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viernes, 24 de junio de 2022

La Iglesia de San Juan Bautista, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Juan Bautista, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla).      
     Hoy, 24 de junio, Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista, Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo exultó de gozó por la próxima llegada de la salvación del género humano. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de San Juan Bautista, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla).
   La Iglesia de San Juan Bautista, se encuentra en la calle Vicente Aleixandre, s/n; en Las Cabezas de San Juan (Sevilla).
   Se encuentra situada en el punto más alto de la colina en que se asienta el pueblo. Presenta plan­ta de salón, distribuida en tres naves, de cuatro tramos cada una, cubiertas con bóvedas vaídas, a excepción del crucero que lo hace con una cúpula. Los soportes son pilares con pilastras toscanas adosadas, que presentan una ménsula en el tercio superior del fuste. Al exterior destacan las dos portadas laterales, constituidas por vanos de medio punto flanqueados, bien por pilastras toscanas soportando un frontón recto y roto, bien por baquetones mixtilíneos, y la fachada de los pies con la portada principal entre el remate de la escalera de acceso a las cubiertas y la torre. Esta presenta tres cuerpos, sirviendo el último, con un vano en cada frente, para alojar las campanas. Se decora con labores cerámicas de color azul y con jarrones blancos, rematándose por un chapitel de variado molduraje. La portada queda cobijada por un gran arco y está enmarcada por columnas toscanas sobre pedestales, que soportan un movido entablamen­to rematado por hornacina central entre pináculos y un rosetón. Hay que destacar en ella el rico molduraje de las enjutas, hornacina superior y remates. La construcción de la iglesia, según la inscripción que figura en una lápida del cuerpo bajo de la torre, se inició en 1762 y se terminó en 1777, existiendo además constancia de la intervención de los arquitectos Pedro de Silva, Ambrosio de Figueroa y Antonio Matías de Figueroa.
     La capilla mayor posee un gran retablo neoclásico, en cuya hornacina principal aparece una imagen de la Inmaculada de la segunda mi­tad del siglo XVIII. En las calles laterales y en el ático se sitúan diversas pinturas con escenas de la vida de San Juan Bautista realizadas por el pintor de cámara Francisco Agustín. El diseño del retablo corrió a cargo del maestro tallista Juan de Salamanca y su construcción en estuco la realizó José Gabriel González, interviniendo en el dorado Juan de Mata David y el citado Francisco Agustín. La obra se inició en 1798 y se finalizó en 1802.
     El retablo del Cristo de la Veracruz lo realizó Lorenzo Bernardo González en 1702, si bien se observan algunos elementos posteriores. Este es el caso de las esculturas de San Femando y San Hermenegildo situadas en las calles laterales y fechadas en 1743. La imagen titular fue realizada por Juan de Mesa en 1624. Flanquean el retablo dos pinturas sobre tabla representando a San Mateo y a San Telmo, de escuela sevillana de hacia 1535.
     El retablo del Sagrario corresponde al último tercio del XVIII, presentando una profusa decoración de rocallas que cubre los fustes de las columnas y los marcos de vitrinas y hornacinas. Hay que resaltar en él su compleja iconografía, pues junto a la Virgen del Rosario que preside el conjunto, aparecen una Inmaculada y San Agustín, flanqueando la caja central, y la Anunciación, San Felipe Benicio, San Diego de Alcalá, San Nicolás de Bari, San Pedro de Alcántara, San Benito Negro, Santa Inés y Santa Apolonia en el ático y calles laterales, además de las esculturas de San Pedro y San Juan Bautista, situadas en sendas ménsulas a los lados y de fecha anterior.
     Entre 1778 y 1782 realizó Juan Ignacio de Salamanca el retablo de Ánimas, presidido por un gran lienzo con dicho tema y completado en las calles laterales con esculturas de los arcángeles San Miguel y San Rafael y en el ático con un relieve de la Anunciación. Motivos de rocalla adornan los fustes de las columnas de primer cuerpo y el remate, colocándose un manifestador de extraordinario diseño y gran finura de talla en el banco. Dicho manifestador se realizó en 1776 y en la actualidad cobija una pequeña imagen de San Cayetano. El retablo de la Virgen de los Dolores se fecha hacia 1776 y se atribuye a Gonzalo Pomar. En la Capilla Bautismal se conserva un lienzo del Bautismo de Cristo atribuido al pintor sevillano del primer tercio del siglo XVII Francisco Varela.
     Gran interés poseen los confesionarios de la iglesia, realizados por el maestro tallista Juan de Salamanca en 1777, y las puertas de madera, realizadas contemporáneamente a la construcción y decoradas con motivos de origen mudéjar. En 1796 se finalizó el órgano, que ofrece en el remate figuras de angelitos con trompetas.
     En la sacristía se conservan diversas pinturas de escuela sevillana del siglo XVIII, entre las que destacan una que representa la Trinidad y otra con San Francisco recibiendo los estigmas. Entre las piezas de orfebrería sobresalen un ostensorio de plata dorada, decorado con motivos vegetales, cabezas de ángeles y cabujones de esmaltes, fechable a principios del XVII y un copón de plata sobredorada con motivos de rocalla, el punzón de Alexandre y la fecha de 1772 (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     La iglesia de San Juan Bautista en el municipio de Las Cabezas de San Juan, destaca por su gran volumetría, robustez y belleza. Está ubicada en la zona más alta del pueblo, sobre un cabezo que domina una amplia llanura, lugar de una gran importancia estratégica por lo que ha sido habitado desde la antigüedad y constituye un elemento determinante de la localidad.
     Su construcción se remonta al siglo XVIII aprovechándose el auge económico de la zona, para ello fue necesario derribar la antigua iglesia parroquial de estilo mudéjar que a su vez ocupó el emplazamiento del antiguo castillo de la localidad.
     Desde le punto de vista arquitectónico es el edificio más importante de la localidad, elevándose en altura del resto del caserío. Cabe destacar la superposición de volúmenes entre los que destacan la gran fachada principal a la que se une la torre, así como la cubrición de la nave central a dos aguas y el crucero. El conjunto edilicio se encuentra construido en ladrillo, mampostería y tapial.
     La iglesia es de planta de salón, de forma rectangular simétrica, en la que se inscribe una cruz latina que destaca en altura, Cuenta con tres naves divididas en cuatro tramos, cubiertas todas ellas con bóvedas baídas, a excepción del crucero que lo hace con cúpula sobre pechinas. Las naves se encuentran separadas por arcos de medio punto peraltados que apoyan sobre pilares a los que se adosan pilastras toscanas rematadas por capiteles moldurados, a modo de pinjantes, sobre los que cabalga un entablamento con desarrollo en arquitrabe, friso y cornisa en los pilares y sólo de la cornisa sobre los arcos. Por último en los laterales de cada bóveda baída se abre un vano rectangular que proporciona iluminación natural a la nave central.
     En el penúltimo tramo de la nave central se sitúa el coro en cuyo testero se dispone una tribuna en la que se asienta el órgano. El sagrario se encuentra situado junto al presbiterio en la nave del Evangelio, ubicándose la sacristía y otras dependencias anejas en la cabecera de la nave central y de la Epístola.
     Cuenta con tres portadas de ingreso situadas una a los pies de la nave central, la principal y más monumental, y las dos restantes en el tercer tramo de la nave del Evangelio y de la Epístola respectivamente.
     La portada principal consta de dos cuerpos al que se une un rosetón. El cuerpo bajo se configura partiendo de un vano central, de medio punto, enmarcado por molduras rectas y curvas que, a su vez, se encuentran flanqueados por columnas toscanas sobre pedestales que soportan un movido entablamento. El segundo cuerpo repite el esquema compositivo del cuerpo inferior aunque de menores proporciones. La hornacina central de medio punto cuenta con una peana, posible soporte de una escultura del Santo titular de la iglesia, ésta se presenta flanqueada por columnas toscanas sobre pedestales que sostienen un entablamento sobre el que se asienta un frontón triangular partido. Este cuerpo se decora lateralmente con baquetones muy movidos que se despliegan por los paramentos murarios. El conjunto queda flanqueado por sendos pedestales que portan grandes copetes o pináculos. Por último la portada se corona con un gran rosetón, todo ello cobijado por un gran arco de medio punto almohadillado que enfatiza la fachada aportándole mayor monumentalidad.
     Las fachadas laterales son más sencillas, presentan paramentos blancos divididos por pilastras lisas y almohadilladas de color albero, que alternan con el blanco de los muros y el salmón de los elementos estructurales de las portadas.
     La portada de la nave del Evangelio parte de un vano de medio punto flanqueado por una sucesión de baquetones mixtilíneos que en la parte superior conforman tres elementos geométricos, relegando al centro el círculo, tema que ya se repite en la portada de la Epístola. Sobre ellos tres pinjantes de ladrillo sostienen un entablamento con arquitrabe, friso con alternancia de triglifos y cornisa sostenida por canecillos muy moldurada.
     La portada del lateral de la nave de la Epístola se conforma partiendo de un vano de medio punto pilastras toscanas sobre pedestales.
     Sobre éstas se dispone el arquitrabe que se presenta rematado por un frontón triangular partido con pedestales y remates piramidales, en cuyo centro se disponen dos cornisas curvas contrapuestas que alojan un círculo, rematándose el conjunto por una moldura triangular mixtilínea que sostiene un copete central.
     A la izquierda, a los pies de la nave del Evangelio, se sitúa la torre embutida dentro del rectángulo de la planta sobresaliendo del muro de la fachada principal solo el campanario. Está construido en ladrillo y cerámica vidriada con una división en altura de tres cuerpos.
     Los dos primeros se diferencian del resto de la fachada por estar enmarcados por dos grandes pilastras molduradas. El inferior cuenta con dos vanos adintelados superpuestos enmarcados por pilastras que soportan frontones curvos rematados por pináculos, en el segundo cuerpo se abre un balcón hacia la fachada. Este cuerpo se separa de siguiente mediante una entablamento muy moldurado, dando paso al segundo cuerpo que carece de vanos, salvo en el lado del muro del Evangelio, aunque continúa flanqueado por dos pilastras lisas. Éste se separa del tercero mediante otro entablamento con división de arquitrabe, friso y cornisa, sobre el que arranca la torre o campanario. Esta es de planta cuadrada organizándose mediante un vano de medio punto en cada uno de sus cuatro frentes, flanqueados por pares de pilastras toscanas decoradas con azulejos cerámicos de color azul. Por último un nuevo entablamento curvo sobre cada vano donde se asienta un chapitel de variado molduraje, que sirve de remate al conjunto, decorados con jarrones blancos. Junto a la torre se sitúa la caja de escaleras, que presenta distintos perfiles en altura. En el cuerpo bajo es plana con dos óculos de iluminación, en la segunda planta su perfil es curvo y en la tercera planta vuelve a ser plano, siendo utilizado para albergar el reloj de la iglesia.
     Posiblemente esta iglesia fue diseñada para contar con dos torres en los extremos de su fachada, de las que solo y posiblemente por motivos económicos solo llegó a realizarse una. A la derecha de la portada y embutida también en el muro se sitúa una pequeña escalera de caracol de ladrillo tallado con gran finura, que sirve de acceso a las cubiertas y que se cubre al exterior con un pequeña cúpula con remate de copete. Los paramentos y pilastras de esta fachada aparecen pintados en color amarillo albero, en rojo almagra las cornisas, los recercados de los óculos, los llagueados de las pilastras de la torre y parte del molduraje, la portada es de ladrillo visto y parte de un basamento de sillería de piedra vista que recorre todo el exterior de la iglesia.
     Las cubiertas al exterior, las de las naves laterales son planas, y de teja a dos aguas, las de la nave central. La del crucero, más elevada, es también de tejas pero a cuatro aguas. La diferencia de altura entre la nave central y las laterales se resuelve con una fachada en la que se abren vanos adintelados, rematada bajo el alero del tejado con un entablamento de triglifos y metopas y un apilastrado en las esquinas y entre los diferentes tramos.
     La iglesia de San Juan Bautista de Las Cabezas se construye en una época de resurgimiento económico de la población, sobre el lugar que ocupaba la antigua parroquia situada a su vez sobre las antiguas ruinas del castillo de la localidad.
     Tras el terremoto de Lisboa acaecido el 1 de noviembre de 1755, muchos edificios religiosos sufrieron daños estructurales. En noviembre de 1757, Pedro Pérez de Medina, en nombre de D. Pedro Meléndez Arredondo, Administrador de la fábrica de la iglesia, realizaba un informe dirigido al arzobispado hispalense en el que manifestaba "notoria pequeñez" y "construcción humilde" del templo parroquial. Pocos meses más tarde, en marzo de 1758, el arquitecto Pedro de Silva, visitó el edificio, confirmando en un informe cómo debía ser la iglesia a construir. Las condiciones para las obras fueron dadas por Silva en abril de 1759, iniciándose con prontitud, ya que en agosto de 1760, indica en un informe que existían problemas en la ejecución de los cimientos y en la bóveda subterránea de enterramiento.
     Ambrosio de Figueroa detecto la existencia de dos proyectos, uno de Pedro de Silva y otro de Lucas Cintora. Ambrosio trazó otro plano y ya en septiembre de 1763 se habían ejecutado los cimientos de las criptas y la iglesia. Fue entonces cuando se pidió Ambrosio que planteara de nuevo toda la obra, tanto en planta como en alzado.
     El 26 de octubre de 1763 realizó los nuevos planos y un día más tarde, el licenciado D. Sebastián Herrero de Medina, presbítero procurador mayor del Deán y cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, da su conformidad a que la iglesia se "execute con arreglo al nuevo Plano, Apresios y Alsados practicados por el dicho Figueroa nuevamente".
     En enero de 1768 se derribaron fortuitamente varias criptas, lo que hizo que Lucas Cintora, que aún continuaba al frente de la obra se refugiase en Sevilla. Desde este momento su hijo Antonio de Figueroa será el encargado de concluir las obras.
     En octubre de 1777 Ambrosio visitaba la fábrica, atendiendo los problemas surgidos años atrás en las bóvedas de enterramiento, comprobando que Lucas Cintora no había acodalado los cimientos. Por otra parte dio cuenta de la terminación de las portadas y todo el interior e incluso la torre, observando elementos decorativos propios de la mano de Lucas Cintora.
     En junio de 1774 es requerido para trazar una nueva tribuna para la colocación del órgano y hacer otros arreglos de último detalle.
     Las labores las da por concluidas Antonio de Figueroa en mayo de 1775, cuando aún faltaban algunos adornos. Por último el 10 de septiembre de 1777, Pedro de Silva, manifiesta haberse concluido totalmente, con arreglo a planos y condiciones de Ambrosio de Figueroa (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Antes de entrar en profundidad en nuestra Parroquia de San Juan Bautista, analizaremos un poco la antigua Parroquia que de la que algo se conserva:
     Los primeros documentos de la primitiva Iglesia datan del S.XVI (1560 aprox.).
     Construida en el centro de la localidad, rodeado de casas y cerca del Torreón del Castillo. Tenía tres puertas y eran contiguas a una Plazoleta perteneciente a un Hospital, “Los Ángeles”.
     Eran de arquitectura humilde, tenían paredes de cal y tierra.
     Distribuida en tres naves. Sobre la Portada Principal se encontraba el Campanario. El órgano se encontraba en el centro. Su capacidad era de 400 personas. Separadas por columnas de medio punto soportadas por columnas toscanas.
     En la Nave del Evangelio se encontraba el Sagrario y Nuestra Señora del Rosario. En el Altar Mayor existió un sagrario con gradas de maderas, al que se superponía la imagen de un Niño Jesús. En la Nave de la Epístola estaba situado el retablo de las Ánimas Benditas.
     Existían otros altares, como el de San Judas Tadeo, Santísima Trinidad, San Antonio de Padua, San José. Quedando un reducido espacio para los fieles.
     La actual Parroquia tuvo un largo proceso de construcción.
     En 1757 el Administrador de la Parroquia de aquel entonces le hace llegar al Arzobispo de Sevilla la necesidad de una nueva construcción, por el crecimiento de los habitantes de esta villa.
     En aquel entonces existían solo dos ermitas con lo cual no había suficiente espacio tampoco. No merecía tampoco ampliar el antiguo templo por su carácter humilde.
     El día 2 de Marzo de 1758 Pedro de Silva, maestro de fábrica del Arzobispo de Sevilla visita la Villa de Las Cabezas. Pedro asiste una noche a un Sermón de Cuaresma que se predicaba en la Parroquia y él mismo comprobó que una cuarta parte de la población no podía asistir por no haber suficiente espacio. Pedro de Silva ejecuta el proyecto, donde informa a Sevilla la necesidad de una nueva construcción.
     La nueva construcción se inició el día 29 de Junio de 1762, concluyéndose en 1777, siendo los artífices Pedro de Silva y Ambrosio de Figueroa.
     Grandiosa arquitectura, de estilo toscano que destaca por su volumetría, robustez y belleza. Predominando su horizontalidad. Situada en lo alto de un cabezo (cerro) constituye un elemento determinante de la fisonomía de nuestra ciudad.
     Cuenta entre su patrimonio con destacadas obras de retablísticas, escultura, pintura y artes suntuarias, en su mayor parte correspondientes a la escuela sevillana de los siglos XVII y XVIII.
     En este sentido, sobresalen piezas como el lienzo del Bautismo de Cristo, obra destacada de Francisco Varela, pintor de la escuela sevillana del primer tercio del siglo XVII; el retablo de Ánimas, tallado por Juan Ignacio de Salamanca, entre 1778 y 1782; los lienzos que el pintor de cámara, Francisco Agustín, realizados para el retablo mayor, neoclásico; y, singularmente, el excepcional Cristo de la Veracruz, obra maestra de Juan de Mesa, fechada en 1624.
     Declarada Bien de Interés Cultural BOJA 07/05/2008 Núm. 90 pág. 60 (Ayuntamiento de Las Cabezas de San Juan).
   La iglesia de San Juan Bautista destaca por su gran volumetría, robustez y belleza. Está ubicada en la zona más alta del pueblo, sobre un cabezo que domina una amplia llanura, lugar de una gran importancia estratégica por lo que ha sido habitado desde la antigüedad y constituye un elemento determinante de la localidad.
     Su construcción se remonta al siglo XVIII aprovechándose el auge económico de la zona, para ello fue necesario derribar la antigua iglesia parroquial de estilo mudéjar que a su vez ocupó el emplazamiento del antiguo castillo de la localidad.
     Desde le punto de vista arquitectónico es el edificio más importante de la localidad, elevándose en altura del resto del caserío. Cabe destacar la superposición de volúmenes entre los que destacan la gran fachada principal a la que se une la torre, así como la cubrición de la nave central a dos aguas y el crucero. El conjunto se encuentra construido en ladrillo, mampostería y tapial.
     La capilla mayor posee un gran retablo neoclásico (1798-1802), tallado en madera y policromado imitando mármoles. Se estructura en un cuerpo de tres calles separadas por pares de columnas corintias y ático semicircular.
     Gran interés presentan las puertas de madera tallada del siglo XVIII, que subsisten desde la época de construcción del edificio: cuatro en el coro, cuatro a los pies de la nave, cuatro en la capilla del sagrario, una en la cabecera de la nave de la epístola, dos en el presbiterio, cinco en la sacristía y tres en las dependencias parroquiales (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Juan Bautista, precursor del Señor:
EL ÚLTIMO DE LOS PROFETAS DE ISRAEL Y EL PRECURSOR DEL MESÍAS
   San Juan Bautista (en su traducción de los Cuatro Evangelios -1943-, Hubert Pernot sustituyó la denominación usual de San Juan Bautista por la de San Juan el Inmersor, pero la innovación no tuvo eco), el Precursor o, como dicen los griegos, el Prodromos del Mesías, es la "fíbula" viva que une el Antiguo con el Nuevo Testamento. Pertenece al reino de la Ley y al mismo tiempo al reino de la Gracia: ha vivido sub lege y sub gratia. 
   Aunque su historia sea contada en el Nuevo Testamento, no se podría separar de los profetas de la Antigua ley: es el último y el más grande de la estirpe ¿Acaso el propio Cristo no lo ha llamado profeta y más que un profeta? "Hic est enim propheta et plus quam propheta." Pasa por ser la reencarnación del profeta Elías: "Delante del cual irá él, con el espíritu y la virtud de Elías", dice Lucas (1: 17).
   La piedad popular y el arte cristiano siempre le han reservado un lugar aparte de los apóstoles y de los santos. En la Coronación de la Virgen, del primitivo artista de Aviñón Enguerrand Quarton (1453), San Juan esta en las filas de los profetas, en el lado opuesto a San Pedro y a los apóstoles. En la Asunción del Libro de Horas de Étienne Chevalier, Jean Fouquet lo sitúa junto a Moisés. A principios del siglo XVI, en su pintura La Adoración de la Santísima Trinidad por todos los santos o de la Santísima (Allerheiligenbild) en el Museo de Viena, A. Durero, fiel a la tradición, sitúa a Juan el Bautista en la cohorte de los justos del Antiguo Testamento, junto a Moisés y el rey David.
   Pero si Juan Bautista es el último de los profetas, también es el primero de los mártires de la fe de Cristo. Merecería, más que el díácono Esteban, el título de protomártir. La Iglesia le rinde el mismo culto que a los santos. En la hagiografía ocupa un lugar análogo al de San Miguel, venerado como arcángel y como santo al mismo tiempo.
   Así se explica que pueda figurar dos veces en un mismo programa iconográfico, donde representa simultáneamente el Antiguo y el Nuevo Testamento. Es el caso de la portada de la iglesia de San Servais, de Maastrich, donde se encuentra en los dos derrames: a la izquierda, pisoteando a Herodes y a Herodías, y a la derecha, bautizando a Cristo en el Jordán.
HISTORIA
   La historicidad de San Juan ha sido discutida tanto como la de Cristo. Ciertos mitólogos lo identifican, como a Jonás, con el dios pez babilonio Oannes.
   El historiador judío Josefo dice sólo que su predicación inspiraba gran esfervecencia en el pueblo, lo cual provocó su detención (Antigüedades judías, Lib. XVIII). Ese relato no concuerda con las fuentes cristianas.
   Brevedad de los Evangelios canónicos. Lo que las Sagradas Escrituras nos enseñan acerca de su vida puede resumirse en pocas palabras.
   Hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, prima de la Virgen María, recibió el nombre de pila Johanan o Jochanaan. Se retiró muy joven al desierto de Judea para llevar allí una vida ascética y predicar la penitencia. En Jesús, que se hizo bautizar por él en el Jordán, reconocía al Cordero de Dios, al Mesías anunciado por los Profetas. Ese acontecimiento capital habría ocurrido en el año 28.
   Arrestado en el 29, en la fortaleza transjordana de Macarea o Macerón (Mekavar) por el tetrarca de Galilea Herodes Antipas, cuyo matrimonio con Herodías, que era su sobrina y su cuñada a la vez (Herodes no podía justificarse por la ley judía de los levitas puesto que Herodías tenía cuatro hijos de su primer matrimonio), se había atrevido a censurar, fue decapitado sin que Jesús interviniese para salvarlo.
   Sólo en Marcos y en Mateo encontramos el relato de la Pasión de Juan desde su detención hasta su decapitación. El cuarto Evangelio no hace ninguna alusión al hecho, y San Pablo calla al respecto.
   Las adiciones de los Apócrifos. Sobre ese delgado cañamazo bíblico la leyenda bordó innumerables anécdotas que inspiraron al arte cristiano durante siglos.
   Los hagiógrafos desprovistos de imaginación recurrieron a otras fuentes mal disfrazadas. El evangelista Lucas ya había dado un ejemplo en tal sentido, contando el anuncio del nacimiento de San Juan Bautista según el modelo de los nacimientos de Isaac (Gen. 18: 10), de Sansón (Jue. 13:2) y de Samuel (I Rey. :1). El ángel Gabriel se apareció a Zacarías y le anunció el nacimiento de un hijo que se llamaría Juan. Zacarías, tan escéptico como la vieja Sara, respondió que era demasiado anciano, al igual que su mujer, como para creer en esta buena noticia. Para castigarlo por su incredulidad, el ángel le declaró que permanecería mudo hasta el día en que se realizara la promesa divina.
   La Virgen embarazada fue a visitar a su prima Isabel. Al acercarse Jesús, el niño se estremeció de alegría en el vientre de su madre.
   El mismo día de su nacimiento, contrariando la costumbre judía, recibió el nombre de Juan: tan pronto como su padre Zacarías, que hasta entonces permaneciera mudo, lo escribió sobre una tabla, recuperó la palabra; su lengua se liberó y se repuso de su largo silencio profetizando.
   De acuerdo con una tradición que se remonta Orígenes y a San Ambrosio, y que ha sido recogida por Pedro Comestor y por Jacopo de Vorágine en la Leyenda Dorada. el futuro precursor habría sido recibido en su nacimiento por la Virgen María. Buenaventura cuenta que María tomó en sus brazos al hijo de Isabel. El niño fijaba la mirada en ella como si hubiese comprendido quién era y cuando ella quiso devolverlo a su madre, él inclinaba la cabeza hacia la Virgen y sólo parecía encontrar placer en ella.
   Lucas no dice nada acerca de la infancia de Juan Bautista, pero los Apócrifos colman la laguna. Ahí se inventa la huida de Isabel con su hijo en el momento de la Matanza de los Inocentes, fuga poco motivada puesto que habitaban lejos de Belén.
   Retirado en el desierto (o en los bosques), Juan, vestido con una túnica de pelo de camello, se contenta con alimentarse de langostas (este alimento no tiene nada de anormal para un habilitante del desierto. Todavía en la actualidad los árabes comen sin asco alguno langostas secas, limpias de élitros, que se venden a espuertas en los mercados al aire libre o en los zocos. Han seguido "acridófagos". No obstante, numerosos comentaristas piensan que un asceta sólo podía ser vegetariano y pretenden que la palabra akrides ha sido traducida por langostas pero que debería interpretarse como brotes tiernos o frutas silvestres, quizás algarrobas , que en alemán se llaman Johannessbrotfrüchte -panes de San Juan-. Cf. Henri Grégoire, Les sauterelles de saint Jean-Baptiste, 1930. En inglés el algarrobo se denomina locust-tree, y las algarrobas locust-beans) y miel silvestre (locustae et mel sylvestre). Exhorta a la penitencia a sus discípulos, que lo toman por el Mesías, anunciándoles que el Reino de los Cielos está próximo.
   Después del Bautismo de Cristo deja de predicar. Como Natán censurando el adulterio de David, reprocha al tetrarca de Galilea Herodes Antipas el incesto con su cuñada. Para vengarse, Herodías aconseja a su hija Salomé, que había embrujado al tetrarca con su danza, que le pida como recompensa la cabeza de San Juan Bautista.
   Según el Evangelio de Nicodemo, habría precedido a Cristo en los Infiernos, donde habría servido de anunciador, igual que en la tierra.
   El profeta fue perseguido aún después de su muerte: se contaba que el emperador Juliano el Apóstata, para poner fin al culto que se le rendía, hizo desenterrar y quemar sus huesos.
   Puede advertirse lo que agregan los Apócrifos al relato de los Evangelios canónicos: la presencia de la Virgen en el nacimiento de Juan, la leyenda de la montaña que se abre frente a la madre y al niño, su descenso a los Infiernos donde precede y anuncia a Cristo, la incineración de sus reliquias.
   La ciencia moderna. El descubrimiento de los manuscritos hebreos en el desierto de Judá, al fondo de las grutas cavadas en los cantiles del mar Muerto, en 1947, ha renovado nuestro conocimiento de los orígenes del monacato cristiano. Sobre todo se descubrió que las prácticas y enseñanzas de los Esenios había ejercido profunda influencia en la predicación del Bautista. La traducción de los rollos del mar Muerto sin duda confirmará esta filiación espiritual.
CULTO
   San Juan Bautista es el primero en la jerarquía de los santos. Su primado es reconocido por la liturgia. En las Letanías se lo invoca inmediatamente después de los arcángeles, antes que a San José, esposo de la Virgen. En el Confiteor, su nombre es enunciado antes que el de San Pedro, príncipe de los Apóstoles. San Pedro Crisólogo lo glorifica como un superhombre, el igual de los ángeles: major homine, par angelis.
FIESTAS
   Por un privilegio excepcional, la Iglesia celebra el día de su nacimiento y el de su muerte: su Natividad es el 24 de junio, su Decapitación el 29 de agosto. Ahora bien, sólo hay otras dos Natividades inscritas en el calendario litúrgico, la del Mesías y la de la Santa Virgen.
   Antiguamente había incluso otra fiesta de San Juan Bautista, la de la Concepción de San Juan Bautista. Celebrada en Oriente, en el calendario romano ha sido reemplazada por la Visitación, que conmemora implícitamente la santificación de San Juan en el vientre de su madre.
   La fiesta de la Natividad de San Juan, fijada en junio, seis meses antes de la Natividad de Jesús, se llamaba en otros tiempos Navidad de verano. Durand de Mende nos enseña en su Rational (VII, 14) que entonces, como en la Nochebuena, se cantaba un doble oficio: el primero al anochecer y el segundo a medianoche.
   Más popular todavía, la Pasión o Decapitación, celebrada en agosto, reemplaza fiestas paganas que el cristianismo, consciente de la fuerza de su tradición, supo desviar en su provecho. Los fuegos encendidos en las cimas durante el solsticio de verano, después de la puesta de sol, se convirtieron en los fuegos de San Juan.
RELIQUIAS
   El culto de los santos generalmente está fundado en sus milagros y sus reliquias. Ahora bien, los judíos nunca han atribuido al Bautista un solo milagro y sus reliquias habrían sido reducidas a cenizas.
   Un panegirista de San Juan que escribiera en el siglo XII, se alegra de que éste no haya sido elevado al cielo como Cristo, la Virgen y San Juan Evangelista, porque si hubiese resucitado -agrega, ingenuamente- estaríamos privados de sus reliquias.
   A decir verdad, la historia de la combustión de los huesos de San Juan por órdenes de Juliano el Apóstata resultaba muy molesta porque parecía quitar a los santuarios de la cristiandad toda esperanza de conquistar las reliquias del primero de los santos. En verdad, quedaban las cenizas que los genoveses se jactaban de haber recogido. Pero se las arreglaron para sortear el obstáculo: se supuso que la combustión no había sido total y que un discípulo había conseguido sustraer al fuego huesos que fueron transportados a Alejandría y se difundieron y multiplicaron a través del mundo.
   Numerosas iglesias se disputaban la gloria y las ventajas de poseer las reliquias del Precursor. A causa de una confusión de nombre, se considera que la tumba de San Juan Damasceno en la mezquita de los Omeyas de Damasco contiene el cuerpo de San Juan Bautista.
   Los Juanistas o Caballeros de San Juan habrían recogido un brazo en su iglesia de Malta.
   Las pequeñas iglesias se contentaron, modestamente, con los dedos del Precursor. San Juan de Maurienne poseía su pulgar y San Juan del Dedo -en Bretaña- el índice, todavía más precioso, que señaló al Cordero de Dios a orillas del Jordán.
   El duque Juan de Berry legó a los cartujos de París el mentón y las sandalias de su santo patrón contenidos en un relicario de plata.
   Pero la reliquia más codiciada era la cabeza del decapitado que Constantinopla pretendía poseer en el monasterio de Studios.
   Sólo en Italia se conocían cinco ejemplares de su cabeza. En dos iglesias de Roma, S. Silvestre in capite y S. Juan de los Florentinos, en S. Lorenzo de Génova, en S. Marcos de Venecia y en la catedral de Anagni.
   A las pretensiones italianas se oponían las reivindicaciones francesas. En 1204, después de la cuarta Cruzada, un canónigo de Picardía habría llevado desde Constantinopla a Amiens la parte anterior de la cabeza de San Juan Bautista con la marca del cuchillo de Herodías. La parte posterior de la "cabeza del Señor San Jehan" había quedado en Constantinopla. San Luis la adquirió a precio de oro para la Sainte Chapelle; era la pieza más preciosa del tesoro, después de las reliquias de la Pasión.
   Otra cabeza (de otro San Juan), encontrada en 1014 y conservada en un magnífico relicario, atraía a los peregrinos a San Juan de Angély, en Saintonge (Calvino se burla en su Tratado de las Reliquias: "Los de Amiens se jactan de tener el rostro y la máscara que muestran hay una marca de una cuchillada sobre el ojo que dicen que le asestó Herodías. Pero los de San Juan de Angély los contradicen y muestra la misma parte."). Santa Verónica habría aportado a Bazas una "mappula" con la cual habría secado la sangre del Precursor en la prisión.
   En España, la iglesia de San Isidoro de León se jactaba de poseer la mandíbula del Precursor.
   A causa de esta multiplicación, a finales de la Edad Media se contaba doce cabezas y sesenta dedos del Bautista, lo cual es evidentemente excesivo. Pero como sólo se presta a los ricos, se han atribuido al Bautista huesos que pertenecían a sus homónimos, tales como San Juan de Edesa.
LUGARES DE CULTO
   La popularidad de San Juan está probada no sólo por el número paradójico de sus reliquias que parece haber tenido, como el fénix, el privilegio de renacer de sus cenizas, sino además por la multitud de iglesias puestas bajo su advocación.
   Roma no le consagró menos de ocho, la más célebre de las cuales es San Juan de Letrán, madre de todas las iglesias, "omnium ecclesiarum mater et caput", fundada por Constantino, el primer emperador cristiano. En Italia era, además, patrón de Génova, de Florencia -que estampaba en sus florines la imagen de San Juan Bautista- y de Turín, que le dedicó su catedral.
   En Venecia, la iglesia de San Giovanni Decollato se llama en dialecto San Zan Degola.
   En Francia, le están dedicadas numerosas catedrales, especialmente la de Lyon, sede del Primado de las Galias. Además, era venerado en Perpiñán, que le dedicó dos iglesias: San Juan el Viejo y San Juan el Nuevo, en Bazas; San Juan de Angély en Saintonge; San Juan del Dedo en Bretaña, San Juan de Maurienne en el Delfinado y la abadía de San Juan de las Viñas en Soissons.
   A ello hay que agregar que los baptisterios que en otros tiempos se levantaban junto a las catedrales, estaban obligatoriamente consagrados al Bautista: tal es el caso del baptisterio San Juan de Poitiers; de San Giovanni in Fonte, en Ravena, y los baptisterios de Parma, Pisa y Florencia. En Francia se los llamaba San Juan de las Fuentes o San Juan el Redondo, a causa de su planta circular.
   Numerosas órdenes religiosas o militares se vindican de San Juan Bautista: Los caballeros de San Juan de Jerusalén expulsados a Rodas por la reconquista musulmana, que luego pasaran a Malta; los cartujos, cuya devoción se repartía entre San Juan, patrón de los ascetas y San Bruno, fundador (Claus Sluter lo ha representado en la portada de la Cartuja de Dijon como patrón de los Cartujos, protegiendo a Felipe el Atrevido. La cartuja del Valle de la Bendición, fundada por el papa Inocencio VI en Villeneuve de Aviñón, originalmente estaba consagrada a San Juan Bautista; por ello los frescos de la capilla ilustran escenas de su vida. En España, Fernando Gallego pintó para la Cartuja de Miraflores un ciclo de la historia del Bautista) de la orden.
   En 1310, en Haarlem, se fundó una Encomienda de la orden de San Juan. Para ella fue ejecutado el gran retablo de Geertgen Tot sint Jans, uno de cuyos paneles se encuentra en el Museo de Viena.
CULTO POPULAR
   Numerosos santos nunca han recibido más que un culto litúrgico y, por así decir, oficial, pero San Juan Bautista es, por el contrario, el tipo del santo popular.
   Los fuegos de San Juan, las hierbas de San Juan (las verbenas) son una herencia del paganismo que sobrevive en el folklore cristiano.
   Las corporaciones y las cofradías se disputaban el patronato de tan poderoso intercesor: por ello su imagen es tan frecuente en los báculos procesionales de las cofradías.
   San Juan Bautista era el patrón de los sastres porque se vistió a sí mismo en el desierto; de los peleteros, a causa de la túnica de pelo de camello; de los fabricantes de cinturones, zurradores y talabarteros porque llevaba cinturón de cuero; de los cardadores de lana porque tenía un cordero como atributo.
   En Florencia había adquirido la clientela del Arte di Calimala, es decir, del gremio de comerciantes de paño francés.
   En memoria del festín de Herodes, era venerado por los posaderos. La prisión le valió la clientela de los pajareros porque también él había sido metido en una jaula y su decapitación la de los cuchilleros y afiladores porque le habían cortado la cabeza.
   A causa de su prisión y decapitación también era el patrón de los prisioneros y condenados a muerte. Las cofradías de la Misericordia que se habían fijado como misión acompañar a los condenados al suplicio y sepultarlos, habían elegido como emblema la cabeza de San Juan en una bandeja. Por eso la capilla de los Penitentes Negros de Aviñón, adosada a la prisión, está dedicada a San Juan Bautista, y los bajorrelieves de la fachada representan a dos ángeles que llevan su cabeza en una bandeja.
   Sin embargo, a primera vista se explica difícilmente, que también sea el patrón de cantores y músicos. En este sentido, es necesario recordar que los nombres de las notas de la escala han sido tomadas por el monje benedictino Guido d'Arezzo de un himno en su honor: ut (luego do), re, mi, fa, sol, la son las sílabas iniciales de los versos donde se lo celebraba, y la nota si está compuesta por la S y la I de San Juan (Sancte Iohannes), invocada al final de la estrofa.
   Como todos los santos populares, el Bautista era también un santo curador.
   La cabeza de San Juan en una bandeja (Johannischüsse) era objeto de una particular devoción por parte de los fieles que sufrían de migraña o jaqueca: se les presentaba la bandeja de San Juan, y a veces incluso se les colocaba su cabeza de metal hueco para "aspirar" la enfermedad.
   En Amiens, la cabeza de San Juan curaba la epilepsia (se llamaba a la epilepsia el mal de San Juan). En San Juan de las Viñas de Soissons, a donde los pacientes acudían en peregrinación, se lo invocaba contra las enfermedades de garganta, las anginas y los ahogos.
   En el Tirol, los campesinos conseguían la curación de los dolores de cabeza dando tres vueltas en torno al altar con una "Johannisschüssel" (algarroba). Arrojada al agua, la cabeza de San Juan ayudaba a a encontrar los cuerpos de los ahogados.
   A causa del Bautismo en el Jordán, tradicionalmente se consideraba a San Juan protector de las fuentes.
   En Rusia, los popes recomendaban abstenerse de todo fruto o legumbre, pera o calabaza cuya forma pudiera recordar la de la cabeza humana en el día de la fiesta de la Decapitación del Prodromo.
   Si a todas esas creencias populares se suma el hecho de que los nombres de San Juan y Juana eran extremadamente usuales en todos los países y que su empleo hacía que quienes lo eligieran se hicieran pintar bajo la protección de su santo patrón, se explica fácilmente la profusión de imágenes de San Juan en el arte cristiano.
ICONOGRAFÍA
   Tipos. La mayoría de los santos no tienen más que un tipo iconográfico. A nadie se le ocurriría representar un San Pedro o un San Pablo niños. Pero San Juan Bautista aparece en el arte cristiano, por el contrario, con dos aspectos diferentes: como niño y como adulto, como compañero de juegos del Niño Jesús y con los rasgos de un predicador ascético. Desde este punto de vista puede compararse con David, representado ya como joven pastor vencedor de Goliat, ya como rey coronado tocando el arpa.
San Juanito
   Fue el Renacimiento italiano el que popularizó el tipo del bambino de cabellos rizados jugando respetuosamente con el Niño Jesús bajo la tierna vigilancia de la Madona.
   El tema del pequeño San Juan asociado con el Niño Jesús no tiene fundamentos alguno en la Biblia, porque si hay que creer en el testimonio de San Juan Evangelista (1: 31), el Bautista habría dicho al ver a Jesús avanzar hacia él para ser bautizado en las aguas del Jordán: "Yo no le conocía".
   Pero se explica sin dificultad el atractivo que un tema semejante debía ejercer sobre los pintores de la maternidad y de la infancia. Según Botticelli, fue Leonardo da Vinci quie en su Virgen de las Rocas ha ofrecido el modelo más perfecto de esas Sagradas Familias ampliadas que luego inspiraron a Rafael (bastará recordar la Madonna della Tenda en la Pinacoteca de Munich; la Virgen del vel o y ls Sagrada Familia de Francisco I, en el Museo del Louvre) y a Murillo tantas obras maestras de gracia conmovedora.
   Señalemos sólo que desde el punto de vista iconográfico ese tema se presta a las variaciones más delicadas: San Juanito es ya el compañero del Niño Jesús al que entrega su cordero, ya el adorador de Aquél a quién, a la sazón, confusamente, siente "mayor que él" ¡Pero cuántos matices entre la camaradería y la adoración!
   Aunque los dos niños hayan nacido con algunos meses de intervalo, la diferencia de edades está muy marcada: Juan aparece siempre muy claramente como el mayor.
   Los artistas florentinos del Quattrocento representaron a San Juan adolescente con los rasgos de un efebo imberbe de nerviosa elegancia (Donatello, Verrocchio) o de gracia andrógina (da Vinci).
   En el siglo XVII, Murillo lo transformó en muchacho andaluz.
   En el siglo XIX, los escultores franceses Paul Dubois y Dampt enriquecieron el tema.
San Juan adulto
   Por encantador que resulte el tipo pueril o juvenil del Giovannino italiano, San Juan aparece en el arte cristiano casi siempre con los rasgos de un asceta demacrado "alimentado con langostas y miel silvestre", predicando la penitencia en el desierto de Judea.
   El arte realista de finales de la Edad Media y del Renacimiento lo representa de buena gana como un faquir esquelético, uno yogui hindú o un beduino nómada macilento y quemado por el sol, de barba descuidada y cabellos hirsutos.
   No obstante, ese San Juan ascético de origen oriental estuvo precedido por representaciones de tipo pastoral o sacerdotal en las manifestaciones paleocristianas de Ravena.
   Vestimenta. Según los Evangelios de Mateo (3, 4) y de Marcos (1, 6), está vestido con una túnica corta (exomis). Pero su vestidura característica es un sayo de pelo de camello (trikhinon himation) ajustado en la cintura mediante un cinturón de cuero. (Joannes erat vestitus pilis cameli et zona pellicea circa lumbos ejus.) En el arte pictórico del siglo XV, la piel de la cabeza del camello pende entre sus piernas. La piel manchada de un tigre que viste en un mosaico bizantino de Parenzo, en Istria, es una excepción. El sayo tejido con pelo de camello se reemplazó en Occidente con una piel de oveja o de cabra que le deja los brazos, las piernas y hasta una parte del torso desnudos. El palio púrpura que tiene encima en la escena de la intercesión del Juicio Final, alude a su martirio.
   Atributos. En el arte bizantino, está representado como un ángel con grandes alas (alígero). Esta concepción del Prodromo alado se remonta a una profecía de Malaquías (3:1): "He aquí que envío a mi mensajero para preparar mi camino, el ángel de la Alianza que deseáis." En el principio del Evangelio de San Marcos (1:2), se lo califica de mensajero celestial; no es otra cosa que la traducción literal de las palabras de Cristo que lo glorifica como "el igual de un ángel".
   En su mano, como los santos "cefalóforos", tiene una bandeja con su cabeza cortada: con frecuencia esa bandeja es reemplazada por un cáliz donde reposa como una hostia viva el Niño Jesús desnudo.
   Sus atributos son muy diferentes en el arte de Occidente. El más frecuente es el cordero cruciforme que presenta en un tondo, en un pliegue de su manto, apoyado sobre un libro o derramando su sangre en un cáliz, a sus pies. Ese símbolo es el que conviene más a un Precursor, puesto que saluda a Jesús diciendo: "He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo."
   Con frecuencia tiene una cruz de cañas en la que una filacteria lleva la inscripción: Ecce Agnus Dei. Un panal de miel alude a su alimento en el desierto.
   Por el índice elevado expresa, como el arcángel Gabriel, su misión de Anunciador (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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