Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

martes, 10 de octubre de 2023

Los principales monumentos (Iglesia de San Antonio Abad) de la localidad de Trigueros (II), en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San Antonio Abad) de la localidad de Trigueros (II), en la provincia de Huelva.



Iglesia de San Antonio Abad
     La iglesia parroquial de San Antón de Trigueros es uno de los más bellos e interesantes ejemplares de la arquitectura gótico-mudéjar del siglo XIV en el antiguo Reino de Sevilla. Desde antiguo llamó la atención su aspecto fortificado. Fue declarada monumento histórico-artístico de carácter nacional en 1973. El templo sigue el modelo de Santa Ana de Triana, edificado por iniciativa de Alfonso X el Sabio a fines del s. XIII, según la tradición cisterciense, al parecer por canteros burgaleses que intervinieron en el Monasterio de las Huelgas. Presenta planta basilical, de tres naves, la central más ancha, con tres tramos cada una. Se cubre con bóvedas de cruce­ría sexpartitas, recorridas longitudinalmente por un espinazo a la burgalesa, sobre arcos apuntados y pilares de ladrillo con resaltos, que reciben ménsulas, o cuis de lampe, de las que arrancan las correspondientes nervaduras de piedra. Los capiteles y ménsulas se decoran con motivos de rostros humanos y cabezas de animal, hojas de parra y herraduras. Los nervios del espinazo y de algunos arcos fajones, presentan decoración de dientes de sierra y puntas de diamante. En cambio, los transversales son lisos, y se ven de­corados con pinturas de dragones, que arrojan fuego por sus fauces. En las claves se ven colgantes de piñas y de cabezas. Las naves laterales se dividen en tres tramos por arcos apuntados, dos de ellos angrelados. A su vez, cada tramo lateral se subdivide en dos, de desigual tamaño para no obstaculizar los balconcillos. La capilla mayor tiene cabecera poligonal, dividida en dos tramos, el primero rectangular y el segundo poligonal, con siete paños en su bóveda. Las naves laterales acaban en testero plano, sin transepto. Sendas puertas comunican el presbiterio con las estancias que se albergan en el interior de las torres de la cabecera. Llama la atención los balconcillos abiertos al templo, sobre las claves de los arcos formeros, a los que se accede por estrecho pasadizo abierto en el interior del grueso del muro, que servía para comunicar entre sí las torres de los extremos.
         Los muros de las naves se perforan en sus ángulos, para dar paso a cuatro capillas laterales, a las que se accede por arcos de medio punto. Se cubren con bóvedas elípticas con linternas, excepto la de los pies de la nave de la epístola, que carece de ella, por hallarse en el primer cuerpo de la torre. Un muro de ladrillo limpio divide el espacio del templo medieval de las adiciones de la fachada. Tras él se encuentran la sacristía, en el centro, y los pasos de las puertas laterales. Al lado de la epístola se encuentra la antigua capilla bautismal, con su antigua reja, y a través de la que se sube a las estancias superiores, al archivo parroquial y a la torre campanario. A la azotea se accede también desde la capilla de Ánimas, pasando por la segunda planta de la antigua torre de los pies de la nave del evangelio, que conserva aún dos arcos apuntados de ladrillo.
     Al exterior, bien sea debido a la previa existencia de una fortaleza almohade, o a una planificación expresa, resulta muy llamativo su aspecto fortificado, por sus torres y por sus terrazas alme­nadas. En las cabeceras de las naves, dos torres flanquean el ábside, que sobresale del rectángulo básico del templo, dejando patente al exterior su facetado paramento. En los muros pueden verse algunas ventanas con arcos de herradura, enmarcando estrechos vanos, que comunican con el adarve; otras rectangulares decoran su dintel con la cruz en tau.
     Ambos laterales del templo se ven reforzados por los volúmenes adosados de las capillas y torre campanario, a modo de contrafuertes. Las capillas trasdosan sus cúpulas elípticas y linternas, con remates cerámicos sobre las cornisas, en los ejes de las pilastrillas, y quedan a media al­tura de los muros perimetrales. Toda la cubierta del cuerpo del templo es aterrazada, y su perímetro se ve recorrido por un pasillo de ronda, protegido por merlones piramidales.
     La fachada, de Tomás Botani, se organiza en dos cuerpos y ático, de marcada horizontalidad. Verticalmente se divide por medio de pilastras, que dan lugar a tres calles de igual anchura en los dos cuerpos, y dos más estrechas, a modo de estribos, en el primer cuerpo. El ático lo constituye una espadaña con ventana de medio punto y frontón triangular partido sobre pilastras pareadas. Se eleva sobre un largo pretil que reco­rre toda la fachada. El segundo cuerpo presen­ta tres ventanas de arco mixtilíneo, con cornisas onduladas o curvas. El cuerpo inferior tiene dos puertas laterales adinteladas, y una ciega o falsa, del mismo tipo, en el centro, que se corresponde con el espacio interior del antiguo coro bajo. En los estribos se abren sendas ventanas. Entre los dinteles y la cornisa del primer cuerpo se rehunden una especie de ventanitas ciegas, a propósito para recibir cuadros cerámicos.
     Desde fines del XVIII hasta el año 1969 no se produjeron alteraciones en la fábrica. Pero a raíz del terremoto del 27 de febrero de 1969 se iniciaron las obras de restauración, que prestaron al edificio el aspecto que actualmente conocemos. La primera fase, dirigida sucesivamente por los arquitectos Rafael Manzano Martos y Alfonso Jiménez, tuvo como objetivo recuperar el edificio medieval, mientras que la segunda, dirigida por los arquitectos Antonio Luis Ampliato Briones y José María Jiménez Ramón, afectó a los acaba­dos de la parte barroca. La iglesia parroquial de Trigueros puede considerarse como una de las mejor dotadas de patrimonio mueble de toda la provincia, especialmente en lo relativo a la es­cultura. A la magnífica dotación de la parroquia y de las instituciones religiosas, se añade la circunstancia de no haber sufrido, en julio de 1936, la misma suerte que la mayoría de los templos y edificios religiosos de la provincia.
     Sobre la puerta que accede desde la calle a la nave del evangelio, hay un lienzo de Santa Marina, representada a lo cortesano, tocada con sombrero y atuendo pastoril, con un dragón a su derecha, copia del lienzo de Zurbarán, de la National Gallery de Londres. Ya en el muro de la nave, en un nicho rehundido, una pila de agua bendita, sobre pilar cuadrangular, de mármol blanco. Sobre él, un lienzo de Cristo Mediador, obra del s. XVII.
     A la nave del evangelio abre la capilla de Ánimas. Sobre la clave del arco de acceso a la capilla, se encuentra un lienzo con el tema de Jesús y la Samaritana, obra de tradición sevillana, del s. XIX. En el espacio rehundido entre los an­chos pilares de los arcos pareados, se hallan dos pequeñas imágenes de santas carmelitas, procedentes del retablo de Santa Ana, de la iglesia del Carmen. A un lado y otro de la entrada a la capilla, las imágenes en madera policromada de San Juan Evangelista y de San Blas. Al centro de la capilla se ha instalado la pila bau­tismal, de finales del si­glo XVII. En esa misma época puede datarse el lienzo del Bautismo de Cristo. Sobre pedestal recompuesto con piezas de la sillería de coro, de la segunda mitad del XVIII, y otras nuevas, como las columnillas salomónicas, se ha situado la custodia procesional de madera dorada, realizada en 1851. Finalmente, destaquemos un lienzo, de cuidada factura, de San Antonio Abad con San Pablo ermitaño, de principios del XVIII, con marco español de época. Preside la capilla el cuadro de las Ánimas, en un retablo marco de la segunda mitad del XVIII, con decoración de rocallas doradas. El lienzo representa las almas del Purgatorio. Es de Joaquín Gómez del Castillo, quien lo hizo en 1938. Sobre la mesa de altar, hay un crucificado en madera policromada, del siglo XVIII.
     De nuevo en la nave, vemos un lienzo de San Jerónimo penitente, obra anónima de hacia 1700. En el espacio entre los muros que abre a la Puerta de la Sombra, una pintura sobre lienzo, fijada en tabla, con la Santísima Trinidad; se trata del penacho de un retablo, de la segunda mi­tad del XVIII, a juzgar por la decoración de rocallas de su marco. En las jambas del arco, sobre sendas repisas, aparecen la escultura en madera policromada de Santa Bárbara, obra de Pedro Duque Cornejo, realizada en 1716, y policroma­da por Nicolás López entre 1719 y 1722; y Santa Catalina de Alejandría, de blanca tez y cabello dorado, con la rueda dentada a sus pies, obra hispano-flamenca del primer tercio del siglo XVI, restaurada por José Rivera García en 1965. Sobre la clave del arco, hay un lienzo de Cristo a la columna, anónimo sevillano del siglo XVIII. A continuación, luce una pintura en lienzo de la Piedad, o del Llanto sobre Cristo muerto, de principios del siglo XVII. A la antigua capilla sacramental y de la Inmaculada, erigida en 1754 a expensas de don Fernando de Campos, y hoy dedicada al Cristo de los Remedios, se accede tras un arco de medio pun­to. En la clave del arco, un lienzo con San Felipe Apóstol, del siglo XVIII. En el intradós del arco se conservan pinturas murales, con algunas lagunas pictóricas, de la segunda mitad del siglo XVIII, que representan la Apoteosis de la Inmaculada y el Triunfo de la Eucaristía.
     En el lado oeste de la capilla, en una hornacina de madera tallada y dorada de principios del XVIII, se venera la Virgen del Rosario, escultura en madera policromada, del último tercio del s. XVI. Luce corona de plata de principios del s. XIX, y el Niño las tres potencias y los zapatos de filigrana, también de plata. En otra hornacina frontera, de la segunda mitad del s. XVIII, con decoración de rocallas, la Virgen del Pilar con corona de plata, y Santiago arrodillado a sus pies, grupo escultórico en madera policromada, de la segunda mitad del s. XIX. En el copete de la hornacina, un pequeño lienzo con San Miguel Arcángel.
     Preside la Capilla el Santísimo Cristo de los Remedios, en su retablo de madera tallada sin dorar, delimitado por arco mixtilíneo sobre columnas pareadas, realizado en 1940 en Sevilla, por Juan Olié en el taller del triguereño Ignacio Salas Hernández. El Crucificado es una escultura en madera policromada, de escuela flamenca de la segunda mitad del siglo XV. Fue restaurado en 1962 por Rivera García. El Cristo de los Remedios goza de enorme devoción en el pueblo. Sobre su venida a Trigueros se barajan varias ver­siones. Una de ellas insiste en lo desconocido de su origen. Otra, sin embargo, lo atribuye al sargento mayor Lucas Francisco Villaseñor, trigue­reño que fue miembro de los tercios de Flandes y que la habría traído a su pueblo natal. A uno y otro lado, en sendas hornacinas, la Dolorosa y el San Juan Evangelista, formando un Calvario. Ambas esculturas, en madera policromada, han de fecharse en 1468.
     Preside la cabecera de la nave del evangelio un templete de estuco, cubierto con bóveda de cañón, con decoración geométrica, y rematado por frontón triangular, que remite a la estética renacentista de fines del Quinientos. En su tímpano campea la tiara y las llaves, que testimonio su dedicación a San Pedro, al menos desde 1628. La preside la imagen de San Pedro, escultura en madera policromada, obra de la primera mitad del XVII. Hay unas pinturas medievales, que en su inscripción indican la dedicación a Santa María y Santa Ana. En dos de las paredes de la capilla, vemos las pinturas del Abrazo Místico de San Joaquín y Santa Ana, y la figura del donante, Pedro Alonso, junto con paños de decoración geométrica. A juzgar por la moda representada en la indumentaria, debe situarse esta pintura en las postrimerías del XV.
     Al ingresar en la Capilla Mayor, pendientes de sendos pescantes de hierro, hay cuatro lám­paras aceiteras: tres de metal plateado; otra de plata, de la primera mitad del siglo XVIII. En las jambas de los arcos formeros, contiguos a la capilla mayor, hay dos lienzos, con marcos tallados y dorados, del siglo XVIII, inscritos en mol­duras de yesería con rocallas dieciochescas. En el lado del evangelio está la escena de San José con el Niño, óleo del siglo XVIII; y en el opuesto, la Virgen del Carmen, intercediendo en favor de las Ánimas, con el Escapulario, a juego con el anterior.
     El presbiterio está presidido por la majestuo­sa imagen de San Antonio Abad, titular de la parroquia y patrono de la villa. Es la que, hacia 1553, se veneraba en la capilla del Hospital de Santa Brígida. Es una escultura de estilo manierista, muy imbuido de la plástica berrugueresca. El San Antonio tiene nimbo o aureola de galleta, báculo y cruz en forma de tau, y, sobre el pecho, relicario de plata. La aureola, de plata de Potosí, es de 1789. El báculo no tiene punzón; sin embargo, por testimonio documental sabemos que fue donado poco antes de 1742 por Rodrigo de Campos, presbítero. La cruz en tau del pecho es de plata dorada, sin punzón ni inscripción. El relicario, en forma de corazón, es de 1751.
     Los paramentos del presbiterio se decoran con cuadros, de óleo sobre lienzo. En primer lugar, una serie de cuatro pinturas, de factura popular sevillana de la segunda mitad del siglo XVII. Sobre la puerta del tesoro, la Anunciación; en el tramo siguiente del paramento, los Desposorios. Fronteros a ellos, la Adoración de los Pastores y la Adoración de los Magos. Seguidamente, y flanqueando la figura del Santo Abad, hay dos lienzos, que representan a San Pedro y a San Pa­blo, de fines del siglo XVIII. Sobre ellos, otros dos óleos, enmarcados en rica talla de madera policromada, a base de carnosa hojarasca, flores y aves, con tratamiento retablístico. En un lienzo se representa a la Virgen de los Dolores; el marco ostenta en el florón central el corazón atravesado por los siete cuchillos, de principios del XVIII. El otro lienzo, con la misma ornamentación, y culminado por la paloma del Espíritu Santo, en el marco, representa la escena de Pentecostés, y según se dice, es obra de Juan Hernández Bras, quien lo realizó en 1635.
     En torno a la gran sede, de madera tallada por el sevillano Joaquín Bellido, en 1992, se disponen, adosados al ábside, un escaño de madera ta­llada, de principios del XVIII, y algunos sitiales, restos de la antigua sillería de coro. Completa el mobiliario litúrgico del presbiterio un Crucificado, escultura en madera policromada, de la primera mitad del XVII. Sobre sendos pedestales, las pequeñas esculturas de San Diego de Alcalá, con policromía del s. XIX, y de San Juan Nepomuceno, de fines del XVIII. Los tres ventanales del ábside poligonal lo cierran sendas vidrieras, de Maumejean, que representan, al centro a San Isidoro y a San Fernando; en las ventanas latera­les, a San Francisco de Asís y a Santa Teresa de Ávila; a San Juan Bautista y a Santiago de Com­postela, respectivamente. Sobre un pedestal, en el flanco de la epístola, se expone la Virgen de la Candelaria, con el Niño en su izquierda, escultura en madera policromada, de hacia 1325, de expresión arcaica, ojos rasgados, mentón agudo y perfil afilado. Luce corona de plata dorada, de 1740, desprovista de resplandor, que se decora con ces contrapuestas y pétalos. En la mano de­recha porta un cetro de plata, de sabor dieciochesco. Esta efigie mariana fue restaurada por Antonio Bidón, en 1945.
     Ya en la nave lateral de la epístola, encontramos que ésta se halla encabezada por un tem­plete simétrico al de San Pedro; en este caso está dedicado a Santa Catalina Mártir, como revelan los símbolos que aparecen en el tímpano del frontón triangular: la rueda dentada y la cabeza coronada del emperador vencido. En el interior, la pintura mural que representa a la santa de Alejandría, venerada por dos donantes. Viste como gran dama de corte castellana de mediados del XV Sobre un pedestal se encuentra la Virgen de la Asunción, escultura en madera poli­cromada, obra del círculo de Duque Cornejo, de hacia 1750, procedente de la iglesia del colegio de Santa Catalina, de los PP. Jesuitas.
     La Capilla Sacramental se abre en el primer tramo de la nave de la epístola. Sobre la clave del arco de la capilla, figura una pintura al óleo con la figura de San Pablo, de hacia 1700. En esta capilla se expone el lienzo de los Desposo­rios Místicos de Santa Catalina, obra manierista de fines del siglo XVI. Frente a él, una copia popular del Niño de la Faja, de Murillo, del XIX. Hay una lámpara aceitera de plata, de fines del siglo XVIII, con punzones de Gargallo. A continuación, vemos un lienzo de cuidada factura, de mediados del siglo XVII, fragmento de otro ma­yor, que representa a la Virgen con el Niño y las manos llagadas de San Francisco de Asís. Frente, sobre una repisa, la cabeza de la antigua imagen del Nazareno, escultura en madera policromada, con potencias de plata dorada en forma de flor de lis, de hacia 1700.
     Cubre el testero de la capilla el retablo, tallado y dorado por Enrique Gómez del Castillo, con la intervención de Francisco Roldán en las columnas y de Antonio León Ortega en los relieves y los ángeles. Fue inaugurado el 9 de septiembre de 1949. En la hornacina central, escultura policromada del Sagrado Corazón, obra valenciana de hacia 1928, según modelo de la iglesia de los Jesuitas de Sevilla. El Sagrario, de madera dorada, tiene portezuela de plata con el Buen Pastor, del siglo XVIII, con el punzón de Gratin, y fue completado en 1956 por Cayetano González, con aplicaciones de elementos de plata. El frontal presenta los relieves en madera policromada, obras de León Ortega, del Cristo eucarístico, con el Cáliz, en un óvalo central, y a los lados sendos relieve con la Virgen adorando al pequeño Jesús, y una versión relivaria del Niño Jesús de la Concha, de Murillo. A uno y otro lado del retablo, sobre ménsulas, un Niño Jesús Salvador, y un San Juanito, del estilo de Ri­bas, restaurado por Rivera García en 1965.
     En el lienzo de pared siguiente de la misma nave de la epístola, hay un lienzo tenebrista del Crucificado, de la segunda mitad del XVII. Le sigue el retablo de la Inmaculada, obra anónima sevillana de hacia 1759. En la hornacina del cuerpo principal, la Inmaculada, escultura en madera policromada del tercer cuarto del siglo XVIII; y en los laterales, sobre ménsulas, San Miguel, escultura en madera policromada; y San Rafael, con el escapulario de la orden hospitalaria de San Juan de Dios. Éste lleva corona de ho­jas de plata con una amatista; báculo con calabaza de plata en la diestra, y en la mano izquierda el pez, también de plata. Sobre el retablo de la Inmaculada, hay un lienzo del Cristo de la Humildad, parejo al del Cristo flagelado, que se halla en la nave opuesta, ambos del siglo XVII. A continuación, hay un lienzo de la Anunciación, de tradición murillesca, del XIX.
     En el último tramo de la nave de la epístola se abre la Capilla de San José, hoy dedicada a la Virgen de Fátima. Sobre la clave del arco, un óleo de la Inmaculada, de un seguidor de Mu­rillo. El retablo de la capilla fue tallado por Miguel Hierro, y dorado por Gómez del Castillo, hacia 1956. Sobre una repisa, se encuentra la imagen de San José, obra de estilo roldanesco, que tradicionalmente se identifica con la imagen mandada hacer por Fernando de Campos en 1760, que se veneraba en la iglesia de los jesuitas, luce aureola de plata con decoración de rocallas y vara de azucenas, también de plata. El Niño lleva potencias de plata con rayos agudos y flameantes del XVIII, y un sonajero de campanilla y cascabeles, también de plata. En otra repisa la imagen de San Patricio de fines del XVIII. En la pared opuesta a la ventana, lienzo de San José la epístola, junto a la Capilla Mayor hay otra lápida negra, con el Tetramorfos en los ángulos, e inscripción gótica.
     La sacristía principal queda situada a los pies de la nave central. Se trata de un espacio cubierto con bóveda de cañón rebajado. En ella se encuentra la cajonera, realizada en 1746 por el maestro arquitecto José Sánchez. Sobre dos repisas se exponen dos esculturas de los santos obispos San Blas y San Agustín, del siglo XVIII. Simétricamente le siguen dos espejos y dos lien­zos con santos servitas, San Felipe Benicio, con la mitra y la tiara en el suelo, y San Pelegrín, con­ templando el corazón mariano con los siete cuchillos, de carácter popular decimonónico.
    En las paredes se exponen los siguientes cuadros: lienzo de la Virgen de Belén, del XVIII. San Felipe Neri, obra del primer tercio del XVIII. Santa Teresa de Jesús, popular, del XIX. Lienzo, copia popular de una Inmaculada de Murillo. Óleo sobre lienzo, con la Visión de la Inmacu­lada del beato Duns Scoto, del círculo de Valdés Leal, del último tercio del siglo XVII. Nazareno, lienzo popular del siglo XVII. Niño Jesús de la espina, de tradición sevillana, de fines del siglo XVIII. Óvalo de lienzo pintado al óleo, de un simpecado de la Virgen del Rosario, entre Santo Domingo y Santa Catalina de Siena, del XIX.
     La iglesia conserva un rico muestrario de orfebrería de diversas épocas. Del estilo del Bajo Renacimiento tan sólo se conserva un cetro de plata, con decoración geométrica incisa, de tipo purista, en la macolla, y mango de siete caño­nes, con decoración repujada carnosa, a modo de candelieri, de época ligeramente anterior.
     La primera mitad del siglo XVII continúa el estilo purista, con predominio de superficies planas y sobrios motivos decorativos de cabujones de esmalte y espejos en resalto. A esta época corresponden un cáliz de plata, con nudo semiovoide, en la ornamentación de la subcopa destacan los gallones pareados, y los signos de Jesús y de María en los espejos trapezoidales, mientras que en la base los espejos llevan símbolos pasionarios. En el mismo estilo purista se hizo el cáliz liso de plata, con la cruz de San Antón grabada. Un copón de plata con el mismo esquema, se decora con cabujones ovales. Crismeras de plata, de estilo bajorrenacentista. Hay otras crismeras de plata, de estilo purista, posiblemente las realizadas en 1635 por Miguel Arias. Existe una cruz parroquial manierista de bronce dorado. Ostensorio de plata, que conserva el esquema compositivo del Bajo Renacimiento, que puede ser el que realizó en 1635 el platero Miguel Arias. Y una píxide u hostiario, de plata. Se conserva, muy restaurada, la concha de bautismos de plata, que hiciera Gaspar de Leza en 1688. Al estilo propio de fines del mismo siglo se debe la corona de la Virgen de los Dolores; los imperiales y la ráfaga, de rayos rectos y flameantes, corres­ponden a estilo dieciochesco. Hay una corona, de factura tosca, a base de chapa de plata recortada, de la Virgen del Carmen.
     Pero la mayor parte de las piezas de orfebrería litúrgica conservada corresponde al siglo XVIII. En la primera mitad del siglo XVIII pudieron labrarse las siguientes obras, que enumeramos por orden alfabético. Unas crismeras de plata, que identificamos como las que labró Juan Lau­reano de Pina en 1701. La cruz parroquial, de plata, que identificamos como obra de Manuel Guerrero, de 1725; la vara con ocho cañones es de rocallas dieciochescas. La cruz de altar de plata, que también identificamos como obra de Manuel Guerrero, de 1739. Tres cruces de estandarte son de esta época: una de ellas pudo pertenecer a la Hermandad de San Pedro: tiene los punzones de una ballesta y un castillo; su origen puede ser americano. De la imagen de San Pe­dro es la cruz patriarcal. Una lámpara de plata en forma de fuente circular profunda, realizada por el sevillano Manuel Guerrero en 1739. Una media luna de plata, de la Virgen del Rosario. Pectoral de filigrana de plata, en forma de águila bicéfala con corona imperial y, en el centro, sostenido por dos ángeles, un medallón en el que aparece la Santa Faz. Unas potencias de Jesús Nazareno, en plata dorada, rematadas en flores de lis. A esta época se deben los zapatos del Niño Jesús, de filigrana de plata.
     A la segunda mitad del XVIII corresponden las siguientes piezas. Un cáliz de plata, de estilo barroco liso y con punzones sevillanos de Cárdenas y Pardo. Los dos ciriales de plata labrados por José Alexandre en 1769. En 1773, José Alexandre y Esquerra labró cuatro cetros de plata, con sus remates, compuesto de ocho cañones cada uno, de los que  se conservan dos. Un corazón de plata dorada, con los siete cuchillos, pertene­ciente a la Virgen de los Dolores. Una cruz de estandarte tiene el punzón de Cárdenas. Hay tres demandas o bacines, de rasgos dieciochescos: la primera, del Hospital de la Misericordia y Hermandad de la Vera Cruz, representa a un Crucificado entre cuatro orantes. La última es la de San Antonio Abad.
     Un escapulario de plata, de la Virgen del Car­men. Guión o banderín de la Hermandad Sacramental, de plata, con su varal, en el que se repite el punzón de Pinto. Lámpara de plata, de movido diseño, ornamentación de rocallas y cartelas lisas; tiene los punzones de García y Palomino. Otra lámpara tiene el punzón de Gargallo. Una media luna de plata de la Virgen de los Dolores tiene al centro, dorado, el corazón con los siete cuchillos; se decora con abundante rocalla. Ma­nifestador portátil de plata sobre terciopelo, en forma de libro. Misal romano, impreso en Madrid por Francisco Manuel Mena en 1776; en­cuadernado en terciopelo con apliques de plata repujada, con motivos de rocallas y cruz de San Antón en el centro. Ostensorio de plata dorada, con esquema compositivo barroco y ornamentación rococó. Portapaz rococó. Portaviáticos de plata, rococó, en forma de bolsa cuadrangular. Potencias de Cristo, de plata con ornamen­tación rococó. Salero de plata que iden­tificamos como el labrado en 1768 por Juan Bautista Zuloaga, con el contraste de Cárdenas. La vara de la cruz parroquial también queda identificada como la realizada en 1772 por Alexandre; hoy se compone de ocho cañones, con los punzones  de Cárde­nas  y  Alexandre. Seis varales del palio del Santísimo Sacramento, de plata, de fines del XVIII, llevan el punzón de Pinto. Un juego de vinajeras, campanilla y salvilla, están fechadas en 1796: realizada en Madrid, en la Fábrica de Martínez.
     Ya en el siglo XIX pueden situarse otras obras, algunas continuadoras de la estética rococó y otras introductoras del neoclasicismo. Hay siete cá­lices de principios del XIX, esbeltos, lisos, con nudo cónico invertido, sin más decoración que una hilera de perlitas en las aristas de basamento y astil. Cinco de ellos son iguales entre sí, con los punzones sevillanos de  Flores y Espiau. Los otros dos, también iguales entre sí; son de Córdoba, con el punzón de F. Martos. Neoclásico cordobés es el copón de plata dorada con los punzones de Vega y Herrera. Corazón de plata, con piedras y cristales, de la Virgen de los Dolores. Una corona de plata de la Virgen del Rosario, de principios de aquel siglo, con canasto, imperiales y ráfaga. De la Inmaculada de la iglesia del Carmen es otra corona con motivos de rocallas. Es también de esta época la pequeña corona de la Virgen del Pilar. Dos crismeras o ampolletas, lisas, de diferente tamaño. Cruz de estandarte, con nudo periforme, sin asas, en metal plateado. El incensario y la naveta con su cucharita, son de estilo Imperio, ambos tienen punzones de la Fábrica de Martínez, de Madrid. Un hostiario de plata dorada lisa. Es de destacar un gran ostensorio de plata dorada de la primera mitad del siglo XIX: tiene basamento oval, nudo forma­do por espigas y el orbe soportando la figura de un arcángel, que sostiene el viril. Por último, señalemos las vinajeras cordobesas del año 1826, con los punzones de Vega y Ruiz.
     En  el siglo XX se sitúan la corona de plata de una imagen mariana, que sigue modelos dieciochescos. De 1959 es un ostensorio de plata dorada, de Talleres de Arte Granda, de Madrid. En 1992, Seco Velasco hizo el templete relicario de San Antonio Abad, de plata, enriquecido con un topacio y 46 brillantes. En 1996 se ha realizado un acetre de plata, cuyo hisopo está formado por un cañón de una vara de la Virgen del Carmen, del s. XVIII.
     De los bordados con que contó esta iglesia, ha llegado a nosotros una casulla de terciopelo negro, con franja central en rojo, bordada al romano. Hay también un capillo para el viático, de brocatel blanco, estampado en flores multicolores. De principios de este siglo es una casulla blanca ricamente bordada en oro.
     También se conserva en la torre del tesoro un simpecado, de perfiles rectos, de la Virgen del Rosario de terciopelo rojo bordado en oro con óvalo central de lienzo pintado al óleo con la Virgen del Rosario entre ángeles, del siglo XVIII. La vara de plata tiene ocho cañones decorados con rocallas. Los punzones son de Cárdenas, de la segunda mitad del siglo XVIII. Un estandarte de la Hermandad de Jesús y María, con cruz, y macolla con asas, decoración de rocallas, punzón de Cárdenas, de fines del XVIII; en el bordado ostenta el escudo servita del corazón con los siete puñales.
     Una cruz procesional de madera dorada con rocallas y espejuelos, de fines del XVIII; la vara de seis cañones de plata, con decoración de rocallas, de la segunda mitad del XVIII; el primer cañón es recompuesto en la década de los cincuenta del siglo XX. Manifestador, de la segunda mitad del siglo XVIII.
     En la dependencia del tesoro se han reunido algunas obras escultóricas o fragmentos de ellas, de pequeño tamaño, que enumeramos a continuación. San Juan de Dios, escultura policromada de la segunda mitad del XVIII. Una cabeza masculina barbada, y otra femenina, del XVIII, ésta última de rasgos roldanescos. Un Niño Jesús acunado, fragmento de una escultura de San José, también roldanesco, posiblemente la que se hizo a devoción de Fernando de Campos, en 1762 o 1763. San Antonio de Padua, del XIX. Una cabeza de San Antonio Abad, de terracota, adquirida por don Antonio Verdugo en 1913, cabeza que fue luego reproducida en madera en 1924, y se venera en la capilla del Santo, como imagen procesional. Niño Jesús, en madera po­licromada, para el Nacimiento, obra de Miguel Bejarano Moreno, Sevilla, 1992.
     En cuanto a libros, hay un cantoral de la Pasión, de pergamino, con 116 folios. Un cantoral en papel con el oficio solemne de San Antonio Abad, conteniendo Vísperas, Maitines (Invitatorio, Nocturnos), Misa y segundas Vísperas. Dos misales de 1776, con pastas tapizadas en tercio­ pelo rojo y aplicaciones de plata con decoración de rocallas en cantoneras en los ángulos, bro­ches, y escudo de la parroquia en cartela central. Se conserva también un libro de Reglas de la Hermandad de San Antonio Abad, de 1706, cuyas primeras páginas ostentan sendos graba­dos del siglo XVII.
     En la dependencia frontera al tesoro, que se abre en el lado de la epístola del presbiterio, se halla la sacristía alta. Queda decorada por las siguientes obras. Un cobre con el Descendimiento, tardomanierista. Retrato de San Juan de Ávila, firmado por Fernando de Molina y Sandoval en 1724, una de las más antiguas iconografías del santo maestro, llamado Apóstol de Andalucía. En las dependencias superiores -archivo parroquial, salones, pasillos y escalera- hay varias piezas. En la escalera, sobre un repisa, el profeta y rey David, figura del facistol del coro, manda­da hacer en la visita canónica de 1717, realiza­da por un escultor de Sevilla en  1719, y policromada por Nicolás López entre 1719 y 1722, junto con el retablo mayor. La figura de la Fe, escultura en madera policromada procedente del tornavoz del púlpito, realizada en 1762 por Sebastián Fernández Castilleja. Un lienzo de la Inmaculada, copia de Murillo, una Virgen Dolo­rosa y un San José, todos de factura popular. En el salón, están las dos mesas de San Antonio, de caoba, que en 1760 hizo el maestro carpintero Alonso Álvarez. Un juego de ciriales y cruz parroquial, de cobre plateado, del siglo XIX. Frontalera de altar, en madera dorada, con dibujos calados, de principios del XIX.
     En el Archivo Parroquial, un medio punto de lienzo pintado al óleo, que representa al P Bernardo de Hoyos, con el Corazón de Jesús y la Inmaculada, entre dos ángeles, uno de ellos im­poniendo silencio. Está firmado por Joaquín Gómez del Castillo, Huelva, 1938.
     En las nuevas dependencias del Despacho y Salón parroquial, en un local próximo a la iglesia del Carmen, se encuentran, formando un Calvario, las pequeñas figuras en madera poli­cromada, del Crucifijo, que estaba en el púlpito, realizado en 1730 por Sebastián Fernández Castillejas, el Santero. Con él, la Dolorosa y San Juan, de la primera mitad del XVI. Una peque­ña escultura en madera policromada de San Antonio Abad, obra anónima del XVIII. Y una copia de la Inmaculada de Murillo, del siglo XIX. Decora la estancia un grabado de San Antonio Abad, obra de Diego de San Román y Codina, de 1746 a 1751 (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
      Este edifcio se alza exento, con un espacio irregular en el que confuyen varias calles a sus pies.
Se puede resumir que en la trama actual la iglesia- fortaleza se alza exenta en una múltiple confluencia de calles, Labradores, San Pío X, Mesones, Plazas, Amargura y Andalucía, en cuyo espacio común se abre la Plaza de España, no relacionada geométricamente con el monumento pero si histórica y visualmente.
     De la fábrica primitiva restan los muros que conforman los laterales de la iglesia y las bases de tres de las cuatro torres, sobre una de las cuales se erigió en el siglo XVIII el campanario barroco.
     El exterior es muy austero, destacando su almenado perimetral, su juego de volúmenes, rotundos y sin decoración, salvo en los elementos barrocos entre los que destaca el remate del cuerpo de campanas, en chapitel, y especialmente la fachada principal.
     La fachada principal aparece situada sobre una especie de andén, separado de la calle por unos escalones y una verja.
     Está dividida en dos cuerpos más el remate, separados por amplias cornisas y tres calles, apareciendo ligeramente retranqueado de la línea de fachada los cubos de las capillas. Todo el conjunto está articulado por medio de pilastras, decoradas en el capitel con la tau, anagrama de San Antón. En los extremos del primer cuerpo se abren las puertas adinteladas, rematadas con una sencilla cornisa sobre pequeñas ménsulas. El vano central aparece tapiado en la mitad inferior. A cada vano de ingreso corresponde sobre la cornisa una especie de hornacina muy plana rematada por arco de medio punto. En el segundo cuerpo se repite la misma articulación por medio de pilastras, correspondiendo a cada vano de la parte inferior una ventana con arco de medio punto, rematadas por frontón curvo. El coronamiento de esta fachada lo forma una amplia cornisa decorada con jarrones de cerámica vidriada sobre pedestales rectangulares y en el centro un pequeño edículo con volutas laterales y un vano de medio punto, rematándose con frontón triangular partido.
     La fachada correspondiente a la nave del evangelio presenta dos áreas bien diferenciadas, la correspondiente al tramo de los pies y el módulo de la capillas adosadas y el cuerpo de la iglesia con el machón de la antigua torre y la cabecera.
     Entre ambas capillas se sitúa el vano de ingreso lateral, enmarcado por potentes pilastras. Aquel es adintelado y se encuentra embutido en un arco de medio punto peraltado, igual a los que flanquean la portada. A esta le sigue el volumen de la capilla del Cristo de los Remedios, de proporciones cuadradas y rematada por una pequeña cúpula con linterna. La antigua torre presenta saeteras para la iluminación, estando las de la parte inferior enmarcadas por arcos de herradura.
     La cabecera poligonal de cinco lados está decorada con arcos apuntados donde abren alternativamente los ventanales geminados con arcos de medio punto. En la parte superior aparece una sencilla línea de imposta y se remata el conjunto con merlones y almenas, igual que el resto del buque de la iglesia, que ocultan las cubiertas del edificio formadas en azotea.
     La fachada lateral correspondiente al muro de la epístola, presenta la misma disposición que el muro frontero con las capillas laterales adosadas a menor altura que el resto de la edificación, si bien en esta ocasión el espacio que queda entre las dos capillas es de menor entidad y con el antiguo vano de ingreso tabicado. Al cuerpo de la capilla situada a los pies del templo se adosa la torre. Los dos primeros cuerpos de esta están organizados de forma muy sencilla por medio de pilastras. El cuerpo de campanas está formado sobre un banco de pedestales bulbosos con un hueco en cada frente y una pilastra jónica enmarcándolos, presentando en las esquinas dos columnas del mismo orden. El remate es el típico chapitel apiramidado sobre banco octogonal, decorado con azulejos y rematado con cruz de cerrajería.
     De planta rectangular se divide en tres naves de igual altura, siendo la central considerablemente más amplia que las laterales. Estas últimas presentan cabecera plana, mientras que la otra lo hace por medio de un ábside poligonal de cinco lados, separado de la nave central por medio de un gran arco de triunfo e iluminado por tres ventanas con arcos ojivales decorados con puntas de diamante. Flanquean el presbiterio sendas habitaciones rectangulares que corresponden a las antiguas torres de la fortaleza. La de la nave de la epístola presenta una cámara abovedada en cañón, perpendicular a la iglesia y con una saetera en la cabecera. La estancia frontera tiene las mismas características que la anterior si bien en la cabecera se levanta una torre cilíndrica con vanos correspondientes a la escalera interior que la recorre.
     Las tres naves están separadas entre sí por medio de pilares de ladrillo que sustentan tres arcos ojivales, abiertos a cada lado de los muros divisorios, que arrancan directamente de una sencilla imposta en la que se remata el pilar rectangular.
     Asimismo, sobre las arcadas de división de las naves se abren unas ventanas con arcos apuntados y arquivoltas, formando una estrecha galería a modo de falso triforio, que comunican con la nave central. Aparecen cerrados con barandillas realizadas en hierro.
     Las cubiertas están formadas por bóvedas de crucería gótica, todo en ladrillo a excepción de los nervios de piedra que arrancan de unas ménsulas dispuestas de forma oblicua, decoradas con columnillas superpuestas que se rematan con grandes capiteles. A cada bóveda de la nave central corresponden dos en las laterales, de desigual longitud y separada en los últimos por arcos angrelados. Esta desigualdad se debe probablemente al deseo de evitar que los arranques comunes de sus nervios coincidan con las ventanas de la galería. El nervio de espinazo está decorado con dos puntas de sierra que lo flanquean.
     La iglesia presenta tres accesos, dos de ellos abiertos en el muro de los pies que comunican con las naves laterales, y otro situado hacia la mitad de la nave lateral del evangelio. Los primeros dan paso a especie de zaguanes rectangulares que flanquean la sacristía situada a los pies del templo, de planta rectangular. En el espacio correspondiente a la nave de la epístola se sitúa la escalera que da acceso a un salón parroquial rectangular. Este ocupa el espacio destinado a zaguán y sacristía en planta baja y se cubre por una sencilla bóveda.
     Adosadas a las naves laterales se sitúan cuatro capillas, correspondiendo dos a cada nave. En la del evangelio y en el primer tramo de los pies se encuentra la capilla bautismal, de planta cuadrada y cubierta por una estructura plana con claraboya central. En el último tramo de la misma nave se sitúa la capilla del Cristo de los Remedios, de planta también cuadrada y cubierta con cúpula con linterna. En el muro frontero, correspondiente a la nave de la epístola, se abren las otras capillas, a la misma altura y con las mismas características que las anteriores.
     En cuanto a los elementos decorativos, cabe destacar los motivos antropomórficos y zoomórficos que decoran algunos de los elementos estructurales del edificio. Así, en las claves de las bóvedas y los capiteles aparecen una serie de cabezas humanas dispuestas en fila, motivo que se repite en el extremo posterior del espinazo y en los capiteles del arco de triunfo. También aparecen motivos de piñas, heráldicos, estrellas, animales e incluso herraduras entrelazadas y la huella de un pie o bota, estas últimas de innegable sentido popular y posiblemente supersticioso.
     Las primeras noticias que se tienen con respecto a la construcción de la iglesia parroquial de San Antón son muy vagas.
     Posiblemente se aprovechara una antigua fortaleza almohade del siglo XII y el templo comenzara a construirse hacia el 1300, a imitación del levantado en Sevilla en 1280 por el rey Alfonso X el Sabio, como exvoto en honor de Santa Ana. No obstante esta similitud, las fechas de construcción no están muy claras y las opiniones son muy diversas. Se asegura desde muy antiguo que es una construcción templaria, dato que sirve para datarla en la fecha anteriormente citada ya que esta Orden militar desapareció en 1310. También se ha apuntado que la iglesia fue construida por el segundo Conde de Niebla (1396-1436), señor de Trigueros si bien este dato debe hacer relación al castillo hoy desaparecido y no a la iglesia.
     No se tienen otras noticias sobre el templo hasta finales del siglo XV, época en que debió adquirir gran auge la población y se decora el templo con pinturas murales.
     En el siglo XVIII, concretamente en 1754, se bendijo la capilla dedicada a Nuestra Señora de la Concepción, un año antes del terremoto de Lisboa. Este destruyó gran parte de la iglesia, reformándose considerablemente en estas fechas. Estas obras fueron informadas por los arquitectos de la archidiócesis Pedro de Silva y Pedro de San Martín, y acometidas por el albañil Tomás Botani quien alargó la planta del edificio y levantó una nueva fachada de gusto neoclásico, perdiéndose con ello la primitiva portada. Del siglo XVIII son también la torre y varias capillas, añadiéndosele en el siglo XIX dos más, que han desaparecido con la reciente restauración. En ésta se ha separado por medio de tabiques la parte gótico-mudéjar de la barroca, pasando esta parte a ocupar diferentes dependencias parroquiales. Las obras fueron acometidas a partir de 1971 por los arquitectos Rafael Manzano Martos y Alfonso Jiménez Martín. En 1985 se proyectó una segunda fase de restauración que corrió a cargo de los arquitectos José María Jiménez Ramón y Antonio Luis Ampliato Briones (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Iglesia de San Antonio Abad) de la localidad de Trigueros (II), en la provincia de Huelva. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia onubense.

Más sobre la provincia de Huelva, en ExplicArte Sevilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario