de las Nieves es un templo comenzado a principios del siglo XIV, siendo ampliado posteriormente en el tercer cuarto del siglo XVI, y en el que destaca la torre-fachada, así como el magnífico retablo mayor gótico, de hacia el 1500.
   De entre las piezas de orfebrería que esta parroquia guarda sobresale la cruz manierista de plata cincelada, fechable entre 1580 y 1585, obra del platero cordobés Francisco de Alfaro (1545-1615), quien fue una de las figuras más importantes dentro de la platería española de la segunda mitad del siglo XVI, como recuerda el profesor Antonio J. Santos Márquez. Desde sus cargos de platero diocesano primero, y de la Catedral después, marcó la trayectoria de la platería sevillana, dictando las normas estéticas a seguir en los ajuares de plata de las iglesias de nuestra archidiócesis.
   Similar a las que Alfaro realiza para la parroquia de San Bartolomé de Carmona y para la de la localidad malagueña de Teba, la cruz de Alanís se alza sobre una especie de templete de planta cuadrada en cuyos alzados muestra el diseño de una portada clásica con frontón triangular sobre ménsulas que contiene relieves de la Pasión del Cristo: el Ecce Homo, la flagelación, la coronación de espinas y Jesús abrazando la cruz camino del Calvario, con María y San Juan. Son de gran belleza y pese a lo reducido de su superficie, presentan una cuidada composición derivada de diversos grabados de obras de Tiziano o Pacheco, entre otros. La cruz propiamente dicha se desarrolla a partir del esquema renacentista de un cuadrón central del que salen los cuatro brazos que la forman.
   Este cuadrón presenta en el reverso una Virgen con el Niño y San José, que aparece tras una cortina, composición que Alfaro toma de un grabado de Raimondi que reproduce una obra de Rafael. En el anverso se muestra la típica vista idealizada de Jerusalén.
   Los brazos de la cruz tienen un diseño que se deriva del tipo abalaustrado plano de la platería española del tercer cuarto del siglo XVI, pero que en esta ocasión presenta un dibujo perfilado por roleos enroscados, con un botón ovalado que centra la composición y que divide en dos cada brazo.
   En los espacios extremos de la cruz, en el anverso, aparecen los cuatro Evangelistas en sus escribanías, mientras que en el reverso se muestran cuatro padres de la Iglesia latina. En los extremos internos de los brazos se reproducen ángeles portando los símbolos de la pasión, con formas y posturas muy clásicas. Las figuras recostadas que se ven en el travesaño tienen una gran influencia de Miguel Ángel, especialmente en los personajes de la capilla funeraria de los Medici y en algunos de las figuras de la Sixtina.
Conozcamos mejor la sobre el Significado y la Iconografía de la Virgen con el Niño;
   Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad
   Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
   En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nom­bre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques.
   Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
   Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres.
   Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
   Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
   En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
   Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
   Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
   Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
   A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
   La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o  de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.
   El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
   Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
   A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien aca­ricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
   Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
   A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
   Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Solemnidad de Santa María de las Nieves, o la Blanca
    Fiesta conocida popularmente por Santa María de las Nieves o la Blanca por la leyenda de la fundación de la basílica de Santa María la Mayor de Roma: el patricio romano Juan tuvo una visión de la Virgen en el 358 que le ordenaba edificar una iglesia en un solar que encontraría cubierto de nieve, lo que comunicó al Papa Liberio, que trazó el plano del nuevo templo en la cumbre del Esquilino, nevada prodigiosamente, por lo que se la conoce como Basílica Liberiana.  Se la encuentra ya registrada en el calendario jeronimiano, pero por ser una celebración local romana, no aparece en los sacramentarios. Hasta el siglo XIV fue una fiesta exclusiva de la basílica, en que se extendió a todas las iglesias de Roma y a otras diócesis. Fue extendida definitivamente a la Iglesia Latina en 1570 por San Pío V Ghislieri, que determinó incluso sepultarse allí, y Clemente VIII Aldobrandini (+1605) la elevó a doble mayor. En el calendario de 1969 fue incluida memoria libre. Aparte de la historicidad de la leyenda, el conmemorar la dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma nos invita a reflexionar que María es imagen y tipo de la Iglesia, su origen como la primera creyente del nuevo orden salvífico y su representación en el Calvario y ante el sepulcro, así como la esperanza escatológica eclesial de la futura glorificación consumada en su Asunción. El templo material de María, que alberga a Jesús Eucaristía es signo del cristiano, templo vivo del Espíritu Santo (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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