Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Cádiz, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San Sebastián; Iglesia del Convento de la Victoria; Iglesia de San José; Arquitectura Civil; y Dique de Matagorda) de la localidad de Puerto Real, en la provincia de Cádiz.
A un lado del caño del Trocadero, más atrás de la Matagorda, carenero y cuna de buenos carpinteros de ribera, casi dando la espalda al campo para fundirse en las mareas, los Reyes Católicos crean una nueva población en 1483, deseosos de contar con una salida propia al mar y no depender de los puertos señoriales en su política atlántica. Fundación moderna segregada del extenso término de Jerez, con Carta Puebla dada en 1483, nació, pues, villa, puerto y real. Aunque con un emplazamiento ideal, no es de extrañar que los vestigios de poblamiento sean anteriores y constantes como lo atestiguan, entre otros hallazgos, los hornos o alfares romanos del Olivar de los Valencianos y del Gallinero o la singular villa romana, recientemente descubierta con motivo del trazado de una autovía, con pinturas y mosaico, y el que la presencia musulmana se correspondiera con las alquerías de Rayhana, Poblanina y Fontanina. Renace varias veces, pues, vendida por la corona, pierde su condición de realengo de 1646 a 1676, condición que los mismos vecinos rescatarán; es arrasada por los angloholandeses en 1702, durante la Guerra de Sucesión, y sufre la demoledora ocupación francesa de 1810 a 1812. El siglo XIX le es propicio. La primera línea de ferrocarril de la provincia, de las primeras puestas en uso en España, destinada al embarque de los vinos de Jerez, termina en el Trocadero y, sobre todo, se inicia industrialmente la construcción naval en 1872, actividad que, sin ser la única, sí es la que dará carácter a Puerto Real hasta el presente (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
A un lado del caño del Trocadero, más atrás de la Matagorda, carenero y cuna de buenos carpinteros de ribera, casi dando la espalda al campo para fundirse en las mareas, los Reyes Católicos crean una nueva población en 1483, deseosos de contar con una salida propia al mar y no depender de los puertos señoriales en su política atlántica. Fundación moderna segregada del extenso término de Jerez, con Carta Puebla dada en 1483, nació, pues, villa, puerto y real. Aunque con un emplazamiento ideal, no es de extrañar que los vestigios de poblamiento sean anteriores y constantes como lo atestiguan, entre otros hallazgos, los hornos o alfares romanos del Olivar de los Valencianos y del Gallinero o la singular villa romana, recientemente descubierta con motivo del trazado de una autovía, con pinturas y mosaico, y el que la presencia musulmana se correspondiera con las alquerías de Rayhana, Poblanina y Fontanina. Renace varias veces, pues, vendida por la corona, pierde su condición de realengo de 1646 a 1676, condición que los mismos vecinos rescatarán; es arrasada por los angloholandeses en 1702, durante la Guerra de Sucesión, y sufre la demoledora ocupación francesa de 1810 a 1812. El siglo XIX le es propicio. La primera línea de ferrocarril de la provincia, de las primeras puestas en uso en España, destinada al embarque de los vinos de Jerez, termina en el Trocadero y, sobre todo, se inicia industrialmente la construcción naval en 1872, actividad que, sin ser la única, sí es la que dará carácter a Puerto Real hasta el presente (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
El Centro Histórico de Puerto Real se asienta sobre un terreno bastante llano en un cruce de caminos y muy próximo al mar, con acceso fácil a la playa. Ubicada en el litoral de la Bahía de Cádiz, en el borde norte del denominado "saco interior", rodeado de marismas al este y oeste, y por la campiña al norte. Núcleo casi totalmente llano. Sus altitudes más significativas son: Explanada junto al mar, 2,0 m.; Estación Renfe, 5,0 m.; Punto más alto en borde oeste, 7,5 m.
Se impone como orden geométrico del crecimiento urbano del casco la cuadrícula, que se mantiene hasta finales de los años sesenta; se trata del ejemplo más claro de planta urbana en damero de la provincia de Cádiz, claro precedente de las ciudades hispanoamericanas.
Actualmente, con el crecimiento de la villa y el boom de la construcción, la regularidad característica de Puerto Real desde su fundación queda rota en las zonas periféricas.
Su trama urbana presenta gran interés, ya que dado su carácter de fundación de nueva planta se pudo seguir una traza preconcebida. Esta se organiza según el sistema de damero, con calles rectilíneas que configuran manzanas cuadrangulares. Las alteraciones más notables de esta estructura son la forma de la Plaza de Jesús y el trazado de la calle San José.
La calle de la Plaza se ensancha al llegar a la calle Nueva, buscando unirse a la altura de la calle Rosario con el camino a El Puerto de Santa María. La calle San José, cortada hoy en la calle San Fernando, llegaba al nudo de cañadas existentes en el Porvenir. Las manzanas son rectangulares con la parte de mayor longitud orientada de Norte a Sur.
Las viviendas generalmente de dos o tres plantas responden a los modelos barrocos y neoclásicos gaditanos, con fachadas encaladas a las que se abren balcones y cierros de forja o madera y se rematan con azoteas coronadas por pináculos. El caserío primitivo era de una sola planta, Techos de teja a dos aguas, con unos veinte metros de fachada, patios amplios sin montera, entradas espaciosas para los animales y cuadras en su interior.
El crecimiento de su trama originaria se ha producido hacia el Oeste, ya que ha estado limitado naturalmente por el Sur con el mar y por el Norte con el pinar de las Canteras y con posterioridad con la línea del ferrocarril (Guía Digital del Patrimonio Digital de Andalucía).
Ciudad industriosa y salinera, situada en el corazón de la bahía gaditana, a la orilla del Atlántico, en un terreno llano en el que se dan cita abundantes pinares.Historia
La ciudad fue fundada por los Reyes Católicos mediante la Carta Puebla dada en Córdoba el 18 de junio de 1483. Durante cincuenta años perteneció a la jurisdicción de Jerez, recobrando su libertad en 1547.
No obstante, durante el siglo XVII fue vendida por el rey al almirante Díaz Pimienta en la cantidad de 36.916 ducados. Los puertorrealeños se opusieron firmemente a la venta, pero hubieron de soportar durante largos años el señorío del almirante hasta que, al final del siglo, pudieron pagar su libertad.
La ciudad fue prácticamente destruida en dos ocasiones, en 1702 durante las invasiones inglesas y holandesas que, en la Guerra de Sucesión, sostenían el derecho de Carlos de Austria frente al de Felipe V y, con posterioridad, durante la invasión francesa cuando las tropas napoleónicas la convirtieron en su cuartel general. Consiguió rehacerse en las dos ocasiones, hasta el punto de que el siglo XVIII es el de mayor auge, tanto económico como cultural, y el siglo XIX, tras la retirada francesa, a pesar de las fluctuaciones y los altibajos políticos, consigue una eficaz modernización.
Gastronomía
La cocina puertorrealeña es rica y variada, tiene como base fundamental los productos marinos, aunque sabe utilizar igualmente los del campo. Entre los primeros cabe mencionar pescados como el sargo, la dorada, que aquí llaman también zapatilla, o el róbalo de estero y mariscos como el camarón de salina, las cañaíllas o las coquinas.
Con los productos del campo se elaboran platos como los garbanzos con acelgas, las tagarninas esparragadas o la perdiz a la piñonera.
En febrero, el Carnaval constituye una manifestación popular de primera magnitud convertida en la fiesta grande de la bahía gaditana. Del 30 de mayo al 3 de junio tiene lugar la feria, que se celebra desde el año 1843.
Vida urbana
El agradable clima mediterráneo de que goza la ciudad invita a disfrutar de la vida al aire libre. A partir, sobre todo, de la primavera se suceden los acontecimientos tanto deportivos como culturales, cuya oferta anual es profunda y variada. Así se cuenta, para los más jóvenes, con la serie de conciertos de música moderna encajados en el ciclo "Tu noche de verano", que se celebran en el Teatro Municipal de Verano. A estos conciertos le suceden otros de folk, jazz y flamenco, además del Festival de Cante por Livianas. Un buen número de peñas llevan a cabo una amplia gama de actividades, muchas centradas en la preparación del Carnaval. Los deportes, no sólo náuticos, así como las pesca son otras de las grandes aficiones de la gente del lugar, a la que se unen también las salidas a los parques y pinares que como el de las Canteras rodean la población.
Visita
La ciudad se extiende entre las vías del ferrocarril y el mar, con algunas urbanizaciones más allá de la vía, en dirección al parque de las Canteras.
La trama urbana tiene un carácter reticular y en sus calles aparece un buen número de grandes casas de los siglos XVII y XVIII con amplias balconadas y ventanales y hermosas portadas de piedra. La bonita Rivera del Muelle lleva hasta el Club Náutico y la playa de la Cachucha.
Paralela a ella se sitúa la calle de la Amargura, a la altura de cuyo número 87 se localiza el callejón del Arco, gracioso y peculiar rincón de la ciudad.
En la Calle Ancha, que bien podría ser el eje principal de la villa, se levanta la iglesia prioral de San Sebastián, sobrio edificio del siglo XVI. Prácticamente frente a ella, aparece la iglesia de Jesús, María y José, también llamada solamente de San José. Es un sencillo edificio de estilo neoclásico de finales del siglo XVIII, cuya construcción fue costeada por la Hermandad de Carpinteros de Ribera (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).
Iglesia de San Sebastián La iglesia de San Sebastián, con el honor de prioral desde finales del XV, tal vez heredera de una anterior ermita, es una obra del siglo XVI, ya en ejecución hacia 1535 probablemente con trazas sencillas de tres naves separadas por pilares con arcos que sostendrían un liviano artesonado mudéjar. De esta fase se conserva, en la cabecera de la iglesia, la capilla mayor, abierta por un arco de ojiva a la nave central, y cerrada por una bóveda, también gótica, en forma de estrella o de terceletes, procedimiento en relación con sistemas constructivos utilizados por entonces en Jerez, como en la iglesia de Santiago o en San Mateo, así como las más sencillas bóvedas ojivales de las capillas laterales, la de Lourdes, antes de los Remedios, y la Bautismal y del Rosario, que la flanquean.
En su fachada, la sencilla puerta conocida como Portada de las Novias es testimonio singular también del momento. Sus elementos, medallones con relieves de cabezas en las enjutas del arco, los candeleros sobre el entablamento, las pilastras, la traza del arco de medio punto y, en suma, el esquema y las proporciones, son propios del plateresco. Relacionado con otros lugares de la provincia, como en Jerez y en Medina, aquí en la llamada Puerta del Castillo de Santa María la Mayor. Aunque consagrada en 1592, como reza la inscripción de la columna de mármol junto a la portada, estaría terminada en torno a 1575 pero ya en un sentido más clásico debido al maestro mayor jerezano Martín Delgado. Con el tiempo se irían añadiendo nuevas capillas y reformas, especialmente tras un aparatoso incendio sufrido en 1754.
Así, la Capilla Sacramental, levantada inicialmente por el maestro Antonio Ruiz Florindo en 1782 y rematada en 1844, obedece a un diseño del arquitecto neoclásico Torcuato Benjumeda. La puerta lateral de la iglesia, una reforma según formas clasicistas, también es de esta última fecha. Lo que hoy vemos es un airoso e iluminado templo de tres naves, separadas por ocho columnas con arcos ligeramente peraltados de medio punto, cubierta la central por bóveda de cañón y lunetos sobre un ordenado entablamento y, las laterales, a menor altura, por aristas. A éstas abren las capillas. La torre campanario, de planta rectangular, abierta al exterior por saeteras escalonadas en altura y cuatro reducidos huecos de campana, cumple funciones de atalaya y defensa ante posibles ataques por cuanto, además, la villa nunca dispuso de muros u otras defensas, salvo otra torre desaparecida, la Torre Alta que, hoy, da nombre a una calle. Se cierra con una cubierta achapitelada que luce encendidos azulejos de colores.
En su interior son destacables el púlpito de mármol y jaspes, con un relieve de San Sebastián, obra del siglo XVIII, un crucificado de marfil del siglo XVI y un Ecce Homo granadino, de finales del siglo XVII. En la sacristía, otro crucificado barroco, talla italiana del siglo XVIII, así como, de procedencia genovesa, el grupo de la Sagrada Familia que preside el altar mayor, y las tallas de los arcángeles San Miguel y San Rafael, también del siglo XVIII, sobre las calles laterales del retablo de la capilla Sacramental.
La reja que cierra ésta es de 1795. De la amplia relación de pinturas citamos, como representativas, un lienzo de fines del siglo XVII, con San José, el Niño y San Juanito, en quien algunos ven la autoría de Meneses Osorio, y el Prendimiento de Jesús, sobre el coro alto, de similar fecha, como la mayoría del resto de cuadros conservados. Por lo demás, pese a los expolios y destrucciones, se conservan piezas de platería de interés, tales como distintos cálices y copones, entre el barroco y el neoclásico, y la suntuosa custodia del Corpus, del siglo XVII, con labores de filigrana en plata e inserciones de pedrería, con una altura de 70 cms., cuya abundancia y tratamiento ornamental lo vincularían al barroco mexicano (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Se trata de un edificio Renacentista, que comenzó a construirse en la primera mitad del XVI empleándose para ello piedra de las mismas canteras portorrealeñas.
Su estilo renacentista tiene influencias góticas en la bóveda de la Capilla Mayor. Se finalizaron las obras de construcción en el año 1592.
La Iglesia consta de tres naves, siendo la central la más alta y separada de las laterales por arcos de medio punto que descansan sobre columnas de piedra de fuste liso.
Las naves laterales se cubren con bóvedas de arista cuyos cañones transversales vienen limitados por los arcos que las separan de la nave central y los muros laterales que conforman su cerramiento y que vienen perforados en su parte superior formando la ventanas que destacan con su enmarcado de piedra sobre el muro blanco y liso (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Iglesia del Convento de la Victoria Los frailes mínimos de la Orden de San Francisco de Paula están en Puerto Real desde 1635, gracias al apoyo y constantes donaciones de sucesivos benefactores locales, y concluyen su vecindad con la exclaustración de 1835. Ocupaban un gran solar, junto al Hospital de la Misericordia. Su iglesia, sencilla planta de una nave con cúpula sobre crucero, con un simple escudo en una desnuda fachada, se remodela en la segunda mitad del siglo XVIII. Lo más notable es la torre campanario, concluida en el proceso, que se resuelve airosa, primando la verticalidad, acusada por la longitud de los huecos de campanas, muy estrechos en relación con su altura, y la acusada inclinación de sus chapiteles cubiertos de azulejos azules con que se remata. Es obra característica del barroco dieciochesco que contrasta con la rotunda simpleza de la de la Prioral.
La ornamentación arquitectónica se concentra en torno a este cuerpo de campanas. En su interior se encuentran las notables tallas de una Virgen de la Soledad y de un Cristo muerto yacente. La Virgen de la Soledad es obra de Luisa Roldán, La Roldana, documentada en 1688, donada a La Victoria.
Imagen de candelero, es una imagen pasional, de intensa expresión en el rostro, donde la autora se despliega con maestría y sin exageraciones, lo que hace de la pieza una de las interpretaciones más nobles de toda su obra. No desmerece en nada la talla policromada del Cristo yacente o del Santo Entierro, con una estudiada anatomía y expresión serena que, de similares fechas, guarda relación con la producción de la familia de los Roldanes (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
El conjunto ocupa una gran parcela de esquina, teniendo la Iglesia la fachada principal a la calle de la Victoria. Está formado por la Iglesia propiamente dicha y el antiguo convento, hoy transformado en asilo hospital adosado a ella. La Iglesia es de planta rectangular de una sola nave cubierta con bóveda de medio cañón, tejado a dos aguas al exterior, el presbiterio y altar mayor se cubre con cúpula también con tejado al exterior a cuatro aguas. En su flanco derecho y a la altura del presbiterio se alza la torre de planta cuadrada y capitel adornado con azulejos azules. Su fachada es simple y queda integrada en el conjunto del hospital, tiene una portada de piedra de estilo neoclásico y se remata con un frontispicio barroco. Se han añadido a nivel de la planta del coro unas ventanas de iluminación que no quedan muy acordes con el resto de la fachada.
El hospital queda adosado al lado izquierdo de la iglesia y ha sido objeto de reformas continuadas. Conserva su tipología de patio centrado, aunque actualmente desvirtuada por el añadido de un cuerpo edificado que forma esquina con las calles Victoria y Ribera del Muelle. Modernamente se le ha añadido una planta a todo el conjunto del hospital (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Iglesia de San José
Lo que hoy, convenientemente rehabilitado, es un auditorio de propiedad municipal para distintos usos públicos, fue hasta no hace mucho una iglesia, comenzada a levantar en 1770 y terminada en 1794 gracias al importante gremio de los carpinteros de ribera portorrealeños.
Lo que hoy, convenientemente rehabilitado, es un auditorio de propiedad municipal para distintos usos públicos, fue hasta no hace mucho una iglesia, comenzada a levantar en 1770 y terminada en 1794 gracias al importante gremio de los carpinteros de ribera portorrealeños.
Con las habituales tres naves, la central de cañón, las laterales con aristas, y media naranja sobre pechinas en el crucero. Al exterior, con su notable torre campanario, coronado por cupulino curvo, y una fachada, primero ordenada según los cánones clásicos y, más arriba, perfilada siguiendo un trazado mixtilíneo, refleja la ambigüedad del momento, en las construcciones de la Bahía, donde conviven la norma neoclásica y la tradición popular bien interpretada por la tendencia del barroco. Las autorías sucesivas de Torcuato Cayón y de Torcuato Benjumeda justifican esta ambivalencia de estilos (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
El inmueble se enclava en la manzana definida por las calles Real, Vaqueros, San José y Nueva, en el corazón del casco histórico de Puerto Real. Se trata de una muestra de arquitectura religiosa propia del neoclásico de la segunda mitad del siglo XVIII.
El templo responde al tipo de iglesia de salón de tres naves con cúpula. La nave central se cubre con bóveda de cañón con lunetos en los que se abren huecos rectangulares rematados por arcos muy rebajados. Los tres tramos en que se divide la bóveda se separan por medio de arcos fajones sin decoración. Las naves laterales se cubren por bóvedas de arista sobre las que aparecen unas galerías abiertas a la nave central por huecos rectangulares protegidos por barandillas de redondos circulares. En el crucero se eleva una media naranja sobre pechinas adornada por ocho radios entre los que se abren huecos rematados por arcos rebajados. Esta media naranja está cubierta por una linterna octogonal. Los brazos del crucero y la cabecera, que se abren a dicho crucero por medio de arcos de medio punto, se cubren por bóvedas de cañón con lunetos invertidos.
La decoración de las fachadas de la nave central es a base de pilastras con capiteles jónicos con guirnaldas coincidentes con los arcos fajones; sobre estas pilastras corre un friso con dentículos a lo largo de todos los frentes. La cúpula se decora con una cornisa con dentículos y anillos concéntricos.
El exterior del templo está realizado en piedra ostionera enfoscada y encalada y presenta dos fachadas que se abren a las calles Real y Vaqueros, siendo la principal la situada en la calle Real. Esta presenta una soberbia decoración con un cuerpo de doble altura ornamentado por cuatro pilastras toscanas, dobles las dos centrales, sobre las que corre una doble cornisa con friso intermedio. Las cuatro pilastras que descansan sobre altos pedestales, definen los tres vanos simétricos con los que se compone la fachada principal. El vano central recoge la puerta principal, sin decoración alguna, que resuelve su dintel con un arco rebajado de dovelas de piedra ostionera. Los vanos laterales, idénticos, presentan unos balcones en la altura correspondiente a las galerías laterales superiores. La fachada se remata sobre la cornisa superior con un frontis en cuyo centro se abre un vano abocinado rematado con una arco muy rebajado.
La fachada lateral es aún más sobria, organizándose a partir de siete pilastras toscanas gigantes con pedestal, de las cuales, dos de ellas, son dobles. Sobre estas pilastras vuelve a aparecer la doble cornisa con friso de la fachada principal.
Sobre la cornisa se levanta un cuerpo que abarca dos venos y se corresponde con el crucero, que se remata por una leve moldura y presenta un hueco rectangular con arco rebajado en el centro.
La torre tiene dos cuerpos rematados por cornisas y cubiertos por un chapitel bulboso. Sobre la cornisa que remata el cuerpo superior aparece un breve apretilado con almenas en las esquinas que terminan en pirámides de base cuadrada.
La linterna es octogonal rematada por una cornisa sobre la que se levanta la cubierta de tejas también a ocho aguas. En cada vano vertical aparece un hueco rectangular abocinado rematado por una arco rebajado.
La obra de la Iglesia de San José de Puerto Real se inició en 1770. Su construcción se llevó a cabo para sustituir a la antigua Ermita de San Andrés que se encontraba en estado ruinoso. La idea de erigir un nuevo templo partió de la Hermandad de San José del Gremio de los Carpinteros quien se hizo cargo de los gastos, siendo cedido el solar por el Ayuntamiento. Durante las obras de restauración de la Prioral tras el incendio que sufrió en 1936, la Iglesia de San José hizo las veces de parroquia de la villa.
En 1992 comenzaron los trabajos de restauración del inmueble tras permanecer cerrado durante varios años para transformarlo en centro cultural para actividades del municipio, uso que se le da actualmente (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Arquitectura Civil
A pesar de las destrucciones sufridas por la villa en 1702 y tras 1810, el trazado urbano portorrealeño mantuvo el respeto por la traza a cordel, en damero, y jerarquizada o estructurada en función de una plaza abierta a lo que serían los muelles y, transversalmente, en dirección Este-Oeste al camino real entre Cádiz y el Puerto de Santa María. Esquema que, aunque ya experimentado en nuevas fundaciones de época medieval, es paradigma humanista del urbanismo del Renacimiento y, consecuentemente, de las ciudades de nueva planta que llevan los españoles a América. Puerto Real se adelanta, pues, no sólo a éstas sino a la granadina de Santa Fe del año 1491, planteada inicialmente como un castrum al servicio del asedio a Granada. Este carácter todavía hoy perceptible, imprime el carácter de la villa, especialmente en su proyección paralela a la ribera, a donde apunta la expansión urbana, conectada con vías como la del Callejón del Arco. Ello sostenido por un caserío, básicamente del XVIII y, continuista y tradicional, del XIX, extendido en horizontal y reacio a construcciones que rebasen una o dos plantas a lo sumo, salvadas las contadas excepciones, pues de ese modo los patios interiores, a los que abren las viviendas o habitaciones, aprovechan mejor las generosas condiciones de luz y aireación. Los edificios significativos, fuesen religiosos, como los citados y los desaparecidos, fuesen de carácter civil, se funden en esa manifestación de arquitectura popular.
A pesar de las destrucciones sufridas por la villa en 1702 y tras 1810, el trazado urbano portorrealeño mantuvo el respeto por la traza a cordel, en damero, y jerarquizada o estructurada en función de una plaza abierta a lo que serían los muelles y, transversalmente, en dirección Este-Oeste al camino real entre Cádiz y el Puerto de Santa María. Esquema que, aunque ya experimentado en nuevas fundaciones de época medieval, es paradigma humanista del urbanismo del Renacimiento y, consecuentemente, de las ciudades de nueva planta que llevan los españoles a América. Puerto Real se adelanta, pues, no sólo a éstas sino a la granadina de Santa Fe del año 1491, planteada inicialmente como un castrum al servicio del asedio a Granada. Este carácter todavía hoy perceptible, imprime el carácter de la villa, especialmente en su proyección paralela a la ribera, a donde apunta la expansión urbana, conectada con vías como la del Callejón del Arco. Ello sostenido por un caserío, básicamente del XVIII y, continuista y tradicional, del XIX, extendido en horizontal y reacio a construcciones que rebasen una o dos plantas a lo sumo, salvadas las contadas excepciones, pues de ese modo los patios interiores, a los que abren las viviendas o habitaciones, aprovechan mejor las generosas condiciones de luz y aireación. Los edificios significativos, fuesen religiosos, como los citados y los desaparecidos, fuesen de carácter civil, se funden en esa manifestación de arquitectura popular.
Así es con su notable Mercado, obra de Torcuato Benjumeda diseñada en 1792, muestra singular del funcional y racionalista estilo neoclásico, parangonable a una escala menor con el mercado de Cádiz, y que se ajusta a la traza urbana preexistente. De planta rectangular, con dos fachadas, plantea un rítmico tramo de arcos de medio punto sobre pilastras, todo bajo un entablamento corrido.
Estas casas, siguiendo un esquema de arquitectura doméstica común a la zona de la Bahía, concentran su decoración sobre todo en las portadas, en ocasiones pareadas, a veces trabajadas con ostentación en piedra, lo que redunda en su monumentalidad, siguiendo trazas barrocas, clasicistas o isabelinas, según el estilo dominante en la época de construcción o, en el XIX, de su reforma. Los cierros también concentran el gusto por la ornamentación, tanto en su vuelo o resalte a expensas de la calle, para disponer de visión lateral y no sólo al frente, cuanto en la rejería, sobre todo de forja, con que se protegen. Los guardapolvos, terminados en remates sólidos y elaborados los convierten casi en retablos civiles abiertos al viandante. La Casa de las Columnas, en la calle de San Francisco, es un ejemplo de casa burguesa de la segunda mitad del siglo XVIII, expresiva de su poder en la portada de acceso, con baquetón mixtilíneo, entablamento y flanqueo de pilastras cajeadas. En la calle Soledad, los números 39 y 41 ofrecen una vistosa doble portada. La Casa Roja, con dos plantas más de altura, cierras con elementos de fundición y mayor uso del vidrio, es ya un ejemplo ecléctico del siglo XIX. En lo que respecta a los usos públicos, además de la torre del Molino de Aceite, la Caja del Agua, en los jardines del Porvenir, con forma de ermita o de humilladero, obra de Antonio Ruiz Florindo de 1776 es quien asume la traída de aguas desde una fuente, la de la Higuera, a siete kilómetros del lugar para el abastecimiento de la población, en un proyecto en el que intervinieron desde Torcuato Cayón hasta el ingeniero militar Antonio Hurtado, es un ejemplo de la política ilustrada del momento y de la bonanza económica. El antiguo Ayuntamiento, de finales del siglo XIX y con reformas posteriores, y el Teatro Principal, ambos con fachadas neoclásicas, más ecléctica en el caso del Teatro, son testimonios dignos igualmente de mención (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
Mercado de Abastos. Se trata de un edificio de planta rectangular, de una planta con dos fachadas la del Este presenta siete esquinas de idéntica altura, con las tres centrales de mayor luz. Las cuatro de los extremos se macizan para dejar en el centro un vano adintelado y moldurado. Sobre él corre otra moldura igual, lo que determina con el arco un espacio semicircular en el que se inscribe un vano circular moldurado. El conjunto queda flanqueado por pilastras superpuestas sobre las que se voltean otros arcos semicirculares. A lo largo de la fachada corre un zócalo con resalte, y sobre arcadas, una imposta paralela. El interior se distribuye en calles transversales cubiertas por bóvedas vaídas. Está decorado por elegantes placas semicirculares y circulares características de Benjumeda diseñador del edificio (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Teatro Principal. Ocupa un bello edificio del siglo XIX cuya estética corresponde a los teatros italianos de fines de siglo. Actualmente es el segundo teatro más antiguo de Andalucía en funcionamiento con un aforo de 568 espectadores, constituyendo uno de los centros culturales más importantes de la población y lugar donde se realizan todo tipo de actos culturales.
En el año 1981 se realiza una restauración que trata de recuperar los valores históricos y arquitectónicos del edificio y, por otro, adecuar sus equipamientos a las nuevas necesidades del mundo del teatro. En este sentido, se abordaron una intervención en profundidad que afectó a su estructura, zonas de circulación, mobiliario, dotación escénica y de servicios, etc.
En la sala se creó un foso de orquesta, se recuperó el muro curvo de fondo en la planta de paraíso y se introdujo una cabina de proyección. El aforo, consiguientemente, disminuyó, pasando a ser de 568 butacas (344 en patio, 100 en plateas y 124 en paraíso). En la parte trasera del escenario se organizaron espacios auxiliares, que crecieron al ampliar en altura el cuerpo del edificio original, y se conformó una nueva fachada acorde con la importancia urbana del espacio desde el que se la contempla. Actualmente sin embargo ha disminuido el aforo a 412.
La intervención incidió además en la dotación y modernización del equipamiento teatral específico: tramoya, telones, iluminación, sonido, etc.
Tras la rehabilitación del Teatro Principal, el Ayuntamiento de Puerto Real comienza los trámites para la expropiación forzosa de la finca colindante. Sobre la mencionada superficie que supondrá la ampliación, se construirá un sótano y plantas baja, primera, segunda, tercera y un castillete, lo que sumará una superficie total útil de 768 m².
Esta ampliación permitirá habilitar una sala de proyecciones con uso autónomo, que tendrá entrada por el paseo Marítimo, con un vestíbulo adecuado. Las plantas superiores se destinarán a talleres y aulas para actividades culturales escénicas, la ampliación de los camerinos y otras mejoras. Asimismo, también se completará la fachada del teatro al paseo Marítimo, que será diferente a la de la calle Amargura, acorde con la mayor amplitud y en primera línea de la ciudad hacia el mar.
En 2010 el Teatro Principal se rehabilita nuevamente en unas obras consistentes en la aplicación de las reparaciones precisas para devolver al edificio sus condiciones de puesta a punto similares a las del momento de terminación de las obras de rehabilitación en 1993 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Dique de Matagorda Inserto en las actuales instalaciones de los Astilleros de Puerto Real, desaparecidos los castillos o fuertes de San Luis y de Matagorda, el interés queda en la permanencia del antiguo dique de carenas de la factoría levantada en torno a 1880 a iniciativa de Antonio López, el Marqués de Comillas, a fin de mantener y proveer a su compañía naviera. En el entorno más inmediato persisten muelles, instalaciones y edificios de la época, pues se configuró casi un poblado con sus propios servicios, así como un patrimonio industrial de considerable interés para los estudiosos de la arqueología industrial. En el Museo existente se alberga, además de un rico archivo documental, una excelente fototeca donde se condensa la historia visual de estos centenarios astilleros.
La iglesia, una pequeña capilla formada por una exigua cruz griega en planta, con portada neorrománica y aires bizantinizantes, coronada por una cúpula gallonada sobre esbelto tambor, al interior de inspiración neomudéjar, obra del artista y académico gaditano García Cabezas, tiene la particularidad de permitir el desmontado del tambor y de la cúpula, hechos con planchas de madera y de metal, a fin de cumplir con la norma militar del momento que prohibía construcciones elevadas estables en la la línea de costa, por razones de estrategia, a no ser, consecuentemente, las propias del ejército y la marina (Juan Alonso de la Sierra, Lorenzo Alonso de la Serra, Ana Aranda Bernal, Ana Gómez Díaz-Franzón, Fernando Pérez Mulet, y Fernando Quiles García. Guía artística de Cádiz y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
El recinto del Dique de Matagorda constituye un conjunto de excepcional interés para el patrimonio industrial andaluz, por tratarse del origen de un hito en la historia de la construcción naval en España, comparable sólo en envergadura y trascendencia con los astilleros de El Ferrol.
Este recinto se encuentra situado en la península del Trocadero, en la Bahía de Cádiz, en terrenos que fueron originariamente de marisma y que hubieron de ser consolidados para su construcción. Las razones para la localización del dique obedecían a las ventajas del abrigo frente a los vientos atlánticos, la cercanía al canal de la bahía y la facilidad para la entrada y salida de barcos. A estas ventajas geográficas se sumaba la preexistencia de un fuerte de defensa militar en desuso, usado por la compañía Trasatlántica para almacenar carbón para su flota, fue el origen de la implantación del posterior complejo industrial.
Se trata de un recinto industrial marcado por su evolución a lo largo del tiempo, en el que se han ido sucediendo intervenciones de diversa índole a lo largo de sus más de 130 años de existencia. En él se distinguen cuatro grandes áreas:
1. Zona del dique de Cárdenas, antediques y dos muelles.
El dique, obra de los ingenieros ingleses Bell y Miller, fue realizado entre 1872 y 1878. Con una eslora de 156,5 metros en la coronación y 150 metros sobre picaderos, tiene una anchura de 27,60 y 15,50 metros respectivamente. La altura del dique es de 10,13 metros en las puertas, 7,90 para la pleamar y 3,77 para la bajamar. Su orientación es aproximadamente este-oeste.
El dique se encuentra pilotado con 2500 pilotes de manera americana, y su vaso se construye con sillares de piedra escalonados, tomados con mortero de cemento del tipo Portland en aquellos elementos que requerían mayor resistencia.
Las puertas del dique, en su extremo oeste, originariamente se forraban de madera de teca, más planchas de cobre hasta la altura de la pleamar para evitar el efecto de la broma. El antedique queda bordeado por dos muelles, construidos en hormigón armado en la década de los 20 del siglo pasado. El muelle norte cuenta con una grúa, mientras que el sur cuenta con dos. Estas grúas, construidas con estructura metálica, se encuentran mantenidas en buen estado.
Junto a la puerta del dique, en su costado norte, se construyó en 1878 la casa de bombas para el achique del agua. Se trataba de un edificio de 26,60 metros de largo y 11,60 de ancho, dividido en dos secciones: la más próxima al dique albergaba las bombas, mientras que en la más alejada se situaba la sala de calderas. Este conjunto ha sido reutilizado a finales el siglo XX para acoger el museo, la biblioteca y el archivo histórico del Dique, con un proyecto firmado por los arquitectos Antonio Lopera y Juan Miguel Hernández de León.
La intervención sobre la casa de bombas ha confirmado a este edificio como núcleo central del complejo. Se accede a él a través de un paseo de la misma longitud que el dique, situado en el costado norte del mismo, poblado con una hilera de palmeras que llega, en su extremo este, a la capilla del conjunto. Junto a esta ordenación axial, un segundo paseo, de trazado oblicuo, conecta la entrada del museo con la plaza que se extiende a los pies de la nueva torre, al sur de la zona de la capilla. El ajardinamiento mínimo de este espacio, con una extensa superficie de césped, acompaña en su sobriedad a la medida intervención contemporánea.
El conjunto de la antigua casa de bombas, en la actualidad, es un edificio con planta en forma de "L", que sitúa su lado largo, de una planta de altura y enfoscado exteriormente en color blanco, perpendicular al costado norte del dique. El lado corto de la "L", de dos plantas de altura, se acerca al borde de la bahía, dejando un espacio libre junto a la boca del dique.
En el lado largo de la "L" se produce la entrada pública al edificio. Ésta consiste en un pórtico de una planta de altura, marcado por la presencia de una columna revestida de acero pintado en color rojo, que sostiene en la mitad de su luz a una viga construida con acero de forja, que sirve de dintel.
A esta fachada principal se asoman los cuatro lucernarios longitudinales a dos aguas que, trazados en planta en continuidad con el sendero diagonal del parque, iluminan el espacio de la antigua sala de calderas, que alberga el espacio expositivo. A través de un corredor situado en el lado norte del edificio, se llega a la sala primera del recorrido expositivo, situada en la planta baja del lado corto de la "L" mencionada. En ella se explican los orígenes del dique y el proceso de construcción del astillero.
La antigua sala de calderas alberga la segunda sala del museo, desarrollada en planta baja y planta sótano. En esta segunda sala se explica el proceso de diseño y construcción naval, con una destacada colección de semi-modelos en planta baja y réplicas a escala de navíos construidos por la empresa, en la planta sótano. El espacio de planta baja se ilumina a través de los lucernarios antes mencionados. Un hueco central en esta planta conecta visualmente con la planta sótano. La estructura que sostiene el forjado de madera de la planta baja es la original de la sala de calderas, con pilares y vigas de fundición.
Desde el sótano en la segunda sala se accede al espacio de la sala de bombas, tercera sala del museo, donde se mantiene la maquinaria original. A través de una escalera de fundición el recorrido conduce de nuevo a la planta baja, y desde ésta, a través de una escalera que se aproxima a la fachada, hacia la cuarta y última sala del museo, dedicada a la historia de la compañía Navantia. Este espacio, de planta cuadrada, se sitúa sobre la sala de bombas, y se ilumina cenitalmente a través de un lucernario perimetral.
Desde el acceso a la primera sala del museo, en planta baja, arranca una escalera de grandes dimensiones que desembarca en la planta primera en un espacio iluminado por un muro de pavés. Desde este espacio se accede al archivo histórico del museo, en el que se abren huecos con vistas hacia la bahía. Desde el archivo histórico, de planta cuadrada, se accede a través de una ligera escalera metálica a la biblioteca del museo, que se localiza en un torreón de planta circular, concéntrico al cuadrado, pintado exteriormente en color azul, y rematado por un ligero sombrerete metálico.
2. El segundo gran área del conjunto es la zona de talleres, se situada en el sector norte, constituida por un grupo de naves de diferentes características y épocas de construcción.
Estas naves se caracterizan por el empleo de estructuras metálicas para cubrir, a dos aguas, las grandes luces requeridas por los trabajos desarrollados en su interior. Su disposición es paralela al dique, y comprende los siguientes elementos:
- Taller de maquinaria, construido en 1891, con algunas transformaciones posteriores.
- Antiguo taller de ajuste, construido en 1918 para ampliar el de maquinaria.
- Almacén de equipo de soldadura, construido en 1963.
- Antiguo taller de fundición. Construido a finales del siglo XIX, está constituido actualmente por dos edificios que formaban un solo espacio cubierto.
3. La tercera zona del conjunto es la que tiene como núcleo la capilla y los dos edificios anexos, de escuela y asilo, en torno al jardín cerrado que preside la escultura del marqués de Comillas. Se trata de un recinto en el que se concentró la mayor carga simbólica, actuando como centro de la primitiva colonia industrial, hoy desaparecida.
El edificio de la capilla fue construido en memoria de Antonio López, primer marqués de Comillas y fundador de la compañía Trasatlántica. El edificio, de planta de cruz griega, es un ejemplo destacado de la fantasía historicista de la arquitectura de finales del siglo XIX. Aunque pretendidamente neorrománica por la conexión ideal con la región de Cantabria, de donde procedía Antonio López, en ella se mezclan eclécticamente elementos del paleocristianismo y la arquitectura bizantina.
La construcción de la capilla se vio sujeta a las restricciones impuestas por el sistema de defensa de la Bahía de Cádiz, que prohibía edificaciones permanentes de más de una planta de altura a fin de no interrumpir la conexión visual entre los fuertes de la zona. Por esa razón, la capilla se construye en piedra hasta el arranque de la cúpula central, que es la misma de los tímpanos de la portada y los brazos. A partir de esa altura, los elementos que se construyeron fueron de madera, en una interpretación sui generis de la norma que, sin embargo, fue consentida por las autoridades.
En coherencia con su adscripción estilística, y de forma si cabe aún más acentuada por su condición memorial, la capilla concentra, tanto en su interior como su exterior, un programa escultórico enormemente variado. La integración de las artes decorativas, convertida en una máxima de la arquitectura del fin del siglo XIX, se muestra aquí con todas sus consecuencias. Especial mención reciben las tejas vidriadas que cubren a dos aguas los brazos de la iglesia y el ábside del altar. Con idéntica intención decorativa, el tambor de la cúpula se reviste exteriormente con piezas cerámicas vidriadas de color amarillo, que contrastan con los tonos oscuros de la estructura.
A ambos lados de la capilla, dos edificios completan este recinto nuclear, albergando originariamente la escuela para hijos de los empleados de la compañía y el asilo benéfico. Se construyen en piedra y fábrica de ladrillo: la piedra para marcar los elementos resistentes, como esquinas y jambas de huecos, y el ladrillo, en paños que alternan niveles horizontales de piezas de ladrillo rojo y de ladrillo amarillo, en sintonía con el cromatismo de la capilla. Ambos edificios se cubren a dos aguas, y su acceso se realiza a través de puertas practicadas en sus lados largos, mirando hacia la capilla.
Frente a la capilla, preside el espacio abierto un grupo escultórico dedicado a la figura del marqués de Comillas. Sobre una base de piedra con planta de cruz, se alzan cuatro semi-columnas de mármol rosado, con las iniciales mayúsculas de las letras "S", "B", "C" y "H" esculpidas en sus fustes, en referencia a las cuatro ciudades que marcaron la vida del marqués: Santander, Barcelona, Cádiz y La Habana. Sobre estas semi-columnas, se colocan capiteles con alegorías relativas a cada una de estas ciudades. Rematando el conjunto, sobre un pedestal, la figura del marqués de Comillas esculpida en bronce, mirando hacia la bahía.
Al norte de este conjunto, en una posición algo apartada, se sitúa el edificio de los antiguos comedores de la compañía.
Se trata de una arquitectura de filiación claramente inglesa, evidenciada en detalles de la construcción en madera de su cubierta a dos aguas. Con una planta de altura, el edificio, construido en 1894 para albergar a 50 comensales, orienta su entrada principal hacia el norte, donde se encontraba la primitiva colonia industrial, formada por treinta viviendas construidas entre 1880 y 1888, aunque actualmente desaparecida.
Anexo al costado oeste del edificio de comedores, se sitúa una pieza de arquitectura racionalista, originariamente destinada a uso administrativo, y actualmente usada como archivo de la empresa. Este edificio, de dos plantas de altura, cuenta con una interesante composición en fachada, evidenciando su retícula estructural hacia el exterior, para enmarcar en la planta primera los huecos de suelo a techo, y ofrecerles a su vez protección solar. El acceso a esta planta primera se realiza a través de una escalera exterior, construida en hormigón armado, que se enrosca caprichosamente alrededor del tronco de una palmera próxima.
Frente a este edificio se sitúa el nuevo hito vertical del conjunto, que es una torre mirador de construcción reciente.
Proyectada por los arquitectos Lopera y Hernández de León, se sitúa a eje del dique, en el extremo este del mismo, liberando a su alrededor un espacio abierto que facilita su contemplación. La torre, de planta cuadrada, es buen ejemplo de la influencia del rigor de la Tendenza italiana en la arquitectura de los años 80. Su materialidad, con un basamento de piedra ostionera sobre el que se alza un fuste de ladrillo visto, busca mostrar una variedad de texturas en referencia al cromatismo del conjunto de la capilla.
Se accede a su cúspide a través de una escalera interior, de estructura metálica y peldaños de madera, desde la cual, en el ascenso, se obtienen panorámicas diversas de la factoría. Siguiendo el ejemplo tradicional de la construcción de campanarios, los huecos que se abren en cada uno de cuatro lados van aumentando su anchura, hasta abrirse generosamente en su extremo superior. Estos huecos se cierran con un entramado metálico.
En la coronación de la torre se accede a una plataforma de estructura metálica exterior en voladizo, que sirve de mirador.
Encima de este último nivel, se sitúa un depósito de agua, que queda oculto a través de un entramado metálico idéntico al que cierra los huecos. En este entramado se colocó originariamente un reloj, con manillas en cada una de las cuatro caras de la torre, que en la actualidad se encuentra en desuso.
4. Zona del Castillo: se trata del un espacio ocupado por el Castillo de Matagorda, que fue reutilizado por la compañía de vapores de Antonio López como depósito de carbón. En la actualidad, los restos del fuerte se reducen a la cimentación, y son visitables como parte del recorrido del conjunto, contando con elementos destinados a su interpretación.
El área en la que se circunscribe el bien se sitúa en el sector occidental del actual recinto de la Factoría de Astilleros Españoles, y ocupa una parcela delimitada por distintos elementos constructivos que materializan una tradición que abarca, cronológicamente, desde 1878 hasta nuestros días.
Sus orígenes se remontan a la época del monopolio del comercio con Indias, constatándose, en esa época la existencia de gremios como los careneros, calafeteros y carpinteros de ribera, entre otros. En 1752 la aparición del arsenal de la carraca refleja una intensa actividad industrial y artesanal que, relacionada con el armamento de bajeles y galeones, acogía aproximadamente el 40% de la población activa.
A partir de 1863, año en el que se crea la factoría de Matagorda, se consolida la tradición en la construcción de buques que sigue vigente en la actualidad.
Durante todos estos años, hasta hace poco más de dos décadas, el mercado de trabajo de la zona ha girado en torno a los astilleros y su amplio tejido de empresas subsidiarias. a esta centralidad económica, que convertía la factoría de Matagorda, se consolida la tradición en la construcción de buques que sigue vigente en la actualidad.
El astillero ha estado operativo durante 99 años (1878-1976) a lo largo de los cuales ha estado regentado por cuatro empresas: Vapores y Correos de Antonio López y Cía. (1878-1881), Compañía Trasatlántica (1881-1914), Sociedad Española de Construcción Naval (1914-1969), y Astilleros Españoles Sociedad Anónima (desde 1969) (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Más sobre la provincia de Cádiz, en ExplicArte Sevilla.
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