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viernes, 1 de noviembre de 2024

El desaparecido Pabellón Industrial Vascongado, de Francisco Urcola Lazcanotegui, para la Exposición Iberoamericana de 1929

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el desaparecido Pabellón Industrial Vascongado, de Francisco Urcola Lazcanotegui, para la Exposición Iberoamericana de 1929, de Sevilla.
     Hoy, 1 de noviembre, es el aniversario (1 de noviembre de 1929) de la visita oficial de los Reyes de España al Pabellón Industrial Vascongado, para la Exposición Iberoamericana de 1929, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el desaparecido Pabellón Industrial Vascongado, de Francisco Urcola Lazcanotegui, para la Exposición Iberoamericana de 1929, de Sevilla.
     El desaparecido Pabellón Industrial Vascongado para la Exposición Iberoamericana de 1929 [nº 57 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encontraba en la XXXIII avenida de la Raza, a la altura de la XXXVI avenida Infanta Luisa, durante la Exposición Iberoamericana de 1929, actualmente la avenida de la Raza, a la altura del final de la calle Páez de Ribera; en el Barrio de Sector Sur-La Palmera-Reina Mercedes, del Distrito Bellavista-La Palmera.
   Para la Exposición Iberoamericana, las Diputaciones Provinciales edificaron sus respectivos pabellones representativos y, en el caso de la región andaluza, cada una de las provincias construyó un edificio propio. Como ya estaba previsto en Emplazamiento General de 1925, estos pabellones se levantaron en el Sector Sur, distribuyéndose en torno a la Plaza de los Conquistadores, que realizara José Granados de la Vega. Tan sólo quedaban aislados del conjunto el de Extremadura, que se localizó en el Prado de San Sebastián, y el de Sevilla, hoy Teatro Lope de Vega y Casino de la Exposición, que lo hizo en la Avenida de María Luisa, en  terrenos de los antiguos Jardines de San Telmo.
   Todos desaparecieron, salvo la parte permanente del Pabellón Vasco (hoy Centro de Oncología - Hospital Duques del Infantado), con frente a la actual calle Sor Gregoria de Santa Teresa, y la torre del cordobés, situado junto a las pistas deportivas de la Escuela Universitaria de Arquitectura Técnica. Así pues, ambos constituyen lo único que se conserva de la partici­pación regional en el Certamen Iberoamericano.
   La asistencia de las regiones españolas ya quedaba prevista en el Plan General del Certamen, elaborado por Aníbal Gonzá­lez en 1911, pues aunque la idea de la muestra había nacido con carácter esencialmente ultramarino (de hecho, Rodríguez Ca­so proyectaba una Exposición Internacional Hispano­ Ultramarina o Exposición Internacional España en Sevilla), las regiones españolas también concurrieron.
     En su proyecto, el Arquitecto General distinguía cinco partes:
   1.) Exposición Nacional de Bellas Artes, 2) Exposición de los Estados Americanos, 3) Instalaciones regionales españolas, etnografía y arqueología, 4.) Sevilla histórica y tradicional, 5.) Parque de Atracciones.
   Sin embargo, la participación regional, como sucedió con la internacional, se dejó a un lado. Fue necesario un cambio de ritmo en la evolución de la empresa, para que la concurrencia española se viera estimulada. Este cambio, que vino dado por Primo de Rivera, sobre todo a partir de 1925, no se refirió únicamente a la asistencia in­ternacional. Además de pretender solucionar los problemas de política exterior mediante la participación americana, deseaba el dictador mostrar al exterior la imagen de una España unida, sobre todo en aquellos mo­mentos, en que era tan amenazante el peligro regionalista.
     Por ello, en Marzo de 1925, se aceleraron las gestiones para la participación de las distintas regiones españo­las. Se las invitaba, a colaborar concurriendo con pabellones representativos, donde expusieran su propia cultura aportando "todas sus características típicas: viviendas, costumbres, indumentarias, cantes, bailes, productos manuales y naturales... El Comité encomendó la difusión del Certamen a la Comisión de Regiones, cuyo presidente, Rodríguez Caso, organizó tres viajes de propaganda ese mismo año. Con ellos se intentaba formar en cada provincia una junta en pro de la muestra, que se encargase de la edificación de un pabellón. El primero de ellos fue a Castilla (Mayo), el segundo a las Provincias del Norte (Navarra, Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Santander, Asturias, Segovia, Logroño, Burgos y León, en Agosto) y el último a Galicia. Castilla la Vieja, Salamanca y Extremadura (Noviembre). Pero estos viajes propagandísticos resultaban demasiado caros y hubo que suspenderlos. Fue entonces cuando se decidió encomendar la participación a cada Diputación Provincial.
     En 1928 ciertas entidades de la industria, el comercio y la navegación del País Vasco determinaron concurrir por separado en un edificio propio y de forma independiente respecto al pa­bellón oficial. Levantaron un edificio subvencionado por las Cámaras de Comercio de las tres provincias y que se denominó de forma genérica "Pabellón Industrial Vasco''.
     Su autor fue el arquitecto Francis­co Urcola Lazcanotegui, dirigiendo la obra Leopoldo López. En sus instalaciones estuvieron presentes los Ayuntamientos de San Sebastián y Bilbao, la Casa de Éibar y la Sociedad Española de Irún, entre otros organismos.
     El pabellón tenía una planta de acusado carácter longitudinal, con 71 m. de fachada por 34,80 m. de fondo. Da­da su provisionalidad, se construyó sobre estructura metálica, con paramen­tos de madera simulando un basamento pétreo y fábrica de ladrillo en las partes altas.
     Se accedía al edificio por un pórtico central con arco de medio punto, de­corado con los escudos de las tres Di­putaciones. Simulaba grandes y sóli­dos sillares pétreos. Simétricamente, una doble "loggia", de cinco arcos de medio punto sobre pilares, se articulaba con sendas salas angulares a derecha e izquierda, dedicadas a los Ayuntamientos de San Sebastián y Bilbao, respectivamente. Estas, de apenas 9 m. en su lado mayor, recibían abundante luz de los ventanales que se abrían en todos sus muros, triples en el cuerpo alto y simples en el bajo. Cubiertas a cuatro aguas, las voladuras de sus cornisas no quedaban tan acentuadas como en el pabellón perma­nente.
     El resto del edificio se destinaba a exhibiciones, salvo un pasillo perimetral que facilitaba el recorrido por el re­cinto. El cuerpo del pabellón quedaba dividido en dos salas con cubierta de cercha metálica sobre pies derechos del mismo material. Se revestía al exterior con paneles de madera de trazado mixtilíneo, similares a los de las loggias de fachada. Dadas las dimen­siones de la edificación y las evidentes necesidades lumínicas, en cada fachada lateral se abrían seis vanos apaisados y ventanales con marcos cuadrilobulados decorados con veneras.
     Por último, a título de curiosidad nos referiremos a las piezas expuestas en el pabellón de lo que tenemos conocimiento a través de la prensa de la época. La planta baja y el piso primero se destinaron a exhibición. No ocurrió así con el alto, como ya referimos. En una de las salas de la planta baja se exponían biografías de los fundadores de Montevideo y Buenos Aires, aludiendo a la influencia que tuvo Vizcaya en la Conquista de América. Otras obras que allí se expusieron fueron: cuadros de Zuloaga; el San Ignacio de Salaverría; una maqueta de la Torre de Háriz (en que nació fray Juan de Zumárraga, primer obispo de Méjico); otra de la Torre de Muncháriz (de la abadía de la que procedía aquél); una reproducción de la casa solar de Loyola; otra de la nao "Victoria", en que emprendió Magalla­nes la vuelta al mundo... También se expusieron valiosos documentos cedidos por el Ayuntamiento de Oñate, entre ellos un incunable que es una crónica de Nuremberg del año 1493.
     La exposición continuaba en torno al "hall" alto. La parte alta se destinaba a los progresos en comunicaciones, enseñanza, sanidad, y también a la participación vasca en la historia de América. Había estadísticas, muestras de cereales y otros productos regionales. En una de las pequeñas salas se exponían además pequeñas figuras representativas de las costumbres vascas. En la cocina se ofrecían al visitante, gratuitamente, chacolíes vizcaínos, vinos alaveses, sidras guipuzcoanas... La taberna vasca del sótano está servida por personal con indumentarias típicas.
     Como nota anecdótica, señalaremos que fue muy significativa la parada que, en su visita al Pabellón Industrial Vasco, el Rey Alfonso XIII realizara en el "stand" de Fournier, donde se le explicó el significado de la baraja histórica. En ella se representaba a los personajes que más sobresalieron en el descubrimiento y colonización de América, evitando cualquier anacronismo, al representar las monedas, armas, trajes, vasos, mazas, etc... En su reverso aparecía el escudo de Carlos I, rodeado de los de Portugal y las veintidós repúblicas americanas.
     Un aspecto fundamental de la colaboración vasca en la muestra fue la presencia del orfeón, que cantó el himno de la Iberoamericana el día de la inauguración. También se dieron muchos conciertos, como uno de música sagrada en el Patio de los Naranjos de la Catedral (Amparo Leal Graciani. El Pabellón Vasco en la Exposición Iberoamericana. Aparejadores, 1991). 
Conozcamos mejor la Biografía de Francisco Urcola Lazcanotegui, autor de la obra reseñada;
       Francisco Urcola Lazcanotegui, (San Sebastián, Guipúzcoa, 1873 – 1943). Arquitecto.
     Estudió la carrera de Arquitectura en Barcelona y en 1899 obtuvo el título de arquitecto. Extraordinario aficionado a la música, fue académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
     En 1910, proyectó y construyó el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián. Transcribimos de La Construcción Moderna de 1912 referencias de este magnífico edificio construido en un solar rectangular de 60,30 por 41,10 metros en el que destacan tanto su composición de fachadas como su organización interior. Sus fachadas estilo “Renacimiento Español” con los bustos bien tallados en medallones del conde de Peñaflorida, Arriaga, Eslava, Gayarre Gaztambide y Santesteban se complementan con los grupos escultóricos de La Tragedia, La Música, La Danza y La Comedia tallados en piedra dura de Pitillas. Sus plantas se organizan con unas torres de escaleras de acceso/ salida inmejorablemente situadas por razones de seguridad. El escenario, con un fondo de once metros para organizar sus cinco cajas de telones, dispone de una gran embocadura de 13,75 metros de luz resuelta con un arco de hormigón armado que soporta la carga del muro de fábrica de ladrillo que envuelve la torrre/foso. La calidad de la sala, con el piso de butacas movible, sus palcos, el doble foyer y la estupenda decoración del pintor Ugarte de la cúpula del techo, es extraordinaria. A ello se añaden sus condiciones de seguridad frente a incendios con una embocadura protegida con telones metálicos y de agua que “permitiría a los espectadores ver las llamas sentados en sus localidades sin riesgo alguno”, reflejo de las técnicas avanzadas de construcción, proyectadas básicamente en hormigón armado, con las que están resueltos los voladizos tanto de los palcos como del anfiteatro con la colaboración de los ingenieros militares Sierra y Liaño. Todo ello fue realmente singular en su momento.
     También intervino, en colaboración con el arquitecto belga Charles Mewes, en la dirección de las obras de los hoteles María Cristina de San Sebastián y Ritz de Madrid. Asimismo, proyectó y construyó en 1919 la Plaza de Toros Monumental de Sevilla, poco después, en 1922, la de Pamplona y a continuación el hotel Alfonso XIII de Sevilla con motivo de la Exposición Universal de 1929, para la que proyectó y construyó además el Pabellón Industrial Vascongado que obtuvo el Gran Premio de la Exposición. También fue el autor del Museo de San Telmo ampliando dicho convento de San Sebastián en 1930 (Juan M. de Encío Cortázar, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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